Author Topic: OTP Prompts  (Read 20095 times)


Neko

Re: OTP Prompts
« Reply #15: January 03, 2019, 03:50:45 PM »
Winter Writing Prompts
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☆ ☾ ☆

Ignis x Anir

01. We just had a one-night stand but a massive storm hit so now we’re snowed in, hello awkward

No pasaba todos los días que Ignis se fijase en alguien durante uno de los tantos eventos a los que tenía que asistir como mano derecha del príncipe. Oh, bueno, sí se fijaba en la gente, ese era su trabajo, pero no acostumbraba a encontrar a una persona en concreto lo suficientemente atractiva como para dejar a un lado sus responsabilidades y ponerse a flirtear con descaro.
Tampoco era común que acabase llevándose a dicha persona hasta la casa de invitados en la que se estaba quedando, convenientemente ubicada a unos cientos de metros de la mansión principal.
La chica era bonita, inteligente y tenía exquisitos modales. También tenía buen equilibrio y un cuerpo ágil y flexible, como descubrió durante las horas en las que habían estado compartiendo cama. Y suelo, pared, bañera…

Había sido una noche muy productiva. Tanto que a Ignis no le extrañó cuando se despertó sólo para descubrir que llevaba horas dormido y los pájaros ya cantaban en el jardín que rodeaba la casa. Por la manera en la que entraba el sol por la ventana debía ser casi mediodía.
La chica aún dormía, apoyada en su pecho, soplando suavemente entre sus labios apenas abiertos. Ignis le apartó un mechón de la cara, fijándose en lo diferentes que parecían sus pecas a la luz del día.
En algún momento, Ignis creía recordar que había sido antes de la ducha, se había desmaquillado, pero sus pestañas seguían pareciendo largas, rozando sus mejillas cubiertas por un pequeño sonrojo natural.

Ignis sonrió, relajándose de nuevo mientras acariciaba perezosamente la espalda desnuda debajo de las sábanas. Ese día lo tenía libre, podía remolonear un poco más.
Unos minutos después ella empezó a desperezarse, estirándose antes de hacerse una bolita contra el costado de Ignis, que se rió con suavidad antes de darle los buenos días.

—Uh… ugh —fue su respuesta, antes de mirar hacia arriba—. Buenos días.

Cinco minutos más y ella acabó rodando bajo las sábanas hasta encontrar el suelo con un pie y escabullirse hasta el baño. No tardó mucho en salir, encontrando su ropa perfectamente doblada sobre una silla. Ponerse un vestido de gala a primera hora de su día se le hacía extraño, pero no tenía otra cosa que vestir.
Ignis se apiadó de ella ayudándole con la cremallera, aunque por la forma en la que doblaba el brazo no habría necesitado la ayuda en cuanto hubiese estado algo más despierta.

—Me tengo que ir yendo —dijo ella antes de bostezar—. Me tienen que estar echando de menos en casa.

Ignis la acompañó hasta la escalera, sacando el abrigo y el bolso de la chica de un armario bien disimulado en la pared.

—Espero que tengas un buen viaje. —deseó, ladeando la cabeza antes de recolocarse las gafas.

Su pelo revuelto sólo le daba ganas de revolverlo más, pero la chica se contuvo antes de acercarse lo suficiente como para darle un beso en la mejilla como despedida. Ignis la vio bajar los escalones y suspiró antes de darse la vuelta y dejarse caer sobre la cama.
Escuchó la puerta principal abrirse y alcanzó su móvil para ver la hora antes de oír una maldición. Levantó una ceja con curiosidad.
Cuando se asomó al pasillo, justo arriba de las escaleras, notó el frío antes de ver la nieve desparramada frente a la entrada. Corrió en silencio hasta la ventana de su habitación y miró hacia el jardín. Había nevado tanto esa noche que no pudo ver el techo de su coche, aunque sí que veía la antena de la radio asomándose entre la blanca nieve que cubría todo el paisaje.

Estaban atrapados.


————

Anir no solía hacer ese tipo de cosas, pero hacía meses —años, le recordaba una vocecita interior que canturreaba alegre— que le había echado el ojo a Ignis Scientia y si por fin había atraído su atención, aunque sólo fuera para una noche salvaje, no iba a decir que no.
Cualquier otro atrevido se habría llevado un comentario sarcástico o hasta un puñetazo en la cara. O tal vez un pisotón con aquellos tacones finos y altos, para algo tenía que servir tanto sufrimiento, ¿verdad? Anir se los había puesto después de que su mejor amiga le hubiese dicho que podían servir como arma arrojadiza.

Volviendo al momento actual, Anir estaba bajando las escaleras muy despacio, con aquellos taconazos, hasta que se dio cuenta de que Ignis había vuelto a su habitación y ya no estaba mirándola. Se los quitó con prisa y correteó escaleras abajo antes de abrir la puerta, sonriendo al recordar detalles de la noche anterior.
La sonrisa no le duró mucho tiempo. Un montón de nieve la atacó de repente y Anir caminó hacia atrás intentando evitarla.

—Ay, joder —fue lo primero que salió de su boca—. Mierda.

Se llevó la mano a los labios, pensando que iba a hacer ahora. La nieve llegaba hasta su cabeza y no parecía demasiado asentada. El coche en el que había llegado debería estar aún en la plaza en la que el aparcacoches hubiera tenido a bien dejarlo y el paseo hasta la mansión principal no era precisamente corto.
¿Cuánto tardarían en limpiar toda aquella nieve si aún no lo habían hecho? ¿Estaría Bumblebee bien? Seguro que tenía el motor congelado.

Anir se dejó caer en cuclillas, llevándose las manos a la cara mientras bufaba entre sus dedos. Sus tacones estaban olvidados a unos metros de ella y la nieve volvió a caer, cubriéndole los pies y haciéndola recular por el frío.
Se sentó en el suelo y pescó su móvil de su pequeño bolso, pensando en llamar a su hermano para pedir consejo o ayuda. Cuando intentó encenderlo se dio cuenta de que se había quedado sin batería y gimió de frustración.

—Pues vamos bien.


————

Ignis tenía una emergencia. Sólo llevaba puestas las gafas y los calzoncillos, miraba la nieve desde la ventana en estado de shock y no sabía qué hacer. Siempre le habían dicho que había una primera vez para todo, pero sus primeras veces tendían a ser logros nuevos e interesantes, no escenas inesperadas que le dejaban más en blanco que la nieve que los rodeaba. Podría decir que se había quedado… helado.
Se levantó las gafas, sonriendo por el pensamiento, aunque después apretó el móvil en su mano, poniendo toda su atención en encontrar una solución, pero nada salía de su mente aparte de chistes malos y juegos de palabras aún peores.
¡Él era a quien todos acudían cuando tenían un problema! ¿Pero y cuando él estaba en problemas, eh? ¿Quién le podía ayudar?

Deslizó el pulgar por la pantalla y buscó el chat de Prompto.

Hola, Prompto. ¿Estás ahí?” escribió y la respuesta le llegó de inmediato.

Si, hey tio, que pasa? Anoche te fuiste muy pronto no te vi!

Ignis parpadeó, cambiando la puntuación en su mente y añadiendo las tildes necesarias.

Tengo un problema.

Si quieres decir la nieve estamos todos sitados” contestó Prompto igual de rápido que antes, añadiendo en seguida: “*sitiados

Sí, eso he visto al levantarme. Lo que me pasa… tiene que ver con la nieve, pero no es eso lo que me preocupa.” envió Ignis, escribiendo mientras Prompto contestaba.

Te levantas ahora? que ha pasao
( ͡° ͜ʖ ͡°) ??

Tengo… compañía y con esta nevada no se puede ir y no se qué hacer. No es” Ignis miró lo que había escrito y borró las dos últimas palabras mientras intentaba no mordisquearse los labios.

Que me dijeron que te vieron irte con alguien, eh, pillin

Ignis suspiró al ver el mensaje de su amigo y continuó escribiendo el suyo.

La chica me gusta, pero tal vez fui demasiado rápido y ahora todo es raro. No sé ni de qué hablar o si se sentirá violenta en mi presencia.

Esta vez Prompto tardó un poco en responder.

No seas tonto y invitala a desayunar

E. E invítala. Prompto, que has ido a sexto de primaria.” tecleó Ignis antes de subirse las gafas y leer la retahíla de quejas de su amigo que acababa con un ‘que la invites idiota’.

Y después de pensarlo unos segundos, supuso que por una vez podía dejarse aconsejar. Echó un vistazo a su armario, sacando un pijama limpio, aunque después de considerarlo mejor, acabó dejándolo donde estaba y descolgó uno de los trajes de tres piezas que aún no se había puesto. Se vistió metódicamente y no tardó mucho en bajar las escaleras, atrayendo la atención de su invitada; la chica había cerrado la puerta como bien había podido y miraba la nieve medio derretida sin saber qué hacer con ella.
Le ofreció el brazo al estar a su altura y ella lo tomó con cautela.

—¿Desayunamos, señorita? —preguntó, esperando por una reacción, la que fuera.

Ella acabó sonriendo y asintió antes de levantar la barbilla e hinchar un poco el pecho.

—Sí, por favor.

Su estómago rugió, haciéndola sonrojar, aunque terminó riéndose cuando Ignis le sonrió divertido. Descalza era bastante más bajita. ¿De cuántos centímetros habrían sido sus tacones? No lo recordaba.
Cuando tuvo a la chica sentada en uno de los taburetes de la cocina, se quitó la chaqueta, dejándola pulcramente colgada antes de remangarse la camisa y empezar a cocinar.

—Espero que tu cocina sea tan buena como alardeaste anoche. —canturreó ella, apoyando la barbilla en las manos.

Ignis se giró sólo un poco, levantando una ceja antes de sonreír de costado y levantarse de nuevo las gafas.

—Oh, querida, soy bueno en todo lo que me propongo, no te preocupes.

Anir tuvo que apretar las piernas mientras le sonreía ensoñada. Aaah, esperaba que tardasen mucho en despejar la nieve que les atrapaba.



☆ ☾ ☆
BONUS

Anir abrió la puerta del apartamento casi de golpe, asustando a Prompto, que se levantó del sofá de un salto. Y no, no había gritado como una ardilla asustada. Nop.

—¡Anir!

—Hola, Promp —saludó su hermana, con una sonrisa demasiado maravillada como para significar algo bueno—. Perdón por no llamar, me quedé sin batería durante el baile.

—Ya iba a enviar a una partida de búsqueda, me tenías preocupado.

Ella simplemente se encogió de hombros, quitándole importancia al asunto y de paso quitándose también los zapatos. Eran los mismos que se había empeñado en llevar a la fiesta.

—Nah, tranquilo, estaba… en casa de una amiga —respondió mientras se quitaba el abrigo y lo dejaba colgado en el armarito de la entrada—. ¿Tú qué tal?

—Normal —respondió Prompto, frunciendo el ceño al darse cuenta de que su hermana no dejaba de sonreír—. No tan bien como tú, por lo que parece. ¿Ligaste anoche?

Anir parpadeó y de repente negó con las manos, dándose la vuelta y casi corriendo hacia su cuarto.

—¡No! ¿¡Qué dices!? ¡Estaba en casa de Airin!

Bueno, aquello tenía sentido, Airin le había dicho que no se preocupase, que volvería al día siguiente… pero ahora que lo pensaba no le había dicho explícitamente que estuviese durmiendo con ella, en su casa.
Y Anir aún llevaba el vestido de la noche anterior, cuando lo normal era que Airin le dejase algo de ropa.

Prompto arrugó la nariz. ¿Por qué su hermana no quería decirle dónde había estado? Si nunca tenía pegas para hablar de sus ligues.

—¿Quieres desayunar o comer o lo que sea? —preguntó Prompto, apoyándose en el quicio de la puerta de la habitación de su hermana.

—Hmn, no, no hace falta, me han hecho desayunado. —confesó antes de reír tontamente, acabando de ponerse el pijama.

—Bueno, vale. Pues yo voy a seguir jugando un rato, si quieres algo estoy en el salón.

—Vale. —asintió Anir antes de darle un beso en la mejilla a su hermano y saltar en su cama, alargando la mano para poner su móvil a cargar.

Prompto se encogió de hombros, sentándose en el sofá y mirando la pantalla de su móvil, donde su partida de King’s Knight le estaba esperando. Jugó durante unos minutos antes de ver a Ignis conectado y sonrió travieso al pensar en que anoche aquel cascarrabias había ligado.
Las risitas de su hermana le hicieron levantar la cabeza y después de unos segundos de silencio en su cabeza una idea empezó a formarse en su mente.

—… no. No. —Y después de pensarlo mejor—. ¡No!

Se levantó, dejando caer su móvil en el sofá y señalando su hermana con un dedo acusador.

—¡No! ¡Anir!

La chica se llevó las manos a la nuca y levantó los pies, intentando protegerse del ataque.

—¡Si ni os había presentado! ¡Era por algo!

—¡Se presentó él solito! —reclamó Anir.

—Joder…

Esa risita risueña volvió a toda potencia y Prompto se llevó las manos a la cara.

—Mira, no quiero saber nada.
« Last Edit: January 03, 2019, 03:53:26 PM by Neko »


Neko

Re: OTP Prompts
« Reply #16: January 05, 2019, 12:42:05 PM »
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☆ ☾ ☆

Jack x Hiksti

02. I sit at the rental booth at our local ice rink and watch you teach children how to skate

A Hiksti le gustaba mucho el chocolate de la cafetería de la pista de hielo de su ciudad, aunque ese no era el único motivo por el que iba allí semana tras semana a sentarse al lado del cristal con vistas a la pista, no. El motivo principal estaba ahora mismo dibujando círculos en el hielo con sus patines, riéndose mientras se movía a gran velocidad con las manos metidas en el canguro de su sudadera.
Hiksti suspiró, ladeando la cabeza y mirando con algo de aprensión al hielo. Con sus amigos tenía fama de torpe y no se equivocaban, entre otras muchas cosas nunca había aprendido a patinar y eso que vivían en una ciudad en la que nevaba año tras año. Las leyendas decían que existía el verano, pero Hiksti sólo se atrevía a quitarse la manga larga para darse un baño.

Le dio un trago al chocolate y se puso un poco más recto al ver como unos niños muy pequeños empezaban a entrar en una de las pistas de hielo, guiados de la mano de una señorita pálida pero de sonrisa encantadora.
Y ahí se iba Jack, al que había estado observando Hiksti con tanto empeño, despidiéndose de sus amigos antes de deslizarse hasta la pista pequeña para empezar sus clases. Aquellos niños no deberían tener más de cinco años y ya patinaban mejor de lo que Hiksti creía poder patinar nunca. Se mantenían de pie y todo.
Los vio agarrarse de las barras y dar pequeños pasos. Uno se cayó nada más hacer contacto con el suelo, pero Jack lo agarró de las axilas y lo hizo volar antes de ponerlo de pie en el hielo una vez más. El niño estaba deshaciéndose en risitas cuando su monitor le tocó la nariz.

Hiksti no podía saber que instrucciones daban los dos monitores, pero podía ver que hablaban con la clase, dándoles consejos. También podía ver que los niños mejoraban visiblemente, con rapidez.
Bajó la cabeza, avergonzado por su deseo de poder patinar. La vergüenza venía del hecho de que sabía que nunca podría. Se frotó la rodilla izquierda, frunciendo el ceño al llegar hasta su pierna artificial.

Oh, Hiksti sabía que después de perder la pierna la vida seguía y había muchas cosas que podía hacer. Sería joven y torpe, pero su intelecto no tenía rival y había empezado a diseñar sus propias prótesis poco después de empezar a necesitarlas. Parecía que la vida había decidido por él a qué se iba a dedicar en el futuro y no le parecía mal, pero… había tantas cosas que había querido aprender y no se había atrevido. Y patinar era una de ellas.
Hiksti apretó aún más las cejas. Demonios, había conseguido escalar, montar a caballo, había pasado un verano entero —versión Berk, unas dos semanas— en un barco vikingo, campamento para adolescentes… y aún tenía patinar por tachar en su lista.

Bueno, el interés estaba ya antes, aunque tenía que admitir que la obsesión había llegado con Jack y su estúpida sonrisa brillante.
A Hiksti le gustaría tener algo más de qué hablar con él aparte de los cuentos de hadas y dragones de la biblioteca donde lo había conocido, sección de fantasía, su segunda preferida. La primera era la de ciencias.

Alguien le dio un golpecito en el hombro.

—Oiga, señor. —le dijo una niña que aparentaba unos siete o tal vez ocho años.

—No soy tan mayor, tengo diecisiete años. —se quejó Hiksti, aunque sabía que las ojeras le hacían parecer más edad de la que tenía.

La niña se encogió de hombros y señaló la pista de hielo.

—Puedes patinar. —le dijo toda convencida.

Hiksti se miró la pierna antes de sonreír hacia la niña.

—No, no puedo. Si quieres que te enseñen…

La chiquilla negó con la cabeza fervientemente.

—No era una pregunta. Puedes patinar —habló con firmeza, señalándole la pierna—. A mi papá también le falta un brazo y puede patinar, así que tú también.

Hiksti parpadeó, ladeando la cabeza y mirando a la niña con asombro. Ella asintió y luego se dio un golpe en el pecho, haciendo saltar los pompones que colgaban de su gorro.

—¡Y yo puedo enseñarte!

—¡Raisa! ¿¡Qué andas haciendo, molestando al personal!? —preguntó un pelirrojo que se acercaba rápidamente a ellos.

—¡No molesto! ¡Estoy siendo útil!

El hombre se quitó el sombrero y se lo llevó al pecho, disculpándose con Hiksti repetidas veces hasta que él se levantó intentando pararlos.

—No, no molesta, perdón.

—¡No, perdón yo!

—No, no, en serio. ¿Es su hija? —quiso saber.

El hombre ladeó la cabeza, volviendo a calarse el gorro antes de asentir.

—Su hija, ¿Raisa? —preguntó y la niña saltó feliz antes de decirle que sí—. Me ha dicho que puede enseñarme a patinar.

Hiksti salió de detrás de la mesa y su pie de metal sonó contra el suelo. El hombre miró hacia abajo y luego se llevó la mano a la barba, suspirando derrotado. Después le dedicó una sonrisa y alargó su única mano.

—Soy Shanks, y tu nueva maestra de patinaje es Raisa y tiene siete años —le informó y cuando Hiksti le estaba estrechando esa mano con esperanza añadió:—. Buena suerte.

Un escalofrío le recorrió la espalda, pero algo le decía que valdría la pena.



03. I watch kids teach you how to skate because you’re a terrible skater

Jack era una persona dedicada a su trabajo y aunque normalmente tenía los ojos en todas partes, cuando estaba con sus niños su atención estaba limitada a la pista de hielo pequeña. Controlar a sus monstruitos podía ser agotador para cualquiera, pero para él era algo que lo revitalizaba.
Y por todo esto fue que se sorprendió al darse cuenta de que Hiksti estaba en la pista de hielo grande, patinando. O intentándolo, mejor dicho.

—Nooo, tienes que poner los pies así —oyó a Raisa decir, con los puños en la cintura—. ¡Y luego mueves las piernas así!

La niña sabía patinar perfectamente, en un año más estaría preparada para competiciones regionales.

—¿De qué se conocerán? —musitó Jack, llevándose la mano a la barbilla mientras se sentaba en las gradas.

Su compañera de trabajo se sentó a su lado, ajustándose los guantes.

—¿Y quién es el chico? —preguntó, levantando una ceja de forma inquisitiva—. ¿No será el de la biblioteca?

—Elsa, eres una metomentodo —se quejó Jack, inclinándose hacia delante mientras se frotaba las manos—. Sí, es el de la biblioteca. Se llama Hiksti.

En ese momento, el dicho Hiksti, se vio en un estado de precario equilibrio que le mandó de culo al hielo. Shanks, el padre de Raisa, se reía desde la barandilla, aunque unos chavales se acercaron a ayudar a Hiksti a ponerse en pie. Uno de ellos, no mayor de doce años, empezó a darle consejos sobre cómo mantenerse mejor sobre los dos patines antes de intentar patinar.
Elsa se acercó un poco más a Jack, reclinándose contra su costado y entrecerrando los ojos de forma calculadora.

—¿No es un poco joven para tí?

Jack se giró de golpe, empujando a su compañera con el hombro, que se rió suavemente antes de enderezarse y cruzarse de brazos.

—No, tiene diecisiete. Me lo dijo cuando le pregunté a que universidad iba, no me mires así —avisó Jack, al que le daban escalofríos cada vez que Elsa le miraba con aquella sonrisita resabiada—. Es que llevaba libros de matemáticas demasiado avanzadas… ¡Elsa!

Elsa se volvió a reír y luego señaló con la barbilla hacia la pista, donde unos cinco niños se habían congregado alrededor de Hiksti, cada uno gritándole una cosa diferente.

—Es terrible… —murmuró Jack, llevándose una mano en la cara, que estaba empezando a notar caliente pese al frío.

—No es tan malo, siempre falla con la pierna izquierda —comentó Elsa—. ¿Le pasa algo?

Jack se rascó el cogote, fijándose ahora en la pierna izquierda de Hiksti. Más que fallar con ella parecía que no estaba muy seguro de usarla. ¿Se habría hecho daño en alguna caída?
Hablando de eso, Hiksti se volvió a caer, otra vez de culo. A Jack le pareció adorable y se llevó ahora las dos manos a la cara.

—Arg, tengo un problema. —confesó.

—Si sólo fuese uno…



☆ ☾ ☆
BONUS

—¡Abrid paso, que llegan los profesionales! —se oyó la voz cantarina de Jack antes de que Hiksti pudiese distinguir el sonido de los patines del monitor frenando cerca de él.

—Vamos, niños… Apartad.

—¡Elsa! —gritó Raisa abrazándose a su cintura antes de recibir un par de palmadas en la cabeza.

Jack se acuclilló en el hielo, mirando a Hiksti con la cabeza ladeada.

—¿Estás bien, te has hecho daño?

—No… sólo en el orgullo —contestó Hiksti antes de revolverse el pelo de la nuca—. O tampoco, porque de todas maneras no es que tenga mucho de eso…

—Deja que te ayude. —dijo Jack, estirando las manos.

Y entre el instructor y un par de niños tuvieron a Hiksti de pie en pocos segundos. El pobre se balanceó hasta que Jack le agarró de la cintura.

—A ver, vamos a acercarnos al quitamiedos, agárrate a esa barra, muy bien…

Hiksti notaba un calor en las mejillas que no tenía nada que ver con la vergüenza por caerse tantas veces y mucho con la mano de Jack agarrando la suya. Casi ni podía escuchar las indicaciones de Jack por encima del latido en sus oídos.

—¡Ey, lo estás haciendo muy bien! Deberías confiar más en tu pierna izquierda. ¿Te has hecho daño al caer? Parece que no estés muy seguro con ella.

Hiksti levantó la cabeza de golpe y luego miró hacia un costado. ¿No sabía lo de su pierna, no se había fijado? El pobre chico estaba pensando en como decírselo cuando Raisa apareció patinando hacia atrás al lado de Jack.

—¡Es que no tiene! ¡Pero la que lleva es to guay y me ha dejado firmarla!

Raisa saludó con sus manitas enguantadas antes de calarse el gorro, morderse la lengua dejándola asomar entre los dientes y coger velocidad para hacer un salto, así de espaldas.
Jack se quedó unos segundos mirándola antes de silbarle con alegría y volver a mirar a Hiksti.

—¿Tienes la rodilla? Si el peso de la pierna está bien equilibrado con el resto de tu cuerpo, patinar no debería ser un problema, no creo que necesites una pierna especial para conseguirlo. Pero si quieres aprender a hacer saltos podría hablar con algunos colegas que tienen más experiencia en ese campo.

Hiksti parpadeó lento, apretando más la mano de Jack entre sus dedos.

—¿No te importa que me falte la pierna?

—¿Por qué debería? —preguntó Jack, confundido.

Y Hiksti no pudo evitar balbucear sus siguientes palabras. Ni siquiera las procesó antes de que saliesen de su garganta.

—M-me gustas.

Jack se quedó congelado, perfectamente quieto por unos segundos, pero acabó sonriendo y frotándose la nariz, que de repente estaba roja.

—Y tú a mí.

Por un momento Hiksti entró en pánico, pero después hinchó el pecho, tomando valor de quién sabía donde. Tampoco había mucho de él para empezar.

—No, quiero decir, me gustas.

Jack se puso el gorro mejor antes de contestar.

—¿Tú crees que necesito ir a mirar libros de fantasía a la biblioteca del pueblo todas las semanas? Tú también me gustas.

Y después de dos latidos, Hiksti lo comprendió.

Oh.


Neko

Re: OTP Prompts
« Reply #17: January 06, 2019, 11:23:21 AM »
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☆ ☾ ☆

(Cloud + Anir) x Genesis

04. I’m running late to an important interview/meeting and you accidentally spill your hot cocoa all over my outfit

Cloud no corría, andaba muy pero que muy rápido. Y es que, aunque iba con el tiempo justo, no quería sudar la camisa de su traje nuevo antes de tiempo. ¿Y cómo es que un mangarrán como él iba de traje? ¡Tenía una entrevista de trabajo! ¡Sí! Nada más y nada menos que en SOLDIER Games, una de las compañías secundarias de Shinra, la famosa empresa de tecnología.
A Cloud le había costado mucho prepararse para ser digno de acceder a aquella entrevista y no pensaba pifiarla de ninguna manera. Hasta llevaba la medallita que le regaló su madre tantos años atrás con la cabeza de un lobo labrada, según ella daba suerte. ¡Y sus calzoncillos favoritos! Zack había insistido y Cloud había acabado cediendo porque necesitaba llevar algo familiar encima. El nudo de la corbata le estaba apretando y sabía que su pelo no podría ser domado por la gomina por mucho más tiempo.

Ya había llegado al edificio y hasta había tomado el ascensor adecuado a la primera. Iba bien, iba muy bien. Giró la esquina por donde le habían indicado y entonces se dio de frente con el universo. Sí, ese ente que no tenía en cuenta tus necesidades ni tu balance de acciones positivas en la vida. Lo que le extrañó es que el universo viniera en forma de chocolate caliente.

—¡Aaah! —gritó la chica que se estaba apartando de Cloud, mirando a la taza casi vacía con incredulidad en sus ojos claros.

Cloud siseó, apartándose el frente de la camisa y la chaqueta con dos deditos para dejar de quemarse la piel del pecho.

—Mierda… —dijo Cloud, muy muy bajito.

La chica pareció darse cuenta de que el objeto contra el que se había chocado era más bien una persona.

—¡Ay! —exclamó antes de dejar la taza en la superficie plana más cercana, siendo eso la parte superior de un dispensador de agua—. ¡Ay! ¡Perdón!

Cloud miró hacia abajo, dando las gracias por que sus pantalones de momento seguían intactos. Aún así, no sabía qué hacer con el resto de su atuendo y el reloj seguía sonando. La hora de su entrevista se acercaba a pasos agigantados. ¡Y podía ver la puerta desde donde estaba!
De repente la chica le agarró de un codo y empezó a llevárselo hacia un costado.

—Sígueme, haremos algo con eso.

Y Cloud, que nunca le había podido decir que no a una mujer decidida, agachó la cabeza perdiéndose en el marrón del chocolate caliente que aún goteaba desde su camisa hasta el suelo, dibujando un camino de gotitas delator.


————

—Desde luego, Anir… —se quejó Erin, frotando la camisa con una toallita húmeda, a ver si hacía algo.

Anir estaba haciendo lo mismo con la chaqueta, pero parecía que el chocolate ya había penetrado en el tejido, dándole un aspecto… pues más bien sucio, así como a barro, pero con mejor olor. O al menos más apetecible.

—¡Ha sido sin querer! ¡Ha aparecido de repente!

Erin levantó una ceja y dejó salir un bufido por su respingada nariz.

—¿Quién, él o tu chocolate? —preguntó con un tono tan neutro que no podía ser más que a propósito.

Anir dejó de frotar por un momento para gruñir y Cloud se agarró de la nuca, inclinándose hacia delante en su asiento. Estaba desnudo de cintura hacia arriba y no quería ni mirar el reloj de su muñeca. El colgante del lobo empezaba a enfriarse al no estar en contacto con su piel.

—¡No era mi chocolate, para que lo sepas! ¡Era para Ggg-! —empezó a decir, pero se quedó callada y quieta por un par de segundos antes de desistir con un gemido ahogado—. Me c- ugh. Aaah, que m- Uf.

Erin se rió un poco, dándole un codazo.

—Puedes decir tacos, no está tu jefe delante.

—Me cago en mi jefe, eso es lo que hago —soltó por fin, antes de levantarse y acercarse al pobre desconocido para mirarlo bien, porque en un principio le había parecido delgado, pero ahora que lo miraba bien tenía unos músculos muy tensos bajo la piel—. No te vendrán mis camisas, ¿verdad? Deja que te mida.

Y lo midió, a palmos. Cloud se atragantó un poco, pero las manitas de Anir estaban calientes y era una sensación agradable pese al disgusto que llevaba encima.

—No, no le van a venir. ¿No tendrás algo de tu novio por ahí? Aunque le vendrá un poco grande.

Erin dejó la chaqueta sobre la encimera, al lado de la pila y miró las manitas de Anir en los hombros del chico.

—Hmn, le va a venir enorme, pero tengo una sudadera que se le quedó pequeña en mi taquilla —recordó de repente, levantándose para ir a buscarla—. ¡No tardo!

Anir se volvió a sentar en el suelo, empezando a plegar la camisa y la camiseta interior de Cloud, jurando y perjurando que las llevaría a la lavandería.

—Si mi jefe me hubiera pedido un café, como siempre, esto no habría pasado. Por que como es tan pijo tiene su propia cafetera en su despacho. ¡No tendría que haber bajado con este frío a la cafetería que le gusta a por un chocolate caliente! Ah, y cuidado que no le llegue frío, eh. Tiene que estar hirviendo. Lo odio.

Cloud arrugó la nariz, empezando a replantearse si trabajar ahí era lo que quería. Tal vez todo aquello era una señal.

—¿Y por qué sigues trabajando aquí? —preguntó Cloud con curiosidad.

Anir levantó la cabeza y le miró fijamente.

—Pues, verás —empezó despacio—. Tengo esta gran pasión por no dejarme morir de hambre.

Cloud no pudo evitar sonreír, pero se mordió los labios y volvió a poner su mejor cara de palo. Anir sonrió, enseñando los dientes con saña, y luego se puso de pie, empezando a plegar también la chaqueta.

—En realidad me gusta mi trabajo y los compañeros son muy buenos. Es mi jefe el que es un capullo conmigo la mitad del tiempo. No soy su secretaria ni nada de eso, pero siempre me busca para los recados más estúpidos.

—¿Y por qué sigues haciédonlos si te molestan? —quiso saber Cloud—. ¿Tan bien pagan?

Anir se rió un poquito más.

—No es eso, no me molesta tomarme quince minutos libres y pagados para bajar a la cafetería a por un chocolate. Me molesta su actitud no lo que me pide. Y me molesta porque con los demás es más educado.

Anir se enfurruñó un poco, pero terminó por suspirar y encogerse de hombros.

—Es un capullo, ¿qué se le va a hacer?

En ese momento entró Erin al baño, estirando una sudadera por los hombros para enseñarla. No era nueva y se le notaba el tiempo, pero estaba limpia y era más o menos presentable. Erin se asomó desde detrás de la prenda.

—Te vendrá un poquito grande, pero debería quedarte más o menos bien.

—Gracias. —dijo Cloud, estirando el brazo para aceptar la prenda.

—Mejor que nada —comentó Anir antes de preguntar con incredulidad—. ¿De verdad esto ha sido alguna vez de tu novio?

Erin se encogió de hombros, con los brazos cruzados.

—Se encogió en la lavadora.

—Eso lo explica todo…

El silencio se hizo en el baño mientras los tres miraban como le quedaba la sudadera al chico. Su pelo había ganado la batalla contra el gel mientras se vestía y ahora empezaba a desafiar la gravedad levantándose en pequeños mechones allá donde le parecía bien. Erin sonrió con una mirada apreciativa y Anir lo hizo con una alegre. Cloud se estiró un poco del cuello mirando hacia un costado, se le estaban sonrojando las mejillas por algún motivo que desconocía.
Erin decidió que ese era el mejor momento para girarse hacia Anir y decir:

—¿Tú no tenías un chocolate que entregar?

—¡Ay, joder!


————

El despacho al que habían llevado a Cloud era grande, amueblado con un estilo clásico y en colores oscuros, la decoración era delicada pero funcional. Aquella estancia parecía fuera de lugar teniendo en cuenta lo que Cloud había podido ver del edificio hasta el momento.
El jefe de Anir se reclinó en su asiento, levantando una ceja y mirando de uno a otra. Erin se había disculpado con una sonrisita cómplice, la muy traidora, y los había dejado solos allí con aquel monstruo con piel de humano. O eso era lo que Anir estaba pensando mientras sonreía nerviosa.
Ya le había contado lo que había pasado con su chocolate, pero aún se sentía en la necesidad de excusarse un poco más.

—Y, claro, no lo iba a dejar ahí solo y abandonado y lleno de chocolate. —dijo mientras agarraba uno de los hombros de Cloud, que no supo por qué tuvo la necesidad de cuadrarse un poquito más.

Se sentía como un soldado frente a su general o comandante. O sargento. No, aquel hombre tenía una mirada demasiado inquisitiva y era muy elegante, tenía que ser un oficial de carrera.

—Tú siempre tan considerada, querida.

Cloud se sorprendió al ver el cambio de actitud en Anir, de animalito buscando madriguera a uno que no se iba a dejar intimidar. Se cruzó de brazos y sacó pecho, entrecerrando los ojos.

—No como tú, capullo. ¿Qué quieres, que dejase que fuese a su entrevista todo manchado de tu chocolate? ¿Eh? ¿Que no podías hacerte un café? —se quejó, señalándole con un dedo acusador—. Todo esto es tu culpa.

—¿Y se puede saber por qué lleva una de las sudaderas de Sephiroth? —preguntó su jefe, ladeando la cabeza con curiosidad.

—¿Sephiroth? —repitió Cloud, llevándose las manos al canguro de la sudadera, maravillado—. ¿Esta sudadera es de Sephiroth Crescent?

¿¡De su ídolo!? Eso hacía a Erin la novia de Sephiroth… De repente tuvo la necesidad de preguntar si se la podía quedar, pero Cloud supuso que no era un buen momento para preguntar aquello. Tampoco creía que fuese una petición adecuada, de todas maneras.

—Se la ha prestado Erin. Si no… ¿qué? ¿Lo paseo medio desnudo por las oficinas de recursos humanos y lo llevo así a la entrevista? —dijo Anir de carrerilla, levantado los brazos, molesta—. Además, mis camisas no le vienen, ya lo he probado.

Cloud levantó la cabeza, dejando de mirarse la sudadera y clavó sus ojos en los del jefe, que le miraba con los ojos entrecerrados.

—¿Y a qué hora era tu entrevista? —le inquirió, alargando la mano hacia unos documentos y acercando más su silla con ruedas hacia el escritorio que estaba entre él y Anir y Cloud.

—Era a las diez, ya son y cuarto. —informó Cloud, moviendo las manos en el interior cálido del gran bolsillo.

—No serás… ¿Cloud Strife?

Cloud parpadeó. Sí, ese era su nombre, ¿cómo lo sabía? Asintió con la cabeza. El jefe de Anir sonrió de repente.

—Así que tú eres el que me estaba haciendo perder el tiempo, aquí esperando.

Anir agarró uno de sus guantes del bolsillo de su chaqueta tirárselo a su jefe a la cabeza, que lo esquivó de milagro.

—¿¡Y quién tiene la culpa, Genesis!?

—¡Animal! —gritó Genesis, con las manos en el escritorio, empezando a asomarse desde atrás y volviéndose a sentar en su silla, arreglándose el pelo casi de inmediato—. No sé ni por qué no te he despedido aún. ¡Largo de aquí, tengo una entrevista!

Y le hizo un gesto con la mano para indicarle que se marchase.

—¡Da gracias de que no ha sido una bota! —gritó Anir de vuelta, yendo a buscar su guante antes de marcharse hacia la puerta—. ¡Y trátalo bien!

Cuando Anir ya tenía la puerta abierta, Genesis añadió desinteresado.

—Acuérdate de mi chocolate.

Anir apenas giró la cabeza para contestar igual de desinteresada.

—Puedes lamerlo de los pañuelos de papel que he dejado en el baño.

Y cerró la puerta con fuerza.
Genesis se enderezó un poco, perdiendo una mano bajo el escritorio mientras cruzaba las piernas y carraspeaba. Cloud vió el movimiento y un pensamiento fugaz se le pasó por la mente. ¿Estaría intentando esconder una erección? Tenía toda la pinta.
Cloud miró a la puerta y luego a Genesis, levantando una ceja. Había estado tan vuelta al aire desde que Anir le había derramado el chocolate por encima que no había reconocido la puerta a la que había intentado llegar con tanto afán hacía unos veinte minutos.

—Por favor, toma asiento. —indicó Genesis.

Y Cloud lo hizo, perdiéndose mientras tanto la mirada nublada de su entrevistador, que estaba intentando sin demasiado ahínco dejar de pensar en Cloud vestido con las minifaldas de Anir o uno de sus vestidos.



☆ ☾ ☆
BONUS

Anir caminaba sin prisas y con mil ojos, con el vaso de chocolate espeso y caliente entre las manos. Sabía que era uno de los mejores chocolates que se podía comprar en el barrio y esta vez no lo iba a desperdiciar, aunque se consolaba sabiendo que los dos habían salido del bolsillo de Rhapsodos. Su maldito, estúpido y sexy jefe.
Gruñó para sí misma cuando dobló la esquina en la que se había chocado con Cloud y suspiró mientras saludaba a uno de sus compañeros con un cabeceo y una sonrisa.

Carraspeó al llegar hasta la puerta de Genesis y levantó la barbilla antes de llamar a la puerta.

—¡Adelante! —escuchó antes de abrir para encontrarse a Genesis y Cloud de pie, parecía que acababan de darse la mano—. Oh, eres tú, Anir. Y veo que vienes con mi chocolate.

Anir sonrió con dulzura y parpadeó encantadoramente un par de veces antes de asentir.

—¿Te han contratado? —preguntó Anir, dirigiéndose a Cloud, que asintió con un ligero sonrojo en las mejillas.

—Sí, acabo de firmar los papeles. Empiezo el miércoles que viene. —informó Cloud, levantando el contrato que tenía en una mano, dentro de una carpeta de plástico amarilla.

—¡Qué bien! —se alegró Anir.

—Tu curriculum es excelente, espero que desempeñes tan bien tu trabajo como tus recomendaciones indican —apreció Genesis, cabeceando antes de sonreírle por última vez—. Que tengas un buen día, Strife.

—Igualmente, Rhapsodos. Ha sido un placer.

Y con eso, Cloud empezó a caminar hacia la puerta, sonriendo a Anir de manera triunfal. Ella se apartó para dejarle pasar, pero empezó a seguirle, hablando.
—Tienes que darme tu número de teléfono, necesito avisarte cuando tus cosas vuelvan de la tintorería. Ya he ido a dejarlo, no tardarán mucho. —le dijo animada.

Cloud estaba empezando a sacar su móvil cuando Genesis llamó a la chica.

—Anir, mi chocolate. —le recordó mientras se sentaba en su silla, moviendo el ratón para consultar unos datos en su ordenador.

Anir se paró, girándose para mirar a su jefe. Con una mano sostenía el tan codiciado chocolate caliente y en la otra agarraba la manilla de la puerta. Sonrió con tanto cariño que parecía un ángel.

—¿Qué dice, jefe? Este es para Cloud, el suyo sigue en unos pañuelos, en la papelera del baño.

Y cerró la puerta tan despacio que no hizo ni ruido.
Genesis se puso recto y luego se dejó caer en el respaldo de su silla de oficina, haciéndola rodar un poco hacia atrás. Se frotó la cara con las manos y gimió maldiciendo a la jovencita.

—Aaah, tengo un problema —se quejó, aunque de repente recordó la visión de Cloud vestido como Anir—. O dos.



Neko

Re: OTP Prompts
« Reply #18: January 06, 2019, 05:48:02 PM »
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☆ ☾ ☆

Derek x Stiles

05. Your car slid into a snowbank and i’m the mechanic that comes to tow you

Derek no tenía un buen día. Su hermana había vuelto a escaparse, sólo dios —o más bien su madre— sabía dónde, el bar que le gustaba estaba cerrado por obras y no había nada nuevo en la biblioteca para leer. Por lo menos aún le quedaba Maroon 5 sonando en su Camaro.
Circulaba a gran velocidad por la carretera con su coche, dando golpecitos en el volante al ritmo de la música, conduciendo o más bien casi volando, hacia la dirección que le había facilitado Talia —la consabida madre— para ir a recoger a su hermana pequeña cuando algo con lo que no contaba ocurrió. Hielo negro.

El Camaro patinó sobre el asfalto y la tracción y los frenos no fueron suficientes para parar la inevitable carrera del coche.

—¡Joder! —gritó Derek mientras se tensaba entero en el asiento, buscando cualquier salida a su situación.

Su respuesta vino en forma de un montón de nieve al lado de la carretera. Conocía la zona y sabía que lo que había detrás era terreno llano y no una cuesta, así que no lo pensó y se salió del asfalto directo hacia el arcén nevado.
Le costó un minuto recuperar la respiración y dejar que su cerebro empezase a bajar del estado de pánico a uno de alerta, más tolerable para el pensamiento racional.

Se quitó el cinturón y abrió la puerta del coche todo lo que pudo, saliendo mientras apartaba el airbag de su cara y dando unos cuantos pasos antes de inclinarse hacia delante y apoyarse con las dos manos en sus rodillas. El frío le estaba ayudando a recuperarse un poco más rápido y miró hacia su querido Camaro mientras aún tomaba aire a bocanadas. No tardó mucho en notar la quemazón del frío en los pulmones y se incorporó para ver el estado en el que estaba su coche.

Quince minutos después aún no había conseguido arrancarlo de la presa de la nieve helada y Derek le dio un golpe al volante, echando la cabeza hacia atrás.

—Maldita sea. —refunfuñó Derek y sacó el móvil de donde lo tenía para hacer una llamada.


————

Stiles estaba intentando cantar la canción que estaba sonando en ese momento en la radio mientras movía la cabeza, más o menos al ritmo de la música y giraba con suavidad por una esquina del pueblo. Fue por eso, por lo de que estaba cantando —o bueno, haciendo sonidos que parecían entonar una melodía sin acabar de enlazarla— que no escuchó el móvil sonando encima del salpicadero.
El aparato empezó a vibrar, moviéndose lentamente hacia el lado izquierdo del coche y saltando con cada bache. En algún momento hizo una pirueta con salto mortal y doble tirabuzón llegando a la altura de los ojos de Stiles y tapando su visión frontal por una fracción de segundo y el joven gritó, apartando las manos del volante y volviéndolo a agarrar con torpeza al darse cuenta de que no le atacaban, y que sólo era su móvil sonando por debajo de la música.

Frenó con suavidad, apartándose a un lado del camino y quitándose el cinturón de seguridad para pescar el teléfono que seguía sonando por algún lugar cerca de los pedales.
Se rió victorioso cuando lo encontró y así, de rodillas en la acera y la mitad del cuerpo dentro del coche, atendió la llamada.

—¿Sí? —preguntó.

—Stiles, tengo un trabajo para ti y tu furgo —le dijo la hija del mecánico para el que trabajaba de vez en cuando—. ¿Tienes tiempo ahora?

Stiles cruzó los tobillos, moviendo los pies mientras sacaba el brazo de entre los pedales y apoyaba el codo en el asiento y la mejilla en esa mano.

—¿De qué se trata?

—Es remolcar un coche hasta el taller, está la carretera que lleva a la reserva. Hay hielo negro, pero sé que tu bebé puede con todo. ¿Qué dices? Te pagaremos el doble de lo acostumbrado.

—¿El doble? —preguntó Stiles, sonriendo mientras miraba el techo de su furgoneta—. Tú sí que sabes ponerme de buen humor. Mándame la ubicación y nos vemos en un rato.

Y con las rodillas mojándosele y el culo helado, Stiles empezó a pensar en qué podría hacer con todo ese dinero imprevisto.


————

Cuando Derek vio aparecer la furgoneta en el recodo de la carretera, desplazándose despacio pero segura, se abrazó un poco más a sí mismo.

—¿En serio? —se preguntó, entrecerrando los ojos porque aquella furgoneta se le hacía familiar—. No puede ser…

Y por lo visto, para su desgracia sí, sí que era. Stiles frenó poco a poco hasta situarse en el mejor ángulo para remolcar su querido Camaro. Salió de la furgoneta y miró sorprendido a la persona que había venido a asistir.

—¿Derek? —preguntó sorprendido.

—Stiles. —dijo Derek y Stiles no supo si estaba saludándole, respondiendo una pregunta o simplemente quejándose al universo. Tal vez las tres.

—No sabía que habías vuelto al pueblo. —ofreció, empezando a preparar los cables. No le apetecía demasiado estar fuera de la furgoneta con esa temperatura.

—No sabía que seguías aquí. ¿No has ido a la universidad? —preguntó Derek antes de intentar desenfriarse las manos con su aliento caliente.

Stiles no pudo evitar reírse un poco mientras enganchaba el coche.

—Tío, son fiestas. Es obvio que las voy a pasar con mi padre.

Derek frunció un poco más el ceño, observando cómo trabajaba Stiles. Se había dejado crecer el pelo y sus mejillas habían perdido un poco de su redondez infantil, pero todavía quedaba algo allí.
Oyó a Stiles reírse sin humor otra vez.

—No te voy a rayar a tu niña, tranquilo. —aseguró mientras rodaba los ojos.

—Te estaba mirando a tí. —dijo Derek sin pensar.

Stiles se quedó quieto un momento antes de llevarse una mano a la nuca y rascarse. Rió nervioso y volvió a comprobar que el coche estaba bien agarrado antes de caminar tan rápido hacia su furgoneta que se resbaló pero se puso de pie antes de tocar el suelo.
Cuando miró hacia Derek vio que tenía las dos cejas levantadas y Stiles gruñó, creyendo que estaba juzgándolo por su torpeza, pero luego vio como el asomo de una sonrisa nacía en esos labios y notó el sonrojo abriéndose paso en su cara.

—Bueno, entra, te llevaré al mecánico.

No se les hizo difícil hablar de cosas triviales mientras Stiles conducía con cuidado de vuelta a la civilización. Que si mira cómo está el tiempo, que si las carreteras necesitaban mejor mantenimiento, que qué tal está tu padre, cómo van los estudios…
No tardaron en reír entre viejas bromas y sarcasmos. Y de repente estaban entre calles y edificios, más pronto de lo que Derek hubiese querido.

—Has madurado. —concedió Derek.

Otra vez esa risilla burlona.

—Más me valía, ¿no?

Unos segundos de silencio y Derek volvió a hablar.

—¿Vas a hacer algo ahora? —y cuando Stiles negó, Derek ofreció:— ¿Quieres tomar un café?

Stiles frenó en un semáforo en rojo y cuando miró hacia Derek con ojos temblorosos y los labios entreabiertos notó ese sentimiento para el que no había estado preparado a los quince años.
Sonrió, esta vez sin burla.

—Me encantaría.



☆ ☾ ☆
BONUS

Anir tenía el auricular del teléfono en la mano y los dedos tocando los botones sin llegar a presionarlos. Oía el sonido de la línea completando los otros ruidos del taller y suspiró antes de volver a colgar sin llamar a nadie.

—¿Dónde se habrán metido? —preguntó preocupada.

Cora se encogió de hombros, dándole otro mordisco a su manzana. Erin estiró los brazos por encima del escritorio, suspirando.

—¿Habrán tenido un accidente? Espero que no, o el padre de Stiles me mata.

—Mi madre igual te da un premio. —dijo Cora y Erin se rió a su lado.

—Hacer venir a tu hermano a recogerte a ver si podíamos hacer que se vieran ha salido mejor de lo que habíamos anticipado, ¿no crees? —preguntó Erin, con una sonrisita calculadora.

Cora le sonrió con malicia, estirándose a su lado en el escritorio, costado con costado.

—La verdad es que sí.

Anir volvió a descolgar el teléfono.

—Ya basta, voy a llamar, me estoy muriendo de curiosidad.

Erin intentó desconectar el teléfono mientras gritaba que no y Cora agarró a Anir de la cintura para separarla del aparato, levantándola de su silla.
Y entre risas y quejas, esperaron una hora más hasta que Derek y Stiles aparecieron en el taller, espiándoles mientras se intercambiaban números de teléfono y se dedicaban sonrisitas cohibidas.
De momento les dejarían en paz, pero Stiles no iba a conseguir su dinero por el remolque hasta que hubiese desembuchado toda la verdad.


Neko

Re: OTP Prompts
« Reply #19: January 07, 2019, 07:29:07 AM »
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☆ ☾ ☆

Demian x Yoshi

06. We always carpool home for the holidays from college but a storm hit and now we’re taking the last room at the local b&b (bonus: bedsharing! we’re adults!)

Demian y Yoshi siempre lo habían hecho todo juntos desde que eran pequeños. Bueno, los primeros años era Demian el que hacía las cosas primero y le enseñaba a Yoshi después, pero eso sólo era un efecto natural de llevarse cinco meses y ser el mayor. Pero quitando ese pequeño bache en el camino, todo, pero que todo lo habían compartido. Bañera, chupetes, cama, los deberes, su pasión por el baloncesto… ropa, bicis, su primera moto, el primer coche. La universidad.
Eran mejores amigos y sus padres se trataban como si fueran familia, así que todo aquello había sido un proceso natural para ellos y les había llevado allí, hasta ese momento.

Demian se arrebujó un poco más en el asiento, tapándose la cara con la boina y Yoshi le miró de reojo mientras conducía.

—Eh, tío. ¿Estás despierto? —preguntó, mirando el reloj del coche para intentar calcular cuanto tiempo llevaba conduciendo.

Volvían de la universidad para las vacaciones de invierno y habían decidido hacer el viaje en coche en vez de coger el tren. Una estupidez, según Arien —la hermana pequeña de Yoshi—, pero como hacía años que había decidido que no entendía a los hombres simplemente se había encogido de hombros y había llamado a su madre para que la relevase en la conversación por skype que había estado manteniendo con Yoshi.

—¿Hmn? —preguntó Demian antes de quitarse la boina de la cara e intentar humedecer su paladar con saliva—. ¿Qué hora es?

—Hora de que conduzcas tú, chaval. —contestó Yoshi, riéndose un poco.

Demian se apartó mechones naranja de la cara e intentó poner orden en su coleta mientras se sentaba bien en el asiento. Buscó agua para beber y bostezó tan fuerte que Yoshi acabó bostezando también.
Pararon en una estación de servicio y después de un café, Demian saltó al asiento del conductor y se dispuso a continuar con su viaje. Al principio la conversación fue animada, pero no tardó en decaer y cuando Yoshi cerró los ojos se quedó dormido casi al instante.

Demian rodó los ojos cuando empezó a escuchar su respiración profunda y rió un poco al ver como uno de sus rizos le hacía cosquillas en la mejilla, haciendo que se moviera inconscientemente para quitárselo de allí.
Su mejor amigo… decían. Pero Demian no podía evitar querer algo más.


————

—Yoshi, Yoshi… —llamó Demian, sacudiéndolo de un hombro—. Será mejor que despiertes.

Yoshi apretó los párpados, quejándose y se movió un poco. El motor estaba apagado, pero podía oír un rugido en el exterior.

—¡Yoshi! —insistió su amigo.

—¿Qué? —preguntó cansado y un poco confundido.

Fue su turno de frotarse la cara y bostezar. ¿Cuánto tiempo llevaba dormido?

—¿Hemos llegado?

—Que va. Está cayendo una buena, mira. —explicó Demian, señalando hacia un costado.

Parecían estar en un aparcamiento apenas iluminado, pero con techo y Yoshi intentó enfocar la vista hasta que pudo ver a lo que su amigo se refería.

—He parado para comprar café en la tienda y de paso he mirado el tiempo. Se ve que una tormenta ha cambiado el rumbo y viene hacia nosotros.

—¿Qué, cómo? ¿Cuándo ha pasado eso? —se escandalizó Yoshi, ahora un poco más despierto.

—Yo que sé, pero con estas temperaturas podría convertirse en una ventisca. Creo que es mejor parar por hoy.

Yoshi suspiró, casi gruñendo y echó hacia atrás el asiento, empezando a ponerse de lado, acomodándose. Demian le dio un golpe en la cabeza.

—¡Auh! ¿¡Qué haces!? —se quejó Yoshi, sentándose de inmediato y devolviéndole el golpe a Demian.

—¡No vamos a dormir en el coche cuando hay un hostal decente delante de nuestras narices! —siseó Demian—. Ponte el abrigo, yo pago.

Yoshi rodó los ojos, acordándose de quién era el pijo de los dos y riéndose mientras miraba como Demian se ajustaba perfectamente la bufanda al cuello.

—¡Vamos! —apremió Demian y Yoshi acabó contestando cansado.

—Sí, sí…


————

El lugar no era exactamente un hotel de lujo, pero estaba limpio, parecía bonito y ofrecían servicio de desayuno. Además, les quedaba una habitación. Demian sonrió a la dueña mientras le daba las gracias y recibía la llave del cuarto. Había llamado a sus padres mientras Yoshi seguía dormido y ahora sólo quería darse una ducha y dormir toda la noche a pierna suelta.
Entonces abrió la puerta de la habitación y parpadeó confuso.

—Esto tiene que ser un error, espera un momento. —dijo Demian, cerrando la puerta y dándose la vuelta para volver al vestíbulo.

—¿Qué pasa? —preguntó Yoshi, con la curiosidad picándole por la reacción de su amigo.

Cuando se asomó vio una habitación limpia, que olía bien, con una decoración minimalista pero agradable y con otra puerta que suponía que conducía la baño.
Yoshi se encogió de hombros, dejando la bolsa de deporte que habían preparado con ropa y productos de higiene encima de una cómoda y mirando a su alrededor. Para él todo estaba perfectamente bien.

Bostezó, estirando los brazos por encima de su cabeza, haciendo que la chaqueta de deporte que llevaba puesta se levantase, y se dirigió a inspeccionar el baño.

—¡Oh, mola! —exclamó Yoshi, saliendo a la puerta de la habitación para ver si Demian ya había vuelto de donde fuese que había ido.

Lo vio de espaldas, aún en el pasillo, sólo a unos pasos de él, dándole vueltas a la llave de la habitación.

—Tienes que ver el baño, en esa ducha cabemos los dos —anunció Yoshi, con una sonrisa que le ocupaba casi toda la cara—. En serio, ven a ver.

Los hombros de Demian dieron un pequeño saltito y bajó un poco más la cabeza antes de suspirar derrotado y darse la vuelta para arrastrar los pies hacia la habitación. Luego recordó que era un Fujimiya y levantó la barbilla y los pies del suelo, enfrentando el dilema con orgullo.
Bueno, dilema… sólo había una cama, tampoco es que tuviera mucha elección al respecto.


————

Demian se dejó caer sobre la cama cuan largo era, ahogando un grito en la almohada. Cuando oyó a Yoshi cerrando la puerta del baño, culebreó hasta taparse con las sábanas todo entero.
Yoshi se rió un poco, sentándose a su lado antes de dejarse caer, o más bien tirarse con alegría, contra su costado.

—Ay… —se quejó Demian.

Yoshi se dio la vuelta, encajándose sobre la cintura angosta de su amigo e intentando mirarle a la cara, que seguía tapada por el edredón.

—Pues lo del hostal ha sido buena idea, no sabía cuanto necesitaba esa ducha.

—Ya, eh… —murmuró Demian, intentando hacerse una bolita, aunque Yoshi se lo impedía un poco.

Tenía los ojos muy abiertos y notaba como sus piernas temblaban debajo de las sábanas. Al final se habían duchado juntos y Demian había agachado la cabeza mientras Yoshi le frotaba la espalda, hablando animadamente sobre aquella vez que habían rodado colina abajo en la nieve mientras intentaban aprender a usar el trineo. Se habían lavado los dientes juntos, haciéndose caras en el espejo a ver quien se reía antes. Hasta Yoshi le había secado el pelo a Demian con diligencia, asegurándose de que estaba seco antes de irse a la cama para que no pillase un resfriado.
Demian no podía más. Su corazón se iba a romper con tantas escenas hogareñas.

—¿Quieres jugar a algo o hablar un rato? —preguntó Yoshi, buscando la cabeza de Demian para revolverle el pelo.

—No, estoy cansado. —respondió desde debajo del nido de mantas.

Yoshi suspiró, acariciando el pelo naranja de Demian antes de incorporarse, aunque se quedó mirando el bulto en la cama durante unos segundos, sin saber qué hacer. A veces le daba la sensación de que Demian se alejaba de su alcance y le preocupaba.

—Vale. —dijo por fin, levantando su lado del edredón para meterse en la cama.

Se quedó boca arriba, pensando si abrazar a Demian seguía siendo una opción o no y acabó por girar la cabeza, encontrándose con la nuca de su amigo. ¿Desde cuándo había empezado a mostrarse a mostrarse más frío? Si Yoshi intentaba recordar, los primeros signos los vio después de que cortase con Ren…
¿Estaría enfadado porque había roto el corazón de su hermano pequeño? No creía que fuese el caso, Ren y Yoshi habían dejado su relación por mutuo acuerdo y los dos lo habían pasado mal después de la ruptura, Demian lo sabía demasiado bien. Hasta había estado ahí para consolar a Yoshi.
Pero las cosas simplemente no ya no eran iguales. A veces lo parecía, pero en cuanto Yoshi creía que había recuperado a su amigo, él se volvía a retraer.

Al final acabó por darse la vuelta, acercándose a Demian sin abrazarlo y apoyó la frente en su espalda. Demian no reaccionó y parecía un poco más relajado que hacía tan sólo unos minutos, así que Yoshi supuso que estaba dormido.

—A veces te echo de menos, tonto… —murmuró, escuchando la respiración calmada de Demian por encima de la tormenta tras la ventana—. Y eso que estás aquí.



☆ ☾ ☆
BONUS

Anir estaba poniendo la mesa mientras miraba el reloj de la cocina de reojo cada vez que entraba.

—¿Dónde estarán esos dos? Deberían haber llegado ya. —se quejó.

Airin le dio un par de golpecitos en el hombro y cuando Anir se giró recibió un abrazo de su mejor amiga.

—No te preocupes, Yoshi me ha dicho que habían parado a tomar un café en una estación de servicio que está cerca. Seguro que están aquí antes de que hayas servido la comida.

—Más les vale, esos dos estúpidos hijos nuestros me dan más dolores de cabeza que todos los demás juntos. —gruñó Anir.

—¿Seguro? —preguntó Airin con una ceja levantada—. Porque anda que Hikaru…

—Bueno, bueno. ¡Estoy hablando de problemas de corazón! ¿Tú crees que algún día Demian le diga a Yoshi que lleva enamorado de él desde el instituto? —preguntó Anir, con la mano en la barbilla.

Algo se cayó tras ellas y se giraron tan rápido que al propio Yoshi le dio dolor de cabeza.

—¡Mamá! —gritó Demian, notando como se le sonrojaban las mejillas y hasta las orejas por lo que había oído.

Empezó a caminar tan rápido hacia su habitación que las dos mujeres habrían jurado que había dejado una estela.

—No tendría que haber entrado por la cocina. —refunfuñó Demian, llevándose las manos a la cabeza y dejando abandonadas sus maletas.

Yoshi se quedó contemplando todo el maletería y después miró a su madre y su tía honorífica.

—¿Qué ha sido eso? —preguntó.

—¿El qué? —dijo Anir, toda inocente, acercándose para darle un beso a su sobrino y darle la bienvenida a su casa antes de que Airin reclamase el mismo privilegio.

—Lo que has dicho… ¿Eso es verdad? —preguntó Yoshi con la voz estrangulada por un sentimiento que no tenía muy claro qué era—. Tiene que serlo si ha reaccionado así, ¿no? ¿Sí?

Airin se rió un poco, empujando a Yoshi hacia la puerta por la que se había marchado Demian.

—¿Por qué no vas y lo averiguas por ti mismo?

Yoshi se cuadró de hombros antes de seguir los pasos de Demian y Yohji, su padre, entró con las últimas maletas, recibiendo un beso casto de su esposa.

—¿En qué se ha metido mi pequeño detective esta vez? —preguntó confundido porque Airin no estaba gritándole a su hijo que pusiera orden en sus maletas.

—Supongo que lo sabremos en unas horas —dijo Anir, que no se sentía tan mal como había esperado al revelar el secreto de su hijo—. Si es que al final, si no hago yo las cosas, en esta casa no se hace nada.


Neko

Re: OTP Prompts
« Reply #20: January 07, 2019, 02:06:03 PM »
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Milo x Camus

07. You’re my hot ski instructor and i’m failing the bunny hill

Milo nunca había esquiado en su vida, pero no era un hombre que le dijese que no a un reto, así que cuando sus amigos le habían invitado a ir a las pistas de esquí por supuesto que había aceptado.
¡Una nueva aventura le esperaba! O eso había estado pensando en el coche todo el camino que habían hecho hasta allí. Lo que no había previsto es que en realidad con lo que se iba a encontrar era con un infierno congelado.

—¡Aah! —gritó antes de caerse una vez más de morros contra la nieve.

Rodó como pudo y al final acabó quitándose los esquís para frotarse los tobillos aunque fuera por encima de la ropa. ¿Por qué era tan difícil todo aquello? ¡No era torpe! Y era atlético.
Había algo en lo que estaba fallando constantemente y sus amigos en vez de ayudarle lo habían dejado con toda la chiquillería en la pista de prueba, porque ellos habían ido a esquiar de verdad, no a ver como Milo se caía a cada paso, por divertido que fuera.

—Creo que necesito cambiar de amigos… —murmuró Milo, poniéndose de pie y mirando los esquís que había alquilado con derrota en los ojos. Y en su postura en general.

—¿Necesitas ayuda? —le preguntó alguien a su lado, parado perfectamente recto sobre sus esquís.

Milo levantó la cabeza, suspirando y luego se agachó a recoger todos sus bártulos.

—¿Tienes amigos que me puedas prestar? Los míos son unos capullos. —comentó Milo, encogiéndose de hombros.

El desconocido se rió suavemente antes de echar un vistazo a su alrededor.

—Me refería a esquiar, enseño a los niños, podría echarte una mano.

Milo parpadeó y cambió el peso de pie, hundiéndose sólo un poco más en la nieve apisonada.

—¿Eres monitor? —El desconocido asintió—. ¿Y podrías ayudarme? ¿Cuánto cobras por hora?

Un par de niños pasaron esquiando a toda velocidad entre los dos, riéndose. No deberían tener más de nueve años.

—¡Isaak, Hyoga! —gritó una mujer rubia que los seguía antes de frenar al lado de ellos dos—. Oh, perdón. ¿Os han hecho algo?

—No te preocupes, Natasha, estamos bien. Creo que es hora de que los lleves a la siguiente pista.

La mujer asintió y les sonrió antes de calarse el gorro y salir escopeteada en busca de los chiquillos. Milo se quedó mirando al monitor sin saber qué decir. El silencio no era del todo incómodo, pero sí extraño. El hombre miró de repente su muñeca y luego desvió su mirada hacia la cafetería de la estación de esquí.

—Es la hora de mi descanso, ¿por qué no tomamos algo caliente y hablamos sobre esas clases que tanto necesitas?

Milo sonrió y después asintió con la cabeza.


————

Una hora después, Milo y el que ahora sabía que se llamaba Camus habían vuelto a la pista de esquí, a la de prueba, y estaban avanzando despacio pero con seguridad.

—¡Muy bien! Vas muy bien. Sigue así.

Milo echaba miraditas de reojo hacia Camus, sin querer despegar los ojos de él, aunque los necesitaba para ver por dónde iba. ¡Y es que el instructor era endemoniadamente guapo! Aunque Milo no se había dado cuenta hasta verlo sin el gorro y la bufanda, dentro de la cafetería.
Milo se volvió a caer.

—Ay, joder… —murmuró Milo antes de llevarse una mano a la boca y mirar la cara de Camus que acababa de aparecer en su campo de visión con un poco de pena—. Lo siento.

Camus acabó soltando una risita contenida y ayudó a Milo a levantarse otra vez.

—No quería decir tacos delante de los niños. —aseguró Milo, bien agarrado a uno de los hombros de Camus.

Camus tenía un brazo alrededor de la cintura de Milo y se volvió a reír, ahora con más ganas.

—No te preocupes. La mayoría no te están prestando atención —aseguró Camus—. Ibas muy bien, ya le estás cogiendo el tranquillo. Creo que con diez minutos más ya te habrás soltado.

Milo suspiró y pensó que preferiría que Camus no le soltase nunca, pero acabó sonriéndole y apartándose lo suficiente como para volver a esquiar.

—Yo no lo tengo tan claro, tendré que venir más a tus clases…

—Y será un placer. —le contestó Camus, haciéndole enrojecer con esa sonrisa medio sesgada que se podía adivinar tras la bufanda.

Sí, definitivamente iba a necesitar más clases.



☆ ☾ ☆
BONUS

Para desgracia de Milo, había podido completar la pista de esquí de pruebas en relativamente poco tiempo, pero Camus se había quedado alrededor para asegurarse de que no le pasaba nada. Y luego le había dicho que le esperase antes de irse.
Milo supuso que querría su pago por las clases. Había estado en lo cierto.

—Ese número tiene más de seis cifras. —Milo parpadeó confuso hasta que se dio cuenta de que era lo que estaba mirando.— Oh… ¿es tu número de teléfono?

Camus sonrió antes de asentir con la cabeza.

—Sí, por si necesitas más práctica —y tras pensarlo un poco añadió, hablando despacio:—. O amigos nuevos.

Milo se rió un poco, rascándose la barbilla.

—Ah, sí, eso… No me vendría mal. Además, pareces un tío interesante, podríamos quedar fuera de la nieve alguna vez.

—Oh, pero… ¿no lo sabes? —preguntó Camus, acercándose a Milo para contarle en confidencia—. Soy un espíritu de las nieves, desaparezco con el deshielo.

Milo se rió como un tonto, notando el calor subirle hasta la oreja en la que Camus había susurrado.

—Es una pena, porque hay un parque perfecto para picnics en primavera justo delante de mi casa.

Camus rozó su mano con la de Milo, asegurándole que le encantaría ir con él a conocer ese parque tan maravilloso.
Aioria llegó de repente, empujando a Milo por el hombro y haciéndole tambalear antes de que Milo le empujase de vuelta.

—¿¡Qué haces!?

—Arrancarte de la hipnosis, ¡venga que nos vamos!

Milo gruñó.

—¡En serio que necesito otros amigos!

—¿Y novio? —preguntó Camus y Milo lo miró con las mejillas aún más sonrojadas—. ¿Necesitas novio?

—B-bueno, desde luego la vacante no está cubierta.

—Tal vez me interese la plaza. —admitió Camus, llevándose la mano a la barbilla.

Aioria volvió para arrastrar a Milo dentro del coche con los demás y Camus se despidió haciendo mímica y gestos para decirle a Milo que le llamase por teléfono más tarde.
Y vaya que si Milo pensaba hacerlo. En cuanto su cerebro volviese a estar funcional y no requemado por el flirteo inesperado.


Neko

Re: OTP Prompts
« Reply #21: January 07, 2019, 04:26:25 PM »
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☆ ☾ ☆

Isaak x Kanon

08. I slip on some ice and you’re the stranger who catches me

A Kanon no le gustaba el agua, para nada. No tenía claro qué era lo que le había pasado de niño, o tal vez en otra vida, que le hacía sentir así, pero era la manera más rápida de diferenciar a Kanon de Saga en verano. Si uno de ellos dos estaba bañándose en la playa, era Saga. Cero dudas, ninguna, en absoluto. Kanon a veces se mojaba los pies, pero si el agua le llegaba más arriba del tobillo, se ponía nervioso.

—Y es por eso que me doy duchas —se dijo a sí mismo, arrebujándose en su abrigo—. ¿Yo, en una bañera? Já, ni loco.

Aunque mientras tiritaba se estaba empezando a replantear su elección de higiene personal. Pero un carajillo le calentaría lo mismo y desde dentro. Kanon cerró los ojos para intentar protegerlos del viento, pero también para poder imaginar mejor el café con coñac bajando por su garganta y llegando hasta su estómago medio vacío.

—Sí, lo ideal ahora mismo sería estar estar en una cafetería. Y no aquí… ¡en medio de un puto lago congelado!

Sus piernas temblaban y no sólo por el frío, si no por el miedo a caer al agua debajo de él. Y no tenía ni idea de cuán fina era la capa que le separaba de la gélida trampa a sus pies.
¿Y cómo había llegado a esta situación? Fácil, cuidando de sus sobrinos.
¡Malditos niños estúpidos que habían empezado una guerra de bolas de nieve en la colina que llevaba al lago! ¿¡Y a quién se le ocurría poner un lago debajo de una colina, eh!? ¿¡A quién!? ¿¡A la naturaleza!? ¡A la mierda con la naturaleza!

Sus sobrinos —bueno, el montón de hijos de sus amigos, mejor dicho— estaban esperándole en la orilla del agua, gritando algo y levantando los brazos, saltando. Kanon quería exterminarlos a todos.
Dio un paso más y luego otro y uno más… Bien, iba bien, despacio. Aunque cada vez que oía un crujido o veía a alguien patinando cerca de él le daban ganas de gritar y tirarse al suelo. Luego recordaba que era hielo sobre agua y se le pasaban el impulso.

¿Estaría exagerando con todo aquello? A ver, pensándolo racionalmente, los patinadores a su alrededor no parecían muy preocupados, pero la gente podía ser muy estúpida y patinar en lugares peligrosos.

—Yo qué sé de lagos helados. ¡Nada! Nada, eso sé… ah, sólo quiero un whisky. No, un café. —murmuraba Kanon para sí mismo.

Sabía que estaba avanzando, pero a él le daba la sensación de que cada vez estaba más lejos de la meta. Con las rodillas inseguras y el cuerpo encorvado hacia delante, abrazándose la cintura, dio un paso más. Y por fin ocurrió lo que tenía que pasar. Kanon lo había estado temiendo desde el principio. Se estaba cayendo, iba a darse de bruces contra el hielo que se rompería con el impacto y el agua oscura lo engulliría, acogiéndole con su abrazo helado. La hipotermia no tardaría en llegar y acabaría ahogado en el fondo, con el cuerpo doliéndole por las miles de punzadas del frío. ¿Debería intentar caerse de lado o mejor se daba con la cabeza contra el hielo y acababa ya con su patética vida?
Adiós, malditos queridos amigos. Vuestros hijos son unos cabrones, los habéis criado como es debido…

Kanon cerró los ojos y de repente todo su mundo se paró de golpe, pero no del golpe que se estaba esperando.

—¿Estás bien? —preguntó una voz desconocida y Kanon parpadeó para verse cerca del hielo, pero no contra él.

Alguien le sostenía por la cintura y lo estaba incorporando.

—Creía que sólo eras un mal patinador, pero he visto que no llevabas patines.

Kanon miró a su salvador con una expresión así como de maravilla. El joven llevaba el pelo teñido de verde y tenía una cicatriz sobre el ojo izquierdo que tenía pinta de haber sido muy dolorosa cuando se la había hecho. Demonios, tenía pinta de doler ahora.
Kanon levantó la mano, tocando la piel de la cicatriz con sus dedos enguantados.

—¿Tú qué eres, un ángel? —preguntó Kanon.

Su salvador parpadeó y sus mejillas se sonrosaron ligeramente.

—¿Seguro que no te has dado en la cabeza?



☆ ☾ ☆
BONUS

A Isaak le habían prometido una bebida gratis y esa era la manera más rápida de hacerle decir que sí. Así que, allí estaba, en un bar que no conocía, con un hombre que no conocía y con una cerveza de buena calidad sin tener que haberla pagado él. La música no estaba mal, lo único malo es que el tipo en cuestión no paraba de hablar.

—¿Y no va el crío y pone piedras dentro de las bolas de nieve?

Isaak parpadeó con lentitud, con obvio gesto de sorpresa.

—¿Es que se hacen de otra forma? —preguntó con sinceridad.

—¡Sí, hay más maneras! —gritó Kanon antes de procesar lo que había dicho Isaak sumándolo con la expresión en su cara—. ¿A tí te han criado los lobos o cómo está la cosa?

La sonrisa de Isaak se formó lenta pero segura, de lado, marcándole un solo hoyito entre la mejilla y la barbilla.

—Ni confirmo ni desmiento. —contestó, levantando su cerveza.

Kanon se puso a reír, un sonido digno de un malo de cómic que hizo a Isaak seguir sonriendo. Y cerró los ojos mientras seguía escuchando las historias de Kanon, preguntando de vez en cuando, pero nunca interrumpiendo.
Kanon supo después de aquel día que el chaval era su tipo de persona. Ahora, lo odió cuando le ofreció con burla clases de patinaje, ¿pero qué podía esperar de alguien que le gustaba a él?

—También te puedo enseñar a… patinar sin agua debajo.

La frase era muy inocente, pero la inflexión en la palabra patinar hizo que Kanon volviera a reírse, bebiendo para taparse el sonrojo. Cinco minutos después habían concertado su próxima cita en la pista de hielo local. Kanon estaba anticipando todas las caídas, sólo esperaba que Isaak estuviese ahí para volver a evitarlas.


Neko

Re: OTP Prompts
« Reply #22: January 07, 2019, 05:27:49 PM »
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☆ ☾ ☆

Angeal x Airin

09. I gave my winter coat to a homeless person and come into your store to warm up

Angeal era una persona generosa, de hecho sus mejores amigos le habían dicho más de una vez que tal vez era un poquito demasiado generoso para su propio bien. Él no había entendido lo que habían querido decir, ¿cómo se podía ser demasiado generoso? ¡La generosidad nunca estaba de sobra!, hasta ese mismo momento.
Y es que las temperaturas habían caído por debajo de cero ¡y él sin abrigo! Se frotó los brazos, cubiertos por un fino jersey y su aliento salió en pequeñas nubes de vapor de entre sus labios, elevándose hacia el cielo nocturno en piruetas que no tardaban en desaparecer.

Angeal Hewley lo había vuelto a hacer, diría Genesis rodando los ojos si le pudiera ver en ese momento, había sido demasiado generoso. Tanto que parecía estúpido: Le había dado su abrigo nuevo a un indigente. ¡Pero es que el pobre hombre parecía necesitarlo más que él! Y Angeal se podía comprar otro en cualquier momento…
Eso había pensado, pero no encontraba ninguna tienda de ropa cerca. Harto de pasar frío entró en la primera panadería que vio abierta y el olor a galletas recién hechas le dio de lleno en la cara.
Cerró la puerta, oyendo las campanillas y miró a su alrededor. El sitio parecía lo suficientemente hogareño para su gusto, tenía ese algo encantador que siempre le derretía el corazón y se acercó, echándose el aliento en las manos, hacia la barra.

—¿Un café? —preguntó a la chica que le estaba dando la espalda.

Era pequeña, con el pelo claro y le señaló la pared con los diferentes tipos de café, explicándole que llevaba cada uno antes de tomar su pedido y sonreírle.

—¡Anir! ¿Puedes sacar las bandejas de galletas que se estaban enfriando? —oyó la voz de otra mujer hacia su derecha—. Ya deberían estar listas para comerse.

—¡Ahora mismo, jefa! En cuanto acabe este café.

Angeal se giró a mirar con curiosidad a la jefa y una música así como de película empezó a sonar en su cabeza. No estas películas de acción que tanto le gustaban a Zack, no. Él se refería a una banda sonora como de maravilla. Era como caminar por un sendero angosto para encontrar al final a Rivendel extendiéndose frente a sus ojos. ¡O como el momento exacto en el que el sol se asomaba en todo su esplendor matutino desde detrás de una montaña! O, o como… no se le ocurría nada más en ese momento, pero aquella mujer era simplemente… perfecta.

La jefa se dio cuenta del nuevo cliente y se acercó para darle la bienvenida, aunque algo ocurrió cuando sus ojos se encontraron, porque los dos se quedaron callados, con el gorgoteo de la cafetera y las conversaciones de otros clientes llenando el mundo a su alrededor, aunque ellos no parecían notarlo.
Ella se apartó un mechón detrás de la oreja y sonrió, al principio con timidez, pero luego con seguridad.

—¿Es la primera vez que vienes aquí? —preguntó con una voz que podría haber hecho llorar a los ángeles.

—Sí… pero no será la última.

El comentario la hizo reír y Angeal sonrió abobado.

—¡Y eso que no has probado aún nuestro café! —interrumpió la camarera, acercando el pedido de Angeal—. Y si te comes una galleta te aseguro que no querrás otras.

—¡Anir! —se quejó su jefa, tirándole el trapo con el que había salido limpiándose los manos hacía apenas un momento—. ¡Las galletas!

Y le hizo gestos para apremiarle a hacer su trabajo.

—Ya voy, ya voy…

La atención de Angeal volvió a centrarse en la mujer de la que aún no conocía el nombre y sonrió esa sonrisa que le salía cuando estaba interesado en algo.

—¿Decías algo de unas galletas?

—Ah, sí… tenemos una buena selección de… Uh. ¿Por qué no llevas abrigo? —preguntó ella.

—Ah, eso… Si te sientas conmigo te lo cuento.



☆ ☾ ☆
BONUS

Anir estaba helándose en la calle, eran las seis de la mañana y su jefa aún no había ido a abrirle. ¡Cómo era posible! ¡Con lo puntual que era ella para el trabajo! Para todo lo demás no, todo fuera dicho, pero era la primera vez que no estaba a su hora para abrir.
Yuffie se acercó quejándose y dando saltitos.

—¿¡Dónde estará la jefa!? —preguntó la chica, abrazando a Anir para intentar conservar algo de calor corporal—. ¡Esto no es propio de ella!

Anir le abrazó de vuelta, enterrando la cabeza en su cuello.

—No sé… está más distraída desde que sale con su novio nuevo, ¡pero esto ya es pasarse!

Las dos chicas dieron saltitos mientras veían a un tercer miembro llegar, igual de helado que ellas. Las dos corrieron hacia él, acogiéndolo en sus brazos.

—¡Finny! —saludaron.

—¿Qué pasa? ¿No está aún abierto? —preguntó extrañado—. ¿Alguna ha llamado a la jefa?

—Yo no —dijo Yuffie—, no se me había ocurrido.

—¿Y si está durmiendo y me grita? —preguntó Anir.

Finny se paró a pensar en la escena y sonrió con un poco de aprensión, comprendiendo lo que quería decir su compañera.
Para suerte de todos ellos, Airin llegó corriendo y se disculpó, abriendo la tienda con prisas, pero con una sonrisa de oreja a oreja. Cuando se quitó la bufanda Anir se llevó las manos a la boca.

—¿¡Eso es un chupetón!?

Airin se llevó la mano al cuello y empezó a sonrojarse antes de carraspear y levantar la barbilla. Un sonrisa intentaba estirar sus labios, pero no se lo permitió, mirando inquisitivamente a sus empleados.

—¡A trabajar!


Neko

Re: OTP Prompts
« Reply #23: January 13, 2019, 01:31:53 PM »
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☆ ☾ ☆

Anya x Noctis

10. Our friends rent a cabin to go skiing and we’re the only ones who stay inside

La cabaña estaba en su mayor parte a oscuras. El fuego crepitaba en la chimenea, ya más brasas que leña, y la pantalla del móvil de Noctis creaba juegos de luces y sombras sobre su cara.
Anya suspiró antes de estornudar y sorberse los mocos, mirando la escena con algo de nostalgia. ¿Podía haber alguien con más mala suerte que ella en ese grupo? Se acomodó mejor la manta alrededor de los hombros y se tapó hasta la nariz, sin querer pensar realmente en eso, así que intentó llevar sus pensamientos por otros derroteros… Como que tenía hambre.
Y era eso por lo que había salido de la cama, ¡para comer! Eso debía significar que se estaba recuperando del catarro.

Bajó las escaleras con cuidado, intentando no tropezarse con la manta ni con sus propios pies, sólo le faltaba añadir a su fiebre repentina una caída por la escalera. Se arrastró hacia la cocina, sorbiéndose la nariz de vez en cuando, hasta que se paró a sacar un pañuelo de su bolsillo y sonarse.

—Que fastidio… —murmuró Anya, poniéndose de puntillas para agarrar el chocolate a la taza instantáneo, que estaba casi fuera de su alcance.

Un rato después, volvía hacia la escalera con los ojos más cerrados que abiertos y la taza de chocolate humeante entre sus dedos.

—¡Hey! —saludó Noctis desde el sofá donde descansaba.

Anya paró casi de golpe y parpadeó antes de mirar hacia Noctis y saludar de vuelta.

—Hey.

Noctis le sonrió y palmeó el lugar vacío a su lado, invitándole a ir hasta allí. Anya levantó una ceja, sin tener muy claro si acercarse o no.

—¿No le tienes miedo a mis virus? —preguntó, curiosa.

—No creo que seas contagiosa ahora mismo —explicó Noctis—. Además, ya tengo esto ¿qué más da añadir un catarro?

Con “esto” Noctis se refería a su tobillo torcido. Por lo visto había tenido un pequeño accidente esa mañana con la tabla de snowboard, o eso le había parecido oír a Anya en algún momento cuando se había escabullido de su habitación para ir al baño.
Después de pensarlo un poco, Anya cambió de ruta y acabó sentada al lado de Noctis, bebiendo su chocolate caliente.

—¿Quieres uno? —preguntó—. He hecho de más.

—Nah —contestó Noctis, volviendo a mirar a la pantalla de su móvil—. De momento estoy bien.

Se quedaron en silencio otra vez, mientras Noctis jugaba a King’s Knight y Anya se bebía su merienda, o desayuno según se viera. La cabaña se hacía muy grande sólo con dos personas dentro y Noctis y Anya tampoco se conocían tanto.

—¿Juegas? —preguntó Noctis, de repente, apagando la pantalla de su teléfono.

—¿A King’s Knight? —intentó adivinar y Noctis asintió con una sonrisa esperanzada—. No, que va.

Noctis torció el morro y Anya continuó hablando con la taza tocándole los labios.

—Lo dejé hace un tiempo, antes le daba bastante.

—¿Qué? ¿¡Y eso!? —se sorprendió Noctis, empezando a listar todas las virtudes de uno de sus juegos más favoritos de la historia.

—No, no. Ay… —intentó cortarle Anya, pero fue un estornudo lo que pausó la conversación y después de limpiarse siguió hablando—. Lo dejé por falta de tiempo y nunca me volví a reenganchar.

—Pues es un buen momento para hacerlo, hay un evento muy bueno ahora mismo —Noctis sonrió con esa cara de pillo que le salía a veces y le hizo señas a Anya para que se acercase más—. Mira, esto de aquí lo pusieron el mes pasado, igual no lo habías visto.

—Pues… no. ¿Y cómo se usa? —preguntó Anya, inocente.

Veinte minutos después, Anya se había acabado su chocolate y había sacado el móvil del bolsillo de su pijama, se había vuelto a descargar el juego y estaba echándole un vistazo de primera mano a todo lo que Noctis le había estado enseñando.

—¡Agrégame a amigos! —insistió Noctis, dejando caer su hombro sobre el de la chica que estaba aspirando a toda potencia por la nariz.

—Voy, voy… ¿Cómo te agrego? Ya no me acuerdo.

—Es fácil, entras a tu perfil… Sabes, mejor dime tu nick y te busco.

—CookiePrincess, todo junto —empezó a explicar y Noctis terminó por ella.

—Con la ce y la pe en mayúsculas.

Anya parpardeó y luego miró hacia Noctis, extrañada.

—Sí, ¿cómo lo sabes?

Noctis se apartó de ella por un momento para mirarla bien.

—¿¡Tú eres CookiePrincess!?

—¿Sí?

El silencio volvió a caer entre los dos como una avalancha, arrasando toda la camaradería que habían estado sintiendo.

—¿¡Tú eres CookiePrincess!? —repitió Noctis.

—Sí, ya hemos aclarado ese punto. ¿Pasa algo? —quiso saber Anya, que se estaba empezando a preocupar, notaba la nariz caliente y no sabía si se le estaba escurriendo el moco.

Noctis dejó el móvil sobre el sofá y agarró a Anya por los hombros, sacudiéndola.

—¿¡Tú sabes que tienes casi todos los récords!? ¿¡Sabes cuánto tiempo me costó superar tu nivel sólo para que desaparecieras!?

—¡Ay, que me mareo! —gritó Anya antes de llevarse una mano a los labios—. El chocolate…

—Ay, perdón… ¡CookiePrincess! ¡Tienes que volver! —ordenó Noctis, con la frente contra la de Anya.

—Estás muy cerca, te voy a contagiar el resfriado. —le recordó Anya, llevándose un nudillo a la nariz para frotar—. ¿Y tu nick cuál es?

—PrinceOfVeggies. —contestó.

Los labios de Anya empezaron a formar una sonrisa y Noctis, sin saber por qué se empezó a sonrojar.

—¿Q-qué?

—Nada… es gracioso —aclaró Anya antes de carraspear y empujar a Noctis para que volviese a sentarse como es debido—. Y ahora, su majestad, haga el favor de enseñarme cómo voy a patearle el culo.

—Es su alteza, princesa de las galletas. Y estás tan oxidada que lo único que vas a patear es a tí misma.

—¡Más quisieras! —exclamó Anya, dejándose caer con fuerza sobre el hombro de Noctis y levantando más su móvil, mordiéndose la lengua mientras empezaba a recoger los datos que necesitaba para montar su estrategia de victoria.

Ya había olvidado lo divertido que era jugar con otros. Al final iba a sacar algo de aquel viaje, no sólo un catarro.



☆ ☾ ☆
BONUS

—¿Estarán bien? —preguntó Ignis en voz alta, mirando la cabaña con preocupación.

Gladio se recolocó la mochila y se echó más hacia atrás el gorro de lana, que no paraba de escurrírsele por encima de las cejas y hacia los ojos.

—¿Con lo… casero que es Noctis? No se habrá levantado del sofá ni para mear.

—¿Quieres decir vago? Querías decir vago, verdad. Lo de casero lo has pensado a última hora —se quejó Prompto, fijándose bien en donde ponía los pies, mientras cargaba sus esquís y los de Erin.

—Chicos… seguro que están bien, llevamos tres horas fuera y no le han prendido fuego a la casa. —dijo Erin antes de reírse un poco.

—No hables muy alto, que la chimenea está encendida. —advirtió Cameron.

—Sí, mejor no invoqueis al diablo. —suspiró Lunafreya, haciendo nubes de vapor con su aliento cálido.

—Si invocamos al diablo te aseguro que saldrá Ardyn del círculo mágico. ¡Seguro! —continuó quejándose Prompto.

—¡No lo mentes! —le dijo Erin, llevando una de las manos enguantadas hasta los labios de Prompto, haciendo reír a las demás chicas.

Ignis ya estaba en la puerta, con la llave en la mano y ansioso por entrar a ver que todo estaba bien, sin fuegos donde no debían estar ni tíos tocones apareciendo desde rincones oscuros de la casa.

—¿¡Cómo has hecho eso!? —oyó gritar a Noctis desde el salón y siguió la voz.

—Es talento natural. —se rió Anya, que aún tenía la voz un poco más nasal de lo acostumbrado.

—¡Estás haciendo trampas!

Cuando Ignis estuvo frente a ellos, los vio amontonados en el sofá, los dos uno encima del otro de alguna manera retorcida que parecía incómoda y casi imposible. ¿Es que estaban hechos de líquido, como los gatos?

—¿Qué pasa aquí? —preguntó Ignis a modo de saludo, antes de levantar una ceja y arrugar la nariz—. ¿Habéis estado descansando?

—Sí, sí… ¡Ignis, no te lo vas a creer! ¡Anya jugaba a King’s Knights… y lo dejó!

—Ese es un buen ejemplo a seguir.

—¡Pero ha vuelto!

Anya levantó la cadera un poco, haciendo que el brazo de Noctis encima de su cintura se resbalase un poco.

—¡Es tu culpa!

Los demás estaban admirando la escena desde la entrada. Cameron y Erin se reían, Luna tenía una expresión complacida y Gladio retorcía el gorro entre sus manos.

—¿Pero…? —empezó Gladio.

—¿Qué te esperabas con esos dos? Si son gatos. —Y antes de que Gladio pudiera preguntar nada más, Prompto se fue corriendo hacia el sofá—. ¡Hacedme un sitio!

Ignis le agarró del cuello de la chaqueta antes de que llegase a su destino y se subió las gafas con la mano libre.

—Cámbiate de ropa, deja tus cosas en su sitio y luego, si lo has hecho todo bien…

Y dejó la frase en suspensión, así, con una amenaza velada. Fue el turno de Gladio de reír, negando con la cabeza.

—¡Vamos, cuanto más pronto esté todo hecho, más pronto podremos jugar todos juntos!


Neko

Re: OTP Prompts
« Reply #24: March 14, 2019, 10:55:29 AM »
FELIZ CUMPLE SUPER ATRASADO @Airin  \o/

Cambio de Escenario
Afrodita & Milo

Prólogo. El lugar donde la Fantasía y la Realidad se unen

Sorry but you are not allowed to view spoiler contents.

Primer Capítulo. El lugar donde la Luna se refleja en el Lago

Sorry but you are not allowed to view spoiler contents.


Neko

Re: OTP Prompts
« Reply #25: July 20, 2019, 01:48:12 PM »
Summer Writing Prompts
Soft, soft summer
☆ ☼ ☆

Zack x Cloud

01. Early morning walks while it’s still cool out

Cloud no era precisamente una persona mañanera, de hecho, odiaba las mañanas. Y los mediodías y a veces hasta odiaba las tardes largas. La noche y el frío eran su hábitat natural, pero el verano en Gongaga no estaba siendo precisamente amable con él o con nadie.

—Branquias... —dijo con los ojos más cerrados que abiertos mientras caminaba por inercia, descalzo por la playa—. Para respirar con esta humedad vosotros tenéis que tener branquias.

Zack sonrió. Por lo menos su risilla sonaba a que estaba sonriendo. Cloud abrió un ojo para comprobarlo y su gesto se ensombreció un poco más cuando se dio cuenta de que sí, a su amigo le parecía graciosa una humedad superior al noventa por ciento.

—Vamos, Spike, no es para tanto —le intentó animar Zack, que tenía las manos cruzadas detrás de su propia nuca y andaba a zancadas largas. Sus piernas interminables no eran para nada justas, para nada. Que mal tenía puesto el apellido—. Has estado en sitios peores, que lo sé.

Cloud por fin abrió los dos ojos y se dedicó a mirar sin ninguna confianza a su alrededor. Apenas empezaba el día, el cielo estaba clareando y las nubes perezosas se pintaban de colores brillantes, reflejando el amanecer.

Zack le había convencido de dar un paseo a primera hora de la mañana y Cloud le había avisado que eso sólo pasaría si se quedaban toda la noche despiertos. En Gongaga había más bares que en Nibelheim y los habían visitados todos (dos) y después de eso Zack había sacado la caja con juegos de mesa que le había proporcionado tan buenas memorias con su familia y amigos. Habían acabado por jugar en el porche, ahora a damas, ahora a dominó, hasta que los pájaros habían empezado a cantar que dentro de poco sería de día.

Y ahora, paseando por la playa, la brisa del mar llegaba fresca y mojada, pero él estaba seguro de que ese día volverían a sobrepasar los cuarenta grados. Más de veinticinco ya era un problema para Cloud Strife. ¿En qué había estado pensando para aceptar ese viaje a un paraíso infernal?
No podía ser mucho mejor en invierno, con todos esos pantanos y lagos. Demasiados cuerpos de agua cercanos y pocas montañas. No, a Cloud no le gustaba para nada esto.

Zack bostezó, estirándose y se crujió el cuello antes de señalarle a Cloud el camino de vuelta a casa.

—Creo que voy a dormir hasta la hora de comer... —avisó Zack.

Cloud se encogió de hombros.

—A mi despiértame para la cena. —contestó, ganándose las risas de Zak Fair.

—Ah, no. Má querrá que por lo menos comas algo antes de que te vuelvas a la cama.

Bueno, eso sonaba... casi como su madre. Cloud acabó suspirando, derrotado.

—¿Por qué dije que sí cuando me preguntaste si quería venir en verano a casa de tus padres?

Zack le dio una palmada en la espalda.

—Por que te como muy bien la polla.

Ah, sí... eso.
« Last Edit: July 20, 2019, 02:10:28 PM by Neko »


Neko

Re: OTP Prompts
« Reply #26: July 20, 2019, 02:30:33 PM »
Summer Writing Prompts
Soft, soft summer
☆ ☼ ☆

Sephiroth x Cloud

02. Afternoon naps

Hacía demasiado calor para la vida, pensó Cloud mientras se quitaba el casco y se secaba la frente con la manga de su uniforme de infantería. Seguro que al que se le había ocurrido hacerlos vestir así no había pensado en llevar toda esa ropa en un día caluroso. Claro, sería alguien que vivía en el Torre ShinRa, con aire acondicionado y un pringado que le llevase el café.
Cloud gruñó, él mismo estaba llevando un café a una de esas oficinas. Ni siquiera sabía para quien. ¿Por qué se dejaba liar por un Turk desconocido? Era un misterio, pero se había quedado con su cara y como que se llamaba Cloud Strife que ese pelirrojo se las iba a pagar.

¿No podrían hacer un uniforme de verano?

Ese fue su último pensamiento coherente antes de llamar a la puerta a la que le habían dicho que fuese, antes de abrir dicha puerta mientras entraba con el café por delante (nunca se sabe que clase de monstruos se iba a encontrar uno en una oficina, mejor enseñarles la ofrenda primero) y ver a un hombre, estirado cuan largo era, durmiendo en un sofá de cuero. Al menos había tenido la decencia de poner una mantita de algodón encima del sofá, si no se podría estar recociendo.

Parpadeó. Miró la larga melena plateada. Volvió a parpadear. El hombre tenía un brazo por encima de su cara y aún llevaba los guantes en las manos, pero su abrigo negro estaba descansando a un lado, en un colgador en la pared. Dos tirantes le cruzaban el pecho. No se había quitado el cinturón de SOLDIER, pero sí las botas y sus pies descalzos se solían del sofá, colgando con elegancia desde uno de los reposabrazos.

Cloud parpadeó otra vez, por si acaso el calor estaba haciéndole cosas en la cabeza, pero sus ojos parecían funcionar correctamente. Aquel era Sephiroth, el General de Plata. La persona por la que se había decidido a ir a un lugar hostil y desconocido a llevar la vida de un soldado. Su héroe. El de muchos. Haciendo la siesta.
Y estaba descalzo. Oh, le quería tocar los pies y ver si tenía cosquillas.

Cloud no sabía si Sephiroth tenía cosquillas o no, pero desde luego él las estaba notando subiéndole desde el pecho hasta ponerle toda la cara roja. Aquellos pensamientos no eran los más apropiados. Por todos los dioses antiguos ¡Aquel era su jefe! No directo, pero en algún grado...

Sephiroth se movió apenas, levantando un poco el puño sobre su cara y abriendo un ojo. Dos cosas le habían despertado: la habitación estaba perdiendo el frío del aire acondicionado y además, algo olía bien.

—Eh, tú. —dijo con la voz rasposa por no haberla usado en al menos media hora.

Cloud se cuadró tan rápido que casi usó la mano con la que llevaba el café para hacer un saludo marcial. Sus mejillas seguían bien rojas. Sephiroth sonrió. Sonrió. Y sólo dijo una palabra más:

—Café.
« Last Edit: July 20, 2019, 02:33:46 PM by Neko »


Neko

Re: OTP Prompts
« Reply #27: October 23, 2019, 03:28:15 PM »
FELIZ CUMPLE @Shruikan

WANT
Shruikan x Gaara

No recordaba exactamente cuánto tiempo había pasado desde aquella noche en la que el destino había decidido que se conocieran —el tiempo no era algo a lo que Gaara le daba importancia, ya no—, pero por fin iban a tener una cita. ¿Cómo habían llegado de ser dos desconocidos encontrándose en medio de la noche a esta primera cita? Eso era una historia que tenía que ver con una serie de coincidencias, ataques nocturnos, una sociedad secreta, una anciana tendera entrometida y una cabra.

Gaara estiró el dedo para dejar que Shukaku se lo oliera y después le rascó entre los ojos con un nudillo.

—¿Qué te parece? —le preguntó al gato, dando un paso atrás y enseñándole su abrigo de cuello alto cerrado.

Era nuevo, se le pegaba al cuerpo y tenía un estilo mucho más elegante que sus zapatillas desgastadas y el poncho verde al que tanto cariño le tenía.
El gato parpadeó y se dio la vuelta antes de rodar y enseñarle la barriga gorda y peluda. Movió el rabo de lado a lado y maulló tristemente. Gaara esperaba que no se estuviera riendo de él.

Gaara se miró las puntas de las botas nuevas y se reajustó el cinturón de su pantalón de vestir antes de coger las llaves y la cartera. Luego se acordó de que se le olvidaba una cosa más.
Y mientras la cabra balaba en la habitación en la que le había puesto el corral, Gaara se peinó.


————

Había muchas cosas que Shruikan había estado anticipando sobre esa noche, pero no habría adivinado ni en mil años cuál iba a ser su deseo predominante durante aquella salida. Gaara estaba hablando, cosa rara, y ella no podía prestar atención por que no podía dejar de mirar… aquello.
Shruikan se mordió el labio inferior mientras Gaara se metía las manos en los bolsillos del abrigo.

Oh, quería… no, necesitaba hacerlo. Pero no sabía si era demasiado pronto para tomarse aquellas libertades. Aunque bueno, había tenido su mano en las entrañas de aquel hombre. Después de aquello no tenía muy claro cuales eran los límites que podía sobrepasar y los que no.

—A la mierda. —refunfuñó antes de mover la mano con rapidez.

Y le revolvió el pelo repeinado. O lo intentó, no tenía muy claro qué clase de gel había usado pero se podrían construir casas con eso.
Gaara le miró estupefacto.

—No te vuelvas a peinar —le avisó Shruikan, intentando sacar los dedos de aquella trampa mortal—. O tendré que volver a hacerlo.

Para cuando sacó la mano, los dedos se le pegaban entre sí y el pelo de Gaara parecía una exposición de arte abstracto.
Ni siquiera intentó arreglarlo, pasó el resto de la noche así. Shruikan atesoraba el recuerdo de su primer beso con aquella cosa en su cabeza. No le quedaba más remedio.


————

En su siguiente cita Gaara volvió a aparecer con aquel peinado tan irritante. Shruikan se lo deshizo nada más verlo, aunque esta vez no se le quedaron las manos pegadas.
Cuando Shruikan se quedó satisfecha con su reforma de peinado, se dio cuenta de que Gaara estaba sonriendo.


Neko

Re: OTP Prompts
« Reply #28: November 11, 2019, 02:36:34 PM »
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Milo x Afrodita

01. Making your favorite apple-based dessert.

—Primero hay que descorazonar a la manzana. —comentó Milo, empujando el descorazonador hacia Afrodita.

Él apretó los labios y una vocecita en su mente entonó: Oh, estoy haciendo un muy buen trabajo con eso. La maldita voz se parecía demasiado a la suya y no se refería a la fruta encima de la mesa.
Afrodita tomó la manzana y con cara de hastío procedió a dejarla sin corazón. Milo tragó saliva y entrecerró un poquito los ojos con aprensión cuando vio los movimientos mecánicos y precisos de su anfitrión.

—Bien, ¿y ahora qué más?

—Tienes que cortar la manzana en dos.

Afrodita volvió a apretar los labios. ¿Aquello era una lección de cocina o algún tipo de castigo pasivo agresivo de parte de Senior?
Milo estiró la mano despacio hacia el cuchillo y en cuanto lo tuvo le arrebató la fruta a Afrodita, temoroso de que acabase clavando el cuchillo en la manzana equivocada. ¿Pero qué le pasaba? ¿Por qué tan huraño?
Luego recordó que unos días antes habían encontrado a Kanon y a su yo más joven retozando en la cama de Afrodita. Debía ser eso, aún.

Milo partió la manzana por la mitad.

—Así y ahora cortas en esta dirección, rodajas de unos dos o tres milímetros. Algo así… —explicó mientras hacía los primeros cortes.

Cuando Afrodita agarró el cuchillo y empezó a cortar, el filo empezó a dar golpes secos contra la tabla de cortar y Milo estaba empezando a creer que acabaría partiendo la pobre tabla y probablemente la mesa también.

—¿Qué más?

—Hay que ablandar un poco la manzana, por eso había puesto la olla a hervir —le dijo, agarrando un recipiente para poner dentro las rodajas de manzana y dejarlas un poco de tiempo al baño maría—. No tardará mucho. Mientras tanto puedes cortar la masa de hojaldre, en tiras largas de unos cuatro centímetros de anchura.

Esta vez Afrodita fue más gentil, sabiendo que la masa de hojaldre se le partiría si la cortaba como en realidad quería.

—Y cuando acabes puedes pintarla con la mermelada. —continuó explicando Milo, acercando el bote de cristal ya abierto.

Y cuando Afrodita tomó una cucharadita de mermelada, Milo lo pudo ver. La transformación. Ese fue el exacto momento en el que Afrodita se desconectó de sus pensamientos y se adentró del todo en la repostería.
No existía nada más allá de aquella cocina. Milo sonrió y le dejó con su tarea mientras iba a ver qué tal seguía la manzana. Sacó una rodaja pinchándola con un tenedor y por la manera en la que se doblaba parecía suficientemente blanda para el siguiente paso.

—¿Así es como tiene que quedar?

Milo se sobresaltó un poco, girando apenas la cara al escuchar a Afrodita justo detrás de él.

—Sí, con que esté así de blando ya es suficiente. Si tuviéramos un microondas podríamos haber hecho este paso con un par de minutos.

—¿Dónde has usado tú un microondas? En el Santuario no funcionan. —le recordó Afrodita.

Milo se rió suavemente antes de sacar el recipiente con la manzana cortada y dejarlo encima de la mesa.

—En mi casa. En Isla Milos —concretó antes de que Afrodita se lo pidiese.

—¿Tienes electricidad allí? —preguntó con curiosidad.

Milo parpadeó y se llevó la mano al pecho, pero la bajó antes de empezar a darse golpecitos contra el corazón. Claro. Éste Afrodita nunca había estado en su casa, ¿cómo iba a saberlo?

—Sí, es una isla habitada, después de todo —informó Milo antes de señalar las tiras de hojaldre—. Muy bien, están perfectamente parejas.

Afrodita se calló y Milo pudo ver como se le sonrosaban las mejillas. Milo sonrió con sólo un poquito de picardía y Afrodita acabó por carraspear antes de preguntar por el siguiente paso.

—Hay que poner las rodajas de manzana encima del hojaldre, así, mira —explicó mientras empezaba a montar una de las rosas—. Y luego se dobla la masa por encima… Ya queda poco.

Decidieron cortar más hojaldre y aunque no hablaban demasiado el ambiente era bueno, no extraño ni incómodo como Afrodita se habría esperado en cualquier otro momento.

—¿Dónde has metido el molde de las magdalenas? —preguntó Milo y Afrodita le señaló sin mirar hacia una de las encimeras—. Ahora hay que enrollar el hojaldre sin hacer mucha presión y ponemos las rosas en los moldes.

Afrodita asintió y cuando terminó el primero se quedó mirándolo.

—Pues… Sí que parece una rosa.

—Claro que parece una rosa, te había dicho que iba a enseñarte a hacer rosas de manzana.

Afrodita torció el morro y enrolló una rosa más.

—Claro y como puedo fiarme de tí siempre…

—Eh, nunca te he mentido. —respondió Senior.

Afrodita dejó salir una risa corta por la nariz.

—Y como tengo forma de comprobarlo… Señor que ha venido de un futuro que a saber si sigue existiendo.

Su tono había sido neutral y Afrodita no había querido implicar nada en un principio, pero en cuanto las palabras salieron de su boca se arrepintió de haberlas dicho. Levantó la cabeza con rapidez y se encontró de frente con la mirada perdida de Milo Senior.

—No… no quería decir…

Milo centró sus ojos en los de Afrodita y le sonrió. No había odio en esa sonrisa, tampoco tristeza, sólo añoranza y algo que a Afrodita le parecía comprensión.

—A veces sigo pensando que esto es un sueño. A veces me gustaría que fuera un sueño, pero tengo que actuar como si fuera real, porque si eres real quiero que seas feliz —contestó Milo y dejó otra rosa en su molde—. Deberías ser feliz, el mundo es más bonito cuando eres feliz.

Acabaron las rosas en un silencio cargado de algo que ninguno sabía definir.

—Y ya sé que no pretendías hacerme daño a mí —dijo de repente Milo, antes de arreglar el pelo de Afrodita acomodando un mechón aquí y otro allá. Le agarró de una mejilla y le miró seriamente antes de decir:—. Y ahora mételo quince minutos en el horno, ya está caliente. Acuérdate de mantener el calor a ciento ochenta grados y todo irá bien.

Afrodita asintió y tardó un poco más de lo que le habría gustado en despegarse de la mano caliente de Senior, que se apoyó en la mesa mientras se cruzaba de brazos y miraba como Afrodita atendía con diligencia el horno de piedra.

—¿También le enseñaste esto… al otro Afrodita o te lo enseñó él?

—Se lo enseñé yo, la receta estaba en un libro de mi madre.

Afrodita le echó un vistazo rápido a Milo y luego continuó observando el horno, mirando como se doraban las rosas lentamente.

—¿También lo usaste como distracción?

Milo miró al techo esta vez y luego a los rizos perfectamente colocados de Afrodita, no como los suyos que tendían a enloquecer con una brisa.

—Tal vez.

Afrodita se giró a mirarle esta vez, poniendo esa expresión que Milo pocas veces podía resistir, con los labios ligeramente entrompados y el ceño un poquito fruncido.
Pero no, no iba a decirle que se las hizo para reconciliarse con él después de que descubriese que estaba casado con Kanon. Milo Senior sabía bien que a su Afrodita le podría la curiosidad ¡y al menos le acabaría hablando para pedirle la receta!


Neko

Re: OTP Prompts
« Reply #29: November 12, 2019, 03:57:15 PM »
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Anir x Zack x Cloud

02. Drowning in oversized sweaters.

Zack sabía que había estado haciendo más frío últimamente. También sabía que la calefacción central del piso donde vivía aún no estaba en marcha por culpa de un estúpido de su comunidad que seguía quejándose del calor porque no tenía conocimiento de lo que eran los reguladores para radiador. Zack lo sabía bien.
Lo que no sabía, ni se esperaba, era que su novio le había robado un jersey. Zack, aún en la puerta del piso, dejó caer su mochila del gimnasio al suelo y se quedó mirando como Cloud caminaba de un lado a otro, comiendo nueces como si no se hubiera dado cuenta de cómo afectaba al resto del mundo con aquel jersey que le quedaba grande puesto.

Oh, Cloud no era pequeño, ni mucho menos, simplemente Zack era más grande. Así que la línea de los hombros le quedaba un poco más abajo de donde debería ir y tenía los nudillos cubiertos por las mangas. El jersey azul oscuro le quedaba por debajo del tiro del pantalón y Zack suspiró imaginándose la curva del culo que no podía ver.
Cloud se giró al oír el suspiro y levantó una ceja.

—¿Te vas a quedar ahí mirando o vas a entrar? —preguntó Cloud, antes de llevarse otro trocito de nuez a los labios—. Y cierra la puerta, que entra frío.

Zack recogió la mochila del suelo y se la puso al hombro antes de hacer lo que le habían dicho. Luego siguió a Cloud, que se había sentado en el sofá, hacia el salón y se agachó para dejarle un beso en la frente.

—¿Tanto frío tienes que te has puesto mi jersey? —preguntó extrañado, quitándose los guantes y poniéndoselos en los bolsillos de la chaqueta.

Cloud se encogió de hombros y entrecerró los ojos, itentando ver la pantalla de la televisión.
Zack sonrió un poco, sabiendo exactamente lo que pasaba.

—¿Te traigo las gafas?

Cloud asintió dejándose caer de medio lado sobre el apoyabrazos del sofá.

—Mete tu peligro biológico en el cubo de la ropa antes, que luego huele toda la casa.

Zack arrugó la nariz y le sacó la lengua mientras se iba al baño. Cloud tuvo a bien levantarle el dedo de en medio, aunque la sonrisita cariñosa le quitaba hierro al gesto. Zack tenía su propia sonrisa brillante en los labios mientras volcaba ropa sucia en el baño cuando escuchó a alguien en el pasillo.

—¡Ya casi he metido la ropa! Te iba a llevar las gafas ya.

—Gracias por lo de la ropa, pero yo ya llevo mis gafas.

Y de hecho, cuando Zack se giró, pudo ver como Anir se estaba subiendo las gafas con los nudillos, que sólo se le veían porque llevaba el jersey arremangado.
Anir le sonrió, agarrada a la puerta del baño, medio escondida tras ella.

—¿Hoy no trabajabas hasta tarde? —preguntó Zack, asegurándose de no dejarse ningún calcetín en la mochila.

La respuesta tardó un poco en llegar y lo hizo con voz suave y cansada.

—Sí… De hecho es tarde, son las ocho. —contestó, rascándose una pierna con el pie contrario. El calcetín casi se le salió del sitio, pero consiguió salvarlo a tiempo.

Seguro de que ya no quedaba nada más tóxico en su mochila, se la puso al hombro y alargó la mano para frotar la cabeza de Anir con suavidad.

—No sabía que había estado tanto tiempo… —Hizo una pausa al darse cuenta de lo que llevaba puesto Anir—. En el gimnasio.

Ella parpadeó inocente y se tapó media cara con los puños. Y ahora que se daba cuenta, Zack pensó que aquellas mangas tenían toda la pinta de habérselas doblado otra persona.
Aquel jersey negro era de Cloud, pero Anir nadaba en él, de la misma manera en la que Cloud parecía flotar dentro del de Zack.

Zack entrecerró los ojos y miró a su novia con recelo.

—Espera, espera… creo que ya sé lo que está pasando aquí.

—¿Ah, sí? —preguntó Anir, frotando una pierna desnuda contra la otra.

Zack se cruzó de brazos y asintió con la cabeza firmemente, todo convencido de que estaba en posesión de la verdad absoluta. Anir le miraba con esperanza.

—Sí, hace frío y te has puesto a sacar la ropa de invierno.

—Ajá… —dijo Anir, acercándose un pasito a Zack y poniendo una de sus manitas sobre su antebrazo para notar el músculo bien desarrollado.

Zack le pasó el brazo por los hombros para dirigirla hacia la habitación de Cloud, aún tenía que llevarle las gafas.

—¿Y qué más? —insistió Anir, dando pasitos rápidos para seguirle el ritmo a las zancadas de Zack.

—Tú te has puesto el jersey favorito de Cloud y él se ha tenido que poner uno de los míos.

Anir parpadeó confusa y luego puso cara de palo antes de agarrarse al marco de la puerta de la habitación y gritar pasillo abajo:

—¡Cloud! ¡Zack es tonto, no hay esperanza! —Y después de pensarlo por medio segundo agregó:— ¡No hay sueños ni miedos, los bebés son objetos!

—¿Por qué estás gritando sobre Los Sims? —quiso saber Zack, mientras Cloud se arrastraba hacia ellos. De forma literal, desde donde estaba Zack, se podía oír cómo Cloud arrastraba los pies por el pasillo—. ¿Qué he hecho ahora?

La verdad es que la manera en la que se le levantaba el jersey por justo debajo de la braga a Anir le estaba distrayendo.

—¿Por qué no llevas pantalones? Me distraes y luego me llamas tonto.

Cloud llegó a su dormitorio y rodó los ojos.

—Es que eres tonto. Tiene frío —le esxplicó Cloud, señalando a Anir y antes de que Zack le interrumpiese, continuó—. Quiere que la calientes.

Zack abrió la boca, la volvió a cerrar. Miró la sonrisita de Anir y la señaló toda entera. Después se señaló a él.

—¿Quieres follar?

Anir asintió fervorosamente mientras un escalofrío le recorría el cuerpo entero. Maldita sea, hacía frío y sólo llevaba dos minutos sin pantalones.
Cloud se unió al club de los despantalonados mientras Zack miraba de uno a otro, sin saber por dónde empezar. Por lo visto no tenía por qué elegir, porque los dos se le echaron encima casi al mismo tiempo.

A la mañana siguiente, mientras estaban todos en un montón en la cama de un metro veinte de Cloud, el radiador empezó a sonar como las tripas de un dinosaurio.
Anir levantó la cabeza del pecho de Zack y se frotó la mano por la cara.

—¿Eso es la calefacción?

Cloud gruñó, intentando fusionarse con la otra parte de Zack mientras estiraba una pierna por encima de Anir.

—Creo. —dijo Zack, con la garganta medio seca.

El radiador empezó a gorgotear y al poco la casa empezó a calentarse. Era el primer día de calefacción central, pero no el último de robar jerseys. Esa temporada apenas había empezado.