*Tira confeti* Felicidades por el nuevo fic!
Dejo mi aporte, es continuación de mi anterior historia, aprovecharé para de vez en cuando meter aportes así con los que até cabos del final del fic anterior porque cada vez que no terminas un fic, Itachi mata un gatito
Y ya en el siguiente me subo al barco con Ringo y compañía.
*y edito con iconos y título*
Cap 1. El vuelo fue largo, aunque Shura no tuvo ocasión para aburrirse. Había comprado un nuevo ordenador aprovechando el viaje para ponerlo al día con todo lo que iba a necesitar en un futuro, y a su filial en Japón, le había pedido máxima discreción en su llegada.
El mensaje de Miranda, simplemente de que se reunieran en Hanasaki, había sido poco menos que emocionante.
Siendo Hime había vivido muchas cosas. Pero por algún motivo, había preferido enterrar esas cosas. Y con aquel mensaje tan imprevisto, podría decirse que había pateado su conciencia, el pasado siempre regresa para recordarnos quienes somos.
-Recuerda quién eres…
Puso los ojos en blanco, se le había escapado en voz alta sin querer. A fin de cuentas, sólo habían pasado tres años, había tenido que crecer rápido, pero hay cosas que nunca cambian.
La azafata de su vuelo privado, le indicó que estaban a punto de llegar, informando que todos los protocolos que había exigido ya estaban en funcionamiento, y que un trabajador de la empresa la esperaba para recogerla.
A su salida del aeropuerto, busco a quien tuviera un cartel con su nombre, no esperaba que alguien la hubiera reconocido antes.
-Con que aquí esta, señorita Hamasaki.
Antes de poder verle, tomándola del codo, Shura giró sorprendida y a la defensiva. Si no hubiera sido suficiente el susto inicial, aún le quedaba la mejor sorpresa. Por suerte, el individuo parecía conocer el efecto que su presencia iba a causar, y ya la había tomado del codo anticipando, que como mínimo, le temblarían las rodillas.
-¡SOL!
El hombre le sonrió, complacido además de porque le reconociera, por la reacción de Shura.
-Ha pasado mucho tiempo, Shura.
-Cualquiera diría con el susto que me has dado, que el tiempo no pasa por ti, -le dedicó una sonrisa-, sigues siendo un niño.
Logró el efecto que esperaba soltándola, pero a cambio el silencio cayó sobre ambos.
En el pasado, Sol también había pertenecido a su misma escuela, Hanasaki, y a su mismo curso. Conocía todo lo relacionado con el tema Hime y la había ayudado en estos términos de manera voluntaria, luchando como su Knight.
Con el tiempo, cuando se marchó de Japón, Shura llegó a comprender, modestia aparte, que Sol sentía algo por ella. Pero desaparecidas sus obligaciones con la escuela, todo aquello había quedado muy atrás.
Y ahora no era el momento de retomar el pasado.
-Disculpa Sol, no he venido por turismo. Tengo trabajo que hacer.
-Por supuesto, el coche nos esta esperando.
Parpadeó sorprendida.
-¿Cuándo se van a terminar las sorpresas? ¿Eres mi chófer? ¿Trabajas en mi empresa?
-No soy tu chófer, estoy en I+D, ¿no decías que querías discreción?
-¡En investigación y desarrollo! -Shura le tomó del brazo y empezó a empujarlo hacia la zona de parking, no quería llamar la atención, pero no podía dejar aquel tema pasar-. ¿Pero cómo es posible? Deberías estar terminando la carrera.
-¿No se supone que tú tendrías que hacer lo mismo?
La hizo sentir como si los dos se hubieran saltado una clase del instituto, chasqueando la lengua antes de apretar los labios en una sonrisa.
-Touché, olvidaba que eras un gran estudiante de ciencias, y si estas ayudando a mi empresa, tengo que darte las gracias. Me alegra de verte Sol, y de que hayas venido a buscarme, de verdad.
-De nada.
Shura no rompió el contacto, apoyándose en su brazo. No había cambiado en absoluto, quizás algo más endurecido por lo que mostraban sus ojos cobrizos, pero siempre con ese aire de estar por encima de las cosas porque estas eran demasiado insignificantes para él.
Llegaron al automóvil, un Mercedes de color negro.
-¿Esto es lo que entiendes por “no llamar la atención”? -Shura tomó asiento en la parte de atrás, ignorando que Sol pusiera los ojos en blanco por no sentarse de copiloto, al final sí que tendría que hacer de chófer.
-¿A qué clase de trabajo has venido? -Sentía curiosidad. Cualquier tema de la empresa que requiriese discreción, lo llevaría a cabo un inspector y no la dueña viniendo de propio desde América.
-Claro, a tí te lo puedo contar -cruzó las piernas, inclinándose con el codo apoyado en la rodilla y su mentón sobre sus manos, tomándose su tiempo para crear la atmósfera de misterio que esperaba, ya era hora de ser quien diera las sorpresas en vez de ser blanco de recibirlas-. Miranda me ha mandado un mensaje… por lo que puedo deducir, lo ha hecho con todas las que fuimos Himes.
-¿¡Qué!? -Sol giró sorprendido sin creer lo que había escuchado, apretando los dientes cuando la única respuesta por parte de Shura fue una enigmática sonrisa. Por supuesto sobraban las respuestas a cosas como “¿vas a hacerlo?” o “¿estás loca?” Shura no hubiera venido desde tan lejos si ambas respuestas no fueran afirmativas.
-La princesa viene reclamando su tiara… y me decías que yo era un niño -resopló, poniendo en marcha el coche.
-¿Qué has dicho? ¿Puedes repetirlo? -Apoyó los pies en el suelo, abriendo los ojos con una mirada de curiosa inocencia.
-¿El qué?
-Lo de princesa… -No pudo evitar que una larga sonrisa se dibujase en su cara -.Ahora que trabajas para mi, creo que te obligaré a que me llames así… princesa… -paladeo la palabra-. Quizás reina esté mejor.
-¿Y a dónde quiere que le lleve su alteza? Supongo que a la escuela -harto de aguantar aquello, salió a toda velocidad del parking rumbo a la autopista.
Para Sol, era difícil adivinar hasta qué punto parecía haber cambiado. Desde luego antes, no era tan mordaz hablando, y con lo que habían agradecido que todas las obligaciones Himes terminasen… ¿por qué había vuelto?
-No… aun no vamos a Hanasaki. Quiero visitar a un amigo -sintió la mirada de Sol por el retrovisor, sosteniéndola un momento-. Hace casi tres años que no habló con él. Pero si quiero ser Hime, primero necesito recuperar mi Key.
-¿Supongo que tendría que recordarlo? -Arrugó el labio sin disimular su desprecio.
-Así es.
-¿Y sabes donde vive?
-No. Pero tu sí.
Asegurándose de que su aspecto era impecable, se dejó guiar por la secretaría hasta el despacho. Shura hubiera sentido deseos de reír al leer el nombre de “Sparda” sobre la placa dorada de la puerta. Jamás se hubiera esperado, que cumpliera con aquella tontería que dijeron en la mesa del comedor de hacerse fiscal.
Abrió la puerta, entrando.
-Hola Vergil, ¿te acuerdas de mi?
Tras la mesa de su despacho, dejando de lado un dossier, Vergil Sparda levantó la mirada clavando sus fríos ojos azules en Shura. Inexpresivo, siempre controlando sus emociones y pareciendo que tenía todo bajo control. El tiempo le había hecho perder esa expresión de desamparo que la había atraído, pero no era eso lo que había roto su corazón en el pasado. Ahora las heridas estaban curadas, pero la emoción que le producía verlo era igual que hace años.
Vergil rompió el contacto visual, dedicándole una nostálgica sonrisa.
-Claro que me acuerdo de ti, ¿qué tal va todo Shura?
Salió de detrás de la mesa, Shura se tomo la libertad de abrazarlo fraternalmente y darse dos besos en la cara, por supuesto, había sido ella la que había tenido que iniciar aquello. Pero él la invitó a café, sentándose uno enfrente del otro alrededor de una acogedora mesilla para estos casos, aprovechando para ponerse al día.
-Debes tener un buen tutor Vergil, me alegra que estés cumpliendo tu sueño y hayas llegado tan lejos.
-¿Y tú Shura? También has llegado lejos, ¿qué te ha hecho regresar?
-Directo al grano -le sonrió sin sentirse decepcionada, pero deseando provocarle- ¿qué te parecería si dijera que he regresado por ti?
Vergil no cayó en aquel juego, endureciendo la mirada, adivinando que Shura le ocultaba algo.
-Aunque eso es sólo una verdad a medias. Escucha Vergil, he regresado porque recibí un mensaje de Miranda.
-Miranda… ¡la directora! -Se puso aún más rígido de lo que estaba, sorprendido con la revelación.
Por fin una reacción…
“Pero con la chica equivocada” -pensó, era para llevarse un chasco.
-Exacto. Creo que es un llamamiento general a las Himes, y quería preguntarte si tú…
-Silencio.
Vergil se había puesto en pie. No era el modo que esperaba que la interrumpiera.
-No digas nada más Shura. Ahora, debo rogarte que te marches.
-No quería ofenderte Vergil, ni obligarte a nada que tu no quisieras, pero me gustaría saber si puedo contar conti-
-No me has entendido -volvió a interrumpirla-, no quiero saber nada de ti.
Ese si fue un duro golpe. Vergil seguía inmutable como una estatua después de haberle dicho aquello, mientras que Shura sentía como viejas heridas se abrían. A lo largo de tres años, había aprendido a enmascarar sus emociones, como cambiar la tristeza por la frialdad. Lo que se preguntaba es cuanto aguantaría.
-¿Quién te crees que eres para hablarme así?
Vergil chasqueo la lengua nervioso, no era tan idiota como para no reconocer que se había extralimitado con aquel comentario, pero ojala con eso, pudiera disuadirla de cualquier relación con Hanasaki. Había esperado que la distancia, hubiera disuadido a Hanasaki de llamarla, pero estaba claro que se equivocaba.
Él había sido su Key, la persona que proporcionaba a la Hime, la habilidad de invocar una criatura. Estaba la probabilidad, quizás, si ellos dos no se juntaban, si ella no tenía todos sus poderes, quizás no se inmiscuyera.
-Márchate -Vergil fue hasta su mesa, sentándose tras esta como un rey que hubiera dictado sentencia, vigilando que el dossier permaneciera en su sitio
Shura por supuesto, tras aquel insulto no permaneció impasible, acercándose a su mesa y apoyando las palmas justo enfrente suyo.
-Te he preguntado, ¿qué quién te crees que eres para hablarme así? Ten el valor de decírmelo a la cara.
-Márchate, aquí no se te ha perdido nada. Regresa a América -le sostuvo la mirada sin que esta reculase por sus palabras, ahora mismo, estaba tan cerca… tan cerca del dossier que…
Sin querer, al pensar en el papel, no pudo evitar apartar los ojos un instante hacía la carpeta.
Más rápida que él, Shura siguió la dirección de aquella mirada, arrancándole de la yema de los dedos la carpeta que había estado a punto de alcanzar, quedando Vergil con medio cuerpo sobre la mesa en un fallido intento por recuperarla, y demasiado separado de ésta para evitar que ella la abriera y mirase en su interior. Esperando incómodamente mientras se pasaba la mano por el pelo a que esta terminase.
-Pero… ¿qué es esto? -Miró incrédula hacía Vergil-. ¿Por qué recopilas información sobre Rizembool? ¿Y Hanasaki? La directora, Fran, Leonidas, ¡hijo de…! ¡Incluso de Iruka!
Tiró los papeles contra Vergil revolviéndose y quedando esparcidos por la mesa. Por supuesto no hizo falta decir nada para adivinar sus auténticas intenciones.
-¿¡Por esto te hiciste fiscal!? ¡Para llevártelos a todos por delante!
-¿Crees que es justo lo que hicieron con nosotros? No éramos más que unos niños, nos mezclaron en su guerra. Y tienes el valor, de venir a pedirme que regrese, sabiendo todo lo que perdí.
-¡No fuiste el único! ¡Y éramos los únicos que podíamos hacerlo! -Apretó el gesto de frustración.
Vergil respiró profundamente, aquello únicamente acabaría en una guerra de gritos que no llevaría a ninguna parte. No debería habérselo ocultado, pero ya era tarde para lamentarse, lo mejor era explicarse.
-No hay noche, desde hace más de tres años, que no piense en todo lo sucedido, también en nosotros… -intentó que la palabra calase en Shura, pero esta se había cerrado en banda-. Nos robaron mucho más de lo que crees, quizás los que pudieron ser los mejores años de nuestras vidas; nos utilizaron como cobayas, sin que les importara que cada día nos preguntásemos si ese día, un Rebel iba a venir a matarnos. Nos… -escupió la palabra- utilizaron, en una guerra donde la única recompensa era conservar la vida. ¿Y aun quieres defenderlos?
Shura retrocedió, asintiendo como si hubiera llegado a una conclusión.
-¿Ha bajado el coeficiente intelectual mientras yo no estaba? -Una amarga satisfacción, la recorrió cuando vio su expresión decepcionada-. Éramos voluntarios, conscientes de lo que hacíamos… y aunque tuvieras razón, ¿a cuantos piensas hacer pagar por sus crímenes?
-A todos -no dudo en su respuesta.
-Claro. Ahora lo recuerdo, yo te vi Vergil… en la última batalla contra Rizembool, te vi -sonreía sin gracia, como si entre sus manos jugase con una bomba- nunca perdonarás lo que sucedió a tu madre y de poder, preferirías matarlos a todos con tus propias manos. Incluso a mí.
Shura no iba a perder más el tiempo si no iba a conseguir hacerle entrar en razón.
-Haces bien en no querer saber nada de mí, ¡yo tampoco quiero saber nada de ti!
-¡Espera! -Salió tras ella, agarrándola de la muñeca para detenerla.
Como si su contacto fuera una corriente eléctrica, igual de rápida fue ella en girarse y con la mano libre darle una sonora bofetada.
-No me toques. Ya me has insultado suficiente.
Vergil la dejó marchar, echando también a la secretaria que, sorprendida, había ido a inspeccionar lo que sucedía. De manera metódica, regresó a su mesa de trabajo, ordenando los papeles que Shura había tirado.
No había día en que no pensará en el pasado, de que no reflexionará en sus motivos y en la motivación que le movía.
-También hago esto por ti.
La primera señal de que las cosas se habían torcido, estaba en que Shura entró en la parte delantera del copiloto.
-Me siento ridícula -se llevó la mano a la frente arrugando el labio-, ¡he montado una escena!
-¿Has ido a pedirle ayuda y le has cruzado la cara? -Sonriendo y sin disimular la satisfacción que le producía, Sol había tomado lo más elemental del resumen que le había hecho y que le había servido para desahogarse.
-¡No tiene ninguna gracia! -Que Shura se enfadase, sólo provocaba que Sol se divirtiera más.
Poniendo los ojos en blanco, bufando en lo que parecía una risa entrecortada. Shura se fue relajando, acabando por sonreír, contagiándose por la despectiva y burlona risa de Sol, acabando por llevarse la mano al pecho para controlar el ataque de risa que le había entrado. Y es que la situación vista desde fuera, era como una parodia. No valía la pena darle más vueltas, seguiría siendo tan ridículo y simple como lo había planteado Sol.
-Dios, si hace tiempo que no me reía tan a gusto -fue tranquilizándose poco a poco, mientras golpeaba con teatral represalia el brazo de Sol.
-¿Y ahora qué princesa? ¿Vamos a Hanasaki?
-No… tengo otra idea.
Tomó la mano de Sol cuando este iba a arrancar el coche, sosteniéndola junto a la suya, el hombre la dejó hacer sin mostrar reacción por el gesto y la cara de concentración de la chica.
-Antes, podía absorber la energía de los demás mediante el tacto, tenía que estar siempre concentrada para no provocar ningún accidente.
-Lo recuerdo -correspondió cuando esta entrecruzo sus dedos, su gesto era ahora preocupado.
-Enterré mi pasado para seguir hacía delante, pero iba a volver a Hanasaki, no sabía porque esperaba esa llamada, pero creo que ahora lo entiendo... quizás, quería arreglar algo de ese pasado. Vergil tiene razón en una cosa: no hicimos bien, luchar por sobrevivir no era la solución, así no.
-Escucha, todo lo que hiciste en el pasado, todo esta bien. Porque sin eso, no estarías hoy aquí con vida.
Shura soltó un bufido despectivo.
-No voy a decir que echase de menos tu filosofía de andar por casa -como si acabase de percatarse, miró hacía sus manos entrelazadas-. Oye Sol… ¿me acompañarías en una locura?
No respondió, pero que aún estuviera ahí era suficiente para ella.
-No vamos a regresar a Hanasaki, no voy a negar mi pasado nunca más, pero desenterrarlo así… -cerró los ojos arrugando la frente-, no voy a cometer los mismos errores que en el pasado. Las Himes pueden servir para mucho más que para destruir.
-Shura, siempre estaré contigo.
-Gracias -intentó no mostrarse tan conmovida como se sentía, esperando que su mirada ausente a través de la ventanilla, fuera tan sofisticada y creíble como el de esas actrices de películas en blanco y negro.
Soltándose de las manos con Sol arrancando el coche mientras ella le miraba a hurtadillas a través del reflejo en el cristal y terminando por caer en la cuenta de algo esencial.
-Ahora que no voy a estar en la mansión Hime, necesito instalarme. Esperó que el hotel pueda traerme todo el sistema informático y de investigación que necesito. Diablos, tardaré al menos una semana en ponerme al día con todo lo que voy a necesitar…
-¿Por qué no te instalas en mi apartamento?
Aquello sí que la pilló desprevenida, sobresaltándose como una colegiala, no había sido su intención al quejarse. Pero, si lo pensaba, eran todo ventajas. Y no solo por todo el material que necesitaba.
-Vale.