Esperaba terminar este fic pero ha sido un mes complicado, intentaré terminarlo pronto.
112.1.
“…”
“…te he sacado de ese lugar. Diría que me debes un favor, pero… en parte ha sido un favor para mí de tener una excusa de irme y ya no tener que aguantar a ese peliblanco más…”…
“¿Cuál es mi relación con tu hermano? Pero qué pregunta más aburrida es esa. Sabrás como mínimo que tu pariente no es un cualquiera en mi entorno, ¿no? Así que es un superior, de esos con los cuales hay que portarse bien, quiera o no…”…
“Fufu… si quieres saber más detalles y oír más cosas que ni yo te diría, ¿por qué mejor no te nos unes a la diversión, Gotou? Para ser alguien tan dedicado a tu familia como para sacrificar tu propia vida y libertades, tú serías más compatible rebelándote y siguiendo tu propio camino. Te aseguro que te haría mucho bien, es más entretenido de lo que parece…”…
“…” Gotou miraba su reflejo en su café matutino, en el Starbucks del cruce de Shibuya. Entrecerró sus ojos en pleno recuerdo de la noche anterior. “No me sorprende que celebres tanto el caos del conflicto… ¿pero realmente sólo le ves la diversión, Hannya…?”
…
“Yagen…” dio un suspiro con pesar y agachó más su cabeza con un peso que no podía despejar. “¿Realmente no tuviste nada que ver con lo de ayer? ¿…ya sabrás que yo estuve presente…?”
…
“Te ves exhausto, como si fueras a terminar este día que apenas comienza…”
“¿Eh?” Gotou se sorprendió al reconocer la voz y alzó su mirada. Vio a Samidare tomar asiento frente a él. “Tú…” frunció el ceño. Lo veía inmutado y serio como siempre, pero imaginaba que no debía de estarlo, no luego del altercado de ayer, por más que no pudiera leerlo… al menos se negaba de pensar que este no había sido afectado por su travesura. “¿Qué haces aquí?”
“Si sigues preguntando cómo te ubico tan fácilmente, admito que me preocupa,” el pelilila alzó una ceja con insignificancia. “¿Eres tan inconsciente como para no estar al tanto de tu uso de las redes sociales? Sé que frecuentas este local a estas horas.”
“Tch, claro, tiene sentido,” le miró con reproche. Gotou no sería de usar esas aplicaciones tanto de no ser porque Shinano le había rogado que lo hiciera. “Samidare, no estás uniformado…”
“No lo estoy, he sido dado días de reposo,” contestó inmutado y con la mirada en una bolsa de papel que debía traer algún sándwich o pastel.
“…” ello preocupó a Gotou.
“…” Samidare le miró de reojo. “Eres listo, podrás ver que yo estoy bien y esta orden no fue necesaria para mí en lo absoluto.”
“Samidare, ¿qué ocurrió anoche? Una orden así no sería dada por gusto.”
“No lo necesitas saber,” volvió a mirar a la bolsa que mantenía cerrada bajo sus manos.
“Tsk, es cierto que no lo necesito saber, que puede que esté invadiendo asuntos que no me corresponden, pero…” el otro se mostraba reservado y serio como de costumbre, pero también esquivo y cabizbajo, lo cual no era normal en él. Gotou tampoco podía desentenderse de las posibles complicaciones que él mismo no había sido capaz de alcanzar. “Pero yo…”
“Gotou, esto no ha sido tu culpa,” dijo tranquilamente y mirando al otro a los ojos con firmeza.
“…” nuevamente se sorprendió. Fue una declaración que había salido del mismo aire, pero definitivamente había sido algo que el pelilila tenía presente por dentro.
“Tú nunca hubieras investigado junto a alguien quien pondría a otros en tanto riesgo ni que usaría ninguna información irresponsablemente,” observó con un tono cadencioso de voz. “Yo aproveché tus principios y tu confianza en mi persona para hacer lo que hice. Esto recae únicamente en mí, que te quede claro,” asintió. “Vine para decirte esto.”
“Samidare…”
“No tengo pruebas sobre si tú te precipitaste a aparecerte ayer por el muelle, pero no necesito saberlo. Sólo me alegro que estés bien, y espero que nunca más vuelvas a exponerte así…” frunció el ceño con gravedad. “No hay ya más certezas, no podemos calcular riesgos ni estimar situaciones. Tanto puede suceder en peleas entre esas dos instituciones que pondrían tu vida y tu cordura en peligro. No lo puedo estresar suficiente.”
“¿Por qué lo dices?” sabía que había algo detrás de sus palabras. Sí estaba afectado, algo serio tenía que haber pasado, pero no podía imaginar qué era. “Samidare, ¿estás seguro que no quieres hablar al respecto?”
“…” este cerró los ojos. “Todavía estoy organizando mis pensamientos. Sólo vine para decirte lo que ya he dicho. También estás por tener una reunión y no pretendo distraerte más.”
“¿Eh? ¿Cómo sabes que tengo una reunión?”
“No lo sé, tú lo acabas de confirmar. Fue una asunción por estar cerca de una hora en punto.”
“Tsk…” apretó los dientes. Incluso en medio de una conversación alarmante este continuaba burlándose de él.
“…” Samidare le miró un momento y finalmente se puso de pie. “Tengo que irme, con permiso.”
“¡O-oye!” Gotou se alertó. “Te estás olvidando tu compra.”
“Ah…” miró esa bolsa de reojo con una actitud extrañamente ausente. Parecía haber sido borrado de su cabeza. “Tú quédatelo, no tengo hambre.”
“¿Eh?” alzó una ceja, pero el otro se fue sin pensarlo más. Gotou le miró perdidamente hasta que este se esfumó en medio de la muchedumbre constante de personas.
Tenía bastante que le preocupaba de todo lo acontecido la noche anterior y una cosa más acababa de sumarse al resto.
…
Era el principio de un día más en la secundaria de Hanasaki, todavía antes de comenzar la primera clase. Los estudiantes seguían llegando poco a poco y Tsubasa aprovechó la hora para ir a hablar con un profesor antes de que fuera hora de asistir clases.
“Muchas gracias por ayudarme, Hanajima-san,” dijo en lo que ambas cargaban varios afiches que promocionaban algún evento escolar venidero. “Sólo tenemos que dejarlos en el salón del comité estudiantil.”
“Me sorprende que tengas cabeza para pensar en esto considerando lo temprano que es.”
“Oh, pero si es normal.”
“Y de paso todos nos fuimos a dormir a más de las doce…” Saki negó para despejarse. “Supe que debí haber negado acompañarlas a ese desayuno…”
“Vamos, ha sido muy agradable tenerte presente. Es hora que nos volvamos más cercanas a las demás HiMEs ya que todas debemos apoyarnos,” concluyó Tsubasa, contenta. Justo llegaron a ese salón y lo abrió con su llave para así ingresar y colocar esos afiches en un área llena de otros documentos. “Además todavía tenemos mucho que aprender de lo sucedido ayer.”
“Si eso no sirvió para disuadir a más HiMEs por los Rebels con tanta preparación que conocimos, no veo qué más de utilidad podríamos sacar de todo esto…” dio un suspiro.
“No puedes tener esa actitud, Hanajima-san. Piensa en Kosuzu-san, ahora tenemos que ser senpais responsables para ella.”
“Esa chica tiene demasiadas ganas y energías de vivir. Algo me dice que sobrevivirá más allá de nosotras…” se encogió de hombros. El par fue camino hacia las aulas de clase.
“No es el momento de ese tipo de bromas. Ya nos toca tomar los entrenamientos más en serio para estar listas para cualquier tipo de peligro.”
“Me preocuparé de ello en su momento, Tsubasa. Ahora sólo espero dormir un poco en mi pupitre antes que lleguen todos los demás. Es prohibitivamente temprano para mí…”
Entonces, las dos vieron a tres personas caminar hacia ellas. Kosuzu era una de ellas, quien dialogaba con muchos ánimos y ojos brillantes, en lo que Monoyoshi y Gokotai le oían con mucha intriga.
“No sabía que había rangers que protegían a las personas del peligro,” observó Gokotai, sorprendido.
“¡Pero en serio que lo hay! ¡Era un purple ranger muy fuerte que barrió con orphans y me puso a salvo muchas veces! ¡Es un honor haber sido rescatada por un héroe así!” exclamó la pequeña HiME, con grandes ánimos. Ella apretó sus puños y miró hacia arriba con grandes ilusiones. “¡Ahora quiero seguir sus pasos y estar ahí por todos quienes me necesiten! ¡Veo que tengo a un senpai mágico de quien tengo mucho que aprender!”
“¿Es un senpai mágico?” preguntó Monoyoshi, ladeando la cabeza.
“Eh, bueno, no lo vi usar magia, pero… ¡los rangers son mágicos a su manera!” asintió decidida. “¡Y sin duda lo que hizo por mí no fue menos que un milagro! ¡Fue una gran ayuda y una indudable inspiración! ¡Ojalá ustedes lo pudieran conocer!”
“Hehe, ojalá que sí, Kosuzu-chan,” Gokotai rio un poco. “Yo también quiero ser alguien fuerte y valiente y quisiera agradecerle por haberte ayudado tanto.”
“Lo mismo digo. Si pudiera ser un ranger que ayude a otros, con mucho gusto lo haría,” Monoyoshi se vio también inspirado. “Sería un honor conocerle y ver si puedo aprender de él.”
“¡Sí, ya somos dos! ¡Tenemos que volvernos sus aprendices, de todos modos!” Kosuzu asintió efusivamente.
“Haha, veo que Kosuzu-san contará la historia a todos los que encuentre en el camino,” Tsubasa sonrió entretenida.
“Ahh… me siento más cansada al verla derrochar tantas energías…” Saki dio un suspiro.
“Es apenas un año menor que nosotras, Hanajima-san.”
“Sí, pero la edad es una característica mental, por eso estoy pronta a jubilarme…”
Finalmente, los dos grupos se encontraron frente a frente.
“¡Hola chicas, justo les estaba contando sobre ayer!” exclamó Kosuzu.
“Eh, buenos días, Hanekawa-san, Hanajima-san,” Gokotai hizo una reverencia.
“Deben estar agotadas luego de pelear tanto, pero me alegra verlas bien,” dijo Monoyoshi, sonriente y también asintiendo con un dejo de respeto. “Muchas gracias por su arduo trabajo.”
“No nos deben agradecimiento, y buenos días también,” dijo Tsubasa, amablemente.
“Creí que acordamos que no daríamos muchos detalles sobre ayer a otras personas, Kosuzu,” observó Saki, juiciosamente.
“Eh, es que…” ella se vio en aprietos. “…j-justo fue lo que me pasó a mí y como fue fuera de la pelea supuse que estaría bien…”
“Creo que nuestro silencio va más con la intención de evitar que otros se metan donde no deben,” Saki miró a Monoyoshi. “Y hablabas justo con una persona que ya ha hecho una acción tipo ranger de ponerse a pelear contra un Rebel.”
“¡Oh, ¿en serio?!” la menor se sorprendió y pasó a mirar el pelirrosa con admiración. “¡Es increíble, tienes que contármelo con lujo de detalles!”
“E-ehh…” este sonrió incómodo.
“Sadamune-kun nos fue de ayuda, pero él ya debe haber aprendido que fue una acción muy arriesgada, ¿no es verdad?” preguntó Tsubasa, mirando al chico con algo de juicio.
“Eh, s-sí, prometo que no haré algo semejante, siento las molestias,” Monoyoshi se vio apenado. “Hehe, pero sí me alegro de verlas con tantas energías y listas para otro día de clases. Realmente les deseo lo mejor.”
“Las otras HiMEs estuvieron cometidas de no darse un día libre, así que no tuve otra opción,” observó Saki, agotada.
“¿Y cómo está Tenshi-san? ¿Fue también parte de lo de ayer?”
“Eh, pues sí, pero…” Kosuzu bajó su mirada.
“Siento decir que Hinanawi-san no nos quiso acompañar al desayuno hoy y se siente muy indispuesta así que no va a venir a clases,” observó Tsubasa, algo preocupada.
“¿En serio?” Gokotai se sorprendió. “No puede ser, espero que esté bien.”
“Físicamente lo está, pero…” Saki desvió su mirada. Se reservó los detalles. “Hay cosas que no le han sentado bien, necesita un poco de tiempo para meditarlo por su cuenta.”
“Hmm…” Monoyoshi llevó una mano a su mentón. “Suena preocupante…”
“Muchas cosas sucedieron ayer, pero no tienen que saber más sobre ello. Hinanawi-san se encuentra en la mansión HiME bajo los cuidados de la mucama allá, sé que estará bien,” Tsubasa asintió. “Iremos a hablarle luego de clases para animarla, no se preocupen más.”
“¿Iremos?” Saki miró a su amiga de reojo y negó frustrada. Ya veía que no tenía opción.
“Agradezco los cuidados que tienen con Tenshi-san, pero no puedo evitar sentirme involucrado esta vez,” admitió Monoyoshi, sonriendo apenado. “Ella es mi prima y acaba de llegar a la ciudad. Quisiera hablar con ella, animarla y ser el apoyo que espero serle. Si no es mucha molestia, con gusto les acompañaré después de clases.”
“¡Ah, es una buena idea, estoy de acuerdo!” Kosuzu asintió, entusiasmada.
“Si lo pones así, no podemos negarnos,” dijo Tsubasa, sonriendo rendida. No gustaba involucrarlo con las HiMEs, aunque su preocupación debía partir de un punto personal.
“Sólo prepárate a conocer a la encargada de la mansión, ella no gusta de chicos en general.” Saki se encogió de hombros.
“Eh, ¿p-por qué…?” Gokotai se asustó un poco y desvió su mirada. “Quisiera acompañarles, pero yo…”
“No te preocupes, Gokotai, Tenshi-san debe asistir a clases mañana, ahí la podrás ver. Le daré tus saludos,” le aseguró su amigo.
“De momento vamos a nuestros salones, nuestras clases están pronto a comenzar,” dijo Tsubasa.
Así les tocaba comenzar con otro día más de clases en espera a encontrarse con la HiME ausente de ese día.
Era el mediodía y Suzuka había sido llevada a una zona concurrida de la ciudad por Norimune y los mentores. Aquel paseo obligado para la HiME le probaba la paciencia, ya que sus presencias no eran como las de cualquier transeúnte.
“¡Vendo amuletos!” exclamaba Enmusubi a los cuatro vientos. Estaban en plena alameda llena de kioscos y ambulantes que vendían sus decoraciones y creaciones a quienes estuvieran interesados, en su mayoría siendo mercancía doujin de series del momento, pero también había objetos más tradicionales. “¡¿Te encuentras en un instante de desamor?! ¡¿Quieres rezar por el bienestar de un ser querido?! ¡Aquí ofrezco amuletos de calidad que te garantizan todos los bienes que deseas! ¡Oferta 3 por 2!”
“…” Suzuka estaba sentada en una banca al margen de ese show, en lo que Enmusubi continuaba promocionando sus artilugios y Sohayanotsurugi a su vez repartía afiches que promocionaban la próxima apertura del templo que la otra se encontraba restaurando.
“Fufufu, los jóvenes tienen tantas energías,” comentó Norimune, al costado de su HiME, con un abanico para disipar el calor que hacía. Este levantó un ramuné. “¿Segura que no quieres?”
“Te lo acepto si me dejas irme de aquí,” dijo a regañadientes. “¿Por qué los acompañamos a hacer sus negocios?”
“Realmente pienso que te hará muy bien pasar tiempo con ellos. Serás fuerte, pero siempre hay algo que aprender de otras personas, en especial del par de mentores que tienes asignados,” contestó amenamente.
“…” desvió su mirada. De ser otro día normal, andaría en el departamento de investigación viendo con qué podía ayudar, lo cual ya no le era posible. “No tengo otra opción… ¿verdad?”
“…” Norimune le miró atentamente. Sonrió frustrado. “No hay más punto de llorar sobre la leche derramada, Suzuka. No eres capaz de ver la productividad de hoy porque sigues prendida del pasado, pero no es una llamada de atención ni insinúo que tus previas ocupaciones estuvieron mal, ni lo contrario,” se encogió de hombros. “Ahora te toca vivir en un rol aparte al de una trabajadora más de un departamento de oficinas. Es tu turno de conectar con aliados que pelean tu misma guerra y enriquecerte por ello.”
“…” Suzuka volvió a mirar hacia Enmusubi, quien ahora hablaba entusiasmada con una niña que se había detenido junto a su madre. La pequeña se encontraba escogiendo entre los amuletos mientras la señora preguntaba más detalles sobre ese templo de Sohayanotsurugi. Ellos dos eran muy distintos que ella misma, pero a la vez, realmente no parecían ser malas personas.
Luego de esa exitosa venta, ellos dos fueron donde la HiME y su arma.
“¡Ya he logrado mi meta de la mañana!” exclamó Enmusubi, con el pecho inflado de orgullo.
“Creo que sólo te he visto vender dos sets de tres amuletos,” observó Suzuka, confundida.
“Eh, pues… ¡la cantidad no es importante! ¡Lo que importa más es hacerle propaganda a mi templo y eso sí que se ha logrado!” explicó algo inquieta, pero convenciéndose a sí misma. “¿No es verdad, Sohaya? Te vi repartir varios afiches.”
“Sí, la mitad ya se desvanecieron,” este alzó una ceja. Bien había visto la mitad de los afiches repartidos terminar en el tacho de basura más cercano, aunque al no ser la primera vez que andaban promocionando, sí podía decir que había podido repartir más de lo usual.
“Además no puedo olvidar que mi rol principal es ser mentora de mis queridas HiMEs y ya te he hecho esperar mucho,” Enmusubi asintió decidida y se acercó a la otra con ojos brillantes. “Dime, Suzuka, ¿qué quieres hacer? ¿Tienes hambre, sed? ¿Quisieras ir a comprarnos ropas o accesorios? ¿Tal vez una nueva cartera?”
“Eh, n-no, definitivamente no necesito nada…” negó impresionada por la cercanía de la otra.
“Sí, me permites, estimada hija, una nueva cartera se vería deslumbrante en ti~” canturreó Norimune con un tono soñador.
“Tsk, no te burles, ni tengo una mísera cartera para empezar.”
“Lo sé, por eso mismo lo digo, sólo quiero ser un padre consentidor,” este fingió pesar y cubrió su rostro triste con su abanico. “Eso que es un accesorio tan importante para las damitas.”
“¿De qué sirven las carteras si todo lo que necesito cabe en mis bolsillos?”
“Pero por ello es que sólo te compras pantalones de hombres.”
“¿Y? ¿Son útiles para todos, no?”
“Ehh, c-creo que he desempacado algo complejo aquí…” Enmusubi sonrió incómoda. “O-otro día salimos con más HiMEs y podríamos considerar irnos de compras. ¡Entonces vamos a comer unos helados, está haciendo mucho calor y ya me toca asistir a mi HiME acompañante!”
“Si quieres continuar con tus ventas, no tienes que atenderme, en serio,” Suzuka negó. Desvió su mirada. “Lamento si les arruiné los planes de hoy. Veo que Norimune no se molestó en preguntar si tenían algo que hacer…”
“¡Para nada, mientras más nos acompañen, mejor es!” Enmusubi la tomó de ambas manos. “¡Seré la mentora, pero quiero que pienses en nuestra conexión como amigas! ¡Estamos en toda la confianza del mundo!”
“Por supuesto, aparte que así Enmu me concede más descansos, y hasta vamos a comer helados,” Sohayanotsurugi sonrió con ironía.
“Uhh, tú pórtate bien o te haré trabajar extra más tarde,” ella le miró de soslayo.
“Hai, hai, era una broma…” dio un suspiro.
“¡Ya, conozco un puesto muy lindo y disponible y barato que venden helados deliciosos!” Enmusubi hizo a la otra ponerse de pie (lo cual le hizo ver lo alta que era esa HiME en comparación a ella misma, pero optó por ignorarlo). “¡Yo invito!”
“Eh, puedo pagar por mí misma, no quisiera que gastes el dinero que has hecho.”
“No se trata del dinero (bueno sí un poco, pero…)” sonrió con torpeza. “En verdad quiero conocerte mejor porque todas las otras HiMEs te tienen en gran estima, así que espero que en parte me puedas ayudar a conectar con cada una de ellas. También debes tener mucho en mente por lo sucedido ayer, y con más razón tenemos que conversarlo.”
“Eh, sí…” se vio perdida y desvió su mirada. Era todavía un poco pronto, pero supuso sí le tocaba hablar al respecto por todo el revuelo que había ocurrido.
El grupo terminó caminando hacia la tienda de helados que conocía Enmusubi, quien dirigió a los demás con ánimos y comentando ilusionada sobre las distintas cosas que otras personas se encontraban vendiendo a sus alrededores, además de tomar notas sobre algunos adornos y acabados para referencia futura.
Las clases se terminaron en las escuelas y así las HiMEs de la secundaria de Hanasaki fueron junto con Monoyoshi a la universidad para visitar la mansión HiME. Fue una larga caminata hasta llegar a la imponente estructura en medio de varios jardines dentro del campus.
“Es impresionante,” Monoyoshi se veía sorprendido.
“Sin duda la directora y su ayudante nos cuidan a su manera,” Kosuzu asintió, alegremente.
“Preferiría que gastaran el dinero en entrenarnos, pero bueno…” Saki se encogió de hombros.
“Me pregunto si Hinanawi-san seguirá ahí adentro,” preguntó Tsubasa al aire. “No ha querido contestar mis llamadas. Tal vez se ha ido a entrenar o algo.”
“No, está aquí, de eso estoy seguro,” afirmó el chico, sonriendo tranquilo, aunque con certeza. “Por oír que ni quiso salir a tomar el desayuno con ustedes, sé que se siente muy mal aún, en especial si tampoco contesta llamadas. Es por ello que quiero verla ahora. Se ha ofuscado y tenemos que sacarla de ese estado anímico, no es saludable.”
“Parece que la conoces muy bien, me alegra mucho,” dijo la menor. “Hehe, seguro se va a alegrar mucho de verte, Sadamune-kun.”
“Eh, no, creo que se molestará más, a decir verdad,” este sonrió incómodo. “Pero no puedo desalentarme por eso.”
“Vamos de una vez, antes que nos oiga venir,” Tsubasa fue la primera en avanzar y ella abrió la puerta para los demás. Así, el grupo avanzó y entró al ambiente de la entrada de la mansión, pero no pudieron avanzar mucho sin que la mucama apareciera frente a ellos.
“¡Buenas tardes mis queridas~!” Lince prácticamente saltó desde el techo para aterrizar de pie con sus brazos extendidos a los costados. “¡Denme un abrazo…! ¿Y quién es este?” preguntó alzando una ceja al detectar al chico.
“Mucho gusto, usted debe ser la encargada de esta mansión,” el pelirrosa asintió respetuosamente y le dio una de sus sonrisas angelicales. “Mi nombre es Monoyoshi Sadamune. Vengo a visitar a mi prima Tenshi Hinanawi quien se encuentra hospedada en este lugar. Espero no estar importunando.”
“N-no, está bien…” la mucama le miró perdidamente al no saber qué decirle, e instintivamente miró hacia las HiMEs.
“Eh, Sadamune-kun es nuestro compañero de clases y pariente de Hinanawi-san, tal y como dijo,” explicó Tsubasa, atentamente. “Viene con nosotras, está bien.”
“Él nos ha protegido de un Rebel el otro día, porsiacaso,” observó Saki, inmutada. Supuso que eso terminaría por aceptarle del todo.
“¿En verdad?” preguntó sorprendida.
“¡Oh, ya quiero que me cuenten cómo fue con lujo de detalles!” exclamó Kosuzu, ilusionada. “¡Qué lástima que no estuve aquí!”
“Ehh, n-no es nada, más bien siento que esa tarde causé más problemas que ayuda…” Monoyoshi sonrió apenado.
“¡Oh, veo que es verdad!” Lince terminó por asentir sonriente y le levantó un pulgar. “¡Nunca se causa problemas al enfrentarse a Rebels! ¡Sigue así!”
“Ehh, preferiría que no lo aliente de esa manera, por favor…” dijo Tsubasa, dando un suspiro.
“Hinanawi-sama está en su cuarto, ustedes chicas ya saben dónde es, pero las puedo acompañar si así gustan.”
“Es probable que no esté de humor de recibir a muchas visitas, así que nosotros nos encargamos,” observó Saki, asintiendo. “Usted siga con sus quehaceres, por favor.”
“Claro, bien pensado, y díganle que con gusto le puedo preparar un caldo de pollo para mejorar sus ánimos~”
“Muchas gracias por sus atenciones a mi prima, se lo haré presente. Con permiso,” Monoyoshi hizo una reverencia y así avanzó con las HiMEs al segundo piso de ese gran edificio.
El grupo avanzó por los pasillos hacia esa habitación.
“Hehe, realmente tienen una mucama muy simpática, veo que no tuve que preocuparme,” observó el chico, amenamente.
“Es una chiflada…” Saki resopló. “Y suele darle el mal del ojo a los chicos así que tienes suerte que le hayas caído bien.”
“Puedo ver que tienes el carisma propio del vicepresidente del salón, Sadamune-kun,” comentó Tsubasa, con gracia. “Aunque no es que no lo merezcas. Se nota las buenas intenciones detrás de tu visita el día de hoy.”
“Eh, vamos, van a avergonzarme,” este sonrió incómodo.
“…” Kosuzu sintió que los observaban y se giró un instante para ver a esa mucama espiarles desde las escaleras, curiosamente anonadada por el pelirrosa. Ello le causó algo de nervios y retornó su atención al frente. Decidió que mejor se olvidaba de lo que había visto.
Dieron una vuelta al pasillo y finalmente terminaron frente a la habitación. Tsubasa se animó a tocar la puerta.
“Hinanawi-san, buenas tardes, soy Tsubasa Hanekawa, vengo a visitarte,” dijo luego de anunciarte. “¿Cómo estás? ¿Has comido algo?”
Hubo una breve espera antes de oír una respuesta fastidiada desde el otro lado.
“Estoy bien, déjame en paz. La loca de abajo me trajo un guiso feo así que ya comí algo. Ahora vete que intento dormir.”
“Pero debes haber estado encerrada todo el día. Salgamos a dar un paseo.”
“¡Que estoy bien, quiero estar sola, por favor!”
Tsubasa retrocedió un paso, visiblemente preocupada y también algo frustrada por la actitud de la chica. Ella miró a Monoyoshi, quien ahora fue quien se acercó a la puerta.
“Espera, Tenshi-san, no debes comportarte así…”
“¡¿Ahh?! ¡¿Qué haces aquí, Monoyoshi?!” preguntó indignada. Se pudo oír ruido con la chica acercándose a la puerta.
“Siento venir tan intempestivamente, pero todos estamos preocupados por ti. ¿Qué tal si vamos a tomar algo aquí en la universidad? Vamos, yo invito.”
“¿Cómo así te dejó entrar la tipa rara? Tsk…” finalmente, Tenshi se frustró demasiado al hablar con una puerta en medio y terminó por abrirla. Todos la pudieron ver con los cabellos desarreglados, seguramente luego de haber pasado gran parte del día durmiendo. Ella no se ahorró las ganas de agarrar a su primo de la camisa con ambas manos. “¡¿Y con qué derecho te apareces por aquí?! ¡Me deberías conocer lo suficiente para saber que no quiero aguantar a nadie ahora, no eres una excepción!”
“Cálmate, por favor, lo siento mucho, pero verte con esa apariencia me deja saber que no te sientes bien, Tenshi-san,” dijo el chico, sonriendo incómodo, aunque manteniéndose atento y mayormente inmutado. “Lo poco que he oído sobre lo que ocurrió ayer me ha preocupado mucho. Debe ser una situación muy compleja.”
“Pues no es nada que un no-HiME como tú deba saber,” declaró y terminó por cruzarse de brazos y desviar su mirada con fastidio. “Ahora deja de buscar información.”
“No les preguntaré nada que no me corresponde, respeto la privacidad que se merecen, pero tampoco quiero dejarte sin comprensión,” observó atentamente. “Tenshi-san, ¿es que acaso sientes que has cometido algún error?”
“¿Error?” ella se extrañó y le miró como si lo desconociera. “¿Por qué preguntas eso? ¿Con qué derecho piensas que sabes de lo que hablas? ¡No me arrepiento de nada!”
“Eh, creo que no me expresé debidamente, perdón. Es que… cuando te comportas así es porque te sientes culpable con alguien. Te escondes y quieres desaparecer y rechazas a todos mientras te encierras,” sonrió apenado, con algo de nostalgia. “Cuando éramos niños, una vez rompiste el juguete favorito de Taikogane-san y te apartaste de él por dos días.”
“Tsk, ¿qué haces recordando cosas así?” la chica se ofuscó y avergonzó un poco. Entonces miró perdidamente al piso. “Yo… esto es distinto a un simple juguete… pero… ¡ah, sólo olvídalo!”
“Ya debes entender que comportarte así no solucionará nada en lo absoluto. Tenshi-san,” le extendió una mano. “Salgamos a tomar un poco de aire. Si no quieres hablar sobre ello, al menos danos un poco de compañía, por favor.”
“Ahh…” ella dio un suspiro y le miró con reproche. “No tienes por qué ser tan formal conmigo, pero veo que sigues siendo tan necio como siempre… está bien, demos una vuelta…”
El grupo de estudiantes de secundaria fue camino de regreso al primer piso. Tenshi pasó a oír una lista de clases y tareas que les habían asignado aquel día de parte de su primo y Tsubasa, cosas que realmente no podrían importarle menos en ese instante, pero lo toleraría al no tener que ponerse a hablar aún. Así, salieron de la mansión y entrecerró sus ojos en lo que se acostumbraba a la luz natural de la tarde.
“Oh, verdad que no me he puesto nada presentable para salir,” dijo en aprietos.
“¿En serio? Pero pienso que te ves muy linda como siempre,” observó Kosuzu.
“Noto que te preocupas por tu apariencia en general y tratas de verte presentable,” Saki se puso a pensar. “Que no te des ese trabajo adicional será el equivalente de ver a Sadamune-kun vestirse con algo que no sea blanco.”
“Oye, no soy tan quisquillosa como Monoyoshi aquí,” Tenshi alzó una ceja. “Pero buen punto, ¿por qué siempre andas de blanco?”
“Tú sabes que el blanco es el color de mi familia, Tenshi-san,” dijo el chico, confundido. “Entiendo que yo represento a mi apellido a donde vaya, por lo cual tengo que estar bajo mi mejor comportamiento y presentación.”
“Obvio que sé que ustedes siempre se identifican con el blanco, ahora que lo pienso, hasta Taiko-chan mantiene la etiqueta,” frunció el ceño. “Pero uno de estos días deberías ponerte algo más, ¿o me vas a decir que no tienes ropas casuales de otros colores?”
“Eh, pues…” sonrió en aprietos.
“No, no me contestes, ya sé la respuesta…” rodó los ojos.
“Oh, no sabía ese detalle, qué curioso,” Tsubasa se impresionó. “Es admirable tu gran dedicación, Sadamune-kun, pero a la vez no me sorprende que seas así, va contigo.”
“Hehe, muchas gracias por la comprensión, Hanekawa-san.”
“Si tu familia tuviera un color de uniforme, tú también definitivamente siempre te vestirías de un solo tono, me alegro que no sea el caso, Tsubasa,” Saki negó.
“Hm, ¿a dónde podemos ir?” preguntó Kosuzu. “¿Saben de algún restaurante cercano?”
“Sé que hay varios puestos en la universidad, pero realmente nunca he venido aquí a comer nada. No sé a dónde podríamos ir…” Monoyoshi se puso a meditar.
“Nosotras apenas venimos por asuntos de HiMEs por lo cual también estamos un poco perdidas,” observó Tsubasa. “Me pregunto si alguna HiME senpai que nos pueda guiar se encuentra disponible ahora…”
Entonces, el grupo se confundió al oír una insistente bocina de un carro sonar una y otra vez. A poca distancia de la mansión de las HiMEs, había un pequeño parqueo medio vacío, y curiosamente, el ruido provenía de una limosina.
“Estará… ¿dirigido a nosotros?” preguntó Kosuzu, perdidamente.
“Espero que nadie tan desconsiderado nos esté buscando, esa persona podría ponerse en problemas si sigue haciendo bulla,” dijo Saki, alzando una ceja.
“Esperen, ese vehículo…” Monoyoshi se sorprendió. Al final no alcanzó a decir nada ya que vio a Taikogane salir por el techo de la limosina y agitar sus brazos hacia ellos.
“¡Oigan, por aquí!” exclamó este, efusivamente.
“¡¿Ahh?! ¡¿Taiko-chan?!” exclamó Tenshi, quien miró a Monoyoshi en busca de respuestas, aunque podía ver que su primo estaba tan confundido como ella misma. Al final, los dos se pusieron a correr donde el peliazul y fueron seguidos de las otras HiMEs. “¡¿Qué haces aquí?!”
“Le pregunté a Monoyoshi temprano si íbamos a hacer planes para pasear contigo, y él me dijo que no te sentías bien e iba a verte, ¡así que yo no quería quedarme con las ganas!” exclamó entusiasmado. “¡Pues ya estoy aquí y las empleadas me han dicho que Fudou nos fue a buscar en casa, así que vamos para allá!”
“Ehh, pero no debiste hacer tanta bulla, Taikogane-san,” Monoyoshi sonrió incómodo. “Pudiste haberme enviado un mensaje.”
“¿Por qué te prendes de eso?” el menor alzó una ceja en desapruebo y se encogió de hombros. “Si me vieron al toque, ¿no? Es más fácil pedirle al conductor que toque la bocina…” él pasó a mirar a las otras tres chicas. “Oh, ¿serán ustedes amigas de estos dos? ¿Qué tal?”
“Vaya manera de darles una primera impresión,” Tenshi negó frustrada. Casi podía entender por qué Monoyoshi sobre compensaba con su comportamiento.
“¿Quién eres tú?” preguntó Saki, con cierto recelo.
“Taikogane-san es mi hermano menor,” dijo Monoyoshi, amablemente. “Taikogane-san, te presento a nuestras compañeras de clase Saki Hanajima y Tsubasa Hanekawa. Y ella es Kosuzu Motoori, va en un año menor a nosotros.”
“Eh, mucho gusto,” dijo la pequeña haciendo una reverencia.
“Un gusto también,” Tsubasa se mostró sorprendida. “Admito que no me dan la pinta de ser hermanos, son bastante distintos.”
“Más parece el hermanito de Hinanawi,” Saki se puso a pensar. “Y me cuesta pensar que Sadamune-kun se dirige así a su hermano menor. Sin duda no es algo que haría con Megumi…”
“Ahh, ¿ves por qué te digo que no seas formal conmigo? Qué mal me haces quedar,” Taikogane se dio un facepalm.
“Por mi parte, que digan que Taiko-chan es mi hermanito por nuestro color de cabello es discriminatorio,” reclamó Tenshi. “Ya se van a dar cuenta que estos dos son igual de mensos.”
“Ehh…” Kosuzu sonrió incómoda. “No sabría a lo que te refieres, pero veo que son unidos si se tratan de esa manera…”
“¡Bueno ya! ¡No hay que quedarnos en las presentaciones que he pedido cosas a domicilio y se van a enfriar!” exclamó Taikogane. “¡Vamos, todos suban, los invito a mi casa!”
“¿Nosotras también?” preguntó Tsubasa.
“Sí, ¿por qué no?”
“Eh, Taikogane-san, recuerda que nuestros padres esperan que reportemos las visitas con anticipación…” comenzó Monoyoshi.
“¿Y? Tú te encargas de esas formalidades, además son de tu colegio y a ti te permiten más las visitas. ¡Ahora suban de una vez!”
“Ahh, nunca vas a cambiar, Taiko-chan…” Tenshi dio un suspiro. “Eh, chicas, pueden venir si quieren, pero no se sientan forzadas.”
“¡Oh, yo feliz!” Kosuzu asintió entusiasmada. “Soy nueva a la ciudad y anhelo ver cómo los citadinos viven el día a día.”
“Eh… por la limosina presumo que no será un hogar muy típico…” Tsubasa sonrió con torpeza. “Pero agradezco la invitación.”
“…” Saki negó por enésima vez. De nuevo le tocaba ser arrastrada por los demás, aunque sí tenía una pizca de curiosidad de conocer el hogar de esos hermanos disparejos.
Luego de un día sin rumbo, Samidare terminó por llegar a la pequeña casa que tenía con sus hermanos en la ciudad. Ya eran varios meses desde que se aparecía por ahí, ni podía adivinar sobre el horario que tenían aparte del hecho que Kotegiri se había mudado a aquella agencia de idols, por lo cual no esperaba verlo. Según sus cálculos y la idea que tenía de las actividades de los otros, quizás sólo se encontraría con Kuwana, lo cual esperaba fuera a suceder…
Su primera observación fue ver cómo había varias plantas de nombres desconocidos que sobresalían de la pared del pequeño jardín de la propiedad. Sin duda obra de Kuwana, quien había convertido ese espacio en un huerto. Antes de animarse a ingresar, se asomó por encima de la pared y encontró a quien había esperado.
“¿Eh?” Kuwana notó una presencia en plena labor de limpiar la mala hierba de sus cultivos y se topó con Samidare. “¿Oh? Y miren quién sigue con vida.”
“…ha sido un tiempo,” dijo neutralmente. Le contestó un poco tardíamente. La actitud del otro era inmutable, se podía decir que había regresado a casa. Quizás ya se estaba volviendo viejo…
“Bueno, ¿te vas a quedar en la calle? Pasa, es también tu casa.”
“…” al oír ello, dio un salto con el cual pasó la pared como una valla y aterrizó al borde del huerto. “Les he dicho que pueden reusar mi habitación como gusten, no espero quedarme.”
“No, no, no se reúsan habitaciones desde cierto incidente que seguro te acuerdas, así que todas tus cosas están tal cual, y limpias cortesía de Kotegiri. Y bien que eres ágil, pero si aterrizas en medio de mis cultivos te puedo agarrar a golpes,” dijo algo preocupado.
“No tienes que decírmelo,” Samidare miró a sus alrededores. La cantidad de plantas habían crecido, ni podía decir cuáles eran nuevas. “Sobre ello, ¿cómo te estás llevando con Kumo-san?”
“Uhh, ese tipo no tiene cuidado y es atolondrado, ya me ha roto un par de macetas,” negó frustrado. Kuwana se puso de pie para darse un descanso. “Pero no se puede hablar con él o se pone peor. Tú podrías ayudarme.”
“Pensé que habíamos acordado que le darías un espacio en el jardín para que salga a tomar aire.”
“Y sí lo tiene,” dijo mirando a la entrada de ese ambiente. El espacio en blanco era un tanto cuestionable ya que apenas podría caber un par de sillas de jardín pegadas entre sí, a una cercanía de macetas pequeñas que cualquiera podría pisar por accidente. “Es suficiente espacio para echarme a dormir en el piso, ¿no te parece?”
“…” Samidare cerró sus ojos y negó con frustración. Otra conversación estaba en orden, pero no estaba de ánimos ni con la claridad mental para interceder entre ellos dos de momento.
“¿Y qué te trae por aquí? ¿Viste el mensaje de Kotegiri?”
“Esperaba hablar contigo…” llevó una mano a su mentón. “¿De qué mensaje hablas?”
En eso, el menor de los Gou llegó a la puerta del patio desde el interior de la casa. Este tenía un mandil puesto.
“Kuwana, nos van a faltar unos ingredientes…” comenzó, cuando entonces reconoció al pelilila y se alegró visiblemente. “¡Oh, Samidare! ¡Qué milagro que estés aquí!”
“Buenas tardes, no esperaba verte hoy,” dijo el otro, algo perplejo.
“¿Cómo no? Si envié un mensaje a todos ya que esperaba cocinar algunas recetas que he aprendido de un cocinero en ES,” dijo con una sonrisa ilusionada y orgullosa. “Quiero vivir bajo el ejemplo de mi senpai compañero de cuarto así que me harán el favor de degustar mis platos y darme críticas constructivas.”
“…” asintió. Supuso que en algún momento había dejado la conversa familiar en mudo. “Ya veo, haré lo que pueda…”
“¿Todo bien con el trabajo? Yo tengo muchas cosas que contarte, pero también quiero oír de ti. Ser policía suena aterrador, pero me enorgullezco de lo valiente que eres.”
“No creo tener nada importante que decir, siendo honestos…” negó pausadamente.
Entonces, una persona más terminó por manifestarse. Un pelirrosa también mayor que Kotegiri llegó corriendo y tuvo que agarrarse del joven para evitar caerse en pleno jardín.
“¡¿Ame-san está aquí?!” exclamó ese chico, quien se puso de pie y sus ojos se llenaron de lágrimas al reconocer al recién llegado. “¡Ame-saaaan!”
Luego de su exclamación, los demás le vieron con mucho temor, cuidado y suma torpeza sortear macetas, herramientas de jardín y plantaciones hasta que finalmente alcanzó a Samidare, a quien le dio un fuerte abrazo.
“Kumo-san, ¿estás bien?” este alzó una ceja.
“Hehe, Murakumo está muy contento de verte, Samidare,” Kotegiri rio un poco. “Justo nos comentaba a Kuwana y a mí lo preocupado que se siente por tu trabajo.”
“Yo le digo que si hubieras perdido un brazo o te atrapaba una balacera seríamos los primeros en saber,” Kuwana se encogió de hombros. “Pero sólo se preocupa más por algún motivo…”
“¡N-no juegues con mis nervios así! ¡Si algo le pasa a Ame-san sería muy serio!” le requintó el pelirrosa, molesto. “¡No lo trates como una broma!”
“Ay, por algo no podemos coexistir,” el otro negó, frustrado. “Y mira cómo ahora somos los únicos dos permanentes en esta casa…”
“…” Samidare dio un suspiro y se apartó de Murakumo con cuidado. “Me encuentro bien, Kumo-san. Hoy estoy en un día libre luego de una larga faena, eso es todo.”
“¡Sí, menos mal!” asintió un par de veces y pasó a mirar a un costado. “Me siento muy estresado últimamente, Ame-san. Intento practicar los ejercicios de respiración que me dijo el psicólogo, pero no creo que surten efecto. No sé qué más hacer…”
“Yo intenté que me ayudaras con la jardinería, pero te rendiste muy rápido,” dijo Kuwana.
“Pues tú me requintaste porque quebré el tallo de una de las flores que estaba plantando,” se defendió Murakumo, inflando sus cachetes.
“¡Pues la idea es que no lo quiebres, ¿no te parece?!”
“¡Ya, no peleen, por favor!” Kotegiri levantó sus palmas, alarmado.
“…” Samidare miraba a todos. Veía que realmente llevaba mucho tiempo afuera, él podría intentar apoyarles a que convivan mejor, al menos en algo. “Kotegiri, escuché que te hacían falta ingredientes para cocinar.”
“Eh, sí,” este asintió.
“Salgamos a un paseo a conseguirlos, que nos sirva de esparcimiento también,” sugirió tranquilamente. Lo primero era sacarlos de ese patio abarrotado donde apenas se podía respirar.
“¡Sí, me gusta la idea!” Murakumo se ilusionó. “Hay un parque camino al supermercado que podríamos cruzar.”
“Ya que, podría respirar un poco también,” Kuwana se encogió de hombros y se sacó los guantes. “Además quisiera ver si ya cambiaron las flores de estación.”
“Haha, verdad, supongo les toca pronto,” Kotegiri rio un poco. “¡En marcha todos!”
“…” Samidare asintió.
Así también, de paso, podría ver si podía encontrar un hueco de tiempo en el cual tratar con el motivo principal por el cual había regresado a casa esa tarde.
Luego del helado, el grupo terminó por ir a un McDonald’s para comer un rápido almuerzo.
“Almorzar luego del postre y ahora comer una cajita feliz, las cosas que hago por mi querida hija,” añoró Norimune, con una sonrisa sonsa en su rostro. “Me siento joven de nuevo.”
“Nadie te dijo que tenías que pedir la cajita feliz,” su HiME negó frustrada. “Y tampoco tenías que agarrar uno de los globos en la entrada. Esos sólo son para niños.”
“Ya que no quisiste aceptarlo de mí, será mi acompañante del día.”
“En serio no lo quiero.”
“Haha, no hay nada de malo querer gozar como un niño en ocasiones,” dijo Enmusubi, entretenida. “La señorita de los globos se alegró cuando Norimune lo tomó, así que nadie sale perdiendo aquí.”
“¿Pero seguro que eso es suficiente comida?” Sohayanotsurugi estaba pronto a terminarse su doble cuarto de libra. “Ya me dan ganas de pedirme otro.”
“No bromeo del todo cuando digo que soy un señor mayor, prefiero no exagerar con estas cosas de los jóvenes,” explicó pacientemente. “Además como un arma, dudo necesitar la comida tanto como una persona. Agradezco la preocupación, joven.”
“Bueno, viendo que ya todos andamos terminando con nuestros platos…” la mentora se apoyó en la mesa y se inclinó hacia Suzuka. “Pienso que es un buen espacio para hablar un poco, Suzuka. Dinos, ¿cómo te sientes? ¿Cuáles son tus observaciones de ayer?”
“…” la susodicha dio un suspiro y desvió su mirada. “Es difícil conversarlo. Preferiría no tener que repetir toda la historia.”
“Ya lo escuchamos con lujo de detalles ayer con las líderes de Hanasaki,” observó Sohayanotsurugi. “Enmu sólo quiere oír sobre ti. Las impresiones pueden cambiar mucho de un día para otro.”
“Sí, sí, además que nos enteramos de la decisión de Mamizou-san,” Enmusubi borró su sonrisa y asintió con seriedad. “Eso debe estar molestándote mucho aún.”
“Molestándome no es la palabra… realmente entiendo que la defraudé y me comporté muy mal, por más que peleé por lo que creí correcto…” miró a la mesa, pensativa. “Intenté pelear como una HiME en medio de una situación que, desde mi punto de vista, debió haberse tratado con diplomacia. Entiendo también que lancé la seguridad de muchos de Hanasaki al tacho bajo la esperanza de tratar de salvar a una sola persona. Por más que no hubo otra manera de ayudarla, por más que no sea correcto poner prioridad sobre las vidas de algunos por encima de otros… no quita el hecho que hice correr a todos un grave peligro… y que también ha habido gente inocente que terminaron pagando por lo sucedido…”
“…” Norimune le miraba atentamente.
“Aun así… no quiero rendirme a ayudar a las víctimas de Rizembool. Soy HiME precisamente por ese motivo, quiero salvar a quienes no pueden salvarse. Pero… no quiero volver a involucrar a los demás como lo hice ayer, por más que no haya sido mi intención…” Suzuka asintió y frunció el ceño. “Entiendo que tengo mucho que aprender y tengo que saber cuál es la forma de hacer las cosas.”
“Dices que no quisiste involucrar a los demás, y te creo, eso no lo dudamos,” el rubio asintió con pesar y sonrió frustrado. “Medio temo que involucrarme ayudando a las HiMEs le cause problemas a alguien que yo conozco, pero precisamente nosotros somos seres sociales y estamos involucrados con otras personas. No envidio a las HiMEs o a gente con mayores responsabilidades que otros. Por más que tengamos planes personales, siempre terminaremos afectando las vidas de otras personas, y lo de ayer es un buen ejemplo de lo inevitable que es.”
“Sí, debí haberle puesto un alto cuando Tenshi me dio el alcance en el muelle… no, hasta antes que eso, cuando noté la cantidad de gente que trabaja ahí,” dijo la HiME, apenada.
“Pero todavía estás preocupada por la chica a la que salvaron al final,” dijo Enmusubi, sonriendo comprensivamente. “Tienes razón al decir que no podemos ignorarla ni considerar a su vida menos valiosa al ser sólo una persona en comparación con todas las HiMEs de ayer. Tampoco se supone que arriesguemos todo para salvar a alguien quien se encuentra en un estado de coma, y cuya salud no es clara. Todo ello es difícil de digerir.”
“Realmente… se supone que las HiMEs tienen un mayor poder para batallar y enfrentarse a la guerra, pero nuestro poder adicional no se compara a todo lo que querríamos hacer. No hubo manera de alcanzar a esa chica sin ponernos en riesgo, y por más que nosotros estemos bien, sí hubo gente lastimada por nuestras acciones. Yo… me pregunto cuánto realmente podré proteger a quienes me necesitan sin ser irresponsable…”
“Sí es cierto que los pareceres pueden cambiar tanto en una noche,” Norimune sonreía con aprobación. “Me alegra verte considerando las cosas con la cabeza fría y ya no protestando por la llamada de atención de ayer. Sí tienes el derecho de sentirte afectada por lo que ocurrió y por esa pobre chica atrapada por Rizembool, pero también tienes en mente que debes comportarte y tener cuidado con tus movimientos.”
“No es algo que he logrado por mi cuenta, de no ser por tus palabras y las observaciones de Mamizou y las dirigentes de Hanasaki, no habría llegado a esta conclusión. Quisiera haberlo visto tan claramente, pero aun así… no me veo disuadiéndome con facilidad,” Suzuka se apenó. “Siento mucho los desastres. Ustedes no estuvieron tan involucrados como los demás, pero igual les debo ya que intentan atenderme tanto.”
“No lo menciones, sabemos que sí haces lo que puedes, por algo llevas ayudando al departamento de investigación,” observó Sohayanotsurugi, amenamente. “Pero ahora te toca ser una HiME y trabajar en asuntos como este.”
“Y para eso estamos los dos, el trabajo de HiME es muy duro para que ustedes lo tengan que lidiar por su cuenta,” Enmusubi asintió.
“Haré lo posible también…”
“Pero Suzuka, si me permites…” la mentora frunció el ceño. “Percibo que hay algo detrás de tu cometido de ayudar a otras personas. No sólo son los buenos deseos que muchas HiMEs deben tener al darse cuenta del peligro que Rizembool representa. ¿Acaso tú tuviste una experiencia negativa con Rizembool?”
“Yo…” se sorprendió por la pregunta.
“Eh, se puede decir que sí, pero les ruego que sean pacientes con mi hija,” dijo Norimune, sonriendo incómodo. “No es algo sobre lo cual ella guste de hablar…”
“Norimune…” pero Suzuka negó. “Está bien, supongo debería compartirlo con quienes son mis mentores…”
Ella dio un profundo respiro y ordenó sus pensamientos en lo que los demás la esperaban pacientemente. Era cierto que era un tema sensible y tabú a cierto modo, pero a la vez no tenía por qué quedarse así, no en medio de sus aliados y especialmente no con las HiMEs que buscaban depender de ella. Quizás Suzuka podría dejar sus sentimientos encontrados detrás y comportarse de una manera más madura si estaba dispuesta a compartirlo, todo con tal de aprender de sus errores.
“No hay mucho que sé al detalle, lamentablemente, pero yo fui capturada por Rizembool cuando todavía era una niña, y estuve captiva por unos años antes que Hanasaki pudiera salvarme,” dijo cabizbaja, con sus manos agarrándose mutuamente. “De todo ello apenas recuerdo algunas imágenes fugaces cuando fui raptada y cuando me salvaron. No tengo ningún otro recuerdo de ese periodo de tiempo que fue gran parte de mi infancia…” frunció el ceño. “Rizembool me robó varios años de mi vida que no puedo recuperar de ninguna manera, ni en mis pensamientos…”
“No puede ser…” Enmusubi se afligió y llevó sus manos a la altura de su pecho.
“Ni puedo saber qué fue lo que intentaron hacerme, o qué me habrán hecho en general. Sigo siendo una HiME, entiendo que de haber intentado usarme para algún experimento, yo seguramente habría perdido mi potencial, pero aun así… me considero afortunada de vivir como lo hago en el presente, sé que muchas otras personas víctimas de Rizembool no pueden decir lo mismo que yo…” asintió. “Es por eso que decidí ser una HiME y hacerle frente a Rizembool para proteger a aquellos que intentan lastimar, y salvar a quienes necesiten de ayuda.”
“Eso explica tu punto de vista muy claramente, Suzuka, ni hay que decirlo,” Sohayanotsurugi dio un suspiro y negó. “Ahh… lo lamento, no puedo ponerme en tu lugar. También entiendo la dificultad que tuviste con todo este asunto. Tuviste una oportunidad única de infiltrarte a un barco de Rizembool y buscar a algún captivo, y lo hiciste sin pensar en más al ser tu meta y un tema tan personal…”
“Sí, no pudiste decirlo mejor…” la HiME desvió su mirada.
“Ese es un parecer que yo ya conocía, no que ello lo haga menos problemático o trágico, pero no te olvides de considerar las cosas mejor a partir de ahora,” observó Norimune, con empatía, pero también firmeza. “Como alguien quien quiere proteger a otros, tú te afligirías si la gente resulta lastimada en medio de esta guerra, y eso es algo que nosotros los partícipes podríamos terminar causando. No es justo pensarlo así, pero nos corresponde tener mucha cautela.”
“Lo tengo presente, Norimune, te lo aseguro,” Suzuka asintió, aunque todavía se le veía pensativa. Ella terminó por apoyar su cabeza en ambas manos sobre la mesa. “Ahh, me decidí a compartirlo, pero me sigue pesando haberlo hecho. No es algo que otros tengan que atender.”
“Más bien, me alegra que decidas abrirte, como dices, son justo los mentores quienes más pueden apoyarte con estos temas,” el arma se mostró contento y satisfecho. “Admito que quisiera que lo hablaras más frecuentemente conmigo también, pero estás en el camino correcto.”
“Sigue siendo difícil de hacer, no es que no confíe en ti…”
“Suzuka, muchas gracias por darnos esta confianza, significa un montón,” Enmusubi sonrió. “Ahora nos toca a nosotros corresponderte con mucha dedicación y apoyo. Lo que has vivido es duro y también pienso que eres valiente por encarar a Rizembool en nombre de otras personas. Aquí estamos para que todos juntos veamos cómo lidiar con la guerra de la mejor manera. Vamos a ser un equipo a partir de ahora y siempre estaré lista para oírte.”
“Claro, gracias…” la peliblanca sonrió incómoda y resignada. Tal vez sí había dado un paso un poco largo al no sentirse muy cómoda aún, pero apreciaba los deseos de la otra. “Ahora que no tengo trabajos con Mamizou, tengo que ver qué más puedo hacer con mi tiempo libre.”
“Pues Enmu y yo ya decidimos que nos toca juntar a todos para entrenamientos rigurosos,” informó Sohayanotsurugi, con grandes energías. “No seré bueno con los asuntos del alma como Enmu aquí, pero aun sin poderes te aseguro que les haré más fuertes.”
“No lo dudo, joven, te ves muy atlético, te agradezco por tu dedicación,” Norimune asintió y miró a Suzuka de reojo. “Pero antes que te olvides, no sólo eres una HiME, querida hija. Tienes varias clases en la universidad y sinceramente me pregunto cuándo fue la última vez que asististe a ellas. Recuerda que ser HiME no te va a excusar del todo…”
“Ehh…” ella hizo una mueca de desagrado. “Quisiera no tener que pensar en ello…”
“¡Oh, no! ¡Las materias son también importantes! ¡Te buscaremos un tutor si lo necesitas!” exclamó Enmusubi, preocupada. “Al menos tú eres muy fuerte por lo cual no necesitas entrenar al mismo ritmo que las otras.”
“¡P-pero las peleas son más importantes!” la HiME se alarmó. ¿Se tenía que poder su deber con Hanasaki en segundo plano por esos cursos que quisiera no seguir?
“Fufu, como tu orgulloso padre quiero que triunfes no sólo en el campo de batalla. Aplaudo que otros se preocupen por tus notas, ahora sólo deseo que tú también lo hagas.”
“Tsk… entiendo que tengo que hacerlo, voy a ver, no se preocupen,” resopló. Sabía que no le convenía negarse a estudiar frente a todos, pero ni se acordaba qué era lo que estaba estudiando en cada materia.
“Verdad que las clases son otro tema importante, mis HiMEs deben mantener una vida sana y equilibrada,” Enmusubi dio un suspiro. “Es algo más que tengo que monitorear.”
“Eh, sí, sin duda, pero ni tú ni yo somos eruditos, ojalá la directora nos apoye con eso,” Sohayanotsurugi se encogió de hombros.
“Qué lisura, yo soy muy lista en el bienestar de las personas y el amor,” declaró la pequeña.
“Ajá, o sea, no tienes espacio para la masa gris.”
“¡¿Cómo te atreves?!” ella le comenzó a dar golpecitos y por su apariencia pareció una niña haciendo una pataleta.
El grupo continuó ese instante haciendo planes para el futuro cercano y pensando en formas de apoyar a las prometedoras HiMEs bajo su cuidado.
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