Author Topic: neverland 2.2: you can (not) fight  (Read 60177 times)


Shura

Re: neverland 2.2: you can (not) fight
« Reply #30: January 31, 2017, 11:09:39 AM »
No me quito de la cabeza el momento rondabout xD

#49.



Sol Badguy abrió los ojos, parpadeando pesadamente para acostumbrarse a la luz del amanecer que le había desvelado. Con un suspiró pesado, se giró en la cama buscando la penumbra que le ofrecía el fondo de la habitación de la posada en Prorencia, era una pared que empezaba a conocer bien, pues ¿cuantos día llevaban en Prorencia? ¿Diez? ¿Dos semanas? Era demasiado tiempo se mirase por donde se mirase, y el ataque a las ciudades de hace una semana, debía de haber sido la mejor lección para recordar que, no debían acomodarse en aquel mundo.

-Maldita sea -aquella frase había sido su letanía desde los últimos días, sentándose en la cama, con la cabeza gacha mirando fijamente al suelo mientras su largo cabello caía hacia su cara, permaneció un momento más así, intentando de nuevo desprenderse de aquel agobio a causa de la monotonía, con la misma excusa: únicamente le quedaba una vida.
Se agarró la frente con la mano volviendo a suspirar largamente, luchando una vez más contra la desesperación. Tomándose su tiempo para ponerla bajo a raya, sin levantar la cabeza, buscó a tientas sobre la almohada el paquete de cigarrillos, sacando uno y llevándoselo a la boca de manera automática. Despreciaba su situación, pero aún se despreciaba mucho más a sí mismo por permitir que aquello le afectase.
Con una profunda calada del cigarro, se inclinó hacia atrás moviéndose para acomodar la espalda en el cabecero de la cama y poder mirar por la ventana, más allá de ver la fachada del edificio de enfrente, veía a algunos jugadores y otros npc recorriendo tranquilamente la calle. En especial, registró un grupo de al menos ocho jugadores, aunque no pudiera escucharlos, uno de ellos parecía estar dando un discurso, que supuso ya iba terminando, cuando el resto de jugadores abrió la Omnitool acabando por disolverse en pequeños grupos cuando terminaron con sus respectivas selecciones.

No necesitaba conocer más para saber qué se trataba de una Guild, los Made in Heaven habían hecho eso cientos de veces antes de una Quest o sencillamente para abarcar más recursos… antes del cierre del mundo virtual donde se encontraban, claro, antes podías moverte por las ciudades sin tantas precauciones.
Pero en su fuero interno, elogió el movimiento de aquel líder, sintiendo también una punzada de celos al recordar todo lo que había perdido. De su Guild ya sólo quedaban tres miembros activos, y cada vez menos de su Party después de la marcha de Shura.

Consumido el primer cigarrillo, se apresuró a encender el segundo.
Aquella marcha había sido un duro golpe para todos, y aunque Jojo tuviera fe en la mujer, su contagiante entusiasmo había desaparecido del resto cuando vieron que ella les había borrado y bloqueado de sus listas. Ninguno había tenido que anunciar aquella noticia al resto, simplemente cada uno se había dado cuenta al revisar la Omnitool, aunque con Jojo, seguramente ya se había encargado Caesar de avisarle dado lo torpe que era con esta tecnología. Y por lo demás, habían obviado el tema de hablar sobre ello, cada uno llevándolo a su manera. Quizás algunos lo hubieran tomado como una traición igual que Sol… o estaban demasiado confusos y aún esperaban en Prorencia con la esperanza de que está regresará. Él también quería creer, era lo fácil y lo cómodo, y cuadraba con lo tonta y despistada que era Shura, como cuando perdió su primera vida y se dedicó a andar flirteando por ahí, en vez de mandarles un mensaje avisandoles de su posición o de que se encontraba bien.
-No tiene remedio -se sorprendió del tono de su propia voz al decir aquello… pero no quería seguir escarbando en sus sentimientos, debía ponerse en marcha.

Se quitó la camisa que después de dos día ya sentía pesada, y arrojándola al suelo se convirtió en un montón de datos que se añadieron a su inventario. Simplemente con el pantalón del uniforme de Paladin, bajo para ver si sobraba algo en la cantina que llevarse a la boca. Sastó algo más de dinero para llevarse el pan con tomate y jamón y casi media pinta de café solo, y cuando pensaba que iba a poder salir a tomar el aire, resultó que fuera estaba el resto de su grupo,que por supuesto, repararon en su presencia esperando que se uniera a ellos. Aunque Sol hubiera preferido tener un momento más para reflexionar a solas y llenar la tripa, no iba a desaprovechar la ocasión para decir lo que pensaba a todos.

-Buenos días, Sol -Nero lo miró de arriba abajo, reparando en lo desaliñado que iba y en lo poco que parecía importarle, pero no iba a ser él quien dijese nada, estaba bastante defraudado con Sol por no dignarse a acompañarle a ninguna misión para subir de nivel. Aunque se había esforzado por entender su situación… Nero quería que luchase y no se dejase dominar por el miedo y la soledad.
Ni aunque Doppio se sumó al saludo, el Paladin no dijo nada, dejándose caer en la silla y comenzando a desayunar.
Caesar cruzó una mirada con Nero, detectando lo afligido que parecía sentirse el más joven de ellos.
-Al menos, debemos sentirnos agradecidos de que te hayas dignado a bajar.
Sol llevaba dos días sin salir de la habitación, y prácticamente una semana que apenas coincidía con parte del grupo, pero antes de acumular el sentimiento de culpabilidad que sentía junto al resto de cosas por las que estaba pasando, prefirió cerrarles la boca con un poco de realidad.
-O claro, me he perdido un montón de cosas, seguro. ¿Tenemos novedades? ¿Algo nuevo? ¿Nos marchamos o ya ha regresado Shura? ¿No?
Un silencio tenso cayó sobre la mesa.
-Eso me temía -Sol siguió con su desayuno, pero era imposible no percatarse de la amenaza de Jojo, se había puesto en pie con el puño cerrado, conteniendo su rabia por la llamada de atención de Caesar, pero Sol no estaba dispuesto a parar-. Si tienes algo que decir, dilo ya, joder.
-Llevas casi una semana que no se te ve la cara, y tienes la poca vergüenza de lo primero que sueltas es para mencionarla a ella, ¿es que no te das cuenta de nada? -Se inclinó clavandole el dedo índice en el pecho desnudo.
-Espera, ¿me quieres dar lecciones del juego? Abre los ojos Joestar, no vale la pena estar más tiempo esperando, Shura nos ha traicionado.
-¡Si se ha ido es por tu culpa! -Lanzó un puñetazo hacia la cara de Sol, que estuvo a tiempo para cubrirse con el ante brazo sujetando el brazo con el que le había tocado por la muñeca para que no se apartase y poder contraatacar.
Pero lo que Sol no esperaba, es que el golpe viniera por otro lado.

Sintió el mundo tambalearse, logrando mantener el equilibrio a duras penas cuando le golpearon en la mandíbula, por la cara de sorpresa de Jojo, estaba claro que no había sido él… había sido Nero, que se puso en pie tan súbitamente que había volcado la silla,  lanzando un puñetazo con su mano derecha directo a la cara de Sol.
-¡Espabila de una vez Sol! -Temblando de rabia, ni siquiera reparaba en lo sorprendido que estaba el resto del grupo.
-¿¡Y a ti que coño te pasa!? -Nada más recuperarse, fue directo a por Nero enganchándole de la pechera, Nero hizo lo propio agarrándole de las muñecas y acercando su cara a la de Sol.
-¡Esto no tiene nada que ver con Shura! ¡Se trata de ti!
-So gilipollas… -Sol podía saborear el característico sabor metálico de su propia sangre, dado que él era un jugador tanque, no había otra más que Nero le hubiera asestado un golpe crítico para lograr hacerle aquella herida-. Me importa una mierda estar a una vida, por mi como si reventamos todos los del puto juego.
Nero ahogó una exclamación de rabia, echando la cabeza hacía atrás y golpeando la frente de Sol, que apretó los dientes aguantando el tipo.
-¡No es eso! ¡Reacciona de una vez y compórtate como un líder! ¡Dinos qué demonios vamos a hacer!
Aquellos dejó descolocado a Sol, recapacitando de que había perdido algo más que una de sus vidas, quizás también su orgullo. Pero antes de poder reflexionar, Jojo le dio una patada en el muslo que le desestabilizó y enfureció.
-¡Este imbécil no es mi líder! ¡Menudo un personaje!
Sol no le respondió, lanzándole un puñetazo que Jojo logró esquivar y bloqueando el golpe del Thief y aguantando una patada de Nero.
-¡Ya es suficiente!

Pareció que el mundo se les venía encima, sintieron sus cuerpos pesados y como la gravedad les atraía al suelo, aplastandoles mientras hasta el punto de costarles respirar.
Doppio respiraba nervioso aplicando uno de sus hechizos sobre ellos, esperando unos segundos en que todos se hubieran calmado para liberarlos.
-Sol… te necesitamos… tienes que decirnos qué hacer.
-Ya… -Sol recuperó el aliento, mirando de hito en hito a cada uno de ellos-. ¿Pues sabéis lo que podéis hacer? Por mi iros todos a la mierda.
-Me lo suponía -Caesar apuró su taza de café hablando con amargura, no había intervenido porque ya se suponía que los golpes no harían entrar en razón al Paladin.

Sol no dijo nada más, dándoles la espalda y marchándose de allí. Esperando a estar lo suficientemente lejos para tocarse la dolorida mandíbula antes de aplicarse un sencillo hechizo de curación.
“Ha sido un jodido golpe crítico… ¿desde cuando se ha hecho tan fuerte?”
« Last Edit: January 31, 2017, 04:55:29 PM by Shura »


Shruikan

Re: neverland 2.2: you can (not) fight
« Reply #31: January 31, 2017, 02:42:10 PM »
Finalmente puedo postear aquí, I'm so fucking proud :v
Avatares luego si me da tiempo



Capítulo 39: [Shr & Ulq] What kind of sorcery is this?




Las pisadas de Shruikan dejaban huellas en la arena, permaneciendo unos segundos antes de difuminarse y desaparecer. Soplaba una suave brisa a la que se oía silbar a veces, levantando pequeñas ráfagas de arena que volvían a aposentarse poco después. A parte de eso, había un extraño silencio; una música tenue, el cantar de los grillos y el aullido de algún lobo solitario en la lejanía.

La Samurai levantó la cabeza y luego miró hacia atrás.

Rabanastre era poco más que un relieve en el horizonte azul de la noche temprana. Pequeños puntos brillantes la perfilaban, como estrellas en esa noche vacía. Eran llamas y fuego, señales de la destrucción de la ciudad.

Pero el monstruo había sido abatido y la tormenta se había disipado. Habían recuperado la paz en la ciudad, al menos de momento.

Ulquiorra la seguía con parsimonia, varios pasos por detrás. Sus ojos verdes brillaban en las sombras de la noche. Murciélago revoloteaba a su alrededor, dando vueltas por encima de su cabeza.

—¿Sabes a dónde vas? —le preguntó cuando la alcanzó, parándose a su lado.

Ella suspiró.

—No tengo ni idea. Pero no tengo ganas de dar media vuelta y volver a Rabanastre, sinceramente. ¿Alguna sugerencia?

El Biochemist levantó el rostro como si olfateara el aire.

—Las ciudades más cercanas son Sin City y Colorado. No estamos en las mejores condiciones, así que lo más aconsejable sería dirigirse a una de ellas para descansar y reabastecerse. Luego podríamos reunir al resto del grupo

Shruikan hizo una mueca, pensativa.

Sheba y seras estaban muertas. No tenían noticias de N, pero si  esas alturas todavía no se había reunido con ninguno de ellos, era bastante probable que hubiese muerto también.

Por alguna razón, nunca habían hablado sobre qué debían hacer en caso de muerte. Quizá por descuido, o porque no querían pensar en ello siquiera. Como si eso fuera a hacerlo una posibilidad más real.

Pero ahora había sucedido y no tenía ni idea de dónde podrían estar sus compañeras. Era un tanto desolador.

Estuvo a punto de enviar un mensaje en el chat de la party, pero el listado de nombres le recordó lo que se había estado esforzando por ignorar: Fenris ya no estaba con ellos.

Sus dedos quedaron sobrevolando la Omnitool antes de cerrarse en un puño. La aplicación también se cerró poco después, y empezó a andar con renovada irritación.

—No es un mal plan. —dijo, de forma un tanto seca.

Ulquiorra la siguió en silencio.

La quietud del desierto era extraña e inquietante. Parecía que se hubiera quedado vacío de monstruos, lo cual era rara. Veían poco en la distancia, y se aseguraban de no acercarse a ellos para ahorrarse peleas innecesarias.

—Estaba pensando... —comentó Shruikan al cabo de un rato. Ulquiorra la miró, prestándole atención —, que quizás debería ir a Sin City a ver a Naoya.

El otro parpadeó y fue como si un par de faros se apagaran y se volvieran a encender.

 —¿Por qué? —preguntó —. Pensaba que no te gustaba tener tratos con él.

—Y no me gusta —suspiró ella —, pero... él juega al mismo juego que el GM. Sabe como funciona y como se estructura este mundo. Quizás pueda decirnos algo más sobre lo que sucedió hoy, a parte de que apareció un monstruo gigante a masacrar una ciudad. Además...

Hizo una breve pausa. Shruikan no se fiaba de Naoya; no lo había hecho cuando se conocieron y lo hacía menos aún cuanto más descubría de él. Se encontraba en el borde de lo criminal, y no parecía ser alguien con alguna clase de escrúpulos, pero lo que acababa de decir era innegable. El Summoner poseía un conocimiento y unos métodos que al resto se les escapaban.

Cuando volvió a hablar, lo hizo un poco más despacio.

—Él puede hacer trampas. Quizás pueda darme una forma rápida de hacerme más fuerte.

—Vendrá con un precio —respondió Ulquiorra, quizá como una advertencia o como una simple descripción de los hechos. Nada era seguro con él —. Puede que pierdas la vida buscando ese poder que podrías obtener de forma más fácil.

—Y también podría morirme hoy o mañana porque así le ha salido al GM de los huevos —replicó ella con amargura —. No estamos a salvo en ninguna parte. Si he de morir prefiero hacerlo como yo decida: volviéndome más fuerte. Sea de la forma que sea.

Ulquiorra se la quedó mirando unos segundos pensativo.

—En muchas ocasiones, he pensado en lo que para la gente significaban Dios, o el Diablo —fue lo que dijo. Ella le miró con desconcierto por ese giro en la conversación —. Son elementos opuestos, y uno de ellos se encarga de atraer a la gente hacia eso que llaman mal. Muchas historias hablan de pactos con el Diablo, de poder y habilidad a cambio del alma de uno. La gente sabe que no debe, pero siguen aceptando el trato porque sus deseos pueden más que su razón.

Shruikan entrecerró los ojos ligeramente, creyendo entender a dónde quería llegar a parar.

—¿Me estás diciendo que Naoya es como el diablo?

—Todo viene con un precio —repitió él, sin que el tono en su voz variara —. Dices que harías cualquier cosa para hacerte más fuerte. Me pregunto si es verdad. Cuando Naoya te pida torturar a algunos, cuando te pida asesinar a otros, ¿serás capaz de hacelo?

La Samurai frunció el ceño.

—¿Él me lo pediría? —preguntó, con cautela.
—Sí —respondió Ulquiorra con una rapidez certera —. Sin duda.

Shruikan sintió como algo se le hundía en el estómago y apretó los dientes. Por unos momentos sólo se concentró en la forma en la que sus botas se hundían en la arena, negándose a pensar en las implicaciones de lo que le decía.

—¿A ti te lo ha ordenado alguna vez?
—...Sí.
—¿Y nunca se te ha ocurrido negarte?

—¿Por qué iba a hacerlo? —respondió con naturalidad —. No significa nada para mí. Quien vive o quien muere, quien es bueno o quien es malo. Todo eso es irrelevante.
—¿Entonces qué es lo relevante?
—Obedecer.

Ella tomó aire y dio un largo suspiro, armándose de paciencia.

—A veces no entiendo como funciona tu cabeza. ¿Eres un robot o algo?

El otro no contestó.

No le gustaba pensar que Ulquiorra era capaz de matar a alguien sólo porque Naoya se lo ordenara, señalando a alguien con el dedo y diciendo “ese”. Sabía que el Biochemist era bien capaz de hacerlo, claro, y no sabía si llamarlo fanatismo, sumisión, u otra cosa. El propio Ulquiorra no parecía muy molesto cuando se metían con el otro, y quizás era verdad cuando decía que no le importaba.

Pero entonces su comportamiento no tenía ninguna clase de sentido.

Empezó a sospechar que había algo más entre esos dos que Ulquiorra no les contaba. Y a juzgar por el carácter de Naoya, bien podía ser algo siniestro.

—Tenéis cosas en común.

Shruikan volvió la cabeza hacia él cuando el Biochemist habló otra vez.

—¿Quién?
—Tú y Naoya.
—¿Qué? ¡No! —se indignó ella, haciendo una mueca.

La cara de Ulquiorra no mostraba si lo decía en serio o se trataba de una broma.

—Los dos sois tercos. Un poco irracionales. Tenéis una forma personal de ver las cosas, lo que os hace estar en conflicto con otra gente. Pero él haría cosas que no dice, mientras que tú dices cosas que no harías.
—¿Eso es un cumplido?
—No pretendía serlo. Sólo estoy describiendo los hechos.

La Samurai torció el morro, pero decidió no tratar de buscarle segundas intenciones a sus palabras. Ulquiorra era relativamente simple en ese aspecto. Y justamente entonces, el Biochemist se detuvo de forma abrupta y movió la cabeza.

—Hay alguien ahí.

Shruikan siguió el recorrido de sus ojos. No muy lejos, a unos diez metros, sobre una roca alta, había un chico que les miraba. Siendo de noche era difícil adivinar sus rasgos, aún más por el hecho de que llevaba una especie de capa que le cubría la mayor parte del cuerpo.




—Ey. ¿Tenéis prisa?

Ella miró a su compañero. Ulquiorra no sacaba los ojos del chico, como un gato observando.

—Puede. ¿Por qué? —respondió la Samurai, con desconfianza.

El desconocido saltó de la roca y se les acercó. Entonces pudo comprobar varias cosas. Primera, lo que le había parecido una capa, en realidad era un viejo poncho descolorido, aunque estaba decorado con pequeñas filigranas en el cuello ancho. Segunda, tenía una cicatriz horrible en la cara que le cruzaba el ojo izquierdo, ciego. Tercera, ese chico era una mascota.

Lo ponía bien claro encima de su cabeza si Shruikan se tomaba la molestia de buscarlo. Isaak, mascota de Dragonlord. Se quedó mirándolo como una estúpida sin entender nada.

—Necesitaría vuestra ayuda —les dijo.

Ulquiorra habló antes de que ella lograra recuperarse de la sorpresa.

—¿Qué eres tú? —preguntó, con un ínfimo toque de sequedad. Shruikan sólo le había visto hablar así cuando se habían encontrado a aquel par no hacía tanto en un encargo de Naoya.

A pesar de lo ofensiva que podía resultar esa pregunta, el tal Isaak ni se inmutó.

—Es una larga historia, muy aburrida —respondió simplemente —. Mi compañero se ha quedado atrapado en una dungeon porque es un idiota y le dije que no fuera y fue igualmente. Se quedó atascado con un boss y necesito ayuda para sacarle de allí.

—¿No puedes ir tú mismo? —le preguntó Shruikan con cautela, sin fiarse de él.

¿Era una mascota que hablaba como una persona consciente? ¿Era una persona consciente que actuaba como una mascota? ¿Qué clase de brujería maléfica era aquella? Nunca había visto nada semejante.

—Me dieron órdenes que debo cumplir —explicó el otro. Empezaba a sonar como Ulquiorra y de hecho era sólo un poco más expresivo que él. Sólo un poco —. Se supone que no debo moverme de la zona entrada de la dungeon. Estoy en modo pasivo.

—¿Y qué haces aquí entonces?
—“Zona de entrada” es un concepto muy amplio. ¿Me ayudaréis o no?

Shruikan miró a Ulquiorra. El otro le devolvió la mirada de reojo. La sinergía no era tanta como con Fenris o Sheba, pero la Samurai supuso que tendría que conformarse con ese gesto.

—¿Sabes? Normalmente te pediría algo a cambio, pero hoy he tenido un mal día. —La Samurai puso los brazos en jarras —. ¿Dónde queda esa dungeon?

El chico señaló por encima del hombro con el pulgar.

—Por ahí, detrás de las rocas —y se giró para empezar a guiar el camino.

—No creo que sea buena idea —le dijo Ulquiorra, acercándose a ella —. La única dungeon que hay en esta zona son las Cavernas, y no será fácil si hay que hacerla toda. No estamos en las mejores condiciones. Sólo somos dos y tenemos pocos items de curación.

—Tómalo como un reto, amigo —respondió ella.

El Biochemist tenía razón, debía admitirlo. Ponerse a hacer una dungeon después de la locura de Rabanastre no parecía la mejor de las opciones, pero estaba irritada, frustrada y si conseguía matar algo para sacarse todo eso de encima estaría bien.

—Eso no tiene el menor sentido —protestó él, pero la siguió de todas formas.

El desconocido no les engañaba cuando decía que la entrada de la dungeon estaba allí mismo. Una cueva entre las rocas que se hundía en la tierra, perdiéndose en la profunda oscuridad.

—Lamentablemente, no puedo acompañaros. Comandos y tal. Pero puedo pedirle al milord que os ponga en la party y con suerte me hará caso. Espero que le encontréis y le deis una colleja de mi parte.

Shruikan le miró de forma inquisitiva.

—Espero por tu bien, que esto no sea ninguna trola, o cuando salga me quedaré con tu cabeza.

El chico sólo parpadeó de una forma que a ella le resultó muy familiar. Puso los ojos en blanco y se internó en la dungeon, seguida de un no muy convencido Ulquiorra.
« Last Edit: February 27, 2017, 05:05:30 AM by Shruikan »
"Who would understand you after I die? Who else would march forward by your side?"

"when I think that you will live on all alone henceforth, I can’t help but shed tears…"


Shruikan

Re: neverland 2.2: you can (not) fight
« Reply #32: February 27, 2017, 05:08:08 AM »
Capítulo 40: [Fnr] Malas compañías (reprise)




Fenris no pensaba en nada mientras sus pasos le llevaban a alejarse lenta, pero progresivamente de todo, demasiado sulfurado y envenenado por la rabia. Arrancaba crujidos suaves de la arena con cada paso y ésta parecía querer entorpecerle, haciendo que sus pies se sintieran más pesados de lo normal.

Su vista estaba fija en el horizonte aunque sin mirar a ningún punto en concreto, con una mueca airada en el rostro que no conseguía desvanecerse.

La furia seguía incrustada dentro de él, la notaba ardiente con cala latido. Enmascaraba todas las demás emociones que él se empecinaba en ignorar: la impotencia, la decepción, el dolor...

Era más fácil dejarse llevar que admitir que no sabía lidiar con todo aquello. Nunca se le había dado bien sobrellevar la carga emocional de las cosas, algo que le llevaba a su característica irritabilidad. Él mismo no era del todo consciente de ello, aunque le frustraba sobremanera sentirse así, tan incapaz de controlarse.

Maldita fuera Shruikan por provocarle. Nada de aquello habría pasado si no fuera por ella y su impulsividad.

Caminó y caminó sin rumbo fijo, como si buscara distanciarse tanto de ella como de sus emociones, hasta que ya no pudo avanzar más. Frente a él, surgía un bajo muro de rocas irregulares y rojizas por encima de la arena y, más allá, un abrupto acantilado, muy recto. 

No se aventuró a llegar hasta el borde. Desde allí tenía suficiente para ver que la caída era larga, vertical, y probablemente muy dolorosa.

Echó la vista hacia atrás. Descubrió que en algún momento había empezado a girar y se había acercado de nuevo a Rabanastre (una silueta humeante no muy lejos), haciendo un semicírculo sin darse cuenta. Maldijo por lo bajo, y, sin ánimos de rehacer el camino, se sentó en una roca cercana.

Desde allí observó el terreno más allá del acantilado, sólo rocas y más arena, en una nueva porción de desierto que se extendía sin límite, más allá del horizonte. La parte más alejada todavía estaba teñida de un suave color rosado, producto del crepúsculo, aunque en el cielo ya habían empezado a aparecer brillantes y numerosas estrellas. Iluminaban la oscuridad como un tapiz brillante, y era hermoso y parecía tan real que le daba rabia.

Recordó que Rabanastre era una de las ciudades más limítrofes de Neverland. Fenris se preguntó qué encontraría si seguía caminando y se atrevía a ir más allá de aquel horizonte. ¿Encontraría algo antes de llegar al borde del mundo? ¿Y una vez allí, qué habría?

Estaba convencido de que desde el encierro alguno habría ido hasta los límites del mundo con la esperanza de encontrar una salida o una forma de escapar de esa jaula virtual. Él nunca había llegado tan lejos, pero dudaba que hubiera algo más que un vacío decepcionante.

Entonces escuchó un sonido a sus espaldas, a lo lejos. Se giró, esperando encontrar un monstruo deambulando entre las dunas, pero lo único que vio fue una nube de polvo. Una estela de arena que se extendía paralela a él y que poco a poco viraba en su dirección, acercándose.

Cuando el sonido se hizo más claro gracias a la cercanía, se dio cuenta de que no se trataba del gruñido de una bestia, si no del ronroneo metálico de un motor.

“Un barco de arena”, pensó. La silueta de la nave se hizo visible poco después. No era demasiado grande, probablemente una balandra de un solo palo, con la vela solar extendida para recoger la escasa luz que pudiera.

Fenris siguió su recorrido con atención. Al principio parecía que la nave fuera a ir directa en su dirección, pero en cierto momento viró y empezó a desviarse a la derecha, alejándose de nuevo. Sin embargo, poco a poco fue ralentizando su velocidad hasta detenerse antes de que desapareciese de su vista.

Desde la distancia pudo ver como bajaban tres personas de la nave. A penas podía distinguir nada de ellas, siendo siluetas borrosas y nombres que no eran más que líneas azules a lo lejos. Sin embargo, una de ellas, la que parecía más pequeña, llevaba algún tipo de armadura que resplandecía, blanca, como una estrella más.

Hablaron por unos momentos antes de separarse en distintas direcciones.  Por su forma de moverse, lenta y cauta, parecía que estuvieran buscando algo.

Él pronto perdió interés en ellos y volvió la vista al frente, decidido a ignorarles y seguir royendo su melancolía en soledad. Sin embargo, y como iba siendo habitual, sus planes no salieron como quería y escuchó como alguien le llamaba.

—¡Eh, tú!
 
No fue hasta que le gritó una segunda vez que Fenris volteó la cabeza lentamente. El tipo de la armadura blanca le había visto y se acercaba a él por alguna razón. No tenía ningunas ganas de hablar con él ni con nadie, y el descontento apareció en su cara, aunque el otro todavía estaba demasiado lejos para verlo.

Por su atuendo era evidente que se trataba de un Paladín y, de hecho, Fenris podía decir que si no hiciera sólo metro y medio, sería el Paladín más Paladín que había visto. Todo él desprendía una especie de aura luminosa y angelical, y la seguridad con la que se movía le daba la impresión de alguien firme y robusto. Incluso se llamaba Godhand, ¿podía haber un nick más tópico?.

Cuando estuvo suficientemente cerca, pudo distinguir sus rasgos andróginos. El pelo platinado y lacio le enmarcaba la cara, torcida con una levísima mueca de preocupación. Sin embargo, los ojos rojos fueron una mala señal.

“¿Otra vez?”, no pudo evitar decirse. Demasiados malos encuentros ya con tipos de pelo plateado y ojos rojos.




—Es peligroso estar aquí fuera —dijo el tal Godhand, con una voz suave y firme a la vez, tan angelical como habría podido esperar —. Una hueste de monstruos ha atacado Rabanastre y han destrozado las murallas. Después de que el boss muriera la mayoría de ellos han huido al desierto, y no son bestias contra las que pueda enfrentarse un jugador solo. Deberías venir con nosotros a la ciudad a buscar refugio.

Fenris le dirigió una mirada de desdén mal disimulado que, por la forma en la que frunció levemente las cejas, no le pasó desapercibido al otro.

Paladines. Ellos y su estúpida convicción de proteger y salvar a todo el mundo.

—Sé lo que ha pasado. Yo estaba —dijo él, lentamente —. Pero prefiero quedarme aquí y que se me coman las hienas antes de volver a Rabanastre.

Volver le obligaría a contemplar la destrucción. A revivir su impotencia y tragarse su debilidad. No tenía ningunas ganas de pasar por aquello en ese momento.

—Mmm... —Los ojos del otro se habían ido estrechando hasta formar una expresión suspicaz. De pronto no parecía tan amigable, aunque a Fenris no le importó. Que terminaran con aquello rápido y se fuera de una vez —. ¿Estás seguro de que comprendes la gravedad de la situación? Podrías morir estando solo.

Su tono paternalista, como alguien que le estuviera explicando algo pacientemente a un niño tonto, le irritó.

—Conozco muy bien la situación —replicó, seco y cortante —. No quiero tu ayuda ni la de tus compañeros. Lárgate.

Esperaba que con eso el Paladín captara el mensaje de una vez. Parecía que lo hacía, ya que finalmente toda expresión amigable desapareció de su rostro. Resultaba inquietante ver tanto repudio en un rostro tan perfecto. Bufó con desdén.

—Como quieras. Pero déjame decirte algo: vas a arrepentirte. —Sus ojos rojos parecieron clavarse en él como frías cuchillas —. Porque eres débil y no podrás hacer nada para defenderte. Se te comerán vivo.

Sus palabras lograron punzar su ya herido orgullo y por la forma con la que sonrió Godhand, pareció darse cuenta.

—Te lo repetiré una última vez: ven con nosotros. —Petulante, le extendió una mano, ofreciéndosela como si fuera un gesto realmente caritativo y generoso por el que debía darle las gracias —. Si te quedas aquí, morirás. Y ya sabes que ahora tenemos vidas limitadas, ¿cierto? ¿Cuántas te quedan, dos, una?

Su aparente menosprecio le enfureció. Fenris le dio un manotazo, apartando su mano. El otro se recogió los dedos contra el pecho y puso cara de indignación. Era evidente que su rechazo le ofendía como una afrenta personal.

—Métete tu caridad por donde te quepa, maldito niño engreído. No quiero nada de alguien con aires de superioridad como tú.

—Cuidado con lo que dices —Godhand se había acercado a él y levantaba la barbilla en una actitud desafiante. Viendo la dureza y la frialdad en sus facciones, aunque sus ojos brillaban de rabia, Fenris se preguntó si la preocupación y la pureza que había visto en él al principio existían realmente —. Si sigues insultándome, no tendrás que esperar a que lleguen los monstruos para morir.

—¿Ahora me amenazas? Veo que la generosidad te ha durado poco.

Si hubiese tenido la cabeza más fría, quizá Fenris se habría dado cuenta de lo que estaba haciendo. Que buscar pelea de buenas a primeras con un desconocido que te sacaba varias decenas de niveles no era buena idea, menos cuando aparentemente había venido a ayudarte. A penas llevaban cinco minutos hablando y ya parecía que fueran a echarse uno al cuello del otro.

Puede que pensara que las vidas limitadas le protegerían. Que la mayoría de gente era suficientemente consciente de su vulnerabilidad como para pensárselo dos veces antes de asesinar a otro jugador en un arrebato tonto.

Por lo desconfiado que era, solía olvidarse de que había gente sin ninguna clase de moral.

El Paladín desvió la mirada a un lado y tomó aire. Tenías las manos en la cintura y una expresión sombría en el rostro. Poco a poco, la furia fue desapareciendo de sus facciones, dejando sólo un fría rigidez. Su cabello liso ondeó levemente cuando volvió la vista hacia él, y sus ojos rojos quemaban como brasas.

—Te enseñaré en que consiste mi generosidad.

Y entonces Godhand le dio una patada con fuerza, totalmente imprevista. Fenris perdió el equilibrio y cayó de espaldas, sin suelo detrás de él que lo parase. Con horror, lo último que vio fue le rostro indiferente del Paladín mientras era arrojado irremediablemente al vacío.

Su último pensamiento racional, mezclado con el pánico mientras trataba inútilmente de parar la caída en picado, gesticulando en el aire, era que debería haberse alejado de ese tipo en cuanto le vio los ojos.

Caer por un precipicio; vaya forma más tonta de morir.
« Last Edit: February 27, 2017, 05:11:00 AM by Shruikan »
"Who would understand you after I die? Who else would march forward by your side?"

"when I think that you will live on all alone henceforth, I can’t help but shed tears…"


Shura

Re: neverland 2.2: you can (not) fight
« Reply #33: February 28, 2017, 03:52:23 PM »
#50.

Sol avanzó por la calle sin un rumbo fijo, meditando todo lo que había sucedido y pensando en cual debería ser su siguiente paso.
Reparó en un pequeño evento en la ciudad que parecía consistir en unos obstáculos, como si fuera algún tipo de gincana infantil. Pero sus ojos se detuvieron junto al muro de agua, había llegado allí sin pretenderlo e instintivamente buscando el nombre de Shura. Soltó un suspiro al no verlo, por supuesto que se alegraba de que la White Mage siguiera viva, pero un pensamiento profundo y malicioso, le llevaba a pensar que esperar a su compañera era un lastre.
Las ciudades habían demostrado no ser segura, y el resto del grupo no avanzaba gran cosa en su entrenamiento, aunque Nero insistiera en convertirse en Paladin y permanecer cerca de la ciudad para la Quest, si no buscaban enemigos más fuertes, subir de nivel les podía llevar toda la vida.

Por más vueltas que le diese, ahora que no iban a disponer de un Cleric, su actual Party se había quedado estancada y eso incluía a los Made in Heaven. No había encontrado más miembros que estuvieran conectados o activos en la alianza, por lo tanto, tendría que buscar unirse a otro grupo.
Miro una vez más al muro de agua antes de darse la vuelta.
-La culpa es tuya.
Ella había sido la primera en abandonarles, ahora tenía que seguir avanzando aunque fuera solo.

No tendría que ser especialmente difícil encontrar una nueva Guild, tenía un buen nivel, habilidades, armas y equipo. Claro que no iba a poder ser líder, pero esperaba que su experiencia y número de partidas le proporcionara ciertos privilegios.

Busco la taberna más cercana que tuviera tablón de anuncios, aunque fuera el primer paso no fue sencillo, gasto mucho tiempo revisando los anuncios, salvo las Quest que se actualizaban a diario, los mensajes buscando miembros para Guilds hace mucho que no se actualizaban y los que habían o no recibió respuesta o los usuarios que los llevaban no estaban en linea o se habían disuelto. Y luego estaban los mensajes personales, algo más actuales pero deprimentes... antes la gente buscaba contactos o amistad, ahora los mensajes podían dividirse en llamadas de socorro, cartas de despedida de usuarios que querían dejar un mensaje para quien saliera al exterior lo comunicara a la familia, llamadas a compañeros que sin duda estarían muertos... filtrar todo aquello no le estaba ayudando, comenzando a urgirle el encontrar un grupo.

Por fin, recibió una respuesta.

Se trataba de los Immortal Rain, conocía a ese grupo de los ranking, solían tener buenas posiciones en las guerras pequeñas, por eso no habían coincidido siempre con los Made in Heaven que se dedicaban a buscar las mayores recompensas. Sin embargo el líder no le sonaba, Emperor. Igualmente era lo de menos, era de esperar que se hubieran producido muchos cambios en las Guild con los actuales acontecimientos. Tomo la dirección y se preparó para tomar un Warp rumbo a Lavender Town.
Como siempre, el pueblo era deprimente, salvo que este también había organizado en las calles aquella extraña gincana, pero antes de que pudiera preguntarse que demonios estaba pasando, un tipo que por su ropa cantaba a los cuatro vientos que era Gunslinger, le toco el hombro llamando su atención.
Sostenía un cigarrillo entre los dientes que mostraban una amplia sonrisa, el cabello rubio y largo cubierto por un sombrero de vaquero a juego con los vaqueros color arena y el chaleco del mismo color, parecía sacado de un mal western, y realmente tenía que estar viviendo la fantasía americana cuando al hablar no pudo evitar un acento tejano.
-Tu tienes que ser Badguy... soy Emperor, pero puedes llamarme Hol Horse, líder de los Immortal Rain.
Le extendió la mano la cual Sol estrechó.
-Yo soy Sol.
-Te conozco, pero nunca imagine que quisieras hablar con alguien como yo, ¿malos tiempos para los Made in Heaven?
-Y para todos en general, supongo.
-Supones bien -Hol Horse suspiró riendo-. Por suerte aun nos queda la bebida, no te cortes y pasa a la sede de mi Guild.
No era una sede como tal, por lo que parecía era una taberna como cualquier otra, Sol y Hol Horse se sentaron en la barra. El Paladin miro a su alrededor, pero de la escasa gente, nadie parecía prestarles atención, aquello cada vez le desagradaba más, estaba claro que o actuaban muy bien o ahí nadie conocía al tal líder de la Guild y por supuesto, aquello no tenía nada de sede.

-¿Querías proponer algo? ¿Quizás una alianza entre nuestras Guild?
-Más bien quería un cambio de aires, en mi Guild van sin rumbo, y es algo que ya resulta agotador, necesitamos organizarnos por si vuelven los ataques estar preparados para defendernos.
A Hol Horse se le escapo una risotada.
-¡Estamos todos igual! Pero si prefieres, en mi Guild serás bien recibido, ya hemos atendido otras llamadas como la tuya. Todos pensamos lo mismo, no podemos continuar dando palos de ciego y sin rumbo -bebió el resto de su copa de un solo trago-. Necesitamos echarle pelotas a este juego. Ven, te presentaré a mi socio, se llama Thunder McQueen, un tipo curioso. Te caerá bien.
Hol Horse le guió hasta el pie de la escalera rumbo al piso de arriba. Había algo en aquel tipo que le hacía desconfiar, pero, ¿qué más podía hacer si no le quedaba más remedio que organizar de nuevo una Guild?
-¿Vienes?

Le siguió escaleras arriba. Tendría que confiar.


Kora

Re: neverland 2.2: you can (not) fight
« Reply #34: March 25, 2017, 02:04:38 PM »


053the spine

Veo la espina del mundo… brilla y deslumbra, iluminando su interior.

Su público era pequeño, y cada vez estaba menos segura de que cantaba para ellos, pero sólo tenía su voz. Lo único que podía hacer era cantar. 

En la ciudad bajo el agua la bóveda se alzaba varios metros sobre ellos en pilares de oro y el cristal de las paredes dejaba ver el mar. Ver los bancos de peces danzar entre edificios iluminados por luces de neón en todos los colores, tan sólo el fondo marino expandiéndose en el horizonte, era relajante.

Pero no podía sentirse tranquila en aquella situación. Sabía que en la superfície se acababa de librar una terrible batalla, saldada con muchas vidas. El mensaje del GM había sido aplaudido en la ciudad submarina, y sin embargo, el miedo se había hecho con ella.

No, no era miedo.

Veo la espina del mundo… sé que es mía, retorciéndose, atándose.

Era culpa.

---

El borde de su vestido se enganchó en los raíles, y supo que no había otra opción. Tiró de éste con fuerza, rasgando el borde hasta que dejarse los muslos descubiertos por un lado. En aquel juego infernal habría más oportunidades de vestir mejor, y en aquellos momentos, tenía otras prioridades.

- Lo siento, querida. Son órdenes.

Estaba segura de que había sido todo lo sigilosa que podía, pero uno de los lacayos del GM la había seguido hasta aquel punto. Alzó la cabeza, temerosa, estudiando sus alrededores. No podía hacer mucho más: ni siquiera había llegado a ser Minstrel, y en aquellos momentos no tenía un arma apropiada. Los pasos de su perseguidor resonaron en el túnel, el cual se oscureció unos segundos al pasar un enorme tiburón cerca del techo. Cuando volvió la tenue iluminación, los rasgos afilados del Samurai se marcaron en una sonrisa que hubiera sido hasta simpática en otra situación.

El hombre no hizo ningún gesto repentino, sólo se acercaba a ella con pasos lentos y firmes. Su mirada se posó sobre una de las tuberías, y presa de la desesperación, levantó el arma que llevaba. El primer golpe resonó en el túnel, y alertó al Samurai.

- ¡Para! ¿Estás loca?

Quizá éste pensaba que inundaría el túnel, pero su plan era otro. Tras un breve y agudo silbido, una nube de gas empezó a salir de la brecha en la tubería, haciendo que el Samurai retrocediera inmediatamente al contacto con un grito. Aquellos segundos fueron cruciales, y no los desaprovechó para retomar su carrera.

Cerró la escafandra justo a tiempo de que el Samurai la alcanzara. Con el corazón latiéndole contra el pecho, se asomó por la ventanilla, temerosa de que pudiera detenerla en el último instante. El Samurai intentó abrir la puerta, forcejeando con la válvula, pero ya estaba hecho. Frustrado, golpeó el cristal de la ventanilla, sobresaltándola y haciendo que saltara hacia atrás.

- Iniciando ascensión en quince segundos. Por favor, no se mueva, y sujétese a las barras de seguridad. - Le indicó una voz aguda a través de los altavoces.

Con una fuerte sacudida, la escafandra empezó a moverse, iniciando el ascenso que la llevaría fuera de la ciudad submarina. Lo había conseguido. Se aferró al arma que llevaba, repitiéndose que estaba haciendo lo correcto, que podría ayudar--

>Vaya chica tan mala…

La voz del GM la sobresaltó. Alzó la cabeza, y aunque podía escuchar que el sonido venía de los altavoces en la escafandra, sentía aquella voz resonar en su propia cabeza. El GM se estaba comunicando con ella directamente, y el terror la inundó.

Iba a morir allí mismo.

>¿Crees que voy a dejar que te escapes como si nada? Oh, tienes una voz preciosa, pero no puedo dejar que te vayas de rositas de ésta.

- Ascensión en marcha. - El sistema de seguridad habló con su voz robótica, imperturbable si no casi alegre. - Por favor, asegúrese de estar bien sujeto a las barras de seguridad.
- ¡Esto es un error! ¡La gente está muriendo! - Gritó entre las sacudidas, aferrándose con una mano a las barras de seguridad.. - ¡Tienes que parar!

>Un castigo justo... Oh, se me ha ocurrido algo perfecto.

- ¡Por favor! ¡Escúchame--!

Un dolor repentino atravesó su cráneo, tan fuerte que parecía que iba a partírselo en dos. La risa del GM fue lo último que escuchó antes de desmayarse.


Shruikan

Re: neverland 2.2: you can (not) fight
« Reply #35: March 31, 2017, 03:51:53 PM »
Siempre a última hora. :v Más Paladines. Avatares luego.



Capítulo 41: [Shb] El silencio tras la tormenta


Cuando Sheba volvió en sí, lo hizo con tal nudo en el estómago que la dejó tosiendo, con una presión invisible que le atenazaba los pulmones. Tumbada en el suelo, se encogió sobre sí misma y se llevó una mano al pecho.

Su mente aún trataba de comprender qué había sucedido.

Recordaba el miedo, la sensación de estar huyendo de algo y como ese algo se manifestaba en la forma de una enorme bestia de colmillos colosales. Recordaba los edificios desmoronándose por todas partes. El frío lacerante. Una presión insoportables y un calor que estallaba de dentro hacia fuera.

Se estremeció violentamente y se cubrió la boca con una mano, tratando de contener las náuseas y los sollozos.

Había muerto.

No tenía ninguna duda de que lo había hecho, lo recordaba con espantosa claridad. El horror de lo sucedido era una trampa que atrapaba su mente y no la dejaba escapar, haciendo que lo reviviera una y otra vez. El miedo, la sensación de ser apresad y aplastada, la muerte. Era demasiado.

Si esos recuerdos eran otra forma del GM de atormentar a los jugadores, sin duda lo estaba consiguiendo.

No supo cuanto tiempo se quedó allí, ovillada en el suelo, sollozando. A ratos era vagamente consciente del jaleo que había a su alrededor. Gente gritando y estruendo en la lejanía; sonidos demasiado familiares y que sólo le hacían más difícil la tarea de escapar del terror.

Se encerró en sí misma miserablemente, buscando refugio de un temor del que no podía esconderse, durante lo que parecieron horas. Hasta que el ruido cesó. Sólo entonces recuperó las fuerzas poco a poco y se atrevió a mirar a su alrededor con aprensión.

Tardó en reconocer el lugar como la catedral de Prorencia. El sitio había conocido tiempos mejores: lo que antes había sido una base para los White Mage y un centro de respawn para los jugadores, ahora estaba medio en ruinas.

Los tapices se habían desprendido de las paredes y los muros y el techo estaban agrietados. Algunas tejas habían caído hacia el interior y se encontraban desperdigadas por encima de los mosaicos del suelo. La oscuridad se había apoderado del refugio de la luz y todas las velas se habían apagado.

Miraculosamente, la sala en la que se encontraba Sheba estaba casi intacta. Se puso de pie con las piernas temblorosas. No había NPC visibles por ninguna parte, aunque sí algunos otros jugadores de nivel bajo, asustados y temblando en un rincón tal y como había estado haciendo ella.

Se le encogió el corazón y tragó saliva de forma pesada. Hizo ademán de acercarse a un pobre White Mage que se cubría la cabeza con terror, pero al final no lo hizo. Se alejó de él como si temiera que su miedo pudiera contagiarla, regresando a ella y paralizándola de nuevo.

Notó una súbita sensación de claustrofobia y se encaminó hacia la salida. Seguía las paredes para no perder el camino ni las fuerzas; las piernas aún le fallaban.

A fuera, era noche cerrada. Las calles, normalmente iluminadas, estaban ahora a oscuras y las pocas luces que quedaban, parpadeaban de forma irregular. En todas partes se veía la huella del caos: edificios destrozados, jugadores heridos a su alrededor que parecían buscar algo que hubieran perdido.

Era una visión que le resultaba tan familiar a Sheba como estremecedora, y tuvo que contener su impulso de regresar al interior de la catedral para ocultarse de todo aquello. Se mantuvo firme, observando.

A cierta distancia, había una Paladín dando órdenes y direcciones a voz en grito. Los jugadores la rodeaban com moscas atraídas a la miel, incluso de forma opresiva, pero eso no parecía amedrentarla y su voz se alzaba firme.

Sheba, como una más, se acercó a ella.

—¡Los que estéis heridos dirigíos a la plaza mayor! ¡Los White Mage están reunidos allí sanando a los que pueden! ¡Necesitan Alchemists, Bards o Dancers de apoyo! —decía, señalando hacia el final de la calle antes de girarse en la otra dirección —. ¡Aún hay monstruos concentrados en la zona sur, así que los que podáis luchar, dirigíos allí!

Había otros repitiendo sus órdenes y la gente se organizaba a su alrededor. Cuando vio que los jugadores se iban alejando y la Paladín quedaba un poco más libre, Sheba fue en su búsqueda.

—Disculpa —la llamó.

La Paladín, de nick Seeker, se dio la vuelta para encararla. Su expresión era severa y decidida al mismo tiempos, mirándola con ojos penetrantes y amarillentos. Tenía un corte muy feo en la mejilla izquierda, pero si le dolía, su rostro no lo mostraba.

—¿Qué ha sucedido aquí?

—¿Estás de broma? —fue lo primero que le dijo la otra, brusca en su incredulidad —. ¿Has estado metida en un agujero durante todo el ataque o qué?

—No, yo... —balbuceó Sheba al principio, tratando de encontrar las palabras entre la niebla que todavía entorpecía su mente —. Estaba en otra ciudad. Morí, e hice respawn aquí.

Había configurado Prorencia como su ciudad de respawn la última vez que estuvieron allí, después del encontronazo con GreedyFox en Columbia. No se había acordado de cambiarlo. Parecía que hubiese sido hacía una eternidad, y no sólo diez días atrás.

—Oh. —La otra entrecerró ligeramente los ojos en un gesto pensativo —. Hemos estado incomunicados. Los teleports no funcionaban cuando el monstruo gigante a empezado a atacar la ciudad. Supongo que el que empiece a llegar gente de otras ciudades es una buena señal, aunque sea  en circunstancias... desafortunadas.

—Sí. Yo estaba en Rabanastre y ha sucedido exactamente lo mismo. La gente quería huir a otras ciudades y no podía.
—¿No somos los únicos que han sido atacados, entonces?

Sheba prosiguió a explicarle de forma resumida el ataque del Jhen Mohran a la ciudad del desierto. En cierto momento del relato, la Paladín buscó la empuñadura de su espada en un gesto nervioso que le recordó a Shruikan.

Cuando terminó, la otra dijo:
—No es inesperado, aunque eso sólo hace la situación mucho peor. —Suspiró —. Te diré lo mismo que al resto: si puedes pelear, ayúdanos a deshacernos de los monstruos que quedan. Si no, apoya en lo que puedas al resto.

Hizo ademán de girarse. Otra gente parecía volver a reclamar su atención, perdida y en busca de alguien que los guiase. Esa Paladín parecía encajar en ese rol a la perfección, y a Sheba le dio un poco de envidia la fuerza de carácter que demostraba.

Sin embargo, alguien llegó antes que todos los demás, llamándola por su nombre.

—¡Cassandra!

Una Red Mage de cabello oscuro, con una capa y un sombrero de ala ancha rojos, e acercó a ella a pasos largos. Llevaba el florete en la mano, todavía manchada de la sangre de algún monstruo desconocido.

—Hemos limpiado el distrito comercial. Puede que queden algunos cerca de las puertas de la ciudad, pero creo que por ahora por fin hemos conseguido que sea segura.

Seeker, se mostró claramente aliviada con la noticia.

—Fantástico. Eso nos da más margen de acción. Eso nos hará más fáciles las cosas a para volver a poner orden.

La Red Mage asintió con energía antes de que su atención se volviera hacia Sheba. La Black Mage, por su parte, se la había quedado mirando con el ceño ligeramente fruncido.

Le resultaba muy familiar, pero no podía terminar de recordar dónde la había visto. Por la forma en la que la otra también se la quedaba mirando ahora, el sentimiento era mutuo.

—¿Nos conocemos? —terminó preguntando la Red Mage. La Paladín pasó la vista de ella a Sheba con una mezcla de curiosidad y cautela.

Fue el releer su nick un par de veces y la forma en la que el rojo de su ropa contrastaba con su piel oscura, lo que finalmente terminó por hacer que la Black Mage recordara.

—Tú eres la Red Mage que se encontró con Fenris en el desierto.


La otra hizo una mueca por unos segundos hasta que sus facciones se iluminaron.

—¡Fenris! —por la forma en la que repitió su nombre, parecía que se había olvidado completamente de él hasta ahora —. Ese Knight. Cierto, tú eras una de sus compañeras. ¿Cómo está, sigue vivo?

Era una pregunta directa, aunque no del todo inapropiada dadas las circunstancias. Sheba bajó ligeramente la mirada.

—No lo sé —respondió, con gravedad. Por lo que ella sabía, era bien probable que sus otros compañeros hubieran corrido su misma suerte.

La Red Mage, Astaroth, se la quedó mirando por unos momentos con cara de circunstancias. Luego se acercó a ella y le puso la mano en el hombro con gesto firme.

—Haya pasado lo que haya pasado, ahora no estás sola —le dijo. Parecía sincera en sus palabras, e hizo que se sintiera un poco mejor —. Ven. Ahora que la ciudad es segura, quizá podamos hablar. Sólo es cuestión de tiempo hasta que por fin recuperemos la tranquilidad. Al menos de momento.
« Last Edit: September 30, 2018, 06:25:22 AM by Shruikan »
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Shruikan

Re: neverland 2.2: you can (not) fight
« Reply #36: April 29, 2017, 06:48:40 PM »
Yyyy, un capítulo más en el que intento sacar un personaje y no sale porque me enrollo como las persianas. :'D Kanon sólo pudo decir una frase, pero bueno, AHÍ ESTÁ

El boss que aparece es Gigginox, una hermosura.



Capítulo 42: [Shr & Ulq] Echoes in the dark




Al principio, cuando se introdujeron en la mazmorra, le extrañó el profundo silencio que había. Normalmente en esa clase de zonas siempre solía haber alguna clase de música ambiental, pero no se oía más que el silbido del viento.

Y estaba muy oscuro.

La escasa luz de la noche llegaba a iluminar el interior de la cueva durante unos metros. Dejaba apreciar un suelo de arena que poco a poco se convertía en roca y en el que a penas crecían pequeños matojos de plantas resecas. Más allá, todo eran tinieblas.

Sin pensárselo dos veces, Shruikan siguió avanzando, seguida de cerca por Ulquiorra. El túnel que se extendía frente a ellos era ancho y relativamente bajo, pero más adelante se estrechaba y el techo crecía en altura. La oscuridad también se hacía cada vez más intensa, aunque un poco más adelante empezaban a crecer setas y cristales luminosos que le daban al ambiente una luz tenue, difusa y azulada.

—No es buena idea.

La voz de Ulquiorra la sobresaltó a sus espaldas. Shruikan giró la cabeza por encima del hombro para mirarle. Sus ojos verdes brillaban con intensidad entre la penumbra.

—Ya lo sé —respondió ella de mala gana, volviendo la cabeza al frente.

No había suficiente con eso para apaciguar las inquietudes del otro.

—¿Entonces por qué...?

—Porque me apetece —le cortó ella —. No quiero salir y pensar en lo que debería hacer ahora.

Estaba demasiado cansada para ello. Demasiado dolida y demasiado alterada para hacer otra cosa que no fuera pelear. Quizá tenían razón cuando decían que sólo se dedicaba a evadir responsabilidades.

Pensar en eso la irritó, y aceleró el ritmo de sus pasos.

—Hay más de un sesenta por ciento de probabilidades de que mueras aquí —insistió el otro, a lo cual ella resopló con hastío.

—Pues no me acompañes.

—Entonces las probabilidades sólo aumentarían.

Sin pretenderlo, eso le arrancó una sonrisa a su compañera.

—Empiezas a sonar como Fenris —dijo, aunque el recuerdo de su amigo le dejó un sabor amargo —. ¿Estás preocupado, acaso? No es propio de ti.

Lo preguntó más que nada para ver como reaccionaba. Ulquiorra por lo general era impenetrable, pero de vez en cuando dejaba pequeñas oberturas al descubierto. Esta vez, su respuesta fue el silencio.

—No es eso —terminó diciendo al cabo de un rato, pero sonó débil para ser él.

Siguieron avanzando, sin decir nada durante un buen rato. Cuanto más avanzaban, más frío y húmedo se volvía el lugar, e incluso llegaron a cruzarse con un pequeño riachuelo subterráneo. Pequeñas luciérnagas pálidas sobrevolaban su superficie, y por debajo había extrañas criaturas, peces blancos y ciegos, que saltaban para engullirlas.

Fenris no había descrito nada así cuando había ido a parar a ese lugar, pero lo cierto es que tampoco había dado demasiados detalles de ese periplo suyo. El lugar era mucho más claustrofóbico de lo que Shruikan se había imaginado, con sus túneles estrechos y su oscuridad.

Sólo se oñian sus pisadas y el revolotear constante de Murciélago. A veces, a lo lejos, les llegaba la rumor del arroyo, o el salpicar de gotas que caían desde el techo. A veces, el viento silbaba entre los túneles de roca y arena, creando una sensación opresiva y ominosa.

—Lo que yo no sé es donde vamos a encontrar al tipo este —comentó Shruikan al cabo de un rato, dándose cuenta de ese pequeño pero importante detalle que habían pasado por alto.

—El lugar está limpio de monstruos. Posiblemente ha pasado antes por aquí. Si seguimos el rastro es probable que le encontremos.

Ulquiorra tenía razón; desde que habían entrado no se habían encontrado ni un sólo monstruo. En principio el jugador estaba avisado de que iban a buscarle (si es que el tipo raro de la entrada no les había mentido), pero de momento no había dado señales de vida ni hecho cualquier intento de comunicarse con ellos.

—Me sorprende que estemos siquiera en la misma instancia.

—El juego equilibra las mazmorras de este modo. Me atrevería a decir que él y nosotros somos los únicos que estamos dentro de las Grutas, y dado que nuestra party está fuera de la dungeon, es normal que nos emparejen en la misma instancia.

—Mmm...

Sonaba lógico. Ella no terminaba de entender esa clase de funcionamientos, pero Ulquiorra siempre había parecido tener un amplio conocimiento de la parte más técnica de Neverland (incluso sabía el porcentaje de dropeo de la mayoría de objetos del juego, lo cual era tan raro y perturbador como útil).

Justo entonces se escuchó un chirrido agudo, estridente y lejano. Hacía eco entre las paredes, provocando que se alargara de forma antinatural, y a Shruikan le provocó un escalofrío.

Tanto la Samurai como el Biochemist se quedaron quietos cuando lo oyeron. Permanecieron así incluso cuando ya hacía varios segundos que el silencio había vuelto. Sin embargo, la sensación opresiva y tensa que dejaba, no había desaparecido.

—Creo que ya tenemos una pista de dónde seguir buscando —comentó ella, casi en un susurro.

El grito la había puesto en tensión. Por una vez, le estaba haciendo caso a su prudencia para que actuara con cautela.

Siguieron adelante, en la dirección de la que creían que provenía el chirrido, más despacio y más alerta. El sonido se repitió varias veces. En ocasiones parecía estar más cerca o más lejos, y había ratos en los que se oía un chillido detrás del otro mientras que en otros se intercalaban con varios minutos de silencio.

Era como seguir un rastro de centellas. Cada una de ellas les acercaba más a su objetivo, pero también les encaminaba irremediablemente al peligro.

Las Grutas cambiaban de forma a medida que se adentraban más en ellas. En cierto momento dejaron las estrechas galerías en las que sólo podía avanzar una persona a la vez atrás, y se internaron en una zona nueva. Las paredes se ensancharon y el techo se alzó, abriéndose en una gran cámara, cuyas dimensiones no se podían apreciar. Había grandes columnas de piedra repartidas por el lugar, tan anchas que harían falta más de cinco personas para rodear una.

Shruikan agradeció el cambio. En los túneles, si te topabas con un enemigo, no te quedaba más remedio que enfrentarlo de frente, y agradeció que la zona hubiese estado limpia. En ese nuevo lugar parecía haber suficiente espacio para maniobrar. Había luz, también, proveniente de arriba, aunque su fuente era incierta. Parecía como si fuera luz de luna filtrándose desde el exterior.

Avanzaron siguiendo la pared para no perderse. Sin embargo, la calma les duró poco, ya que fue poco después que empezaron a encontrarse los primeros monstruos.

Había pequeños topillos y dragones feuchos, pálidos, ciegos y sin alas con los que era fácil lidiar si no llegaban en grandes cantidades. Había también gusanos enormes, un poco más difíciles de derrotar, aunque Shruikan sabía que no eran el mayor peligro que había en ese lugar ni mucho menos.

—Malditas alimañas —se quejó, ensartando a uno de los pequeños dragones con la katana —. No me apetece pelearme con vosotros, maldita sea.

—¿No has dicho justo lo contrario al entrar? —comentó Ulquiorra como quien no quiere la cosa, aplastándole la cabeza a otro con una vara.

Su tono era casi condescendiente, y la otra le miró con desaprobación.

—Sí, bueno, pero no es con los pequeños contra los que quiero pelearme. Quiero un reto.

Una oportunidad de poner su vida en juego.

Un nuevo chillido se escuchó, mucho más cercano esta vez, junto con un sonido metálico desagradable. Se pusieron a cubierto tras una columna y vieron como por uno de los túneles aparecía una criatura malherida. Mitad insecto mitad máquina, el monstruo se mantenía inestable sobre unas patas de acero, afiladas como cuchillas, dejando un rastro de sangre verdosa tras de sí.

—Debe ser uno de los laceradores de los que habló Fenris —comentó la Samurai en voz baja —. ¿Crees que el tipo que buscamos lo dejó así?

Un tanto sorprendente, teniendo en cuenta que se suponía que esos monstruos no eran fáciles de matar.

—Es probable. Aunque algunas de sus heridas no parecen hechas por armas. Lo que le está matando es veneno.

Podían verlo si se fijaban bien a través de la oscuridad. La vida del monstruo se reducía rápidamente. Al final la bestia cayó al suelo con un chillido lastimero y ya no fue capaz de volver a levantarse. Era como ver a un escarabajo del revés.

Se atrevieron a acercarse para contemplar los últimos segundos de la criatura agonizante. Se removió, se estremeció, agitó sus peligrosas patas y finalmente sus ojillos malévolos se apagaron.

—Creía que estos bichos ya eran muy venenosos de por sí —comentó la Samurai, inclinándose un poco para verlo mejor, aunque no demasiado. El bichejo era grotesco—. ¿Qué ha podido envenenarlo?

—Es posible conseguirlo con una magia o arma de elemento veneno de suficiente nivel. También hay una criatura más venenosa en la dungeon.

Shruikan giró la cabeza lentamente en su dirección, con los labios apretados.

—Puede que me arrepienta de preguntarlo pero, ¿qué criatura es ésa?

—El boss final. Gigginox.

—Claro. Por supuesto. No podía ser de otra manera. Y supongo que ahí es donde vamos a terminar, ¿no? Frente a la bestia, como siempre.

Suspiró, aunque notó un chisporroteo de nerviosismo en la punta de los dedos.

—Si la criatura aún estaba viva, no debe hacer mucho que la han herido. Nuestro objetivo no debe estar muy lejos. Sigamos.

Y eso hicieron. Siguieron el rastro de sangre que había dejado el lacerador a través del túnel y luego hacia una cámara idéntica a la anterior, incluso más grande. La única diferencia eran pequeños montículos de lo que parecía seda o alguna sustancia viscosa similar. Palpitaban y se escuchaban extraños sonidos provenientes del interior, por lo que consideraron prudente no acercarse mucho.

Fue llegar y al cabo de pocos segundos Murciélago empezó a chillar de forma suave, como una sirena. Permanecía en el hombro de Ulquiorra, moviendo las orejas de un lado a otro y mirando a su alrededor de forma inquieta.

—¿Qué le ocurre? —preguntó Shruikan cuando empezaba a ponerse nerviosa.

El rastro de sangre se detenía abruptamente, pero no había señales de otros monstruos por el lugar. Todo estaba perturbadoramente quieto y en silencio, y la Samurai temía lo que podía suceder si interrumpían esa calma.

—Mmm... —El Biochemist le acarició suavemente el pelo a su Homúnculo, pero ni eso lo calmó —. Detecta peligro. Estamos cerca.

Y justo que lo dijo, escucharon un gruñido por encima de sus cabezas.

Shruikan notó como se le hacía un nudo en la garganta. Tragó grueso y se atrevió a alzar la mirada.

Una criatura les observaba desde el techo. O al menos eso parecía, porque no tenía ojos. Se parecía a los dragones que habían encontrado hasta ahora, pálido aunque mucho más grande y extrañamente plano, como si aparte también tuviera algo de lombriz. Tenía varias heridas sobre la piel, rezumando sangre roja y espesa. Su cabeza tenía una forma extraña, grande y con una boca circular llena de dientes. El monstruo la abrió y chilló.

El mundo dio un giro para Shruikan cuando Ulquiorra la empujó, evitando que el monstruo le cayera encima. La Samurai rodó por el suelo y luego trató de desenfundar la katana, pero el monstruo la golpeó con su cola al poner una la mano en la empuñadura.

“¿Eso es una cola? Parece que tenga dos cabezas”, pensó, antes de volver a caer de morros al suelo. Se había quedado sin aire por el golpe y los ojos le lloraban cuando trató de ponerse de nuevo en pie.

Entonces algo la agarró de la nuca y estuvo a punto de chillar, pero una mano (humana), le cubrió la boca.

—¡Xxxt! ¡Cierra el pico, niña!
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Kora

Re: neverland 2.2: you can (not) fight
« Reply #37: April 30, 2017, 04:48:56 AM »
Icons otro día.

054ashore (1/?)

Fisherman’s Horizon no era una ciudad muy frecuentada. La mayoría de sus visitantes solían ser de nivel bajo, apenas ofreciendo un par de quests para jugadores de su último job. Pero después del ataque a las ciudades, muchos de quienes no tenían una guild donde refugiarse y recuperarse, habían optado por viajar a los pequeños pueblos del servidor, en los cuales el ambiente no se sentía tan tenso y paranoico.

Laguna se consideraba un tipo con suerte. Había pasado todo el día doceavo grindeando experiencia en Esther’s Plains, jugando lento pero seguro ya que estaba solo. Se había enterado de los acontecimientos por un par de mensajes de miembros de su antigua guild antes del anuncio del GM, y para cuando volvió a Fisherman’s Horizon, habían empezado a llegar jugadores buscando asilo. Hablando con algunos, ayudando a quien podía y ganándose algún favor que otro, terminó de enterarse de lo ocurrido.

Si no hubiera pagado varias noches por adelantado en la posada, quizá hubiera tenido que dormir a la intemperie, aunque le costó pegar ojo igualmente.

Al día siguiente, había decidido dar una vuelta por la costa. Todavía tendría que comprar pociones y mejoras antes de volver a salir a grindear, además de encontrar a algún Mechanic que reparara su equipo y armas, así como tampoco estaría de más si algún Cleric le buffeaba.

Terminó de recorrer el paseo marítimo, donde el puerto daba lugar a playas. El mar se extendía hasta el horizonte, tranquilo y azul cristalino en un día tranquilo, como si no hubiera ocurrido una masacre el día anterior.

- Qué desastre… - Murmuró para sí mismo. Todavía le costaba creer que aquella era su realidad.

Sus quejas terminaron pronto, al ver en la costa algo que le llamó atención. A unos metros de él, había un cuerpo varado en la playa. Aunque la parte razonable de Laguna le decía que en aquellos días, era mejor no involucrarse en otros asuntos, el resto de su mente, como siempre, ignoró aquella voz, y se acercó al trote.

Una mujer yacía en la arena, de lado, con el pelo rojo y corto pegado a la cara. Llevaba puesto un traje amarillo roto por los extremos, y estaba abrazada a lo que parecía una espada azul. Por un segundo pensó que podía ser una quest, pero al abrir su Omnitool, vio que era otra jugadora.

>Red
>Bard lvl.xx


El resto eran datos completamente normales para un jugador de su job y nivel. No había nada extraño.

- ¡Hey! ¿Estás bien? - Laguna se agachó inmediatamente para girarla sobre sí misma, sacudiendo sus hombros un poco. - Agh, sabía que tenía que haber ido a aquel cursillo de primeros auxilios… al menos estás viva. Creo.

Podía afirmar aquello ya que al menos sabía tomarle el pulso a alguien. El juego era así de realista, y vio que aunque débil, una vena latía en la muñeca de aquella mujer. “Piensa, piensa, piensa…”, murmuró para sí mismo, y en una epifanía, decidió simplemente darle una poción. Laguna virtió el líquido azul en sus labios entreabiertos, suspirando con alivio cuando a los pocos segundos, Red tosió.

- Ya, ya… - La ayudó a incorporarse, dándole unas palmaditas en la espalda.

Red abrió sus ojos azules, brillantes y enrojecidos, mirándole con sorpresa. Al abrir la boca, sin embargo, se llevó la mano a la garganta, tosiendo aún más fuerte. Su torso se sacudió al inclinarse de lado, echando un poco de agua entre sacudidas. Laguna sujetó su cuerpo para que no volviera a caer en la arena hasta que ésta pudo sostenerse con sus propios brazos.

- ¿Estás mejor?

Red abrió la boca, pero no dijo nada en unos segundos, y apartó la mirada inmediatamente. Quizá le hubiera dado vergüenza que devolviera delante de él.

- Um, no te preocupes… es normal si has tragado agua… tampoco estamos para ponernos exquisitos ahora, ¿eh?

Al hablarle, Red volvió la vista hacia él, estudiándolo con la mirada. Volvió a abrir la boca, sin emitir ningún sonido excepto un gemido quedo, y dejó caer los hombros con frustración mientras se frotaba el cuello con una mano. Finalmente, las piezas encajaron para Laguna.

- ¿...Puedes hablar?

Red negó con la cabeza.

- ¿Es un estado alterado? ¿O eres-- er, digo, tampoco puedes hablar en la vida real?

Laguna no estaba seguro de cómo se traducían las discapacidades en el juego. Estaba seguro de que en el manual ponía algo, pero claro, él podía saltarse aquel capítulo… y algunos más.

De nuevo, Red negó con la cabeza, suspirando.

- No pasa nada. - Laguna puso una mano en su hombro. - Te voy a ayudar. A ver-- ¡oh, buena idea!

Mientras Laguna hablaba, Red había alzado su muñeca, abriendo su Omnitool. Laguna aceptó su solicitud de amistad inmediatamente, y la mujer empezó a teclear un mensaje.

- A ver, ¿te ha atacado alguien? ¿un boss? ¿ibas con party? ¿qué es lo último que recuerdas? ...Vale, son muchas preguntas. Perdona.

Se rascó la nuca, algo incómodo. No quería avasallar a la pobre con un interrogatorio cuando parecía estar en tan mala situación. Red se detuvo unos segundos, frunciendo las cejas, antes de continuar escribiendo. Pronto escuchó el pitido indicándole que tenía un mensaje en la bandeja de entrada.

>Ese es el problema. No recuerdo nada.


Shura

Re: neverland 2.2: you can (not) fight
« Reply #38: April 30, 2017, 08:52:43 AM »
Esto es la paja :v



#51.

Shura había tomado una nueva determinación: debía separarse de su nuevo equipo. Retomar el propósito de su viaje, viajar y aprender por su cuenta, fortalecerse y prepararse. Aunque estuviera cómoda con su nuevo equipo, no podía olvidar a Jojo, Caesar, Nero, Doppio y Sol; debía cumplir con su propósito y regresar a su lado. Shura miro lacónicamente su Omnitool, el recuerdo imperioso de como habían bloqueado la función de contactos le producía un enorme peso en el pecho, no tenía manera de localizar a sus amigos ni de ponerse en contacto con ellos. Estaba claro por los últimos acontecimientos, que quizás no estuviera preparada para retomar su viaje en soledad, que era un blanco claro para equipos que buscaban aprovecharse de los más débiles. Aún con todo en contra, el pensamiento testarudo no desaparecía.

Y la sensación de que algo no funcionaba bien en el equipo, comenzaba a extenderse entre Jeanne, Gyro, Dante y sobre todo Bayonetta, que no la dejaba ni a sol ni a sombra, vigilándola para asegurarse de todo lo que hacía. Ya fuera por agradecimiento al haberla ayudado a rescatar a Jeanne, o por un instinto protector, Bayonetta no iba a consentir que Shura dejará el equipo por su cuenta. No la obligaría a cumplir con un Job que ella no quisiera, era sencillamente acompañarla para que no le sucediera nada, pero de momento, debían acompañar a Gyro hacía Amarillo, su siguiente destino.
-Pensaba que llegaría a Amarillo yo solo –Gyro toco el ala de su sombrero. Se habían despedido del equipo que les habían ayudado en Sin City, aunque el plan original era que Bayonetta fuese por su cuenta a Sin City y que Dante hace tiempo se hubiera quedado en Gabaldia. El improvisado equipo había acabado por estrechar amistad al embarcarse en la misión de rescate por Shura y habiendo acabado por encontrar a la inseparable pareja de Bayonetta, Jeanne, la poderosa Angel Fallen. Pero incluso Gyro sabía que aquella historia estaba por terminar, les había unido Shura y sin la White Mage el equipo acabaría por separarse.
-Gracias a todos chicos –Gyro apartó la mirada del tren que estaba a punto de entrar en la estación rumbo a Amarillo, dedicando una sonrisa al resto de su equipo.
-Increíble que no tengas ningún chascarrillo para el momento- Bayoneta se cruzó de brazos ladeando la cadera-. Pero aun no te has librado de esta bruja, así que ahórrate las despedidas.
-Claro, era demasiado pedir, pero quiero dejar claro que no era ninguna despedida- Gyro miro de reojo a Shura antes de regresar con Dante para decirle algo que ninguna de las mujeres pudo escuchar.
-Oye Shura, ¿estás bien? –Bayonetta la pillo mirando la Omnitol, sintiendo un pinchazo en el pecho percatándose de la preocupación de la White Mage.
-Sí, perdona ¿qué decías?
Bayonetta quitó hierro a la situación, comenzándole a hablar de su próximo destino. Amarillo era un pueblo inspirado en el antiguo oeste, la perfecta fantasía de Western que atraía a los hombres insatisfechos que querían cumplir el sueño de cuando eran niños.
-¡Ey! ¡Que te estamos escuchando! –Dante le llamó la atención poniendo los ojos en blanco.
-Seguramente haya también Quest con indios, no sé muy bien de que querían tratar.
-¿Fumar hasta encontrar tu espíritu animal? –Shura bromeo sin ganas para seguirle la corriente.
-También hay monstruos poderosos, podríamos acompañarte para que subieras de nivel –Jeanne compartía la preocupación de su pareja por la White Mage, aquel intento por animarla no parecía hacer mayor efecto.

El tren llego a la estación, prácticamente vacío y sin que nadie bajase a aquella estación, nadie iba hacía Sin City sino era porque se le hubiera perdido algo y para salir era más discreto pagarse un Warp, así que el grupo fue el único en subir al tren en la estación, pudiendo acomodarse donde quisieron, dejando a Shura suspirando largamente junto a la ventana.
No lo hacía con mala intención, pero el ambiente se enrarecía, no había vuelta de hoja. Tenían que dejar que se marchase.   
-Ey Shu, ¿me acompañas al bar?
El tren se había puesto en marcha, avanzando por los vacíos pasillos, Dante encabezaba la marcha sin que nada pudiera detenerle. La NPC saludo automáticamente cuando entraron al vagón del bar, pero Dante se quedó mirando por la ventana.
-¿Estas segura de lo que vas a hacer?
-No lo sé –Shura apoyó la cabeza en sus manos, inclinada para mirar por la ventana.
-Ya me lo suponía… -Dante le extendido una botellita con un líquido blanco que brillaba con luz propia-. Me he tomado la libertad de comprarlo por ti, creo que ha llegado el momento. Te llevará a dónde quieres ir.
Se trataba de un Warp, Shura lo tomo entre sus manos agradeciéndoselo con inseguridad.
-¿Y si no sale bien?
-Morirás, -no se ando con rodeos, pero al menos le incomodo lo suficiente como para tener que encogerse de hombros-, al menos aún te queda una vida.
-Y volvería a Prorencia con mi equipo –suspiró- y tendría que escuchar eternamente a Sol diciéndome “te lo dije”.
-Un tipo simpático –sonrió entre dientes dándole un codazo a la mujer-. ¿Entonces estas preparada? 
Shura tomo aire.
-¿Podrías explicárselo a Bayonetta por mí?
-Ella lo entenderá –la tranquilizo.

Rompió el frasco y sintió un viento desconocido que la elevaba hacía alguna parte, como si no existieran los límites ni las paredes de aquel tren, simplemente se sintió desaparecer.
Dante solo vio como una luz blanca la envolvía y cuando esta se disipo, Shura ya había desaparecido. Despidiéndose en un susurro.
-Hasta pronto.


Kora

Re: neverland 2.2: you can (not) fight
« Reply #39: May 28, 2017, 12:56:13 PM »
Icons cuando termine los exámenes.

055ashore (2/?)

- Así que no recuerdas… ¿nada?
 
En respuesta, Red bajó la vista, suspirando. Sus pelo carmesí, todavía húmedo, tapaba sus ojos, y pareció encogerse en la chaqueta que le había prestado Laguna. El ítem no era adecuado para su clase, pero le otorgaba un poco de defensa, algo que en aquellos días no le faltaba a nadie. Chocaba un poco con el elegante vestido amarillo que llevaba, con las plumas que tenía en el cuello asomando por las solapas, pero Red parecía el tipo de mujer que podía llevar todo con gracia.
 
- Perdón. - Laguna se rascó la nuca. - No quería echar vinagre en la herida…
 
Red levantó la vista, alzando una ceja. Laguna siguió pensando.
 
- ¿Habrá sido un problema del servidor? Dicen que antes de que el GM nos encerrara, estuvo haciendo pruebas… gente muriendo espontáneamente, cambios de job, stats… claro, a saber qué parte es verdad y qué parte es la gente exagerando… Pero, ¿ni siquiera tu nombre? ¿Ni quién eres?
 
En silencio, Red empezó a teclear su respuesta.
 
Sin saber muy bien qué hacer, Laguna había llevado a Red a Fisherman’s Horizon. Que alguien la reconociera era ser muy optimista (aunque Laguna sentía que era un tipo muy optimista), pero al menos, sentados en una mesa estarían más cómodos que en la playa. Sin decir nada, la Bard había seguido sus pasos con el poco convencimiento de quien no tenía otra opción, aferrándose a la enorme espada azul que llevaba.
 
>Es extraño. sé que estoy en un videojuego y recuerdo a gente de fuera, pero no recuerdo nada de mí. Ni mi nombre ni qué hago aquí… sé reglas básicas del juego… ¿es así como se empieza?
 
Laguna leyó las palabras con aprensión. Aunque no lo había escrito, podía leer entre líneas un “tengo miedo”. Sintió un nudo en el estómago al saber que tenía que darle unas noticias terribles a Red.
 
- Red… no sé qué puede haberte pasado, pero tienes que saber una cosa… si estás aquí, llevas en el juego doce días. Bueno, hoy, trece. O sea, trece días de juego, trece horas fuera ahora mismo.
 
Red abrió sus preciosos ojos azules como platos, alzando las cejas.
 
- Dios mío, y ni siquiera he llegado a la parte mala… - Laguna bufó. Tenía que medir sus palabras para que el shock fuera lo más leve posible. - No te asustes, ¿vale? La cosa es que… no podemos salir del juego. El GM nos ha encerrado en el servidor indefinidamente, y no sabemos cuándo terminará.
 
Le dio unos momentos para que procesara aquello antes de continuar. La mujer se quedó quieta, bajando los párpados, ocasionalmente pasando la vista de un lado a otro, hasta que empezó a teclear en su Omnitool. Vio como Red presionaba un botón en la pantalla, insistiendo hasta comprobar por ella misma que no era posible desloguearse.
 
- Lo siento, Red. Pero tienes que saber algo más, una cosa muy importante: tenemos sólo tres vidas. - Red ladeó la cabeza ligeramente. - Normalmente, en el juego, si mueres, vuelves a aparecer en otro sitio, ¿no? Pues ahora… sólo podemos, er, resucitar dos veces. La tercera vez que mueres es la definitiva.
 
>¿Definitiva?
 
Y ahí iba la bomba.
 
- ...Mueres en la vida real.


Shura

Re: neverland 2.2: you can (not) fight
« Reply #40: May 31, 2017, 03:58:31 PM »
52.

Aquello no era ni mucho menos lo que Sol hubiera esperado.
La austera habitación estaba desordenada, items y armas que no le servirían ni a un novicio, estaban desperdigadas por el suelo, junto a la ventana al fondo, un tipo levantó la cabeza de su libro, mirándolo de arriba abajo en silencio.
No había indicios de más miembros, ni siquiera había indicios de que en aquel lugar hubiera una miserable jerarquía o estructura alguna.
-McQueen, alegra esa cara, traigo novedades, ¡saluda al nuevo miembro!
El mencionado cerro el libro marcando cuidadosamente la pagina por donde se había quedado, levantandose y acercandose hacia ellos sin hacer ningún tipo de amago por saludar, soltando un suspiro deprimido cuando se encontraron cara a cara.
Hol Horse golpeó de manera amistosa la espalda de Sol, poniendo los ojos en blanco como si fuera suficiente excusa para el comportamiento del otro.
-Estamos todos un poco tristes desde el cierre del juego, no se lo tengas en cuenta- con la mano sobre el hombro de Sol, alargó su otro brazo para apoyar la mano en el hombro de McQueen, haciendo piña entre los tres- este es Sol Badguy, te caerá bien, es un Paladín experimentado, ¡va a ser un tanque de puta madre para nuestro equipo!
-¿Quienes son el resto de vuestro equipo? -Inquirió Sol.
Hol Horse lanzó una mirada hacía McQueen que Sol no pudo identificar.
-Paciencia amigo, te los presentaremos a todos… pero vayamos por partes, ¿qué es lo que puedes ofrecer a la Guild? No pienses mal- le interrumpió antes de que Sol pudiera replicar- eres un tanque y con eso tienes un gran camino labrado entre nosotros, pero necesitamos ver el resto de tu equipo.
De una sacudida, Sol se quitó la mano de Hol Horse de encima, irguiéndose retante ante el Gunslinger que no dejaba de sonreír como una serpiente.
-¿Acaso desconfías de nosotros?
-Por supuesto, no voy a enseñar nada hasta no saber de qué va vuestra Guild -no se andó con rodeos, era mejor equivocarse que no pecar de inocente.
-¿En serio? -Se lamentó Hol Horse se llevó las manos al pecho-. Me rompes el corazón amigo.
-Deja de joder con eso de amigo, -se preparó para invocar su arma, no perdía de vista las manos de Hol Horse, no iba a permitir que se le adelantara en un ataque.
-¿De verdad quieres ver de qué va nuestra Guild? -Algo no marchaba bien, la sonrisa de Hol Horse delataba que estaba atrapado en su juego, también reparó en que no veía por ningún lado al tal Thunder McQueen.
“Está claro que es una trampa.”
Su instinto no le mentía, en un momento había dos Hol Horse, el que sonreía delante de él y que le apuntaba directamente en la cabeza.
-Vas a darnos todos tus items, y nos vas a obedecer, Sol Badguy, si no quieres perder una vida.
-Hijo de puta -escupió las palabras, el sonriente Hol Horse desapareció, estaba claro que todo aquello era obra de un mentalista, McQueen no aparecía por ningún lado, pero aquello más que asustarle, le dio confianza, si se mantenía ajeno al combate, es que no servía para atacar y no era más que un mero apoyo.
-¿Así que lo de la Guild era mentira?
-Muy agudo… -Hol Horse soltó una risotada creyéndose que dominaba la situación.
-¿No tenéis ningún Priest al que hayais engañado como pretendiaís conmigo? Hay que joderse…
-No te pongas nervioso, poco a poco podemos ir granjeandonos la ayuda de otros como tu, ¿no te parece bonito Sol? Voy a formar mi propia Guild, y tu vas a estar a mi lado.
Esta vez fue el turno de soltar una risotada para Sol.
-¿Qué te hace tanta gracia?
-Lo estupido que puedes llegar a ser. En primer lugar, si pretendes engañar a otros como has hecho conmigo, deberias asegurarte de tener un minimo de nivel para intimidar o al menos para hacerte respetar.
Hol Horse bacilo durante un momento, titubeando sin saber que contestar.
-¿Hace cuanto que no sales a subir de nivel Hol Horse?
Sin más, el gunslinger disparó el arma, la bala impacto contra la nuca de Sol, arrojandolo al suelo.
-Cayate…
 
McQueen reveló su presencia en aquel momento.
-¿Lo has matado?
-No nos servía para nada y era una amenaza- sonrió para calmar al mentalista- estaremos mejor sin él.
Pero la cara de preocupación de McQueen, cambio a una de espantó cuando vio que Sol Badguy se ponía en pie.
-Otra cosa que tienes que saber Hol Horse…
El gunslinger se giró dispuesto a disparar, estallando el cañon y arrojando una bala la cual impacto contra el techo cuando Sol le golpeó la mano con la que sostenía la pistola con el mango de la espada, y de una barrida le atacó derribandole y quitandole demasiados puntos de daño como para que Hol Horse se pensará volver a atacar.
-Lo que deberias saber, es que cuando matas a alguien, este desaparece…   
« Last Edit: July 31, 2017, 03:32:25 PM by Shura »


Shruikan

Re: neverland 2.2: you can (not) fight
« Reply #41: May 31, 2017, 03:59:02 PM »
Yo siempre a las últimas. :'v



Capítulo 43: [N] Ruinas


Quizá Luken no fuera la persona más indicada para juzgar esa clase de cosas, pero Eruyt Village estaba hecha una mierda.

Un completo y absoluto desastre, eso era lo que era.

Un día después del suceso, ya casi todo el mundo que no se hubiera escondido en una cueva sabía que las ciudades de Neverland habían sido atacadas por monstruos gigantes acompañados de hordas enteras de súbditos.

Luken había estado en Lavender Town cuando había sucedido (recordarlo aún le dejaba un mal sabor de boca) y había ido de un pelo que el maldito boss fantasma no se los cargara a todos. Una vez terminó la batalla, la ciudad había presentado muchos desperfectos, pero nada comparable a la miseria que veía ahora.

Según le habían contado, el monstruo que había atacado Eruyt Village se había tratado de un pájaro monstruoso, acompañado por una gran bandada de aves. Atacban desde el aire, de forma que sólo aquellos jugadores con habilidades a distancia pudieron enfrentarse a ellos.

Quisieran o no, eso había afectado bastante al resultado del combate, y pese a que habían logrado eliminarlos a todos, la ciudad había pagado el precio.

Eruyt Village de por sí no era demasiado grande. Sus casas eran pequeñas, la mayoría hechas con la madera que extraían del bosque cercano. Lo que hasta ayer había ido una ciudad de encanto rústico hoy no era más que ruinas y escombros. No quedaba casi ni un edificio en pie, y las calles estaban abarrotadas de ruina.

Habían ganado la batalla contra el boss, sí, pero con el precio de perder todo refugio que pudieran tener en esa ciudad.

Y ahí no terminaba lo malo. Lo que estaba sucediendo en Eruyt Village era un claro ejemplo de lo que el miedo podía hacerle a la gente.

Cuando Luken había llegado aquella mañana, la situación estaba tensa. A medida que pasaron las horas empezaron a surgir altercados, enfrentamientos entre individuos o pequeños grupos que se peleaban para adueñarse de lo poco que quedaba de la ciudad mientras NPC confusos no entendían lo que estaba pasando. Aquellos que el día anterior habían peleado codo con codo ahora se giraban los unos contra los otro.

Era un espectáculo verdaderamente lamentable.

Luken podía entenderlo hasta cierto punto. El cansancio y la incertidumbre hacían que la gente se sintiera amenazada. Muchos habían muerto en el ataque, la mayoría sin posibilidades de defenderse. Era normal que lo que quedaban quisieran velar por su propia supervivencia.

Luken lo entendía, pero demonios si no le estaban amargando la vida ahora mismo.

Él sólo quería materiales. Un par de compras, no había pedido más, pero los NPC que habían podido ofrecerle lo que buscaba aún no daban señales de vida y los jugadores no parecían de ánimos para ponerse a vender en lo poco que quedaba de la plaza.

Ahí se encontraba Luken, sentado en uno de los pocos bancos medio intactos que quedaban. La fuente central estaba partida y agrietada, pero el agua seguía fluyendo de ella, aunque la mitad terminara mojando el pavimento.

Por supuesto, decía mucho del sadismo del GM el que el holograma con la lista de muertos siguiera intacto, más grande y brillante que nunca.

Luken suspiró, acariciando a Rosie con una mano, que se revolvió feliz como un perro ante las atenciones de su amo. Los pocos que se paraban a cruzar miradas con él enseguida se apartaban, asustados por su cara de pocos amigos (aunque sobretodo por el feliz molbol).

Sin embargo, el propio Biochemist sabía que el truco de la intimidación no iba a durarle para siempre. La gente se estaba volviendo atrevida. Pronto vendría alguien lo suficientemente temerario y desesperado como para intentar robarle, y él desde luego no estaba dispuesto a dejarse desvalijar.

Se preguntó por enésima vez por qué no hacía las maletas y se iba de ese lugar miserable de una vez. Con cada minuto que pasaba, la promesa de materiales para Rosie parecía menos tentadora.

—¿Eso es un molbol?

Luken se giró cuando escuchó esa voz a sus espaldas. Quien habló fue un Beast Master, alto, todo vestido de verde y marrón y una ballesta colgada en la espalda. Llevaba un sombrero de ala ancha en la mano, aparentemente interrumpido en el acto de quitarle el polvo. Miraba a Rosie con interés, aunque sus ojos estaban bastante apagados.

El Biochemist le reconoció, aunque sólo de vista. Ese tipo había sido el responsable de interrumpir una trifulca que se había puesto bastante violenta unas horas atrás de forma rápida y sencilla. Un par de disparos a sangre fría y a la gente se le habían pasado las ganas de pelear, al menos durante un buen rato y estando el Beast Master presente.

—Sí, lo es —respondió él, desinteresado en apariencia pero con cierta prudencia —. Se llama Rosie.

—Rosie —el otro repitió el nombre. La molbol, al escuchar su nombre irguió su redonda figura con interés, elevando los ojos hacia el desconocido —. Hay pocos jugadores que tengan molboles. Es una pena, son criaturas muy interesantes. ¿Es tu mascota?

—No, es mi homúnculo —corrigió Luken, que empezaba a tener sentimientos encontrados. Por una parte, el súbito interés de ese tipo por Rosie resultaba un poco perturbador. No podía olvidar que había demostrado ser capaz de pelar gente a sangre fría. Pero por la otra siempre era agradable ver que había otras almas sensibles capaces de apreciar la belleza de su molbol.

El Beast Master acercó la mano tentativamente a la pequeña criatura, que empezó a removerse y a agitar sus tentáculos. Sonrió cuando uno de ellos le acarició la palma de la mano enguantada.

—Es muy bonita. Se nota que la quieres.

Oh, vale, quizás había juzgado a aquel chico mal.

Por primera vez en todo el día, Luken sonrió.
« Last Edit: September 30, 2018, 06:38:41 AM by Shruikan »
"Who would understand you after I die? Who else would march forward by your side?"

"when I think that you will live on all alone henceforth, I can’t help but shed tears…"


Shura

Re: neverland 2.2: you can (not) fight
« Reply #42: July 31, 2017, 03:33:23 PM »
52.



Lo que deberías saber, es que cuando matas a alguien, este desaparece…   

Hol Horse desde el suelo comenzó a gemir, acabando por apretar los dientes para no gritar, le había destrozado la rodilla, el dolor era tan grande que no podía concentrarse en invocar un ataque y esperar a que acertase, estaba a merced de Sol Badguy que miraba a su alrededor en busca del escurridizo mentalista, al no verlo en la habitación, era fácil deducir que seguía utilizando su poder para mantenerse oculto.
-Si no me jodes, te dejaré vivir.
-¿Y qué más da? ¿Qué diferencia hay con estar vivo o muerto? -Una silueta sentada en el suelo abrazándose las rodillas, comenzó a aparecerse medio escondida detrás de una mesa, no era una figura constante, se difuminaba con los pedazos de gente que rondaba por la cabeza de Sol, al principio estaba convencido de que era Nero, por el pelo blanco y su voz, pero luego cambió a Caesar hasta formarse la clara imagen de un viejo amigo, al que había matado el día en que cerraron el juego.
El mentalista estaba escarbando en su mente, buscando de qué hilo tirar para afectarle, pero una vez descubierto el truco, se acababa la magia y Sol no iba a picar el anzuelo, por experiencia, ese tipo de jugadores siempre se encontraba en la misma zona. Lejos de sus propios hechizos.

Imbuyo la espada para proyectar el anti hechizo a su espalda, se preparó para lanzar el hechizo, y girando a toda velocidad, se detuvo justo en el instante antes de golpear a McQueen, que no se había escondido y pese al ataque, parecía más decepcionado que asustado porque no le hubieran rematado en aquel momento.
Sol se contuvo de hacer nada más, en los ojos del mentalista, había una nota de locura demasiado patente, no había creado aquella ilusión para hacer que Sol bajase la guardia, era para provocarle, McQueen buscaba su propia muerte, rápida e indolora a manos de jugadores capaces como el Paladín.
Sol bajó el arma, no estaba dispuesto a cargar con aquello.
-Dime, ¿qué diferencia hay con estar vivo o muerto? - Habló por sus propios medios, desesperado, se lanzó contra el filo del arma del Paladín buscando el suicidio. Pero acabó de rodillas en el suelo justo cuando el arma se deshizo en volutas de datos al devolverla al inventario.
El mentalista golpeó el suelo con sus puños.
-¡Mi cuerpo real está fuera! ¡Inerte! ¡Esto no puede ser tan diferente de estar muerto!
-¿Y a mí qué me cuentas? -Se sacudió al sujeto cuando se le agarró a la pernera del uniforme.
-¡Vamos! ¡Matemonos todos aquí mismo! ¡Celebrémoslo y acabemos con nuestras vidas! ¡Por favor! ¡Papá acaba conmigo! ¡Papá matame!
Hol Horse intentó alejarse de aquella escena. -Habla por ti mismo, pirado.
Sol cerró el puño dejándolo caer con fuerza sobre la mandíbula del mentalista que se desmayó por la fuerza del golpe. Alejándose del sujeto sintiéndose turbado por aquellas palabras delirantes, es posible que ya estuviera loco, o que toda aquella situación hubiera acabado haciendo mella en su mente, si era así, a estas alturas aquel mundo estaría lleno de locos mucho más peligrosos que él.

En silencio, Sol y Hol Horse cruzaron una mirada, quedándose así por un largo rato sin saber qué decir, hasta que el Gunslinger rompió el silencio.
-Quizás la mejor solución sería matarle. Inconsciente como está, sería una muerte piadosa.
-Encárgate tú, ¿no es tu amigo?
-No lo conocía tanto, yo nunca he jugado con nadie, bueno, hasta que nos quedamos encerrados, claro -se movió ahogando un gemido de dolor por su pierna-, ¿no tienes ninguna poción? Estaría bien que me curases, puestos a que tu me has dejado así.
-Curate tu mismo-. Sol lo ignoró tomando un cigarrillo de su inventario.
-Es lo justo… diablos, ¿qué le vamos a hacer? Esperaré a encontrarme mejor.
Sol analizó lo evidente, no le quedaban ni siquiera items, jugadores solitarios como aquel estaban condenados, a la deriva de las decisiones del juego.
Se apiadó de él y le aplicó un sencillo hechizo de sanación, le costaría ponerse en pie y tendría que salir cojeando durante una buena temporada, pero el dolor no le dificultaria aquella labor.
-Gracias amigo, eres un hombre de los que casi no quedan.
-No me des las gracias, lo hago para que te ocupes de “eso” -señaló al mentalis mientras tiraba el cigarrillo y lo aplastaba bajo la suela de su bota.
Hol Horse guardó silencio, invocando su arma pero dejándola sobre sus piernas observándola, nunca había matado a nadie, estaba asustado de que aquel loco tomase represalias, claro, pero, ¿era motivo suficiente?
Sol se giró dispuesto a marcharse, aquello ya no era asunto suyo.
-Lo que dijo antes, ¿tu que piensas? Estando aquí, ¿hay tanta diferencia entre estar vivo o muerto? -Acarició el plateado cañón, pensativo.
-Claro que la hay, estar vivo es la única opción para salir de este jodido mundo.
Hol Horse dejó escapar una risotada.
-No te lo has pensado mucho, me gusta ese estilo, ¿por qué no dejamos nuestras diferencias a un lado y continuamos juntos? Seria lo mejor para dos solitarios como nosotros.
-Yo ya tengo mi propio grupo.
-¿E ibas a dejarlos por dos mierdas como nosotros? Puf, ¿pues como serán? En fin, retiró la propuesta, no quiero saber nada de dos locos como vosotros.
-Eso parece, adiós Hol Horse, aunque he sacado algo en claro no quiero volver a saber nada más de ti.
-El sentimiento es mutuo.

Sol salió de la casa, alejándose, un sonido corto sus pasos en seco.
Un disparo en el interior de la casa.
Hol Horse había tomado su decisión, pero hubo algo más, un segundo disparo.
Sol giró la mirada esperando escuchar algo más, pero ya no hubo más sonidos. Continuó alejándose, sus pensamientos estaban dispersos, giraban sin detenerse, asimilando la conclusión que hubiera podido haber en el interior del lugar.
Ahora solo quería regresar con su Guild, pero había algo más, una jugadora solitaria de nombre Shura de la que llevaban días sin saber nada. Se amparó en el recuerdo de la vez en que tuvieron que ir a buscarla a Prorencia, maldiciendola por ser tan despistada y esperando que, aunque no diera señales de vida, se encontrase bien dondequiera que estuviera.

-Mierda… más te vale volver sana y salva.


Shruikan

Re: neverland 2.2: you can (not) fight
« Reply #43: July 31, 2017, 03:59:16 PM »
No sería un post mío si no llegase a última hora, ¿verdad? :^)



Capítulo 44: [Shr & Ulq] Dragonlord


Shruikan viró la cabeza a tal velocidad que en la vida real probablemente se hubiese desnucado.

Quien le había arrastrado detrás de una columna era un tipo alto, vestido con una armadura que mezclaba piezas de metal, piel y cuero, en una mezcla de plateado, negro y azul. Su cabello también era azul, enmarcándole la cara en mechones desordenados, aunque la mayoría los llevaba recogidos en una coleta alta. La sujetaba con un solo brazo, rodeándole los hombros y tapándole la boca, mientras que con la mano libre tenía agarrado un tridente que aún en la penumbra de la cueva relucía con un brillo dorado.

La Samurai le miró con ojos como platos y una corazonada hizo que le mirara el Nick. Dragonlord.

—¡Ebef fu! —exclamó de forma ininteligible. Su intento por hablar no hizo más que irritar al hombre que habían ido a salvar, acrecentando su expresión malhumorada.

—¡Que te calles! —masculló entre dientes, sacando la cabeza al otro lado de la roca.

Ulquiorra había quedado solo combatiendo al Gigginox, a penas una figura pálida y lánguida en la penumbra. Murciélago daba vueltas por encima de él como una sombra borrosa, chillando y prediciendo los erráticos movimientos del boss.

Una vez en el suelo, el extraño dragón se movía con lentitud, en apariencia olfateando el aire continuamente mientras alargaba el cuello. Se movía con pasos cautos, pero cuando se decidía en atacar un punto, la rapidez y precisión que mostraba eran espeluznantes.

Más de una vez estuvo a punto de alcanzar al Biochemist con sus extrañas fauces, redondas y llenas de dientes. Aunque más peligroso que eso era su cola, gruesa y elástica. Se alargaba de tal forma que era difícil calcular el alcance de sus ataques. El monstruo llegó a golpear a Ulquiorra una vez, dándose la vuelta sobre sí mismo y, con la fuerza de la inercia, le lanzó rodando por el suelo.

Shruikan llegó a escuchar su quejido desde las sombras, los puntos de vida perdidos (demasiados para un solo golpe) brillando en el aire en rojo antes de desaparecer.

El Dragoon chistó.

—Condenada alimaña —se quejó, con claro desprecio en su voz —. Llevo horas intentando matar a esta cosa y habéis tenido que venir vosotros a joderme, vaya gracia.

La Samurai alzó las cejas y luego entrecerró los ojos, indignada. Con un gemido de esfuerzo, se empujó contra el cuerpo del otro hasta liberarse del agarre, aunque le costó. Le quedó el cuello entumecido.

—¡¿A joderte?! —gritó —. ¡Hemos venido a salvarte el culo, desagradecido!

Dragonlord puso cara de ofendido y la miró con una condescendencia tan clara como pocos se habían atrevido a mirarla. Le duró poco, pues enseguida se dio cuenta de lo que acababa de pasar y se llevó el dedo a los labios de forma apresurada, mandándola callar.

—¡No grites, estúpida! —susurró de forma furiosa, pero ya fue demasiado tarde.

Se escuchó un gruñido grave, y para cuando Shruikan quiso darse cuenta, el pilar tras el que se ocultaban estalló en un millar de pedazos con un golpe del brazo del Gigginox, acompañado del rugido de la bestia.

La Samurai se llevó las manos a la cabeza por inercia, protegiéndose antes de rodar y apartarse. Aún así no pudo evitar que uno de lo fragmentos de roca le golpeara en el costado, quitándole el aire y haciéndola caer al suelo. Tosió, boqueando mientras trataba de recuperar la respiración y con un dolor punzante en las costillas.

La sombra del Gigginox se cernió sobre ella, analizándola de nuevo con esa cabeza sin ojos. De su boca caía una baba espesa que humeaba al entrar en contacto con el suelo. Veneno. Y por los efectos que habían visto en el lacerador, un veneno muy potente.

“Oh, mierda”, pensó, sin siquiera poder articular palabra, paralizada por el dolor y un miedo visceral. Pero antes de que el monstruo pudiera acercar su ponzoña cerca de ella, un rápido relámpago de luz le golpeó el cuello, haciéndole trastabillar con un rugido dolorido.

La bestia giró la cabeza en la dirección del golpe mientras sangre roja y caliente empezaba a manar de un nuevo corte en su piel aterciopelada. La Samurai, con la vista borrosa, aún fue capaz de ver el brillo reluciente del acero y un borrón azul, alejándose rápidamente en la penumbra. El Gigginox, enfurecido, le siguió.

Shruikan gimió y se dio la vuelta, tratando de ponerse en pie, pero el dolor en las costillas era demasiado intenso. Probablemente estaban rotas, viendo la presión que sentía en el tórax. Tosió y cerró los ojos con fuerza, junto en el momento en el que algo frágil se le estrellaba contra la cabeza.

—¡Au!

Inmediatamente notó el extraño frescor de un elixir sobre su piel, disolviéndose en una nube de brillos y calidez. El dolor cedió, proporcionándole un alivio inmediato y Shruikan suspiró.

Levantó la cabeza para mirar a Ulquiorra, que por lo general parecía estar bien salvo por un hilo de sangre que se le deslizaba desde la sien hasta la quijada.

—¿Por qué eres así? —le preguntó al Biochemist, mirándole con resignación.

El otro no pareció entender la pregunta, y simplemente le tendió la mano con indiferencia. La Samurai se la tomó, y se puso en pie de un salto. Desenfundó la katana, buscando con la mirada al boss. No se encontraba muy lejos, a penas a unos diez metros, y volvía a olfatear el aire, buscando el aroma de alguna presa.

—¿Cómo lo ves? —preguntó ella.

—La situación es menos que optima —comentó el Biochemist. Se frotó la sien con delicadeza, casi como si temiera tocar la sangre. De hecho a penas la rozó antes de dejarlo estar —. Estamos por debajo del nivel del boss. Nuestro equipo es deficiente y aún no nos hemos recuperado de la batalla en Rabanastre.

—¿Probabilidades de victoria? —dijo Shruikan, medio seria medio en broma. Era una pena que Ulquiorra no tuviera sentido del humor, aunque a veces lo parecía.

—Escasas. Aunque aumentarían si logramos cooperar con Dragonlord.

—Justo eso mismo estaba pensando.

La Samurai sonrió, un gesto más de fiereza, que de alegría. Agarró la katana con las dos manos, separó las piernas, y echó a correr hacia el enorme monstruo, que inmediatamente viró en su dirección.

—¡Cúbreme! —ordenó. La única respuesta que recibió, fue el chirrido hiriente de Murciélago.

Esquivó el primer zarpazo del boss casi por pura suerte, aunque parecía ser más rápida que el Gigginox con sus extrañas patas de geko. Se dio la vuelta sobre sí misma con un giro elegante y le cortó la parte interior del brazo, descargando un chorro de sangre sobre el suelo.

—¡Dragonlord! —le llamó a gritos, aunque por un momento temió que su voz quedara eclipsada por los furiosos ruidos de dolor que hizo el monstruo —. ¡Cobarde, da la cara! ¡Eres patético por huir dejando a los que vienen a rescatarte como cebo!

Nunca esperó a que sus provocaciones funcionaran tan rápido.

—¡¿A quién llamas patético, niñata?! —le vio sacar la cabeza por detrás de otra columna, todo una melena azul y malhumorada. —¡Soy yo el que te acaba de salvar la vida, gilipollas! ¡Si no fuera por mí este bichejo te habría fundido el cráneo hace dos minutos! ¡Isaak es un energúmeno por enviaros! ¡No necesito a nadie que me ayudéis!

El Gigginox parecía un tanto confuso por los gritos que le llegaban de distintas direcciones, y daba vueltas sobre sí mismo, hasta que con un gruñido dio un salto y se colgó de una columna cercana, agarrándose con su piel escamosa.

—¡Ya claro! ¡Y por eso llevas horas aquí dentro! ¿Por gusto, verdad?

El silencio furibundo del otro fue respuesta suficiente. Shruikan sonrió con triunfo y fue con Ulquiorra, escondiéndose de nuevo. La táctica no iba a durarles mucho, pero sería suficiente.

—¡¿Se puede saber qué queréis?! —les espetó el Dragoon desde la distancia. A la Samurai no le hacía falta verle para notar lo irritado que estaba.

—¡Lo mismo que tú: salir de aquí con vida!

El Gigginox se lanzó en picado contra ellos, pero esta vez, Ulquiorra estaba preparado. Su homúnculo dio un chillido de advertencia, y ambos rodaron para apartarse del alcance del monstruo.

—¿Y bien? ¿Qué dices? —volvió a gritar Shruikan, interponiendo su arma entre ella y el boss.

Por unos angustiosos segundos, temió que no iba a recibir ninguna respuesta. Que el otro iba a abandonarles a su suerte y que iban a morir allí bajo las zarpas de un engendro, en una cueva oscura y solitaria. La perspectiva de morir resultaba extraña a esas alturas. Había estado en peligro tantas veces ese día, de cara a tantas amenazas a las que no era capaz de enfrentarse, que ya no parecía tener miedo.

No sentía que le importarse, y aún así, una parte de ella se negaba a caer derrotada.

Entonces, percibió un movimiento en azul; lo había estado esperando. El Dragoon asomaba tras su escondite, blandiendo el tridente de forma amenazadora. La miraba, y podía notar en sus ojos como la juzgaba. Probablemente no confiaba en ella; no le culpaba.

Y sin embargo, un asomo de sonrisa, cruel y taimada, le apareció en los labios.

—Muy bien. Si queréis ayudar, perfecto. Pero os advierto, haremos las cosas a mi manera.

Ella bufó, para nada impresionada.

—¿Tienes un plan, acaso? —El otro rio, corto y estridente.

—Soy Kanon el fabuloso, chavala. Siempre tengo un plan.
« Last Edit: September 30, 2018, 06:40:35 AM by Shruikan »
"Who would understand you after I die? Who else would march forward by your side?"

"when I think that you will live on all alone henceforth, I can’t help but shed tears…"


Neko

Re: neverland 2.2: you can (not) fight
« Reply #44: January 31, 2018, 04:29:01 PM »
Volveré para poner los avatares al día, de momento dejo esto aquí <3

51. Has hecho un buen trabajo ahí fuera

Para los Crimson Raiders, el ataque a Sanctuary había sido casi como un paseo por el campo. No habían tenido que ir de Raid, ¡les habían traído los bosses a casa!
El problema había empezado cuando se oyó el mensaje del GM resonar en toda la ciudad. les daba la bienvenida a su nueva vida, a su nueva casa. Hasta les felicitaba por haber vencido al boss. Y, al final, ese pequeño retazo de información, esa manera de decirles que no habían sido la única ciudad atacada, puso los pelos de punta a más de uno.

—Tendría que haberlo imaginado. —masculló Lilith antes de empezar a ponerse en contacto con otros Crimson Raiders fuera de la ciudad.

Y lo peor de todo: los warps no funcionaban. De ningún tipo. ¿Cómo iban a rescatar al resto de su Guild ahora? ¡A sus amigos!
Deberían confiar en sus capacidades.

Aún así, pequeños equipos encaramados en jeeps y otros métodos de transporte, se aventuraron a las ciudades más cercanas para brindar la ayuda que pudiesen.
Milo y Yuzu se habían unido a una de esas partys, esperando llegar a Snowbelle a tiempo, al menos para curar heridos y rescatar a quien pudiesen.

El equipo de mecánicos estaba haciendo un gran, y rápido, trabajo reparando los destrozos que había dejado tras de sí la batalla en Sanctuary.
Mientras tanto, Neko estaba revisando el inventario de la Guild, con una sonrisa satisfecha en los labios, cuando notó el soplido detrás de su oreja.
Levantó una mano enguantada para taparse el oído y se giró indignada.

—¡Tú! —se quejó, apretando los labios hacia fuera en un gesto de enfado infantil—. ¿Por qué me tocas las narices siempre?

—Te he soplado la oreja y no te toco la nariz porque no tienes —replicó Locke con una sonrisa socarrona antes de cambiarla por una expresión más dulce—. Has hecho un buen trabajo ahí fuera.

Y Neko le miró con recelo pese al color que empezaba a teñir sus mejillas.

—Algo quieres —murmuró antes de volver su atención al inventario—. ¿Qué buscas notathief?

Locke se apoyó en la pared, levantando los brazos antes de agarrarse la nuca con las manos, codos arriba.

—Nada, estoy echando un vistazo por la Guild. Asegurándome de que todo está bien.

—Todo está de maravilla —habló Neko, con el tono lejano, más concentrada en los materiales que en su compañero de juego—. ¿Has visto todo el drop que han dejado los bosses? Es alucinante.

—¿Sólo te importa eso?

Neko parpadeó e hizo desaparecer el inventario antes de girarse hacia Locke, mirándole seria.

—No, pero es una forma de no pensar en todo lo demás. Además, alguien tiene que hacerlo.

Y Locke dejó caer los brazos, entendiendo exactamente a lo que se refería la mechanic, que intentaba mirarle con seriedad, aunque podía adivinar la congoja en sus ojos claros.
Locke se rascó la barbilla antes de darle una palmada a Neko.

—Enséñame esos drops.

Neko se sorprendió, pero no tardó mucho en sonreírle con autosuficiencia.

—Pues verás…


————

Decir que Watari conducía deprisa era menospreciar la velocidad que estaba alcanzando el cuatro por cuatro que manejaba.

—¡No os preocupéis! —exclamó el mechanic, informando al resto de la party— ¡Estaremos en Sanctuary antes de cenar!

—Pero si acabamos de salir… —murmuró un pobre cleric que no sabía lo que estaba haciendo cuando se unió a su party.

—Desde luego, a este ritmo volveremos pronto. —dijo Milo antes de poner las dos manos en el asiento de enfrente para no chocarse con él por el bamboleo.

Yuzu estaba perfectamente equilibrada a su lado, brazos cruzados y mirada dura encima de su bufanda roja.
Unos minutos después, Milo chocó su hombro con el de ella, susurrando entre los baches.

—Hyoga aún no me ha contestado ¿crees que estará bien?

—Sigue vivo. —fue la respuesta de Yuzuriha.

—Ya, pero eso no significa que no haya muerto una o dos veces.

Yuzu recargó su peso contra el de Milo y se bajó un poco la bufanda antes de darle una sonrisa pequeña, tranquilizadora.

—Te acaba de sonar la omnitool. —le avisó, señalando hacia su brazo y Milo no perdió tiempo en leer el mensaje.

Casi se desnuca contra su asiento, pero sonrió mucho más tranquilo al ver la escueta respuesta del mago negro. O tal vez ya era sorcerer a esas alturas. Ay, su niño se hacía grande.

—¿Mejor? —preguntó Crane, arrebujándose en su bufanda otra vez.

Starkrimson asintió y entre el rugido del motor y las sacudidas, miró por la ventana antes de preguntarse si Neko habría salido del shock en el que la había encontrado después del anuncio del GM.
Suponía que sí. Tendía a enterrarse en su trabajo de mechanic cuando las cosas iban mal y Sanctuary estaba llena de faena cuando se habían ido.

—Llegaremos pronto. ¿Verdad? —preguntó el cleric, sonando entre esperanzado y a punto de vomitar por la borda. Y Watari le contestó con presteza.

—¡En un santiamén!


————

Para cuando Neko sacó la cabeza de los inventarios, la metió en una de las habitaciones que servían como forjas en la Guild. Y para cuando salió de ahí ya era más que tarde.
Su omnitool brillaba con todos los avisos de mensajes que no había leído y se dio unos minutos para adecentarse antes de salir en busca de un poco de compañía humana. Sus bots suplían la necesidad de socializar hasta un punto, pero…

El primer mensaje que vio era de Starkrimson.

Tienes que ver esto, decía su último mensaje. Oh, por dios, Neko. Ven ya, decía el anterior a ese.

Neko aminoró la marcha en el pasillo y leyó más atrás. Estamos en la sala. Entonces empezó a caminar más rápido, hasta que echó a correr.

Los mensajes eran tan recientes que antes de derrapar en el pasillo y agarrarse al quicio de la puerta con una mano de acero —no literal, aunque a Neko no le importaría hacerse unos apaños—, aún seguían llegando avisos de Starkrimson pidiéndole que fuera a ver… algo que seguramente sería espantoso.

Y tanto que lo era, juzgando por los hombros temblorosos de Hyoga que tenía justo en frente.

¿Qué había pasado? ¿Alguna ciudad había sido arrasada hasta sus cimientos? ¿Otro anuncio del GM cabrón?
¿Qué era esta vez¿ ¿¡Qué!?

Neko mantuvo la respiración hasta que se dio cuenta de que la sala entera estaba ahogándose en risitas, mientras Watari hablaba al fondo, cerca de donde había una pantalla de telivisión.

—¿Qué pasa? —preguntó Neko, dejando caer una mano en el hombro de Hyoga, aunque tuvo que levantarla bastante para lograrlo.

—Neko… —murmuró Hyoga que voz temblorosa, y parecía el único en no reír.

Estaba tan blanco que se estaba empezando a poner azul. Entonces lo escuchó. Lo primero fue el tono de paternal orgullo de Watari mientras anunciaba:

—¡Y este es el video!

Lo siguiente fue la canción.

“Girls who are in love, give their love to you.”, se escuchó desde los altavoces y Hyoga se llevó una mano al corazón.

—No. —dijo Neko, metiéndose entre el gentío que empezaba a estallar en risas.

“You, who shine so bright, my darling.”

La televisión empezaba a estar a la vista entre los hombros de los demás y alguien le silbó a Hyoga diciéndole que tenía buenas piernas. La imagen en la pantalla no era del todo estable y, para más inri, era un picado. Hacia arriba. Desde abajo.

—¡Bonitas bragas! —le dijo otro miembro de la Guild, poniéndole la mano encima a Neko.

La chica la apartó de un manotazo. Ni siquiera era la primera vez que la veían en bragas, aquello empezaba a ser una costumbre.

—¡Watari Owlicious, mechanic de mierda! —gritó Neko, llegando casi delante del televisor— ¡Como te pille te rapo la cabeza!

Watari se rió ligero, pero empezó a hacerse un moño mientras le daba el mando del televisor, aún conectado a los archivos del mechanic, a Milo, que estaba justo a su lado, sentado en una silla y pareciendo inocente.

—¡Disfrutad del espectáculo! —dijo Watari antes de saludar separando dos dedos de su frente y buscar la salida más próxima—. Perdón, disculpe, déjeme pasar, gracias.

Neko apareció delante de la pantalla sólo para ver como su maestro de job se escapaba gracias a sus piernas largas y buenos modales.

—¡Maldita sea! —refunfuñó mientras empezaba a perseguirlo— ¡Eso no lo iba a saber nadie nunca, nunca!

Milo, que le había dado a la pausa mientras Neko buscaba a su presa, le volvió a dar al play al ver que los dos mecánicos habían salido de la estancia.

“Floating in the night sky, like a silver boat. The moon reflects my tears of love and hate.”, cantaban Hyoga y Neko mientras la música les acompañaba.

Hyoga, que estaba al borde de un infarto, se sobresaltó al notar una mano en su hombro y una persona lo guió amablemente hacia las habitaciones.
Yuzuriha le agarraba de la mano con dulzura y no lo soltó hasta tenerlo en pijama, dentro de la cama y mirando al techo como si le hubiesen quitado años de vida con un susto.

Le arropó bien y le apartó el flequillo hacia un lado. Hyoga dejó de mirar al techo para mirarla a ella.

—Lo hace para levantar el ánimo, además, siempre le ha gustado sacar de sus casillas a Anir. —explicó la dancer, que llevaba la bufanda roja un poco más suelta que de normal.

Hyoga podía ver como se le movían los labios al hablar, era una visión extraña. No era la primera vez, pero casi nunca con la bufanda alrededor de su cuello. Se le hacía de alguna manera íntimo.

—Ya veo. —dijo a media voz.

Yuzuriha le sonrió, arreglándole mejor la almohada antes de agacharse y darle un beso en la frente.

—Tranquilo, mañana, cuando intente sentarse, le estaré apartando todas las sillas con el látigo.

—Uh… —Hyoga parpadeó y esperó a que Yuzuriha se apartase un poco para hablar—. ¿Lo de la pasivo-agresividad es algo normal en la Guild?

Yuzuriha se levantó y se aseguró de que Hyoga tuviese agua en la mesita de noche.

—Es una de las costumbres de los NightFury.

Hyoga se arrebujó un poco más y después de pensarlo, cuando Yuzu ya había abierto la puerta y tenía la mano en el interruptor de la luz, añadió:

—Me habría gustado conocerlos, pero tengo la sensación de que me habrían vuelto loco.

Yuzu se encogió de hombros y se recolocó la bufanda a su nivel habitual.

—Probablemente. Pero la clase de locura que te hace unirte a ellos. Tanlaus era un buen jefe.

—Hmn… supongo. Buenas noches, Yuzuriha.

Yuzu sonrió detrás de su bufanda roja y apagó la luz.

—Buenos noches, Hyoga. —contestó, cerrando la puerta con un suave y casi imperceptible clic.

No usó el comando de dormir de inmediato, no. Se quedó unos minutos recapitulando el día, pero el cansancio le podía y estar en una cama ya le hacía querer dormir.
Mientras se le cerraban los ojos pensó en NightFury. En Tanlaus. ¿Cómo habría sido aquel jugador para juntar a un grupo como aquellos y volverlos en sus fieles soldados? ¿Por qué habían abandonado la Guild?

—Hmn… que sueño.

Y mientras le daba vueltas al tema, casi sin darse cuenta, por inercia, inició el comando dormir.
Si ese día había sido largo, el siguiente no iba a ser mejor. Aún tenía que enterarse bien de lo que había pasado en Sanctuary. ¿Y dónde estaban Ikki y Shun?
Se supondría que se encontrarían esa noche ahí.

Mientras tanto, en una de las calles heladas y con cascotes de Sanctuary, Neko se dirigía hacia la base de su actual Guild, montada a horcajadas  en Equipaje, su baúl de peral sabio. Equipaje se bamboleaba suavemente, porque ya había probado la mala leche de su dueña, que rivalizaba con la suya propia, y había salido perdiendo. No quería darle más motivos que alimentasen su malhumor.

—Neko. Neko, por favor, ¿cuándo me vas a sacar de aquí? ¿Cuanto tiempo más? —se oyó la voz amortiguada de Watari, desde dentro del baúl.

—El que necesites para arrepentirte de tus actos. —le avisó.

—Pero si sabes que mañana Crane va a estar haciéndome bullying todo el día.

Neko sonrió y le dio un par de palmaditas al baúl.

—Ya. Cuento con ello —y chistó para hacerle saber a su baúl que podía ir más rápido—. Vamos, ¡buen chico!

Já, no iba a volver a llevar carro en su vida.
« Last Edit: August 30, 2020, 12:18:50 PM by Neko »