21
HiMEverse / Re: HiMEverse Episode V: The Rebels Strike Back
« Last post by Cho on August 16, 2025, 03:27:06 PM »
Hello gals <3
Para cualquier duda y/o consulta las invito a postear en el foro de planeación.
Sin más preámbulos~
*top 4*
*conteo*
Sayi :: 0 palabras
Nite :: 0 palabras
Cho :: 1750 palabras
Kana :: 0 palabras
Eureka :: 954 palabras
Puri :: 0 palabras
Mimi Tachikawa :: 1428 palabras
Mery :: 0 palabras
Apple :: 0 palabras
Miyu :: 1445 palabras
*conteo*
Sayi :: 0 palabras
Nite :: 0 palabras
Cho :: 1750 palabras
Kana :: 0 palabras
Eureka :: 954 palabras
Puri :: 0 palabras
Mimi Tachikawa :: 1428 palabras
Mery :: 0 palabras
Apple :: 0 palabras
Miyu :: 1445 palabras
Now, let's carry on with those big HiME dreams...
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Listas y Probaciones / Re: New Probation Time!
« Last post by Cho on August 16, 2025, 03:25:45 PM »Este es el conteo total del mes de Julio 2025
Main Projects
A continuación el conteo para los proyectos principales:
Side Projects
Y ahora el conteo para los proyectos secundarios~
Las palabras se agregarán a su contador y podrán ser usadas en el tema de canje de palabras.
Happy writing~
*header*
Quote
Sayi :: 0 palabras
Kora :: 0 palabras
Cho :: 1750 palabras
Kana :: 1673 palabras
Eureka :: 954 palabras
Puri :: 714 palabras
Mimi Tachikawa :: 2222 palabras
Neko :: 1018 palabras
Airin :: 813 palabras
Miyu :: 1993 palabras
Main Projects
A continuación el conteo para los proyectos principales:
![]() MMORPG: Neverland C O N T E O | ![]() República de las Naciones Unidas C O N T E O | ![]() One-Shot Project C O N T E O |
Kora :: 0 palabras Neko :: 0 palabras Airin :: 0 palabras Shruikan :: 0 palabras | Eureka :: 0 palabras Puri :: 0 palabras Mimi Tachikawa :: 0 palabras Mery :: 0 palabras Apple :: 0 palabras | Sayi :: 0 palabras Nite :: 0 palabras Cho :: 0 palabras Kana :: 0 palabras Eureka :: 0 palabras Puri :: 0 palabras Mery :: 0 palabras Neko :: 0 palabras Apple :: 0 palabras |
Side Projects
Y ahora el conteo para los proyectos secundarios~
![]() HiMEverse C O N T E O | ![]() Downtown District C O N T E O | ![]() Seeds in the Garden C O N T E O |
Sayi :: 0 palabras Nite :: 0 palabras Cho :: 1750 palabras Kana :: 0 palabras Eureka :: 954 palabras Puri :: 0 palabras Mimi Tachikawa :: 1428 palabras Mery :: 0 palabras Apple :: 0 palabras Miyu :: 1445 palabras | Sayi :: 0 palabras Kora :: 0 palabras Nite :: 0 palabras Cho :: 0 palabras Kana :: 1673 palabras Eureka :: 0 palabras Puri :: 0 palabras Mimi Tachikawa :: 0 palabras Apple :: 0 palabras Miyu :: 1993 palabras | Kora :: 0 palabras Neko :: 1018 palabras Airin :: 813 palabras Shruikan :: 0 palabras |
![]() Moonlight Garden C O N T E O | ![]() Patio de Juegos C O N T E O | ![]() Actividades C O N T E O |
Puri :: 714 palabras Mimi Tachikawa :: 794 palabras | ||
Las palabras se agregarán a su contador y podrán ser usadas en el tema de canje de palabras.
Happy writing~
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Listas y Probaciones / Re: New Probation Time!
« Last post by Cho on July 31, 2025, 11:00:02 PM »
Probaciones pronto.
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HiMEverse / Re: HiMEverse Episode V: The Rebels Strike Back
« Last post by Mimi Tachikawa on July 31, 2025, 10:42:20 PM »Hoi hoi minna!! vengo con fic rapido....
-------------------------
En la playa, lejos del bullicio de la casa de los Kinomoto y de las revelaciones recientes, Mashu caminaba en silencio, dejando que sus pies descalzos se hundieran en la arena. A su lado se encontraba Tsumugi que la miraba en silencio.
Lo que más latía en el pecho de Mashu no era inquietud, ni miedo, ni incertidumbre.
Sino era felicidad de estar al lado de la persona que ama.
Así que Sakura ya está comprometida - dijo Tsumugi finalmente, rompiendo el silencio.
Mashu asintió, sin apartar la mirada del mar.
Si…-dijo asiento con la cabeza- tanto ella como Syaoran-kun fueron honestos en sus sentimientos y decidieron comprometerse sin la presión de ambas familias.
Era obvio que iban a terminar juntos - respondió el peliazul con una sonrisa- me alegro que siempre te ha tenido a ti a su lado todo este tiempo.
Mashu no respondió de inmediato. Cerró los ojos al sentir el viento agitar sus cabellos lilas. Durante tantos años había guardado silencio, cargando con verdades peligrosas por el bien de su hermana, ocultando sus propios temores y sentimientos. Pero ahora, con Tsumugi allí, justo a su lado, sintió que podía respirar.
-Obviamente tengo que estar con ella es mi amada hermana menor- murmuró- Aunque en varias ocasiones me he sentido sola.
Él se detuvo, y sus ojos se suavizaron aún más.
-Nunca has estado sola Mashu, siempre he estado a tu lado aunque no estuviera cerca de ti…-
Ella lo miró entonces, sus labios temblaron ligeramente. Tsumugi se acercó un paso más, hasta que sus sombras se tocaron sobre la arena.
-Cuando me pediste que fuera tu novia... -Mashu rompió el silencio, apenas en un susurro-Por un momento pensé que no merecía tener una persona tan maravillosa como tú a mi lado,que el tiempo y mis decisiones habían cambiado todo entre nosotros.
Tsumugi ladeó la cabeza, sin dejar de sonreír.
-Pero no cambiaron en lo más mínimo y prueba de ello es que yo sigo aquí.
- ¿No te decepcionó que no hablara de ti con mis padres hoy? Que los haya dejado pensar que aún estoy sola…-
-Para nada -respondió él con suavidad-
Ella alzó los ojos, sorprendida por su madurez.
-Eres demasiado bueno Tsumugi-kun…-
-No creo que sea porque soy bueno o no, solo es que he esperado mucho tiempo por ti.
El corazón de Mashu latió con fuerza. Sin decir palabra, lo tomó de la mano. Los dedos de ambos se entrelazaron con naturalidad, como si lo hubieran hecho toda la vida. Y quizás así era.
-Quiero presentarte oficialmente- dijo ella en voz baja- Que sepan quién es la persona que ha estado a mi lado en silencio, esperándome pacientemente.
Tsumugi no dijo nada por un instante. Su mirada era tan cálida como el sol.
-Cuando lo hagas… estaré listo -respondió-
Mashu asintió y apoyó su cabeza contra su hombro. Allí, con el murmullo de las olas como única música, cerró los ojos.
Unos minutos más tarde, ambos se sentaron sobre una roca cercana, con los pies colgando sobre la arena. El cielo se había vuelto azul profundo, y las primeras estrellas comenzaban a asomarse. El viento marino traía consigo olor a sal y recuerdos.
-¿Sabes?-dijo Tsumugi mientras observaba el cielo-. A veces pienso en ese día en que actué por primera vez para ti. Era solo un niño, pero sentí que había hecho algo importante.
Mashu sonrió.
-Y lo hiciste. Esa actuación del príncipe de las frías tierras de Siberia me salvó.
Él la miró con los ojos entrecerrados, juguetones.
-¿Quieres que lo vuelva a interpretar ?-
-¿Aquí y ahora? -dijo ella visiblemente sonrojada
Tsumugi cerró los ojos y empezó a recitar sus palabras. Su voz era clara, serena, como el reflejo de la luna sobre el agua. No era una interpretación profunda. Eran unas frases que hablaban de esperanza, de consuelo, de promesas que no se rompen.
Cuando su interpretación terminó, el mundo parecía más tranquilo.
________________________________________
La mañana siguiente amaneció envuelta en un silencio sereno, como si el mundo aún meditara sobre las emociones del día anterior. El canto de las aves se colaba por las ventanas de la residencia Kinomoto
Wei Wu Xian revolvía el contenido de una olla de desayuno con entusiasmo exagerado, y Lan Wang Ji se encargaba de preparar la mesa con precisión casi ceremonial.
Mashu se había despertado antes que todos. Sus pensamientos la habían mantenido en vela gran parte de la noche.
Y ahora, allí estaba. De pie en el umbral del comedor, con las manos apretadas a los lados de su yukata azul marino.
Respiró hondo. Dio un paso, luego otro, hasta quedar frente a sus padres.
Wei Wu Xian la notó primero.
-¡Mashu-chan! Buenos días, ¿dormiste bien? ¿quieres probar mi sopa celestial con algas? -agitó una cuchara frente a ella-
-Wu Xian - intervino Lan Wang Ji, colocándole un tazón en las manos para que se calmara. -Deja a nuestra hija que hable.
Mashu los miró a ambos, y luego a Sakura, que alzó la cabeza con curiosidad. El aire parecía más denso de pronto, aunque nadie decía nada. Entonces Mashu respiró profundamente.
-Papá… Wu Xian… Sakura -dijo, su voz firme, aunque algo temblorosa- Quiero decirles algo importante-
Wei Wu Xian frunció el ceño con suavidad y dejó la cuchara sobre la mesa.
-¿De qué se trata, hija?-
Mashu alzó la vista. Su mirada estaba decidida.
-Es sobre Tsumugi-
Sakura parpadeó, y Lan Wang Ji se quedó completamente quieto. Wei Wu Xian ladeó la cabeza, como si tratara de confirmar que había escuchado bien.
-¿Tsumugi...? ¿Tu amigo de la infancia? ¿El chico que solía hacer origami contigo en el templo del jardín trasero?-
-Sí, ese Tsumugi -dijo con una leve sonrisa- Quiero que sepan que… estamos juntos, nos hicimos novios no hace mucho.
El silencio cayó como una hoja suspendida en el viento.
Wei Wu Xian abrió los ojos como platos. Lan Wang Ji no reaccionó de inmediato, pero sus dedos se detuvieron en el borde del tazón. Sakura se incorporó lentamente, con una expresión de sorpresa y una sonrisa apenas contenida en los labios.
-¿Desde hace algunas semanas…? -repitió Wu Xian-. ¿Y no dijiste nada hasta ahora?
No quería causarles más preocupación en medio de todo lo que está pasando. Pero ahora… quiero hacerlo bien.Quiero que vean por ustedes mismos lo mucho que significa para mí.
Lan Wang Ji la observó detenidamente. Sus ojos eran serenos, pero intensos.
- ¿Te sientes feliz con él? -
-Mucho -respondió Mashu sin dudar.
-¿Te respeta?-
-Por supuesto que si, desde que éramos niños-
Wei Wu Xian se levantó de golpe, haciendo que la silla crujiera. Caminó hasta ella y le revolvió el cabello con una sonrisa melancólica.
-¡Mi Mashu-chan está enamorada! ¡Y yo sin haber preparado ningún discurso de bienvenida! - luego se giró- ¿Dónde está Tsumugi? ¿Está aquí?
Mashu asintió, ligeramente ruborizada.
-Lo invité a venir esta mañana… Está en el jardín delantero.
-¿Y lo vas a hacer esperar allá afuera? -exclamó Wu Xian- ¡Ve a traerlo! ¡Ve!
Mashu asintió rápidamente y salió. En cuanto se perdió de vista, Sakura suspiró con una sonrisa.
-Lo sabia sabia que ambos iban a terminar juntos, siempre supe que Tsumugi-niichan se iba a quedar con neechan…-
-Lo sé -dijo Lan Wang Ji en voz baja.
Wei Wu Xian lo miró.
-¿Y tú? ¿Vas a darle una oportunidad?
-Lo observaré -respondió simplemente-Si sus intenciones son sinceras, lo sabré.
En ese momento, Mashu regresó por el pasillo, acompañada de Tsumugi. Él vestía con sencillez, un haori claro sobre una camisa blanca y pantalones negros, pero su postura era recta y sus ojos, determinados. Se detuvo frente a los adultos y se inclinó profundamente.
-Buenos días Wei Wu Xian-san, Lan Wang Ji-san, es un honor volver a verlos nuevamente…-haciendo una solemne reverencia- Vengo a declarar mis serias intenciones por Mashu-san.
Wei Wu Xian entrecerró los ojos con un gesto dramático.
-¿Y dime Tsumugi, tienes alguna habilidad especial? ¿Sabes tocar el shamisen o preparar té mientras recitas poesía?
Tsumugi se quedó en silencio un instante. Luego respondió:
-Sé hacer reír a Mashu cuando siento que se siente triste y no quiere decirme lo que siente-.
Lan Wang Ji alzó ligeramente una ceja. Wei Wu Xian quedó mudo.
-Bien - dijo Lan Wang Ji finalmente-. Te puedes quedar para el desayuno.
Sakura soltó una pequeña risa.
Y es así como has recibido la bendición de la familia Tsumugi-niichan…-
Tsumugi se sentó junto a Mashu. Sus manos no se rozaron, pero sus miradas bastaron. En ese momento, entre el murmullo del viento y el aroma del arroz recién cocido, una nueva etapa comenzaba.
----------------
matta ne!!
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En la playa, lejos del bullicio de la casa de los Kinomoto y de las revelaciones recientes, Mashu caminaba en silencio, dejando que sus pies descalzos se hundieran en la arena. A su lado se encontraba Tsumugi que la miraba en silencio.
Lo que más latía en el pecho de Mashu no era inquietud, ni miedo, ni incertidumbre.
Sino era felicidad de estar al lado de la persona que ama.
Así que Sakura ya está comprometida - dijo Tsumugi finalmente, rompiendo el silencio.
Mashu asintió, sin apartar la mirada del mar.
Si…-dijo asiento con la cabeza- tanto ella como Syaoran-kun fueron honestos en sus sentimientos y decidieron comprometerse sin la presión de ambas familias.
Era obvio que iban a terminar juntos - respondió el peliazul con una sonrisa- me alegro que siempre te ha tenido a ti a su lado todo este tiempo.
Mashu no respondió de inmediato. Cerró los ojos al sentir el viento agitar sus cabellos lilas. Durante tantos años había guardado silencio, cargando con verdades peligrosas por el bien de su hermana, ocultando sus propios temores y sentimientos. Pero ahora, con Tsumugi allí, justo a su lado, sintió que podía respirar.
-Obviamente tengo que estar con ella es mi amada hermana menor- murmuró- Aunque en varias ocasiones me he sentido sola.
Él se detuvo, y sus ojos se suavizaron aún más.
-Nunca has estado sola Mashu, siempre he estado a tu lado aunque no estuviera cerca de ti…-
Ella lo miró entonces, sus labios temblaron ligeramente. Tsumugi se acercó un paso más, hasta que sus sombras se tocaron sobre la arena.
-Cuando me pediste que fuera tu novia... -Mashu rompió el silencio, apenas en un susurro-Por un momento pensé que no merecía tener una persona tan maravillosa como tú a mi lado,que el tiempo y mis decisiones habían cambiado todo entre nosotros.
Tsumugi ladeó la cabeza, sin dejar de sonreír.
-Pero no cambiaron en lo más mínimo y prueba de ello es que yo sigo aquí.
- ¿No te decepcionó que no hablara de ti con mis padres hoy? Que los haya dejado pensar que aún estoy sola…-
-Para nada -respondió él con suavidad-
Ella alzó los ojos, sorprendida por su madurez.
-Eres demasiado bueno Tsumugi-kun…-
-No creo que sea porque soy bueno o no, solo es que he esperado mucho tiempo por ti.
El corazón de Mashu latió con fuerza. Sin decir palabra, lo tomó de la mano. Los dedos de ambos se entrelazaron con naturalidad, como si lo hubieran hecho toda la vida. Y quizás así era.
-Quiero presentarte oficialmente- dijo ella en voz baja- Que sepan quién es la persona que ha estado a mi lado en silencio, esperándome pacientemente.
Tsumugi no dijo nada por un instante. Su mirada era tan cálida como el sol.
-Cuando lo hagas… estaré listo -respondió-
Mashu asintió y apoyó su cabeza contra su hombro. Allí, con el murmullo de las olas como única música, cerró los ojos.
Unos minutos más tarde, ambos se sentaron sobre una roca cercana, con los pies colgando sobre la arena. El cielo se había vuelto azul profundo, y las primeras estrellas comenzaban a asomarse. El viento marino traía consigo olor a sal y recuerdos.
-¿Sabes?-dijo Tsumugi mientras observaba el cielo-. A veces pienso en ese día en que actué por primera vez para ti. Era solo un niño, pero sentí que había hecho algo importante.
Mashu sonrió.
-Y lo hiciste. Esa actuación del príncipe de las frías tierras de Siberia me salvó.
Él la miró con los ojos entrecerrados, juguetones.
-¿Quieres que lo vuelva a interpretar ?-
-¿Aquí y ahora? -dijo ella visiblemente sonrojada
Tsumugi cerró los ojos y empezó a recitar sus palabras. Su voz era clara, serena, como el reflejo de la luna sobre el agua. No era una interpretación profunda. Eran unas frases que hablaban de esperanza, de consuelo, de promesas que no se rompen.
Cuando su interpretación terminó, el mundo parecía más tranquilo.
________________________________________
La mañana siguiente amaneció envuelta en un silencio sereno, como si el mundo aún meditara sobre las emociones del día anterior. El canto de las aves se colaba por las ventanas de la residencia Kinomoto
Wei Wu Xian revolvía el contenido de una olla de desayuno con entusiasmo exagerado, y Lan Wang Ji se encargaba de preparar la mesa con precisión casi ceremonial.
Mashu se había despertado antes que todos. Sus pensamientos la habían mantenido en vela gran parte de la noche.
Y ahora, allí estaba. De pie en el umbral del comedor, con las manos apretadas a los lados de su yukata azul marino.
Respiró hondo. Dio un paso, luego otro, hasta quedar frente a sus padres.
Wei Wu Xian la notó primero.
-¡Mashu-chan! Buenos días, ¿dormiste bien? ¿quieres probar mi sopa celestial con algas? -agitó una cuchara frente a ella-
-Wu Xian - intervino Lan Wang Ji, colocándole un tazón en las manos para que se calmara. -Deja a nuestra hija que hable.
Mashu los miró a ambos, y luego a Sakura, que alzó la cabeza con curiosidad. El aire parecía más denso de pronto, aunque nadie decía nada. Entonces Mashu respiró profundamente.
-Papá… Wu Xian… Sakura -dijo, su voz firme, aunque algo temblorosa- Quiero decirles algo importante-
Wei Wu Xian frunció el ceño con suavidad y dejó la cuchara sobre la mesa.
-¿De qué se trata, hija?-
Mashu alzó la vista. Su mirada estaba decidida.
-Es sobre Tsumugi-
Sakura parpadeó, y Lan Wang Ji se quedó completamente quieto. Wei Wu Xian ladeó la cabeza, como si tratara de confirmar que había escuchado bien.
-¿Tsumugi...? ¿Tu amigo de la infancia? ¿El chico que solía hacer origami contigo en el templo del jardín trasero?-
-Sí, ese Tsumugi -dijo con una leve sonrisa- Quiero que sepan que… estamos juntos, nos hicimos novios no hace mucho.
El silencio cayó como una hoja suspendida en el viento.
Wei Wu Xian abrió los ojos como platos. Lan Wang Ji no reaccionó de inmediato, pero sus dedos se detuvieron en el borde del tazón. Sakura se incorporó lentamente, con una expresión de sorpresa y una sonrisa apenas contenida en los labios.
-¿Desde hace algunas semanas…? -repitió Wu Xian-. ¿Y no dijiste nada hasta ahora?
No quería causarles más preocupación en medio de todo lo que está pasando. Pero ahora… quiero hacerlo bien.Quiero que vean por ustedes mismos lo mucho que significa para mí.
Lan Wang Ji la observó detenidamente. Sus ojos eran serenos, pero intensos.
- ¿Te sientes feliz con él? -
-Mucho -respondió Mashu sin dudar.
-¿Te respeta?-
-Por supuesto que si, desde que éramos niños-
Wei Wu Xian se levantó de golpe, haciendo que la silla crujiera. Caminó hasta ella y le revolvió el cabello con una sonrisa melancólica.
-¡Mi Mashu-chan está enamorada! ¡Y yo sin haber preparado ningún discurso de bienvenida! - luego se giró- ¿Dónde está Tsumugi? ¿Está aquí?
Mashu asintió, ligeramente ruborizada.
-Lo invité a venir esta mañana… Está en el jardín delantero.
-¿Y lo vas a hacer esperar allá afuera? -exclamó Wu Xian- ¡Ve a traerlo! ¡Ve!
Mashu asintió rápidamente y salió. En cuanto se perdió de vista, Sakura suspiró con una sonrisa.
-Lo sabia sabia que ambos iban a terminar juntos, siempre supe que Tsumugi-niichan se iba a quedar con neechan…-
-Lo sé -dijo Lan Wang Ji en voz baja.
Wei Wu Xian lo miró.
-¿Y tú? ¿Vas a darle una oportunidad?
-Lo observaré -respondió simplemente-Si sus intenciones son sinceras, lo sabré.
En ese momento, Mashu regresó por el pasillo, acompañada de Tsumugi. Él vestía con sencillez, un haori claro sobre una camisa blanca y pantalones negros, pero su postura era recta y sus ojos, determinados. Se detuvo frente a los adultos y se inclinó profundamente.
-Buenos días Wei Wu Xian-san, Lan Wang Ji-san, es un honor volver a verlos nuevamente…-haciendo una solemne reverencia- Vengo a declarar mis serias intenciones por Mashu-san.
Wei Wu Xian entrecerró los ojos con un gesto dramático.
-¿Y dime Tsumugi, tienes alguna habilidad especial? ¿Sabes tocar el shamisen o preparar té mientras recitas poesía?
Tsumugi se quedó en silencio un instante. Luego respondió:
-Sé hacer reír a Mashu cuando siento que se siente triste y no quiere decirme lo que siente-.
Lan Wang Ji alzó ligeramente una ceja. Wei Wu Xian quedó mudo.
-Bien - dijo Lan Wang Ji finalmente-. Te puedes quedar para el desayuno.
Sakura soltó una pequeña risa.
Y es así como has recibido la bendición de la familia Tsumugi-niichan…-
Tsumugi se sentó junto a Mashu. Sus manos no se rozaron, pero sus miradas bastaron. En ese momento, entre el murmullo del viento y el aroma del arroz recién cocido, una nueva etapa comenzaba.
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Patio de Juegos / Re: Pride&Prejudice / Chapter III: A London Reverie
« Last post by Puri on July 31, 2025, 08:07:25 PM »Nada como levantarte a las 3 de la mañana para postear fic en el BT. Ir en contra del reloj de probaciones es una de las pocas adrenalinas que más se disfrutan en la vida uwu
Durante el último mes, Jean no había hecho acto de presencia; pero sí había enviado dos cartas—las cuales había tenido que mostrarle a su madre de manera obligatoria. La primera de ellas llegó tras dos semanas y media de silencio, días en los cuales mamá había estado experimentando un estado de felicidad e histeria por igual. “¿Por qué no ha regresado el señor Jean? Sayaka, ¿no le habrás dicho algo? Pobre de ti que lo hayas asustado con alguno de tus trucos de niña infantil…,” decía, para tres minutos después cambiar a: “Mi pequeña, solicitada finalmente por alguien que está listo a ignorar sus defectos… Mejor persona de mejor corazón no podrá encontrar mi niña...” y así iba y venía constantemente.
Fue por ello que la primera carta fue algo que emocionó tanto a su madre como a ella misma, ya que serviría de hacerla callar a la mayor de una vez por todas. En esta carta, Jean se mostró algo tímido—al parecer, aún sentía algo de vergüenza por lo que había pasado al final de la reunión con lo de la tarta. Escribía de manera dulce, diciendo que estaba muy feliz de haber podido conocer a toda su familia y de la ilusión que albergaba al haber sido acogido con tanto cariño por todos. Incluso Sayaka se sintió un poco conmovida por su carta, ya que parte de la entrada a su corazón pasaba de manera obligatoria por su familia. Su mamá había estado saltando en un pie de la emoción tras leer ésta por sobre su hombro; sólo interrumpiéndose para sacarla de su cama a la fuerza para que se sentara al escritorio a escribir una respuesta.
La segunda carta llegó tres días después de que enviara su respuesta y el tono había cambiado de una manera que no le gustó para nada. El joven parecía haberse envalentonado al recibir una respuesta de la joven y había comenzado a escribir con mayor confianza de la que sentía que era la debida—la mayor parte de esta se la pasó describiendo los últimos acontecimientos en su trabajo y del rol crucial que cumplía en la comisaría del pueblo. Aparentemente, si uno seguía a pie de la letra lo que Jean decía, Bloomington no funcionaría sin él a cargo de la seguridad. Incluso comentaba en la misiva de cómo se había hecho amigo de un capitán del ejército y que éste solía venir a él para pedirle consejo; así que hasta la seguridad de todo el Reino Unido parecía depender de él también.
En lo que concernía a temas de cortejo, la carta cumplía con su cometido. Jean se presentaba no sólo como un candidato más que ideal ante ella, sino también ante sus padres, quienes estaba seguro que leerían la misiva también. Pero en temas personales, la carta se encontraba completamente vacía de la ternura que la primera le había otorgado al leerla. No volvía a mencionar a su familia ni le preguntaba cosas a ella más allá de si es que su fiebre ya había abatido o no—y para mal mayor, había una línea en la que se lamentaba de que las mujeres jóvenes como ella estuviesen siempre predispuestas a la enfermedad en comparación a los hombres y su robustez física. Sayaka no supo si reír o llorar, pero su mamá la forzó al menos a sonreír tras leer aquella oda a Jean dirigida por Jean y escrita por Jean.
Si algo había logrado aquella carta había sido con ayudar a que terminara su letargo. Mamá había querido repetir lo de la vez anterior: forzarla a salir de la cama a sentarse al escritorio y responder la misiva. Con toda la marea de sentimientos fuertes que experimentaba, Sayaka logró encontrar fuerzas para lidiar con ella y demandarle que saliera de la habitación, ya que quería escribir de forma privada. Había recuperado fuerza suficiente como para engañar de manera convincente a su madre y que esta le dejara sola en la sala, donde se sentó a escribir ágilmente una carta.
Una carta para Haynes Park, en la que aceptaba la invitación a pasar un fin de semana con ellos.
La segunda carta de Jean quedó relegada a su gaveta bajo llave, donde guardaba cosas en las que prefería no pensar.
Durante el último mes, Jean no había hecho acto de presencia; pero sí había enviado dos cartas—las cuales había tenido que mostrarle a su madre de manera obligatoria. La primera de ellas llegó tras dos semanas y media de silencio, días en los cuales mamá había estado experimentando un estado de felicidad e histeria por igual. “¿Por qué no ha regresado el señor Jean? Sayaka, ¿no le habrás dicho algo? Pobre de ti que lo hayas asustado con alguno de tus trucos de niña infantil…,” decía, para tres minutos después cambiar a: “Mi pequeña, solicitada finalmente por alguien que está listo a ignorar sus defectos… Mejor persona de mejor corazón no podrá encontrar mi niña...” y así iba y venía constantemente.
Fue por ello que la primera carta fue algo que emocionó tanto a su madre como a ella misma, ya que serviría de hacerla callar a la mayor de una vez por todas. En esta carta, Jean se mostró algo tímido—al parecer, aún sentía algo de vergüenza por lo que había pasado al final de la reunión con lo de la tarta. Escribía de manera dulce, diciendo que estaba muy feliz de haber podido conocer a toda su familia y de la ilusión que albergaba al haber sido acogido con tanto cariño por todos. Incluso Sayaka se sintió un poco conmovida por su carta, ya que parte de la entrada a su corazón pasaba de manera obligatoria por su familia. Su mamá había estado saltando en un pie de la emoción tras leer ésta por sobre su hombro; sólo interrumpiéndose para sacarla de su cama a la fuerza para que se sentara al escritorio a escribir una respuesta.
La segunda carta llegó tres días después de que enviara su respuesta y el tono había cambiado de una manera que no le gustó para nada. El joven parecía haberse envalentonado al recibir una respuesta de la joven y había comenzado a escribir con mayor confianza de la que sentía que era la debida—la mayor parte de esta se la pasó describiendo los últimos acontecimientos en su trabajo y del rol crucial que cumplía en la comisaría del pueblo. Aparentemente, si uno seguía a pie de la letra lo que Jean decía, Bloomington no funcionaría sin él a cargo de la seguridad. Incluso comentaba en la misiva de cómo se había hecho amigo de un capitán del ejército y que éste solía venir a él para pedirle consejo; así que hasta la seguridad de todo el Reino Unido parecía depender de él también.
En lo que concernía a temas de cortejo, la carta cumplía con su cometido. Jean se presentaba no sólo como un candidato más que ideal ante ella, sino también ante sus padres, quienes estaba seguro que leerían la misiva también. Pero en temas personales, la carta se encontraba completamente vacía de la ternura que la primera le había otorgado al leerla. No volvía a mencionar a su familia ni le preguntaba cosas a ella más allá de si es que su fiebre ya había abatido o no—y para mal mayor, había una línea en la que se lamentaba de que las mujeres jóvenes como ella estuviesen siempre predispuestas a la enfermedad en comparación a los hombres y su robustez física. Sayaka no supo si reír o llorar, pero su mamá la forzó al menos a sonreír tras leer aquella oda a Jean dirigida por Jean y escrita por Jean.
Si algo había logrado aquella carta había sido con ayudar a que terminara su letargo. Mamá había querido repetir lo de la vez anterior: forzarla a salir de la cama a sentarse al escritorio y responder la misiva. Con toda la marea de sentimientos fuertes que experimentaba, Sayaka logró encontrar fuerzas para lidiar con ella y demandarle que saliera de la habitación, ya que quería escribir de forma privada. Había recuperado fuerza suficiente como para engañar de manera convincente a su madre y que esta le dejara sola en la sala, donde se sentó a escribir ágilmente una carta.
Una carta para Haynes Park, en la que aceptaba la invitación a pasar un fin de semana con ellos.
La segunda carta de Jean quedó relegada a su gaveta bajo llave, donde guardaba cosas en las que prefería no pensar.
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HiMEverse / Re: HiMEverse Episode V: The Rebels Strike Back
« Last post by Eureka on July 31, 2025, 07:46:42 PM »Se logroooo (siempre digo lo mismo)
“Siempre me he preguntado…”
“¿Mm?” Gojo observó a su alumna, un tanto curioso por su repentina pregunta.
Llevaban caminando en silencio desde hacía unos diez minutos, momento en el que habían ingresado a uno de los barrios más cercanos de Hanasaki, una zona ubicada a unas pocas cuadras del campus. Neuvillette los seguía en silencio, curioso por los escaparates, los puestos de comidas y accesorios y las personas que pasaban a su alrededor.
“Siempre me he preguntado por qué la ropa de hombre es tan… aburrida,” mencionó Eureka frente a la tienda de Lacoste. Los polos y pantalones básicos eran más monótonos de lo que había esperado ver. Sabía que la marca se caracterizaba por ese tipo de prendas, pero las que tenía en frente superaban negativamente a sus expectativas.
“Bueno, supongo que muchos hombres le tienen alergia al color o a las prendas de formas divertidas.”
“Eso te incluye.” Eureka sonrió. “Una camisa blanca y unos pantalones negros con zapatillas no son el último grito de la moda, creo yo.”
“Yo tambien estoy vestido así, Eureka-dono.” Le comentó Neuvillette.
“¡Tú no cuentas, tranquilo! No fue tu intención. Era lo único que Gojo-sensei tenía a la mano.”
“Pero no me has visto en una cita.” Aclaró Gojo. “Ahí si me arreglo como se debe.”
“¿Qué? ¿Te pones una gabardina y una caffarena y consideras que eso es chic?” Eureka arqueó una ceja, aguantándose las risas.
“¡Ack!” Gojo saltó en su sitio, atacado por el comentario. “¡Esa combinación es perfecta!”
“Si usas zapatillas, lo dudo.”
“…Bueno, no quiero verme tan serio. Para eso está Suguru~” canturreó, y la HiME hizo una mueca de asco.
“¿Ese es tu novio o qué?”
“¿Me parece o me has agarrado mucha confianza de un momento a otro?” Le dijo el profesor, con una sonrisa de oreja a oreja.
“No es tanto como que te haya agarrado confianza… sino que tú cuentas los detalles de tu vida personal sin mucho cuidado.”
“Es cierto. Yo también tengo entendido que Suguru Geto es su…”
“¡Gracias, Neuvie-chan!” Gojo lo interrumpió en un santiamén. “Y pueees… no sé qué decirte. Me gusta contarle cosas a la gente. Más aún si siento que son de confianza.”
“Entonces… tú eres el que me ha agarrado confianza a mí.”
Uno de los vendedores de Lacoste se acercó desesperado a los tres.
“Disculpen, dama, caballeros… ¿van a ingresar a comprar?”
“Ah, no.” Eureka le sonrió un poco triste. Le daba pena incomodar a los asistentes de ventas. “Solo estábamos mirando.”
“Sí, el caballero está buscando algo más extravagante,” comentó Gojo, pero Neuvillette no se inmutó ante su broma de mal gusto.
Ni Eureka. La HiME y el child ya habían avanzado y le llevaban al menos unos metros de distancia al mayor.
“¡Oigan! ¡¿Qué les pasa?!” Se quejó Gojo, corriendo para alcanzarlos. “¡Debieron haberme esperado!”
“Lo siento” Eureka le sacó la lengua. “Pero el vendedor nos interrumpió. Dime, ¿por qué me has agarrado confianza? Soy una HiME común y corriente, sensei. Y tampoco… soy tan brillante que digamos.”
“Bueno, es porque…”
“¿POR OIKAWA?” Gritó, indignada. “¡Sería el colmo que te llame la atención por mi key! Pero tendría sentido. Todo el mundo pensaría que un tipo con poderes sería más fuerte que una chica. ¡¿Dónde quedó el feminis…?!”
“¡Jaja!” Gojo le revolvió los cabellos. “Ni me dejas contestarte y ya te armas tremenda película en la cabeza.”
“…” Eureka hizo un puchero. “Bueno, dime, entonces.”
“Es porque les veo mucho potencial en conjunto.” Comentó, sin girarse a mirarla. “No solo por su dinámica de dúo de comedia. De hecho, esa dinámica me indica que tienen mucha sinergia y que aún no la han podido explorar porque no han contado con algún entrenador que pueda guiarlos en ese ámbito. No quiero desprestigiar a Ohara y a Matsuura, pero esas chiquillas y sus amigas no deberían llamarse entrenadoras. Es cierto que los han ayudado a desarrollar más fuerza, resistencia y otros factores, pero el entrenamiento de HiME y Key incluye otros aspectos.”
“¿Como los que exploraron en el campamento de Keys?”
“Exacto~ Imagino que igual Matsuura y Ohara intentaron orientarlos con sus poderes, pero no pudieron hacer mucho al respecto.”
“No.” Admitió la HiME. “Aun así, no puedo negar que nos han apoyado muchísimo.”
“Y pueden seguir entrenando con ellas.” Gojo le sonrió. “También le serviría a Neuvillette.”
“Lo aprecio,” dijo el Child.
“¿Entonces…?” La mirada confundida de Eureka hablaba por ella.
“Entonces, quiero apoyarlos. Son como mi proyecto personal, por así decirlo. Lo de ellas es algo adicional. Lo que yo haré con ustedes… es distinto.”
“Eso… suena peligroso.”
“¡Lo es! Parte de eso implica cazar orphans. No sé qué tan enterada estás al…”
Gojo se interrumpió al notar cómo Eureka se detuvo en el acto.
“¿Eureka?”
“Gojo-sensei… hay algo que tal vez debería contarte.”
“Mm.” El rostro confundido de Aventurine llamó su atención.
Se habían quedado haciendo hora en una de las rotondas de la universidad. Shiki se había escapado a sus clases (o a quién sabe dónde), y la única víctima a disposición de Kokichi era Aventurine, quien había dejado de prestarle atención a sus tonterías desde hacía un par de minutos.
“¿Qué pasa, Churin?”
“¿Recuerdas el problema de tu HiME?” Le consultó. “La petición que te hizo. Bueno, nos hizo. De recuperar los videos de las cámaras de seguridad.”
“¿Síp?” Kokichi sonrió, confundido. “No entiendo. ¿Encontraste algo más? Porque en el almuerzo le enviaste todo… O bueno, tu contacto. No sé cuál de ustedes fue. A todo esto, es Saruhiko Fushimi, ¿no?”
“No. Y… mi contacto logró recuperar algunos de los videos que al inicio no pudo.”
Su expresión sombría le dijo todo lo que debía saber.
“Puede que quieras ver esto.”
Y le extendió el celular.
“Siempre me he preguntado…”
“¿Mm?” Gojo observó a su alumna, un tanto curioso por su repentina pregunta.
Llevaban caminando en silencio desde hacía unos diez minutos, momento en el que habían ingresado a uno de los barrios más cercanos de Hanasaki, una zona ubicada a unas pocas cuadras del campus. Neuvillette los seguía en silencio, curioso por los escaparates, los puestos de comidas y accesorios y las personas que pasaban a su alrededor.
“Siempre me he preguntado por qué la ropa de hombre es tan… aburrida,” mencionó Eureka frente a la tienda de Lacoste. Los polos y pantalones básicos eran más monótonos de lo que había esperado ver. Sabía que la marca se caracterizaba por ese tipo de prendas, pero las que tenía en frente superaban negativamente a sus expectativas.
“Bueno, supongo que muchos hombres le tienen alergia al color o a las prendas de formas divertidas.”
“Eso te incluye.” Eureka sonrió. “Una camisa blanca y unos pantalones negros con zapatillas no son el último grito de la moda, creo yo.”
“Yo tambien estoy vestido así, Eureka-dono.” Le comentó Neuvillette.
“¡Tú no cuentas, tranquilo! No fue tu intención. Era lo único que Gojo-sensei tenía a la mano.”
“Pero no me has visto en una cita.” Aclaró Gojo. “Ahí si me arreglo como se debe.”
“¿Qué? ¿Te pones una gabardina y una caffarena y consideras que eso es chic?” Eureka arqueó una ceja, aguantándose las risas.
“¡Ack!” Gojo saltó en su sitio, atacado por el comentario. “¡Esa combinación es perfecta!”
“Si usas zapatillas, lo dudo.”
“…Bueno, no quiero verme tan serio. Para eso está Suguru~” canturreó, y la HiME hizo una mueca de asco.
“¿Ese es tu novio o qué?”
“¿Me parece o me has agarrado mucha confianza de un momento a otro?” Le dijo el profesor, con una sonrisa de oreja a oreja.
“No es tanto como que te haya agarrado confianza… sino que tú cuentas los detalles de tu vida personal sin mucho cuidado.”
“Es cierto. Yo también tengo entendido que Suguru Geto es su…”
“¡Gracias, Neuvie-chan!” Gojo lo interrumpió en un santiamén. “Y pueees… no sé qué decirte. Me gusta contarle cosas a la gente. Más aún si siento que son de confianza.”
“Entonces… tú eres el que me ha agarrado confianza a mí.”
Uno de los vendedores de Lacoste se acercó desesperado a los tres.
“Disculpen, dama, caballeros… ¿van a ingresar a comprar?”
“Ah, no.” Eureka le sonrió un poco triste. Le daba pena incomodar a los asistentes de ventas. “Solo estábamos mirando.”
“Sí, el caballero está buscando algo más extravagante,” comentó Gojo, pero Neuvillette no se inmutó ante su broma de mal gusto.
Ni Eureka. La HiME y el child ya habían avanzado y le llevaban al menos unos metros de distancia al mayor.
“¡Oigan! ¡¿Qué les pasa?!” Se quejó Gojo, corriendo para alcanzarlos. “¡Debieron haberme esperado!”
“Lo siento” Eureka le sacó la lengua. “Pero el vendedor nos interrumpió. Dime, ¿por qué me has agarrado confianza? Soy una HiME común y corriente, sensei. Y tampoco… soy tan brillante que digamos.”
“Bueno, es porque…”
“¿POR OIKAWA?” Gritó, indignada. “¡Sería el colmo que te llame la atención por mi key! Pero tendría sentido. Todo el mundo pensaría que un tipo con poderes sería más fuerte que una chica. ¡¿Dónde quedó el feminis…?!”
“¡Jaja!” Gojo le revolvió los cabellos. “Ni me dejas contestarte y ya te armas tremenda película en la cabeza.”
“…” Eureka hizo un puchero. “Bueno, dime, entonces.”
“Es porque les veo mucho potencial en conjunto.” Comentó, sin girarse a mirarla. “No solo por su dinámica de dúo de comedia. De hecho, esa dinámica me indica que tienen mucha sinergia y que aún no la han podido explorar porque no han contado con algún entrenador que pueda guiarlos en ese ámbito. No quiero desprestigiar a Ohara y a Matsuura, pero esas chiquillas y sus amigas no deberían llamarse entrenadoras. Es cierto que los han ayudado a desarrollar más fuerza, resistencia y otros factores, pero el entrenamiento de HiME y Key incluye otros aspectos.”
“¿Como los que exploraron en el campamento de Keys?”
“Exacto~ Imagino que igual Matsuura y Ohara intentaron orientarlos con sus poderes, pero no pudieron hacer mucho al respecto.”
“No.” Admitió la HiME. “Aun así, no puedo negar que nos han apoyado muchísimo.”
“Y pueden seguir entrenando con ellas.” Gojo le sonrió. “También le serviría a Neuvillette.”
“Lo aprecio,” dijo el Child.
“¿Entonces…?” La mirada confundida de Eureka hablaba por ella.
“Entonces, quiero apoyarlos. Son como mi proyecto personal, por así decirlo. Lo de ellas es algo adicional. Lo que yo haré con ustedes… es distinto.”
“Eso… suena peligroso.”
“¡Lo es! Parte de eso implica cazar orphans. No sé qué tan enterada estás al…”
Gojo se interrumpió al notar cómo Eureka se detuvo en el acto.
“¿Eureka?”
“Gojo-sensei… hay algo que tal vez debería contarte.”
“Mm.” El rostro confundido de Aventurine llamó su atención.
Se habían quedado haciendo hora en una de las rotondas de la universidad. Shiki se había escapado a sus clases (o a quién sabe dónde), y la única víctima a disposición de Kokichi era Aventurine, quien había dejado de prestarle atención a sus tonterías desde hacía un par de minutos.
“¿Qué pasa, Churin?”
“¿Recuerdas el problema de tu HiME?” Le consultó. “La petición que te hizo. Bueno, nos hizo. De recuperar los videos de las cámaras de seguridad.”
“¿Síp?” Kokichi sonrió, confundido. “No entiendo. ¿Encontraste algo más? Porque en el almuerzo le enviaste todo… O bueno, tu contacto. No sé cuál de ustedes fue. A todo esto, es Saruhiko Fushimi, ¿no?”
“No. Y… mi contacto logró recuperar algunos de los videos que al inicio no pudo.”
Su expresión sombría le dijo todo lo que debía saber.
“Puede que quieras ver esto.”
Y le extendió el celular.
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SeeDs in the Garden / Re: SeeDs in the Garden – revival
« Last post by Airin on July 31, 2025, 06:35:30 PM »gracias a la playlist de musica que induce al crimen(?) y al comando ibuprofeno al rescate
El ruido pesado de botas de combate a la carrera resonaba contra el asfalto mojado con un ritmo rápido y constante. Una explosión no demasiado lejana hizo que los pasos acelerasen su velocidad y perdieran contacto con el pavimento para repicar primero contra un bidón, después contra un contenedor y finalmente hacer eco en dirección vertical contra el metal de una escalerilla de emergencia a lo largo de una pared.
—Hah, —resopló el hombre aupándose sobre la cornisa del tejado del edificio,— ahora me podéis comer los…
No tuvo tiempo de acabar la frase antes de tirarse al suelo y contener la respiración. Podía oír a sus perseguidores entrar en el callejón, y asegurándose de tener todas sus armas encima echó un vistazo a su alrededor para comprobar que la zona estaba despejada a su altura. Se arrastró lejos de la cornisa reptando por la azotea y en cuanto escuchó el sonido de pasos trepando se echó en pie y a correr de nuevo.
Siguió su carrera tomando impulso a largas zancadas hasta que la superficie del tejado se acabó bajo sus pies y con un salto temerario se lanzó al vacío. Durante unos segundos pareció volar, avanzando en el aire suspendido por la inercia a decenas de metros sobre las calles. Y con el disparo sordo de un arpón encordado arrastrando su cuerpo hacia delante, su arco en descenso se cortó antes de que hubiera podido empezar la caída.
La bala que atravesó un costado de su capucha convirtió su aterrizaje en algo bastante menos grácil que su despegue, haciéndolo rodar por el nuevo tejado hasta que encontró el saliente de una chimenea donde ponerse a cubierto y dejar que la cuerda se retractase de su enganche.
—Oh no no, de eso nada. —masculló apretando los dientes.
Sacó algo de uno de sus muchos bolsillos y tras quitar la envoltura protectora con un giro rápido de navaja, prendió la mecha de una bengala explosiva con una chispa y procedió a lanzarla con fuerza en la dirección inversa al recorrido que acababa de realizar.
Con una sonrisa que no se podía apreciar en su rostro enmascarado, el hombre observó como el montón de tipos que le seguía frenaban en seco con exclamaciones varias y se dispersaban en desbandada por la azotea contraria intentando esquivar la deflagración y las llamas.
—Que os aproveche. —aunque dudaba de que pudieran apreciarlo de forma apropiada, igualmente les dedicó un saludo obsceno con el dedo de en medio.
Saltó de nuevo sin que las balas pudieran alcanzarle esta vez y se concentró en poner distancia dejando el sonido de disparos a su espalda cada vez más lejano.
Tras varias manzanas de edificios residenciales y unos cuantos callejones de aspecto cuestionable, el hombre decidió pisar tierra y tocar la calle de nuevo. Bajó en rápel por la fachada, manteniéndose paralelo a las cañerías para aprovechar la cobertura del lado más oscuro, haciendo contacto con las botas contra la pared de ladrillo cada vez que se empujaba en un nuevo salto descendiente.
Se dejó caer agazapado cuando llegó al suelo, y sacudió los brazos intentando librar sus músculos de la rigidez de las cuerdas en tensión. Aunque las luces de policía no llegaron a iluminar el fondo del callejón, por si acaso dejó que pasasen de largo antes de incorporarse.
Abrió lo que parecía la caja de un transformador eléctrico y extrajo una bolsa de deporte negra de donde sacó una sudadera y una cazadora oscuras; en su lugar guardó su equipación repartiéndola entre distintos bolsillos, se quitó la máscara, y se cambió de ropa.
Se revolvió el pelo con una mano, frotándose también el cuello y la mandíbula se volvió a poner la nueva capucha intacta por encima y se echó la bolsa al hombro observando las calles más allá antes de salir a una zona abierta.
Ahora era solo otro más de los tantos anónimos que caminaba bajo los letreros luminosos que se reflejaban contra las aceras mojadas.
Se hizo a un lado contra un portal para dejar paso a un grupo de veinteañeras borrachas que iban ocupando la acera como si la hubieran puesto ellas y resopló divertido cuando varias de las chicas perdieron el equilibrio empujándose de unas a otras como su fueran fichas de dominó.
Siguió en la misma dirección un par de esquinas más y después cruzó al otro lado de la calle, girando de forma perpendicular y cambiando bruscamente el sentido de su marcha, recorriendo el equivalente a varias paradas de metro-raíl. Cuando consideró que estaba lo suficientemente lejos como para ser rastreado con éxito, encendió el móvil, viendo cómo la pantalla brillaba con cada notificación.
Las luces de neón que iluminaban constantemente el centro de la gran ciudad se tragaban todo cuanto encontraban a su alcance, llegando en forma de nube difusa hasta la periferia, ahogando cualquier intento de escapar de ellas.
.

El ruido pesado de botas de combate a la carrera resonaba contra el asfalto mojado con un ritmo rápido y constante. Una explosión no demasiado lejana hizo que los pasos acelerasen su velocidad y perdieran contacto con el pavimento para repicar primero contra un bidón, después contra un contenedor y finalmente hacer eco en dirección vertical contra el metal de una escalerilla de emergencia a lo largo de una pared.
—Hah, —resopló el hombre aupándose sobre la cornisa del tejado del edificio,— ahora me podéis comer los…
No tuvo tiempo de acabar la frase antes de tirarse al suelo y contener la respiración. Podía oír a sus perseguidores entrar en el callejón, y asegurándose de tener todas sus armas encima echó un vistazo a su alrededor para comprobar que la zona estaba despejada a su altura. Se arrastró lejos de la cornisa reptando por la azotea y en cuanto escuchó el sonido de pasos trepando se echó en pie y a correr de nuevo.
Siguió su carrera tomando impulso a largas zancadas hasta que la superficie del tejado se acabó bajo sus pies y con un salto temerario se lanzó al vacío. Durante unos segundos pareció volar, avanzando en el aire suspendido por la inercia a decenas de metros sobre las calles. Y con el disparo sordo de un arpón encordado arrastrando su cuerpo hacia delante, su arco en descenso se cortó antes de que hubiera podido empezar la caída.
La bala que atravesó un costado de su capucha convirtió su aterrizaje en algo bastante menos grácil que su despegue, haciéndolo rodar por el nuevo tejado hasta que encontró el saliente de una chimenea donde ponerse a cubierto y dejar que la cuerda se retractase de su enganche.
—Oh no no, de eso nada. —masculló apretando los dientes.
Sacó algo de uno de sus muchos bolsillos y tras quitar la envoltura protectora con un giro rápido de navaja, prendió la mecha de una bengala explosiva con una chispa y procedió a lanzarla con fuerza en la dirección inversa al recorrido que acababa de realizar.
Con una sonrisa que no se podía apreciar en su rostro enmascarado, el hombre observó como el montón de tipos que le seguía frenaban en seco con exclamaciones varias y se dispersaban en desbandada por la azotea contraria intentando esquivar la deflagración y las llamas.
—Que os aproveche. —aunque dudaba de que pudieran apreciarlo de forma apropiada, igualmente les dedicó un saludo obsceno con el dedo de en medio.
Saltó de nuevo sin que las balas pudieran alcanzarle esta vez y se concentró en poner distancia dejando el sonido de disparos a su espalda cada vez más lejano.
Tras varias manzanas de edificios residenciales y unos cuantos callejones de aspecto cuestionable, el hombre decidió pisar tierra y tocar la calle de nuevo. Bajó en rápel por la fachada, manteniéndose paralelo a las cañerías para aprovechar la cobertura del lado más oscuro, haciendo contacto con las botas contra la pared de ladrillo cada vez que se empujaba en un nuevo salto descendiente.
Se dejó caer agazapado cuando llegó al suelo, y sacudió los brazos intentando librar sus músculos de la rigidez de las cuerdas en tensión. Aunque las luces de policía no llegaron a iluminar el fondo del callejón, por si acaso dejó que pasasen de largo antes de incorporarse.
Abrió lo que parecía la caja de un transformador eléctrico y extrajo una bolsa de deporte negra de donde sacó una sudadera y una cazadora oscuras; en su lugar guardó su equipación repartiéndola entre distintos bolsillos, se quitó la máscara, y se cambió de ropa.
Se revolvió el pelo con una mano, frotándose también el cuello y la mandíbula se volvió a poner la nueva capucha intacta por encima y se echó la bolsa al hombro observando las calles más allá antes de salir a una zona abierta.
Ahora era solo otro más de los tantos anónimos que caminaba bajo los letreros luminosos que se reflejaban contra las aceras mojadas.
Se hizo a un lado contra un portal para dejar paso a un grupo de veinteañeras borrachas que iban ocupando la acera como si la hubieran puesto ellas y resopló divertido cuando varias de las chicas perdieron el equilibrio empujándose de unas a otras como su fueran fichas de dominó.
Siguió en la misma dirección un par de esquinas más y después cruzó al otro lado de la calle, girando de forma perpendicular y cambiando bruscamente el sentido de su marcha, recorriendo el equivalente a varias paradas de metro-raíl. Cuando consideró que estaba lo suficientemente lejos como para ser rastreado con éxito, encendió el móvil, viendo cómo la pantalla brillaba con cada notificación.
Las luces de neón que iluminaban constantemente el centro de la gran ciudad se tragaban todo cuanto encontraban a su alcance, llegando en forma de nube difusa hasta la periferia, ahogando cualquier intento de escapar de ellas.
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SeeDs in the Garden / Re: SeeDs in the Garden – revival
« Last post by Neko on July 31, 2025, 03:49:46 PM »LORE DUMP \o/
Eulántica 01
Aquel parecía cualquier otro día de verano en la aldea.
El suelo de piedra reflejaba la luz que se colaba entre las ramas de los árboles. Los grillos cantaban su canción dispersados en la hierba al sol, mientras la fuente de la plaza ofrecía una melodía deliciosa para acompañarlos.
La gente volvía pronto a casa para comer y descansar antes de que el calor fuese demasiado duro como para sobrellevarlo, pero los niños corrían de una punta a la otra de la plaza gritando y riendo mientras perseguían una pelota, como si no les afectase el tiempo en absoluto.
Fingon suspiró y se apoyó contra el respaldo del banco donde se había sentado, llevándose la manzana que se estaba comiendo a los labios. Estaba masticando perezosamente, formando baladas en su mente de las que se iba a olvidar si no las apuntaba cuando alguien interrumpió sus pensamientos con un carraspeo exagerado.
—¡Ejem! —le llegó la voz de un niño desde un costado, con la palabra perfectamente enunciada.
Fingon levantó una ceja y tragó, buscando a quien osaba distraerle en ese, oh, tan ocupado mediodía.
—¿Jing Yuan? —preguntó al ver al niño todo serio y formal, ahí de pie al lado del banco. Fingon señaló la mayoría del banco que seguía desocupado—. Es un asiento público, puedes usarlo. ¿O querías llamar mi atención por algo más, pequeño estorbo?
Jing Yuan no chistó, pero sí que entrompó los labios y miró hacia un costado antes de encaramarse al banco de piedra.
—No soy un estorbo —anunció el niño, acomodándose y mirando con curiosidad el libro que había traído su maestro consigo—. Pero puedo serlo si es lo que quiere de mí.
Fingon se rió entre bocado y bocado de manzana y sacudió una mano para decirle que no hacía falta que se tomase tan en serio su comentario. Y luego le preguntó qué hacía ahí sentado en vez de seguir jugando con sus amigos.
—Me preguntaba si tenía algún otro cuento —le explicó Jing Yuan, señalando el libro que Fingon tenía en su regazo—. No he visto ese libro en clase.
Fingon miró la tapa maltrecha del libro y la acarició con reverencia. Debería hacer otra copia antes de que esta se cayera a pedazos.
—Esto… cuenta la historia de nuestro pueblo. Bueno, una parte de la historia de nuestro pueblo. —La mirada de Fingon pasó de nostálgica a pesada y cerró el puño encima del libro— Pero es una parte dura, aún sois jóvenes para poder comprenderla.
—Pero, maestro… —le llegó una segunda voz desde su derecha, Jiyan se había agarrado con sus dos manitas del reposabrazos del banco—. ¿No es mejor ahora que más tarde? Siempre dice eso.
Fingon abrió la boca y la volvió a cerrar mientras más niños dejaban sus juegos y se empezaban a sentar alrededor del banco, demandando un cuento.
—Pero será oscuro. Y los elfos somos los malos. —les advirtió.
Una niña azul se encogió de hombros y se abrazó las rodillas clamando que eso a ella no le afectaba tanto.
—¿Hay dragones? —preguntó otro niño.
Fingon dijo que no y algunos de los chiquillos se pusieron a quejarse.
—Bien, bien. Os vayáis u os quedéis, algún día este cuento aprenderéis —empezó Fingon, cambiando el tono a uno más melodioso—. Pues más que un cuento es historia. Una velada advertencia para no repetirla, porque sólo trajo tragedia lo que hace miles de años ocurría…
Eulántica era una tierra de promesas cumplidas… si eras un elfo. Lujo, poder, estabilidad y sobre todo magia. Todo les pertenecía. Era su derecho de nacimiento. Eran los seres supremos.
O al menos eso era lo que pensaban muchos de ellos.
Habiendo relegado a las demás especies inteligentes a un mero puesto de bestias apenas inteligibles o esclavos tontos, los elfos se sentían en la cima del mundo. Por que lo estaban.
Pero había alguien… alguien en el poder, que no pensaba así.
«Piensan, sienten… Tienen un lenguaje. ¿¡Qué les separa de nosotros!?» gritaba uno de los senadores con pasión ante el resto de altos cargos.
«¡La magia! No pueden comprenderla, no la tienen. Son… ¡inferiores!»
La retórica seguía y seguía con los mismos puntos. Pero muchos de ellos sabían que eso no era cierto. Rumores y rumores sobre bebés desaparecidos llenaban los oídos del senador. Niños humanos robados del lecho que compartían con sus madres porque eran demasiado especiales.
«Algún día me haré con uno de ellos. Algún día los salvaré a todos. Algún día… algún día les enseñaré que amar a humanos no es malo. Algún día demostraré que somos todos lo mismo. Personas.»
Pero ese día no parecía llegar nunca. Y el amor del senador se marchitó como una flor cuando se acaba la primavera.
«Son efímeros.» le dijo su amigo, con una mano reconfortante en su hombro mientras el senador lloraba frente a la tumba sin marcar del pobre humano.
«Eso sólo los hace más bellos.»
Y así… así es como empezó la guerra de las guerras.
Desde el sur, las fuerzas que había podido comandar el senador se alzaron en busca de la libertad de las otras especies sintientes. En busca de la verdad, liberando cadenas de opresión que habían estado demasiados años en las muñecas equivocadas.
Y con su hijo medio humano a su lado, el senador logró conquistar media Eulántica con una armada conformada de sueños y ambiciones.
Jing Yuan fue el primero en abrir la boca en cuanto Fingon dejó de hablar.
—¿Entonces porque vivimos al norte de Eulántica? —le preguntó con curiosidad en sus grandes y redondos ojos amarillos.
Fingon le sonrió y le revolvió el pelo antes de levantarse de golpe y dar la clase por concluida.
—Eso, queridos alumnos míos, es una historia para otro día.
Entre quejas por querer saber más y suspiros de alivio porque el cuento ya se había acabado, Fingon salió de entre el grupo de niños, riéndose pillo. Escondiendo el hecho de que no sabía si estaba preparado para contarles el resto de la historia en ese momento.
Era historia, pero a veces, los recuerdos dolían demasiado aunque hubieran pasado miles de años.
Eulántica 01
Aquel parecía cualquier otro día de verano en la aldea.
El suelo de piedra reflejaba la luz que se colaba entre las ramas de los árboles. Los grillos cantaban su canción dispersados en la hierba al sol, mientras la fuente de la plaza ofrecía una melodía deliciosa para acompañarlos.
La gente volvía pronto a casa para comer y descansar antes de que el calor fuese demasiado duro como para sobrellevarlo, pero los niños corrían de una punta a la otra de la plaza gritando y riendo mientras perseguían una pelota, como si no les afectase el tiempo en absoluto.
Fingon suspiró y se apoyó contra el respaldo del banco donde se había sentado, llevándose la manzana que se estaba comiendo a los labios. Estaba masticando perezosamente, formando baladas en su mente de las que se iba a olvidar si no las apuntaba cuando alguien interrumpió sus pensamientos con un carraspeo exagerado.
—¡Ejem! —le llegó la voz de un niño desde un costado, con la palabra perfectamente enunciada.
Fingon levantó una ceja y tragó, buscando a quien osaba distraerle en ese, oh, tan ocupado mediodía.
—¿Jing Yuan? —preguntó al ver al niño todo serio y formal, ahí de pie al lado del banco. Fingon señaló la mayoría del banco que seguía desocupado—. Es un asiento público, puedes usarlo. ¿O querías llamar mi atención por algo más, pequeño estorbo?
Jing Yuan no chistó, pero sí que entrompó los labios y miró hacia un costado antes de encaramarse al banco de piedra.
—No soy un estorbo —anunció el niño, acomodándose y mirando con curiosidad el libro que había traído su maestro consigo—. Pero puedo serlo si es lo que quiere de mí.
Fingon se rió entre bocado y bocado de manzana y sacudió una mano para decirle que no hacía falta que se tomase tan en serio su comentario. Y luego le preguntó qué hacía ahí sentado en vez de seguir jugando con sus amigos.
—Me preguntaba si tenía algún otro cuento —le explicó Jing Yuan, señalando el libro que Fingon tenía en su regazo—. No he visto ese libro en clase.
Fingon miró la tapa maltrecha del libro y la acarició con reverencia. Debería hacer otra copia antes de que esta se cayera a pedazos.
—Esto… cuenta la historia de nuestro pueblo. Bueno, una parte de la historia de nuestro pueblo. —La mirada de Fingon pasó de nostálgica a pesada y cerró el puño encima del libro— Pero es una parte dura, aún sois jóvenes para poder comprenderla.
—Pero, maestro… —le llegó una segunda voz desde su derecha, Jiyan se había agarrado con sus dos manitas del reposabrazos del banco—. ¿No es mejor ahora que más tarde? Siempre dice eso.
Fingon abrió la boca y la volvió a cerrar mientras más niños dejaban sus juegos y se empezaban a sentar alrededor del banco, demandando un cuento.
—Pero será oscuro. Y los elfos somos los malos. —les advirtió.
Una niña azul se encogió de hombros y se abrazó las rodillas clamando que eso a ella no le afectaba tanto.
—¿Hay dragones? —preguntó otro niño.
Fingon dijo que no y algunos de los chiquillos se pusieron a quejarse.
—Bien, bien. Os vayáis u os quedéis, algún día este cuento aprenderéis —empezó Fingon, cambiando el tono a uno más melodioso—. Pues más que un cuento es historia. Una velada advertencia para no repetirla, porque sólo trajo tragedia lo que hace miles de años ocurría…
Eulántica era una tierra de promesas cumplidas… si eras un elfo. Lujo, poder, estabilidad y sobre todo magia. Todo les pertenecía. Era su derecho de nacimiento. Eran los seres supremos.
O al menos eso era lo que pensaban muchos de ellos.
Habiendo relegado a las demás especies inteligentes a un mero puesto de bestias apenas inteligibles o esclavos tontos, los elfos se sentían en la cima del mundo. Por que lo estaban.
Pero había alguien… alguien en el poder, que no pensaba así.
«Piensan, sienten… Tienen un lenguaje. ¿¡Qué les separa de nosotros!?» gritaba uno de los senadores con pasión ante el resto de altos cargos.
«¡La magia! No pueden comprenderla, no la tienen. Son… ¡inferiores!»
La retórica seguía y seguía con los mismos puntos. Pero muchos de ellos sabían que eso no era cierto. Rumores y rumores sobre bebés desaparecidos llenaban los oídos del senador. Niños humanos robados del lecho que compartían con sus madres porque eran demasiado especiales.
«Algún día me haré con uno de ellos. Algún día los salvaré a todos. Algún día… algún día les enseñaré que amar a humanos no es malo. Algún día demostraré que somos todos lo mismo. Personas.»
Pero ese día no parecía llegar nunca. Y el amor del senador se marchitó como una flor cuando se acaba la primavera.
«Son efímeros.» le dijo su amigo, con una mano reconfortante en su hombro mientras el senador lloraba frente a la tumba sin marcar del pobre humano.
«Eso sólo los hace más bellos.»
Y así… así es como empezó la guerra de las guerras.
Desde el sur, las fuerzas que había podido comandar el senador se alzaron en busca de la libertad de las otras especies sintientes. En busca de la verdad, liberando cadenas de opresión que habían estado demasiados años en las muñecas equivocadas.
Y con su hijo medio humano a su lado, el senador logró conquistar media Eulántica con una armada conformada de sueños y ambiciones.
Jing Yuan fue el primero en abrir la boca en cuanto Fingon dejó de hablar.
—¿Entonces porque vivimos al norte de Eulántica? —le preguntó con curiosidad en sus grandes y redondos ojos amarillos.
Fingon le sonrió y le revolvió el pelo antes de levantarse de golpe y dar la clase por concluida.
—Eso, queridos alumnos míos, es una historia para otro día.
Entre quejas por querer saber más y suspiros de alivio porque el cuento ya se había acabado, Fingon salió de entre el grupo de niños, riéndose pillo. Escondiendo el hecho de que no sabía si estaba preparado para contarles el resto de la historia en ese momento.
Era historia, pero a veces, los recuerdos dolían demasiado aunque hubieran pasado miles de años.
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Downtown District / Re: Act 1: Overture
« Last post by Miyu on July 31, 2025, 02:52:51 PM »Y no lo terminé jajaja
Prólogo.
¿De qué está hecha la suerte? Algunos dicen que es un hilo invisible que ata lo que somos con los acontecimientos que nos suceden; otros, que es una ruleta ciega que gira sin preguntar nombres ni motivaciones. Yo prefiero imaginarla como un color que alguien, en algún momento, nos pasa del corazón al corazón.
“Let me pass my color to your heart”, susurra quien se va, convencido de que, aun muerto, seguirá defendiéndonos “at any cost”.
Pero ese color puede teñirse de sombra. La misma mano que reparte la bendición suele ocultar una maldición en el dorso de la palma. Porque la suerte no siempre sabe distinguir entre quien la merece y quien no; a veces ama a los necios y a quienes corresponde, odia.
La suerte nunca llega sola. ¿Bendición o advertencia? Muchos creen que la fortuna es un regalo que se recibe y punto; otros, que es una herencia que se gana a fuerza de audacia.
Así, la misma palabra que pronunciamos con esperanza “suerte” se dobla en dos y resuena como desgracia.
Un corredor veloz cae por un tropiezo ajeno; un rey invencible muere por una flecha que nadie apuntó. La fortuna es ciega y loca.
Son eventos aleatorios que se salen del control humano, y ese azar, esa aleatoriedad, puede transformarse en algo negativo; esa línea entre la fortuna y el infortunio es tan delgada que incluso puede perjudicarte, como lo hizo conmigo.
¿De qué está hecha la suerte?
No es un don de los cielos ni una moneda al aire.
Es sangre seca en un vinilo.
Son ciento cincuenta y siete almas que no volvieron a casa para que una chica sobreviviera.
¿Cómo se consigue?
Se compra con silencios.
Se roba en pasillos oscuros de Chinatown.
Se firma con contratos donde las cláusulas son lágrimas.
Tú... ¿obtendrías suerte a costa de otros?
Vein lo hizo. Liu Xiao lo hace cada día.
Ellos arrancan alas para fabricar escaleras...
Y le llaman “éxito”.
¿Sacrificarías a otros para obtenerla?
La pregunta real es: ¿a cuántos usarías de chivos expiatorios para lograr esa fortuna manchada en sangre?
Si es Vein quien responde, dirá que es lo normal para destacar en este mundo que brilla con luces sintéticas de neón; Xavier se reirá en tu cara y se hará el inocente, mientras manipula a la gente a su alrededor para lograr su objetivo. Para ellos, no somos más que marionetas que giran en un rondó irregular, mientras ellos danzan con máscaras.
¿Cómo usarías esa suerte?
Mitsuko la convierte en acordes distorsionados.
Tianxi en mutismo.
Ling luchando por la felicidad de sus amigos.
Yo… en consuelo para los que el mundo marcó como defectuosos.
Porque la verdadera suerte no es sobrevivir, es atreverse a devolverle color al mundo, aun cuando el final esté escrito por aquellos que controlan el azar.
1 # El color de la suerte.
Eastwood, 2005.
“Noticia urgente. Se ha producido un accidente aéreo; el avión iba desde Shanghái hacia Eastwood. Aún no tenemos las cifras exactas de los fallecidos, pero debido a la gravedad del accidente, se rumorea que no hay supervivientes.”
La televisión del orfanato no era más que un ruido blanco entre los pasos apresurados del director y los encargados. Todos corrían por los pasillos sin detenerse hasta entrar al despacho del director.
—Tiempo sin vernos, Qian Jin —el director, un hombre calvo ataviado con un traje que dejaba ver su barriga, le tendió la mano al hombre que lo esperaba.
—Sí, definitivamente. Ha pasado bastante tiempo —una sonrisa con desdén se dibujó en el semblante del hombre, acomodando con cuidado la montura de las gafas sobre el puente de la nariz.
—¿A qué debo tu visita? Desde que renunciaste a la policía, no hemos vuelto a hablar. Supongo que debe ser algo importante para que tú mismo vengas aquí —indagó con astucia el otro varón.
—Já. Me duele que un viejo colega y amigo piense tan mal de mí —su sonrisa se ensanchó. Ambos habían sido policías hacía diez años, cuando Qian Jin renunció para dedicarse a la abogacía, y su compañero, para abrir un orfanato luego de ver tantos casos de niños abandonados o huérfanos.
—Por favor, Qian Jin, sé que estás ocupado siendo un importante abogado de derechos en el entretenimiento —tomó asiento en la silla giratoria ubicada tras el escritorio.
—Es cierto, la vida ha sido bastante buena conmigo después de renunciar a la policía —una pequeña risa escapó de sus labios—. En fin, venía para hacerte una propuesta… ¿Oíste sobre el accidente aéreo? La noticia es de hace horas, pero la anunciaron recién para evitar mala publicidad a la familia Liu, dueños de esa aerolínea y de la mitad de Eastwood, prácticamente.
—Oh —musitó, sorprendido—. No me sorprende tanto como esperaría… los Liu han hecho cosas terribles para que su apellido y sus negocios sean conocidos. ¿Qué tiene que ver con un humilde orfanato?
—Encontramos a una niña… niña que no está en el registro de pasajeros debido a su edad.
El otro sujeto apoyó los codos sobre la caoba oscura.
—Ya entiendo —asintió con la cabeza—. Pero el orfanato necesita una buena contribución para encargarse de la niña.
Qian Jin soltó una risa estrepitosa y levantó un maletín grueso del suelo.
—Mi buen amigo, incluso los Liu comprarán tu silencio. Esa niña es un gran problema para nosotros, para la imagen que hemos construido ante el público, y pagarán lo que sea necesario.
—Lo que es el dinero —reflexionó el contrario mientras abría el maletín.
—Así funciona el mundo para los Liu —le mostró el dinero que esa familia está dispuesta a pagar por su silencio—. ¿Aceptas?
—Lo haré por nuestra larga trayectoria como compañeros y amigos —tomó el objeto, con la mirada de sus ayudantes sobre él.
Diez años más tarde.
"Na na na na naaa
Na na na na naaa~
Estás bendecida con suerte
Te daré todo mi amor
Na na naaa
Déjame pasar mi color a tu corazón”.
Las notas suaves resonaban por los largos pasillos del orfanato, mezcladas con los tarareos débiles de una voz masculina. El sonido recorría las paredes inmaculadas, deslizándose con gentileza por las habitaciones de puertas entreabiertas; la melodía se filtraba por cada rendija, flotaba un instante en el aire y se desvanecía. Era una canción tranquila, cargada de recuerdos que fluían desde sus dedos al rozar las cuerdas; sonaba amarga y dolorosa, aunque nunca lograba completarla. Siempre quedaba en un esbozo de lo que alguna vez fue.
El joven permanecía sentado en el mismo escalón, con la guitarra apoyada sobre su muslo izquierdo. Sus dedos índice y medio se desplazaban con lentitud por el diapasón, haciendo brotar acordes bajos y pausados. Algunos se interrumpían antes de concluir porque su mano oscilaba levemente. Tarareó con la garganta oprimida: "mi historia a tu corazón".
Cerró los ojos e intentó el estribillo nuevamente, esta vez solo con el instrumento.
—Hmm —la niña que lo escuchaba apoyó un dedo en el mentón—. Estoy segura de que esa no era la letra, Luo.
—¿Ehhh? —él puso cara de dramatismo mientras interrumpía la música—. Es mi canción; sé que es así, Cyan.
—Préstame la guitarra —extendió los brazos hacia el joven, quien se quitó la correa para entregarle el instrumento—. "You’re blessed with luck. I’ll give you all my love".
Sus movimientos eran algo torpes, propios de alguien que empieza a aprender, pero su tono resultaba perfecto para aquella melodía que ambos habían bautizado como "my color".
—"Déjame pasar mi color a tu corazón. Mi historia se queda en ti; algún día, espero que tú también lo sientas..." —continuó Luo.
El varón terminó la última frase mientras los dedos de Cyan pulsaban la cuerda más grave. Vibró en el silencio del pasillo, más nítido que cuando su amigo tocaba.
—... "Mi historia se queda en ti" —susurró ella, devolviendo la guitarra—. Siempre olvidas esa parte.
Luo recibió el instrumento con una sonrisa ganadora. Sus manos, ahora quietas sobre la madera, parecían frágiles bajo la luz de la luz de la luna que bañaba al orfanato.
—Quizá... —respondió, pasando el pulgar por las cuerdas metálicas sin hacerlas sonar—. O quizá la letra siempre fue como la canté. Digo, es mía… ¡sé lo que hago!
Cyan se sentó a su lado en el escalón desgastado.
—Lo único seguro es tu nivel de seguridad —ella se rio con ganas, apuntando el dedo a él—. El engreído número uno del orfanato.
—Oye, más respeto. ¿Quién te enseñó a tocar, Cyan?
—Ehh- —lo miró con atención, por algún motivo siempre terminaba con sus ojos apuntando a él—. Será mejor que me vaya, no quiero que me reten.
—Espera —Luo la agarró de la muñeca sin dejar de sonreír—. Aún no hemos terminado la lección.
Cyan se detuvo, mirando la mano de él sobre su piel. La luz de la lámpara apenas delineaba sus siluetas en el pasillo vacío mientras las copas de los árboles se balanceaban ligeramente.
—¿Lección? —preguntó ella, levantando una ceja—. ¿O excusa para que no me vaya? ¡Seguro quieres que nos castiguen a ambos!
—Ambas —respondió él, soltando suavemente—. Ven, siéntate de nuevo. Las reglas están hechas para romperse, ¿sabes?
Cyan suspiró, no obstante, volvió al escalón. El pelinegro colocó la guitarra sobre las piernas de su amiga y la invitó con un gesto a poner los dedos sobre las cuerdas mientras él sostiene el mástil.
—Hoy vamos a trabajar en el cambio de acorde. Empezamos en Sol.
—Espera —Luo la agarró de la muñeca sin dejar de sonreír—. Aún no hemos terminado la lección.
Cyan se detuvo, mirando la mano de él sobre su piel. La luz de la lámpara apenas delineaba sus siluetas en el pasillo vacío.
—¿Lección? —preguntó ella, levantando una ceja—. ¿O excusa para que no me vaya?
—Ambas —respondió él, soltando suavemente—. Ven, siéntate de nuevo. Solo cinco minutos más.
Cyan suspiró, pero volvió al escalón. Luo colocó la guitarra sobre sus piernas y la invitó con un gesto a poner sus dedos sobre las cuerdas.
—Hoy vamos a trabajar en el cambio de acorde. Empezamos en Sol.
—¿En serio? —ella frunció el ceño—. Ayer casi me duermo en las prácticas del coro.
Luo soltó una risa.
—¡Con lo aburrido que es, ya me imagino! —le señalo la guitarra eléctrica—. Vamos, prometo que será poco tiempo.
Cyan colocó sus dedos con cuidado; Luo se inclinó ligeramente, ajustando con gentileza la posición de la mano izquierda de su amiga.
—Aquí —musitó él, tocando el dorso del dedo índice de ella—. No tan recto. Relaja el pulgar.
Cyan lo imitó. El acorde sonó limpio, sin vibraciones extrañas.
—¡Lo logré! —exclamó, sorprendida por haber hecho ese pequeño progreso.
—Síp. Lo lograste —confirmó él, con una sonrisa más pequeña, más cómplice—. Ahora mantenlo... y cuenta hasta cuatro.
Cyan contó en voz baja. “Uno, dos, tres, cuatro”. El acorde salió en el silencio como una brisa nocturna.
—¿Y ahora? —cuestionó ella.
—Ahora —respondió Luo, inclinándose hacia adelante—, cierra los ojos. Imagina que estás tocando para alguien que no está. Alguien que se fue. ¿Quién es?
Cyan bajó la mirada.
—No lo sé.
—¿Eras muy pequeña? —volvió a preguntar lleno de curiosidad—. Recuerdo ligeramente a mis padres, sus instrumentos, las canciones… Tú… también debes tener algo…
Ella se quedó en completo silencio.
—No —negó con la cabeza—. ¿Es malo? Aquí te tengo a ti, a las personas y amigos del orfanato…
—Entonces toca para mí, el orfanato. Y cuando estés lista, cambia el acorde. Sol a Re. Sin miedo.
Cyan respiró hondo. Sus dedos temblaron, pero se movieron. De Sol a Re, el cambio fue imperfecto pues era su primera vez.
—Bien —la elogió Luo—. Ahora canta. Una palabra, una línea… algo.
Ella negó con la cabeza.
—No puedo.
—Sí puedes, Cyan —insistió—. La misma que antes. "Mi historia se queda en ti".
Cyan abrió la boca con miedo. Sus labios temblaron al principio, luego su voz se volvió más segura y firme:
—"Mi historia se queda en ti... y algún día, espero que tú también lo sientas..."
Prólogo.
¿De qué está hecha la suerte? Algunos dicen que es un hilo invisible que ata lo que somos con los acontecimientos que nos suceden; otros, que es una ruleta ciega que gira sin preguntar nombres ni motivaciones. Yo prefiero imaginarla como un color que alguien, en algún momento, nos pasa del corazón al corazón.
“Let me pass my color to your heart”, susurra quien se va, convencido de que, aun muerto, seguirá defendiéndonos “at any cost”.
Pero ese color puede teñirse de sombra. La misma mano que reparte la bendición suele ocultar una maldición en el dorso de la palma. Porque la suerte no siempre sabe distinguir entre quien la merece y quien no; a veces ama a los necios y a quienes corresponde, odia.
La suerte nunca llega sola. ¿Bendición o advertencia? Muchos creen que la fortuna es un regalo que se recibe y punto; otros, que es una herencia que se gana a fuerza de audacia.
Así, la misma palabra que pronunciamos con esperanza “suerte” se dobla en dos y resuena como desgracia.
Un corredor veloz cae por un tropiezo ajeno; un rey invencible muere por una flecha que nadie apuntó. La fortuna es ciega y loca.
Son eventos aleatorios que se salen del control humano, y ese azar, esa aleatoriedad, puede transformarse en algo negativo; esa línea entre la fortuna y el infortunio es tan delgada que incluso puede perjudicarte, como lo hizo conmigo.
¿De qué está hecha la suerte?
No es un don de los cielos ni una moneda al aire.
Es sangre seca en un vinilo.
Son ciento cincuenta y siete almas que no volvieron a casa para que una chica sobreviviera.
¿Cómo se consigue?
Se compra con silencios.
Se roba en pasillos oscuros de Chinatown.
Se firma con contratos donde las cláusulas son lágrimas.
Tú... ¿obtendrías suerte a costa de otros?
Vein lo hizo. Liu Xiao lo hace cada día.
Ellos arrancan alas para fabricar escaleras...
Y le llaman “éxito”.
¿Sacrificarías a otros para obtenerla?
La pregunta real es: ¿a cuántos usarías de chivos expiatorios para lograr esa fortuna manchada en sangre?
Si es Vein quien responde, dirá que es lo normal para destacar en este mundo que brilla con luces sintéticas de neón; Xavier se reirá en tu cara y se hará el inocente, mientras manipula a la gente a su alrededor para lograr su objetivo. Para ellos, no somos más que marionetas que giran en un rondó irregular, mientras ellos danzan con máscaras.
¿Cómo usarías esa suerte?
Mitsuko la convierte en acordes distorsionados.
Tianxi en mutismo.
Ling luchando por la felicidad de sus amigos.
Yo… en consuelo para los que el mundo marcó como defectuosos.
Porque la verdadera suerte no es sobrevivir, es atreverse a devolverle color al mundo, aun cuando el final esté escrito por aquellos que controlan el azar.
1 # El color de la suerte.
Eastwood, 2005.
“Noticia urgente. Se ha producido un accidente aéreo; el avión iba desde Shanghái hacia Eastwood. Aún no tenemos las cifras exactas de los fallecidos, pero debido a la gravedad del accidente, se rumorea que no hay supervivientes.”
La televisión del orfanato no era más que un ruido blanco entre los pasos apresurados del director y los encargados. Todos corrían por los pasillos sin detenerse hasta entrar al despacho del director.
—Tiempo sin vernos, Qian Jin —el director, un hombre calvo ataviado con un traje que dejaba ver su barriga, le tendió la mano al hombre que lo esperaba.
—Sí, definitivamente. Ha pasado bastante tiempo —una sonrisa con desdén se dibujó en el semblante del hombre, acomodando con cuidado la montura de las gafas sobre el puente de la nariz.
—¿A qué debo tu visita? Desde que renunciaste a la policía, no hemos vuelto a hablar. Supongo que debe ser algo importante para que tú mismo vengas aquí —indagó con astucia el otro varón.
—Já. Me duele que un viejo colega y amigo piense tan mal de mí —su sonrisa se ensanchó. Ambos habían sido policías hacía diez años, cuando Qian Jin renunció para dedicarse a la abogacía, y su compañero, para abrir un orfanato luego de ver tantos casos de niños abandonados o huérfanos.
—Por favor, Qian Jin, sé que estás ocupado siendo un importante abogado de derechos en el entretenimiento —tomó asiento en la silla giratoria ubicada tras el escritorio.
—Es cierto, la vida ha sido bastante buena conmigo después de renunciar a la policía —una pequeña risa escapó de sus labios—. En fin, venía para hacerte una propuesta… ¿Oíste sobre el accidente aéreo? La noticia es de hace horas, pero la anunciaron recién para evitar mala publicidad a la familia Liu, dueños de esa aerolínea y de la mitad de Eastwood, prácticamente.
—Oh —musitó, sorprendido—. No me sorprende tanto como esperaría… los Liu han hecho cosas terribles para que su apellido y sus negocios sean conocidos. ¿Qué tiene que ver con un humilde orfanato?
—Encontramos a una niña… niña que no está en el registro de pasajeros debido a su edad.
El otro sujeto apoyó los codos sobre la caoba oscura.
—Ya entiendo —asintió con la cabeza—. Pero el orfanato necesita una buena contribución para encargarse de la niña.
Qian Jin soltó una risa estrepitosa y levantó un maletín grueso del suelo.
—Mi buen amigo, incluso los Liu comprarán tu silencio. Esa niña es un gran problema para nosotros, para la imagen que hemos construido ante el público, y pagarán lo que sea necesario.
—Lo que es el dinero —reflexionó el contrario mientras abría el maletín.
—Así funciona el mundo para los Liu —le mostró el dinero que esa familia está dispuesta a pagar por su silencio—. ¿Aceptas?
—Lo haré por nuestra larga trayectoria como compañeros y amigos —tomó el objeto, con la mirada de sus ayudantes sobre él.
Diez años más tarde.
"Na na na na naaa
Na na na na naaa~
Estás bendecida con suerte
Te daré todo mi amor
Na na naaa
Déjame pasar mi color a tu corazón”.
Las notas suaves resonaban por los largos pasillos del orfanato, mezcladas con los tarareos débiles de una voz masculina. El sonido recorría las paredes inmaculadas, deslizándose con gentileza por las habitaciones de puertas entreabiertas; la melodía se filtraba por cada rendija, flotaba un instante en el aire y se desvanecía. Era una canción tranquila, cargada de recuerdos que fluían desde sus dedos al rozar las cuerdas; sonaba amarga y dolorosa, aunque nunca lograba completarla. Siempre quedaba en un esbozo de lo que alguna vez fue.
El joven permanecía sentado en el mismo escalón, con la guitarra apoyada sobre su muslo izquierdo. Sus dedos índice y medio se desplazaban con lentitud por el diapasón, haciendo brotar acordes bajos y pausados. Algunos se interrumpían antes de concluir porque su mano oscilaba levemente. Tarareó con la garganta oprimida: "mi historia a tu corazón".
Cerró los ojos e intentó el estribillo nuevamente, esta vez solo con el instrumento.
—Hmm —la niña que lo escuchaba apoyó un dedo en el mentón—. Estoy segura de que esa no era la letra, Luo.
—¿Ehhh? —él puso cara de dramatismo mientras interrumpía la música—. Es mi canción; sé que es así, Cyan.
—Préstame la guitarra —extendió los brazos hacia el joven, quien se quitó la correa para entregarle el instrumento—. "You’re blessed with luck. I’ll give you all my love".
Sus movimientos eran algo torpes, propios de alguien que empieza a aprender, pero su tono resultaba perfecto para aquella melodía que ambos habían bautizado como "my color".
—"Déjame pasar mi color a tu corazón. Mi historia se queda en ti; algún día, espero que tú también lo sientas..." —continuó Luo.
El varón terminó la última frase mientras los dedos de Cyan pulsaban la cuerda más grave. Vibró en el silencio del pasillo, más nítido que cuando su amigo tocaba.
—... "Mi historia se queda en ti" —susurró ella, devolviendo la guitarra—. Siempre olvidas esa parte.
Luo recibió el instrumento con una sonrisa ganadora. Sus manos, ahora quietas sobre la madera, parecían frágiles bajo la luz de la luz de la luna que bañaba al orfanato.
—Quizá... —respondió, pasando el pulgar por las cuerdas metálicas sin hacerlas sonar—. O quizá la letra siempre fue como la canté. Digo, es mía… ¡sé lo que hago!
Cyan se sentó a su lado en el escalón desgastado.
—Lo único seguro es tu nivel de seguridad —ella se rio con ganas, apuntando el dedo a él—. El engreído número uno del orfanato.
—Oye, más respeto. ¿Quién te enseñó a tocar, Cyan?
—Ehh- —lo miró con atención, por algún motivo siempre terminaba con sus ojos apuntando a él—. Será mejor que me vaya, no quiero que me reten.
—Espera —Luo la agarró de la muñeca sin dejar de sonreír—. Aún no hemos terminado la lección.
Cyan se detuvo, mirando la mano de él sobre su piel. La luz de la lámpara apenas delineaba sus siluetas en el pasillo vacío mientras las copas de los árboles se balanceaban ligeramente.
—¿Lección? —preguntó ella, levantando una ceja—. ¿O excusa para que no me vaya? ¡Seguro quieres que nos castiguen a ambos!
—Ambas —respondió él, soltando suavemente—. Ven, siéntate de nuevo. Las reglas están hechas para romperse, ¿sabes?
Cyan suspiró, no obstante, volvió al escalón. El pelinegro colocó la guitarra sobre las piernas de su amiga y la invitó con un gesto a poner los dedos sobre las cuerdas mientras él sostiene el mástil.
—Hoy vamos a trabajar en el cambio de acorde. Empezamos en Sol.
—Espera —Luo la agarró de la muñeca sin dejar de sonreír—. Aún no hemos terminado la lección.
Cyan se detuvo, mirando la mano de él sobre su piel. La luz de la lámpara apenas delineaba sus siluetas en el pasillo vacío.
—¿Lección? —preguntó ella, levantando una ceja—. ¿O excusa para que no me vaya?
—Ambas —respondió él, soltando suavemente—. Ven, siéntate de nuevo. Solo cinco minutos más.
Cyan suspiró, pero volvió al escalón. Luo colocó la guitarra sobre sus piernas y la invitó con un gesto a poner sus dedos sobre las cuerdas.
—Hoy vamos a trabajar en el cambio de acorde. Empezamos en Sol.
—¿En serio? —ella frunció el ceño—. Ayer casi me duermo en las prácticas del coro.
Luo soltó una risa.
—¡Con lo aburrido que es, ya me imagino! —le señalo la guitarra eléctrica—. Vamos, prometo que será poco tiempo.
Cyan colocó sus dedos con cuidado; Luo se inclinó ligeramente, ajustando con gentileza la posición de la mano izquierda de su amiga.
—Aquí —musitó él, tocando el dorso del dedo índice de ella—. No tan recto. Relaja el pulgar.
Cyan lo imitó. El acorde sonó limpio, sin vibraciones extrañas.
—¡Lo logré! —exclamó, sorprendida por haber hecho ese pequeño progreso.
—Síp. Lo lograste —confirmó él, con una sonrisa más pequeña, más cómplice—. Ahora mantenlo... y cuenta hasta cuatro.
Cyan contó en voz baja. “Uno, dos, tres, cuatro”. El acorde salió en el silencio como una brisa nocturna.
—¿Y ahora? —cuestionó ella.
—Ahora —respondió Luo, inclinándose hacia adelante—, cierra los ojos. Imagina que estás tocando para alguien que no está. Alguien que se fue. ¿Quién es?
Cyan bajó la mirada.
—No lo sé.
—¿Eras muy pequeña? —volvió a preguntar lleno de curiosidad—. Recuerdo ligeramente a mis padres, sus instrumentos, las canciones… Tú… también debes tener algo…
Ella se quedó en completo silencio.
—No —negó con la cabeza—. ¿Es malo? Aquí te tengo a ti, a las personas y amigos del orfanato…
—Entonces toca para mí, el orfanato. Y cuando estés lista, cambia el acorde. Sol a Re. Sin miedo.
Cyan respiró hondo. Sus dedos temblaron, pero se movieron. De Sol a Re, el cambio fue imperfecto pues era su primera vez.
—Bien —la elogió Luo—. Ahora canta. Una palabra, una línea… algo.
Ella negó con la cabeza.
—No puedo.
—Sí puedes, Cyan —insistió—. La misma que antes. "Mi historia se queda en ti".
Cyan abrió la boca con miedo. Sus labios temblaron al principio, luego su voz se volvió más segura y firme:
—"Mi historia se queda en ti... y algún día, espero que tú también lo sientas..."
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HiMEverse / Re: HiMEverse Episode V: The Rebels Strike Back
« Last post by Cho on July 31, 2025, 12:52:18 AM »Uhh... estoy muerta, ha sido un mes difícil, pero ya el próximo me desquito (escribí yay~ (...))
116.1.


El día siguiente había llegado, y con este, las celebraciones finalmente estaban en pie. Las competencias de estudiantes de secundaria y universidad empezaban a llevarse a cabo entre las dos instituciones, y la gente presente tanto participando como asistiendo habían tornado a Hanasaki y Rizembool en lugares de celebración, donde para variar no iría a ocurrir una guerra fría, al menos no visiblemente.
De todos modos, las dudas continuaban, y además de ello, la incertidumbre de ni saber lo que en verdad podría ocurrir. Cho se encontraba sentada bajo uno de los muchos toldos puestos por Hanasaki U para que los asistentes pudieran darse un respiro y organizar sus ideas. Ella podía oír a un puñado de estudiantes revisar uno de los horarios y ponerse de acuerdo sobre dónde se reencontrarían ni bien cada uno terminara con la actividad a la cual se habían apuntado. Oírlos le hizo acordarse de sus propios planes en ese día, y luego de apenas recordar la única prueba de rendimiento que estaría tomando en esa fecha, volvió a vaciar su cabeza para mirar al cielo despejado.
Llevaba siendo HiME unos dos años en el pasado y se encontraba surcando por un tercero luego de la supuesta paz entre las escuelas, pero era la primera vez en su vida que podía decir que estar metida en la guerra acaparaba tanto de su fortaleza interna, y hasta de su usual enfoque académico. Pensar en esa chica a la que habían rescatado, estar consciente de los daños causados a inocentes por dicha hazaña, incluso saber que la previa noche hubo una persona de Rizembool causando estragos, y otros también de ese instituto encargados de ponerle un alto. Ya el conflicto empezaba a tratarse menos de los buenos versus los malos, con los buenos habiendo sido indudablemente los de Hanasaki, y parecía convertirse en un caos sin forma, sentido o quizás hasta propósito alguno.
“…” y encima de ello, nada parecía ser capaz de librarle del daño que había sufrido en aquel rescate. Pese a ser una HiME, ni se atrevía a participar en eventos atléticos por temor a padecer de alguna descompensación. Cho llevó una mano a su frente. Sentía como una niebla mental que no le dejaba pensar ni enfocarse, y un desánimo general que le quitaba motivación. De no ser por acompañar a los demás quienes sí participaban más entusiasmadamente en esos días, tal vez hubiera preferido reposar en casa.
“¿Te sientes bien, aruji?” le preguntó Kashuu. Finalmente, este acababa de regresar junto con Osaka, y traía un jugo de naranja para su HiME.
“Eh…” Cho ladeó su cabeza y negó. “Sí, eh, lo siento, me distraje…” entonces miró a esa rara elección de bebida, al haber esperado una botella de agua. “Esto…”
“Es tu jugo favorito, ¿verdad?” le sonrió. “Es obvio que todavía no te recuperas por completo, así que subirte los ánimos es lo más importante ahora.”
“¡Sí, y es un jugo de naranjas mikan, son deliciosas!” exclamó Osaka.
“Heh, gracias,” ella sonrió apenada, aunque lo aceptó con gusto. “Ustedes debieron haberse comprado algo también.”
“No gracias, ya he tomado la suficiente agua por ahora,” dijo Kashuu.
“¡Y yo tengo que dejar mi estómago vacío para la carrera de panes!” Osaka frunció el ceño con gran seriedad.
“Eh, pero Osaka…” Cho alzó una ceja. “Es una carrera de atletismo principalmente. No es que necesites todo el estómago para eso.”
“Olvídalo, aruji, ya sabes que ella sólo está feliz de comerse un pan,” Kashuu negó. “Lo estará celebrando a su manera.”
“Aw, me da pena que no puedas inscribirte a ninguna competencia deportiva,” la prima se apenó. “Marisa-chan ya está alistándose para las competencias de kendo, y ella dice que no tiene mucha experiencia en esa rama. Quizás yo también debí sumarme.”
“Sí me pareció verla hablar con otras participantes en lo que nos despedimos de Roxas en el área de kendo,” Cho se puso a pensar. “Verdad que deberíamos ir a alentarles cuando tengamos libre.”
“Eso si los dos sobreviven a varias eliminatorias de hoy, tu prueba termina un poco tarde, aruji,” le recordó Kashuu.
“Hm, imagino que Roxas sí, aunque no sé sobre Marisa…”
“Oh, pero si Marisa-chan termina entre las primeras al final de las olimpiadas, quizás hasta la directora le diga para que vuelva a ser HiME,” divagó Osaka, entretenida.
“Eh, tengo entendido que tanto ella como tú pueden ser HiMEs en cualquier momento que se animen, no es que tengan que darles la invitación,” observó Kashuu, confundido.
K-Kashuu, por favor no le des ideas,” le susurró Cho a su arma por lo bajo.
“Eh, p-perdón aruji,” este se vio en aprietos.
“Hehe, es cierto, pero lo digo porque Marisa-chan y yo tuvimos una conversación ayer en lo que paseamos por la universidad de noche,” Osaka sonrió, al parecer ni pensando en el más remoto capricho de volver a ser HiME, para gran alivio de su prima. “Marisa-chan se lamenta de que recientemente no hayamos podido estar presentes junto con todas las HiMEs en los momentos de emergencia, y me dijo que, si ella podía hacerse físicamente fuerte, quizás se animaría a ser HiME de nuevo para no perderse de las novedades. Suena divertido, ¿verdad?”
“Pues, realmente me alegro que ustedes dos hayan estado a salvo en medio de lo más reciente,” Cho dio un suspiro. Incluso su muy suertuda prima podría pasar por demasiadas penurias viendo cómo el panorama de la guerra se complicaba cada vez más.
…
“En serio, no se apunten a ser HiMEs sólo porque creen que se pierden de algo,” comentó Tenshi, quien se apareció junto con Suzuka.
“¡Oh, buenos días, Tenshi-chan, Suzuka-senpai!” saludó Osaka, alzando una palma.
“…no tienen que llamarme senpai, en serio,” Suzuka dio un pesado suspiro. “Aunque, Tenshi, considerando que ayer saliste lastimada, casi temo que tú también te decidiste a ser HiME en parte por querer pelear.”
“Ahh, entiendo que ayer actué mal, realmente no esperé que esos orphans fueran tan fuertes, aparte que ese chico hermano de Saki me sacó un poco de quicio y quise darle la contra,” la otra frunció el ceño e hizo un puchero.
“Esas no son escusas…” Kashuu negó.
“¿Están yendo a sus competencias?” preguntó Cho.
“Pues, se viene una académica pronto para mí, pero realmente no le veo el punto,” contestó la peliblanca, frustrada.
“Por mi parte, me toca apoyar a mi equipo de jalar la soga, así que tengo que irme pronto,” Tenshi sonrió entusiasmada.
“La mentora te habrá sanado, pero pienso que no deberías participar, Tenshi,” observó Suzuka. “Continúas convaleciente.”
“Ah, ya no me sobreprotejas, por favor, estoy bien,” Tenshi rodó los ojos. “Participar en esto me curará emocionalmente, ¡así que más ganas tengo que ponerle!”
“¡Sí, ese es el espíritu!” Osaka celebró y terminó chocando manos con la peliazul.
“…” Cho se reservó comentarios. No estaba de acuerdo del todo con ese punto de vista, aunque por lo que conocía de Tenshi, sí creía que esta dependía mucho en sus corazonadas, por lo cual podría tener algo de razón.
“Igual no debes usar tus poderes en esta competencia, ¿de acuerdo?” dijo Suzuka.
“Ay, ya suenas a mi madre, obvio que no lo voy a hacer,” Tenshi se cruzó de brazos y resopló.
“Por cierto, ¿qué es de kuso jiji?” preguntó Kashuu.
“Esa es una manera inapropiada de hablar sobre él…” comenzó la peliblanca, quien de inmediato se mostró cansada y exasperada. “Y estoy totalmente de acuerdo. ¿Qué será de él? Andará divagando en algún punto de estas olimpiadas al menos. Pensaba ir a buscarle ya que ni está contestando mis llamadas.”
“Realmente me da vergüenza pensar en él como otra arma que debe servir a su aruji…”
“…” Cho vio a su arma y HiME mayor desquitar sus múltiples frustraciones con el enigmático Norimune. Notaba lo inconformes que se veían, aunque no evitaba encontrar graciosos sus puntos de vista.
“Oye Cho,” dijo Tenshi.
“Sí, ¿qué sucede?”
“¿Sigues igual que ayer? ¿Todavía no te sientes mejor?”
“Eh… pues no, pero no te preocupes, sólo no debo esforzarme todavía.”
“Hm, ya veo…” frunció el ceño y desvió su mirada.
“Tenshi…”
“Porque yo sí me siento un poco mejor, ya me estoy recuperando,” concluyó, casi inconforme.
“Eh, qué bueno.”
“Pero es injusto que tú sigas padeciendo ya que en tu caso han pasado varios días,” bajó su mirada. “Ya todos hasta se habían olvidado que no te sentías bien ayer. ¿Sabes? Deberías recordarles a los demás de vez en cuando, o seguirán olvidándose.”
“Pues… supongo que sí, anoche estuve acompañando a todos, y no fui más que un estorbo en medio de la emergencia, lo siento…”
“No quise decir eso, Cho, date un respiro, por favor,” le recriminó mirándole fijamente.
“Eh…” era curioso pensar que esa chica era al menos cuatro años menor ya que le daba un aire muy seguro de sí misma y una fuerte personalidad.
“Pero veo que eres de esas buenitas, así que sólo intenta comunicarte por tu propio bien, ¿sí? Y de ahí, vete a dormir a tu casa si ya no quieres andar de animadora de los demás,” le dio un par de palmaditas en un hombro. “Cuídate, ¿de acuerdo? Tienes que prometérmelo.”
“…” Cho asintió, decidida. “Sí, lo prometo, por eso he evitado las competencias que me parecían muy cansadas.”
“Bien, es algo,” Tenshi se encogió de hombros. Percibía que hablaba con ‘un caso perdido’ desde su punto de vista, aunque al menos se trataba de alguien que intentaba lo mejor que podía. “Bueno, ya me voy o se me hará tarde. Nos vemos por ahí.”
“Sí, que te vaya bien, tú puedes,” le alentó la peliceleste.
“Claro, ya verás que llevaré a mi equipo a la victoria, y sin magia,” sonrió con confianza y empezó a marcharse.
“Tenshi, espera, recuerda no excederte,” Suzuka terminó por despedirse algo atolondrada para así seguirle el paso a su intrépida kouhai.
“Oh, hablando de las competencias,” Osaka asintió con su propia certeza y enfoque. “Vi un sabor de pan relleno en un kiosco cercano que no he comido antes. Tengo que ir a degustarlo para al menos tener un poco de práctica con él.”
“Osaka…” Cho terminó por desistir de pelear contra su manera única de pensar las cosas.
“Pues, camino para allá podemos ir viendo cómo van las competencias,” observó Kashuu, amenamente. “Vamos, aruji, una tranquila caminata te hará mucho bien.”
“Sí, gracias…”
Y con ese simple intercambio, les esperaba muchas cosas durante los próximos días, entre lo cotidiano y esperado, y algunos sucesos que no habrían podido ver llegar de ninguna manera.
…
116.1.





El día siguiente había llegado, y con este, las celebraciones finalmente estaban en pie. Las competencias de estudiantes de secundaria y universidad empezaban a llevarse a cabo entre las dos instituciones, y la gente presente tanto participando como asistiendo habían tornado a Hanasaki y Rizembool en lugares de celebración, donde para variar no iría a ocurrir una guerra fría, al menos no visiblemente.
De todos modos, las dudas continuaban, y además de ello, la incertidumbre de ni saber lo que en verdad podría ocurrir. Cho se encontraba sentada bajo uno de los muchos toldos puestos por Hanasaki U para que los asistentes pudieran darse un respiro y organizar sus ideas. Ella podía oír a un puñado de estudiantes revisar uno de los horarios y ponerse de acuerdo sobre dónde se reencontrarían ni bien cada uno terminara con la actividad a la cual se habían apuntado. Oírlos le hizo acordarse de sus propios planes en ese día, y luego de apenas recordar la única prueba de rendimiento que estaría tomando en esa fecha, volvió a vaciar su cabeza para mirar al cielo despejado.
Llevaba siendo HiME unos dos años en el pasado y se encontraba surcando por un tercero luego de la supuesta paz entre las escuelas, pero era la primera vez en su vida que podía decir que estar metida en la guerra acaparaba tanto de su fortaleza interna, y hasta de su usual enfoque académico. Pensar en esa chica a la que habían rescatado, estar consciente de los daños causados a inocentes por dicha hazaña, incluso saber que la previa noche hubo una persona de Rizembool causando estragos, y otros también de ese instituto encargados de ponerle un alto. Ya el conflicto empezaba a tratarse menos de los buenos versus los malos, con los buenos habiendo sido indudablemente los de Hanasaki, y parecía convertirse en un caos sin forma, sentido o quizás hasta propósito alguno.
“…” y encima de ello, nada parecía ser capaz de librarle del daño que había sufrido en aquel rescate. Pese a ser una HiME, ni se atrevía a participar en eventos atléticos por temor a padecer de alguna descompensación. Cho llevó una mano a su frente. Sentía como una niebla mental que no le dejaba pensar ni enfocarse, y un desánimo general que le quitaba motivación. De no ser por acompañar a los demás quienes sí participaban más entusiasmadamente en esos días, tal vez hubiera preferido reposar en casa.
“¿Te sientes bien, aruji?” le preguntó Kashuu. Finalmente, este acababa de regresar junto con Osaka, y traía un jugo de naranja para su HiME.
“Eh…” Cho ladeó su cabeza y negó. “Sí, eh, lo siento, me distraje…” entonces miró a esa rara elección de bebida, al haber esperado una botella de agua. “Esto…”
“Es tu jugo favorito, ¿verdad?” le sonrió. “Es obvio que todavía no te recuperas por completo, así que subirte los ánimos es lo más importante ahora.”
“¡Sí, y es un jugo de naranjas mikan, son deliciosas!” exclamó Osaka.
“Heh, gracias,” ella sonrió apenada, aunque lo aceptó con gusto. “Ustedes debieron haberse comprado algo también.”
“No gracias, ya he tomado la suficiente agua por ahora,” dijo Kashuu.
“¡Y yo tengo que dejar mi estómago vacío para la carrera de panes!” Osaka frunció el ceño con gran seriedad.
“Eh, pero Osaka…” Cho alzó una ceja. “Es una carrera de atletismo principalmente. No es que necesites todo el estómago para eso.”
“Olvídalo, aruji, ya sabes que ella sólo está feliz de comerse un pan,” Kashuu negó. “Lo estará celebrando a su manera.”
“Aw, me da pena que no puedas inscribirte a ninguna competencia deportiva,” la prima se apenó. “Marisa-chan ya está alistándose para las competencias de kendo, y ella dice que no tiene mucha experiencia en esa rama. Quizás yo también debí sumarme.”
“Sí me pareció verla hablar con otras participantes en lo que nos despedimos de Roxas en el área de kendo,” Cho se puso a pensar. “Verdad que deberíamos ir a alentarles cuando tengamos libre.”
“Eso si los dos sobreviven a varias eliminatorias de hoy, tu prueba termina un poco tarde, aruji,” le recordó Kashuu.
“Hm, imagino que Roxas sí, aunque no sé sobre Marisa…”
“Oh, pero si Marisa-chan termina entre las primeras al final de las olimpiadas, quizás hasta la directora le diga para que vuelva a ser HiME,” divagó Osaka, entretenida.
“Eh, tengo entendido que tanto ella como tú pueden ser HiMEs en cualquier momento que se animen, no es que tengan que darles la invitación,” observó Kashuu, confundido.
K-Kashuu, por favor no le des ideas,” le susurró Cho a su arma por lo bajo.
“Eh, p-perdón aruji,” este se vio en aprietos.
“Hehe, es cierto, pero lo digo porque Marisa-chan y yo tuvimos una conversación ayer en lo que paseamos por la universidad de noche,” Osaka sonrió, al parecer ni pensando en el más remoto capricho de volver a ser HiME, para gran alivio de su prima. “Marisa-chan se lamenta de que recientemente no hayamos podido estar presentes junto con todas las HiMEs en los momentos de emergencia, y me dijo que, si ella podía hacerse físicamente fuerte, quizás se animaría a ser HiME de nuevo para no perderse de las novedades. Suena divertido, ¿verdad?”
“Pues, realmente me alegro que ustedes dos hayan estado a salvo en medio de lo más reciente,” Cho dio un suspiro. Incluso su muy suertuda prima podría pasar por demasiadas penurias viendo cómo el panorama de la guerra se complicaba cada vez más.
…
“En serio, no se apunten a ser HiMEs sólo porque creen que se pierden de algo,” comentó Tenshi, quien se apareció junto con Suzuka.
“¡Oh, buenos días, Tenshi-chan, Suzuka-senpai!” saludó Osaka, alzando una palma.
“…no tienen que llamarme senpai, en serio,” Suzuka dio un pesado suspiro. “Aunque, Tenshi, considerando que ayer saliste lastimada, casi temo que tú también te decidiste a ser HiME en parte por querer pelear.”
“Ahh, entiendo que ayer actué mal, realmente no esperé que esos orphans fueran tan fuertes, aparte que ese chico hermano de Saki me sacó un poco de quicio y quise darle la contra,” la otra frunció el ceño e hizo un puchero.
“Esas no son escusas…” Kashuu negó.
“¿Están yendo a sus competencias?” preguntó Cho.
“Pues, se viene una académica pronto para mí, pero realmente no le veo el punto,” contestó la peliblanca, frustrada.
“Por mi parte, me toca apoyar a mi equipo de jalar la soga, así que tengo que irme pronto,” Tenshi sonrió entusiasmada.
“La mentora te habrá sanado, pero pienso que no deberías participar, Tenshi,” observó Suzuka. “Continúas convaleciente.”
“Ah, ya no me sobreprotejas, por favor, estoy bien,” Tenshi rodó los ojos. “Participar en esto me curará emocionalmente, ¡así que más ganas tengo que ponerle!”
“¡Sí, ese es el espíritu!” Osaka celebró y terminó chocando manos con la peliazul.
“…” Cho se reservó comentarios. No estaba de acuerdo del todo con ese punto de vista, aunque por lo que conocía de Tenshi, sí creía que esta dependía mucho en sus corazonadas, por lo cual podría tener algo de razón.
“Igual no debes usar tus poderes en esta competencia, ¿de acuerdo?” dijo Suzuka.
“Ay, ya suenas a mi madre, obvio que no lo voy a hacer,” Tenshi se cruzó de brazos y resopló.
“Por cierto, ¿qué es de kuso jiji?” preguntó Kashuu.
“Esa es una manera inapropiada de hablar sobre él…” comenzó la peliblanca, quien de inmediato se mostró cansada y exasperada. “Y estoy totalmente de acuerdo. ¿Qué será de él? Andará divagando en algún punto de estas olimpiadas al menos. Pensaba ir a buscarle ya que ni está contestando mis llamadas.”
“Realmente me da vergüenza pensar en él como otra arma que debe servir a su aruji…”
“…” Cho vio a su arma y HiME mayor desquitar sus múltiples frustraciones con el enigmático Norimune. Notaba lo inconformes que se veían, aunque no evitaba encontrar graciosos sus puntos de vista.
“Oye Cho,” dijo Tenshi.
“Sí, ¿qué sucede?”
“¿Sigues igual que ayer? ¿Todavía no te sientes mejor?”
“Eh… pues no, pero no te preocupes, sólo no debo esforzarme todavía.”
“Hm, ya veo…” frunció el ceño y desvió su mirada.
“Tenshi…”
“Porque yo sí me siento un poco mejor, ya me estoy recuperando,” concluyó, casi inconforme.
“Eh, qué bueno.”
“Pero es injusto que tú sigas padeciendo ya que en tu caso han pasado varios días,” bajó su mirada. “Ya todos hasta se habían olvidado que no te sentías bien ayer. ¿Sabes? Deberías recordarles a los demás de vez en cuando, o seguirán olvidándose.”
“Pues… supongo que sí, anoche estuve acompañando a todos, y no fui más que un estorbo en medio de la emergencia, lo siento…”
“No quise decir eso, Cho, date un respiro, por favor,” le recriminó mirándole fijamente.
“Eh…” era curioso pensar que esa chica era al menos cuatro años menor ya que le daba un aire muy seguro de sí misma y una fuerte personalidad.
“Pero veo que eres de esas buenitas, así que sólo intenta comunicarte por tu propio bien, ¿sí? Y de ahí, vete a dormir a tu casa si ya no quieres andar de animadora de los demás,” le dio un par de palmaditas en un hombro. “Cuídate, ¿de acuerdo? Tienes que prometérmelo.”
“…” Cho asintió, decidida. “Sí, lo prometo, por eso he evitado las competencias que me parecían muy cansadas.”
“Bien, es algo,” Tenshi se encogió de hombros. Percibía que hablaba con ‘un caso perdido’ desde su punto de vista, aunque al menos se trataba de alguien que intentaba lo mejor que podía. “Bueno, ya me voy o se me hará tarde. Nos vemos por ahí.”
“Sí, que te vaya bien, tú puedes,” le alentó la peliceleste.
“Claro, ya verás que llevaré a mi equipo a la victoria, y sin magia,” sonrió con confianza y empezó a marcharse.
“Tenshi, espera, recuerda no excederte,” Suzuka terminó por despedirse algo atolondrada para así seguirle el paso a su intrépida kouhai.
“Oh, hablando de las competencias,” Osaka asintió con su propia certeza y enfoque. “Vi un sabor de pan relleno en un kiosco cercano que no he comido antes. Tengo que ir a degustarlo para al menos tener un poco de práctica con él.”
“Osaka…” Cho terminó por desistir de pelear contra su manera única de pensar las cosas.
“Pues, camino para allá podemos ir viendo cómo van las competencias,” observó Kashuu, amenamente. “Vamos, aruji, una tranquila caminata te hará mucho bien.”
“Sí, gracias…”
Y con ese simple intercambio, les esperaba muchas cosas durante los próximos días, entre lo cotidiano y esperado, y algunos sucesos que no habrían podido ver llegar de ninguna manera.
…