Con estos fics comienzo un pequeño arc, finally~
85.1.1.
Un día después, finalmente había llegado un día muy esperado por los Toushirou, uno que, a pesar de haber sido anticipado, no sería del todo alegre debido a los más recientes sucesos. De todos modos, Ichigo había convocado a sus hermanos para que regresaran inmediatamente terminadas las clases del día y a su vez había invitado a algunos amigos cercanos.
Tsurumaru había pasado por la secundaria de Hanasaki para recoger a Monoyoshi y luego de una parada en una pastelería cercana ambos acababan de llegar a la mansión de los Toushirou.
“Bueno, aquí estamos,” dijo Tsurumaru, luego de estacionar su auto a un costado, a poca distancia de la entrada principal. Cerró su vehículo y se puso a pensar. “Pero no recuerdo…”
“¿A qué te refieres, senpai?” preguntó Monoyoshi con curiosidad. Él cargaba un pastel empaquetado en sus manos.
“Sé que Ichigo me avisó para venir con anticipación y que esto era importante, pero… ¿qué hacemos aquí nuevamente?”
“Haha, ¿en serio no lo recuerdas, senpai?” el pelirrosa sonrió entretenido. “Pensé que habías estado bromeando.”
“No, en verdad quisiera ser un senpai más cumplido, pero en serio no recuerdo,” admitió sonriendo entretenido. “Ahora tú podrías ser un kouhai obediente y decirme de qué me ando perdiendo, Monoyon~”
“Hmm…” lo pensó un poco. “Pues estamos prontos a entrar. Sé que lo comprenderás ni bien lo veas por ti mismo.”
“Ah, vaya, ya veo que ando siendo una mala influencia para ti si estás con ese plan juguetón de no decirme todo el cuento,” admitió y le revolvió los cabellos. “Pero me haces orgulloso~”
“Hehe, párala, por favor…” dijo sonriendo incómodo y entre risas.
“Está bien, Ichigo es paciente, espero que entienda si su informal amigo no recuerda el motivo de este encuentro,” se encogió de hombros y entonces se quedó en blanco. “Oh verdad, pasé por tu escuela. Hubiera podido hacerle el favor de recoger a su par de polluelos también.”
“Veo que tampoco lo pensaste,” sonrió incómodo. “Yo lo pensé, pero para cuando me desocupé a la hora de salida, Gokotai y Houchou ya habían sido recogidos,” Monoyoshi asintió. “De todos modos, entiendo que el chofer a cargo de llevarles y recogerles del colegio suele pasar por sus otros hermanos, así que asumo que hemos llegado antes.”
“Me alegro de oírlo, así no me siento en falta con el bondadoso de Ichi-nii,” Tsurumaru se puso a caminar hacia la entrada, seguido de su menor. Entonces, su sonrisa se contagio de leve pena. “Asumo que todavía no hay señales del pequeño Akita, ¿no es así?”
“No, Gokotai me dijo que todavía,” Monoyoshi dio un suspiro y miró al piso desanimado. “He visto a Houchou también mortificado por ello, y seguro que los demás andan muy preocupados.”
“Claro, es de esperarse.”
“¿Yagen-san está enterado?”
“Por supuesto, sus hermanos le dejarían saber, por más que este no ha puesto un pie en este lugar,” Tsurumaru se encogió de hombros. “Ya hizo una búsqueda por la universidad y me pidió que revisara los videos de vigilancia, pero nada. Parece que el pobre de Akita nunca llegó a pisar Rizembool, así que su alcance está limitado esta vez.”
“¿Eh? ¿Honebami-san no puede rastrearlo?” preguntó perplejo.
“No, para variar, un muy mal timing,” dio un suspiro. “Ha habido un problema solar con uno de los satélites de Rizembool, al cual ha tenido que reiniciarse para volverse nuevamente operativo. El mantenimiento durará más de lo que debería para ubicar a una persona desaparecida,” miró de reojo al pelirrosa, y le observó triste y cabizbajo. “Pero no tienes que ponerte así. Recuerda que tú y yo somos invitados hoy. Tenemos que animarles, sobre todo si estamos aquí por algún motivo en especial.”
“Tienes razón, senpai. Quiero serles de apoyo en estos momentos tan difíciles,” asintió decidido. “Muchas gracias por recordármelo.”
“No, más bien siento tener que hacerlo. Siempre eres demasiado bueno con los demás, Monoyon. Tienes que cuidarte a ti mismo también…” entonces, se animó a darle un chasquido de dedos en su frente.
“¡Ihhh!” el pelirrosa soltó un corto alarido. “Senpai… ¿por qué hiciste eso…?”
“Me preocupé cuando Yagen me dijo que te infiltraste en ese festival el domingo pasado,” observó juiciosamente. “No vuelvas a hacer algo tan precipitado como eso, ¿de acuerdo?”
“Ehh, perdón por preocuparte,” hizo una reverencia. “Te prometo que seré cuidadoso.”
“Más quisiera que me contestaras y me dijeras que no lo vas a hacer…” se frustró. “Sí, no soy un buen ejemplo para ti…”
“Ehh, senpai, no es tu culpa, en serio,” sonrió incómodo.
Esa conversación les llevó a la puerta principal. Ahí, un mayordomo les indicó que el heredero se encontraba en su oficina en el primer piso ya esperando a los invitados, por lo cual ambos caminaron en dicha dirección sin necesidad de ser dirigidos. Sin embargo, Monoyoshi se detuvo al llegar a un cruce de pasillos.
“Ah, tengo que llevar este pastel a la cocina,” observó el pelirrosa.
“Verdad, se lo hubiéramos dado al mayordomo. Bueno, te acompaño.”
“No es necesario, senpai,” negó y le sonrió. “Yo me encargo. Sé el camino. Además seguramente Honebami-san se encuentra alistando algo para sus hermanos, así que le ayudaré. Tú ve a encontrarte con Ichigo-san. Les daré pronto el alcance.”
“Vaya, como digas, sé que no te cambiaré de parecer,” sonrió frustrado. “Bien, no te demores.”
Así, los dos se separaron y Tsurumaru siguió el resto del trayecto. Fue al llegar a la puerta de dicha grande oficina que reparó en el hecho que todavía no sabía el motivo de su visita. Esa puerta estaba junta y podía escuchar a Ichigo hablar con alguna persona, y Tsurumaru se invitó a pasar sin necesidad de tocar.
Al final, a pesar de no estar informado, Monoyoshi tuvo razón al decir que lo comprendería ni bien fuera a observarlo…
…
Se asomó por el umbral para observar a Ichigo sentado en su escritorio y escuchando atentamente a un joven pelinegro de cabellos cortos y ojos grises claros ocupando uno de los sillones opuestos a su puesto. Esta persona tenía un semblante serio y severo. De no ser tan joven, casi parecería intimidante.
“Lo que me dices es preocupante, Ichi-nii, veo que hay varias cosas por atender,” observó ese chico, con una mano en su mentón. Yacía cabizbajo y meditativo. “Me extraña que no se haya hecho nada al respecto.”
“Se ha intentado varias veces, pero ni Tharja ni yo hemos podido conectar con él. Lo siento mucho, Atsushi,” se disculpó el mayor. Pese a sus palabras, Ichigo sonreía cálidamente, casi a manera de agradecimiento. “Me pesa pedirte este favor, pero a su vez siento que eres el adecuado para encargarse de esto. Tú te encuentras comprometido en el asunto, como puedo ver.”
“Hmm… no sé si es eso…” frunció el ceño con su mirada perdida en el piso. Entonces, pasó a desviar su atención con incomodidad. “Es casi como si fuera en parte mi responsabilidad. No quisiera dejar esto desatendido.”
“¿Responsabilidad?” Ichigo se confundió y sonrió animado. “Haha, no, por supuesto que no lo es. Eres más bien el menos responsable al recién haber regresado, querido hermano. Tu vocación a auxiliarnos refleja tu noble espíritu y tu deseo de velar por los demás. Sinceramente, me haces muy dichoso y te lo agradezco de todo corazón. Ojalá sí te escuche a ti.”
“Gracias por tus palabras, Ichi-nii. Y pues, veremos. Yagen no ha tenido nada positivo que decir de él últimamente…” dio un corto suspiro, y entonces finalmente se percató de que un recién llegado los observaba desde el umbral de la puerta.
Tsurumaru se sintió fuera de lugar al tener la repentina atención de los dos y sonrió incómodo.
“Oh, eh, lo siento por entrometerme,” dijo levantando sus palmas. “Parece que hablan de algo serio. Mejor les dejo solos.”
“No te preocupes, Tsurumaru-san, justo terminábamos,” le aseguró Ichigo, amablemente. “Es mi culpa por no percatarme de tu presencia y saludarte debidamente,” dicho esto, se levantó de su asiento y le hizo un ademán de apuntar al sillón al costado de Atsushi. “Por favor, toma asiento. Agradezco que hayas venido tan temprano.”
“Ahh, siempre eres tan cordial, hasta con un pesado amigo como yo,” se rascó la nuca y tomó asiento. Antes de siquiera darle cabida al dueño de casa de hacer las debidas presentaciones, Tsurumaru sonrió animado y se le dirigió. “Creo que comprendo que la reunión de hoy era para introducir a otro de tus hermanitos. ¿Y de qué costilla te lo has sacado?”
“¿Ah?” Atsushi alzó una ceja y le miró confundido.
“¿Costilla?” Ichigo se quedó perplejo. “Siento que te refieres a alguna referencia desconocida para mí, Tsurumaru-san.”
“¡Hahaha, olvídalo! Eres demasiado bueno para atender mi ocurrencia con toda seriedad,” dijo entretenido y pasó a mirar al hermano menor. “Pero es un gusto, hermanito de Ichigo. En su mayoría me caen muy bien todos ustedes. Bienvenido a casa.”
“Eh, sí, gracias…” le contestó todavía escéptico ante su actitud bromista.
“Pero sí, te pareces a un estudiante de la universidad. Ya veo que Shinano no mentía, ¡hahaha!”
“Ehh, todavía no le hemos dicho al respecto, Tsurumaru-san,” Ichigo sonrió incómodo. “Apreciaría si permitieras que Shinano se lo explique. Él temía su reacción.”
“¿De qué están hablando, Ichi-nii…?” preguntó Atsushi, con leve impaciencia. “Siento que me estoy perdiendo de bastante.”
“Puedes conversarlo con Shinano más tarde ni bien se encuentren los dos. Te aseguro que no es nada importante…”
“Oh, ¿es que acaso no te fue a recoger al aeropuerto?” preguntó Tsurumaru, confundido. “Qué extraño. Recuerdo que cuando Shinano llegó con sus dos amigos, casi todos fueron a buscarle al aeropuerto como buena familia de mormones que son.”
“Hmm…” Atsushi alzó una ceja. Empezaba a fastidiarse un poco por su actitud.
“Ehm, Tsurumaru-san, te pido que seas más amable con mi hermano, por favor,” dijo Ichigo, con humildad. “Él mismo nos exigió que no descuidáramos nuestras obligaciones del día de hoy para ir a recogerle, así que sólo fui con Namazuo a recibirle. Nuestros hermanos están en camino. Dicho esto…” el peliceleste sonrió con leve pena. “Yagen no va a venir, lamentablemente. Hubiera deseado que llegara contigo.”
“Haha, ni aunque fuera a asistir habríamos venido en el mismo vehículo, lo lamento, Ichigo,” Tsurumaru sonrió apenado. “Como debes saber, anda especialmente ocupado estos días. Ni yo he podido verlo desde la semana pasada.”
“¿Tú conoces a Yagen?” preguntó el hermano menor, con leve escepticismo. “No pareces un doctor o científico.”
“¡Hahaha y que dios me libre!” rió con ganas y vio al Toushirou quedarse perplejo. Curiosamente, al mencionar a dicho doctor, Tsurumaru casi vio cierto parecido en ese nuevo Toushirou con Yagen. Era como si tuvieran un aire muy similar. “Soy un informático así que he tenido que trabajar con tu hermano a veces, pero no le prestaría mucha atención. Pero ya mucho de él. ¿Qué hay de ti? Acabas de llegar, así que este es tu día. Te ves como uno de los mayores de tu familia. ¿Más o menos en qué estatus estás?”
“¿Qué quieres decir?” le cuestionó frustrado y se giró a su mayor. “Ichi-nii, ¿quién es esta persona? ¿Amerita que seamos informales con él?”
“Te pido que seas paciente, Atsushi. Tsurumaru-san es un amigo cercano que ya nos ha acompañado en varios cumpleaños a unos paseos de vacaciones,” le aseguró Ichigo. “Tsurumaru-san, permíteme contestarte. Atsushi es efectivamente uno de los mayores, después de Namazuo, Honebami y yo.”
“Sin duda tiene la apariencia. Ah, y perdón, hermanito de Ichigo. Sé que suelo dar una apariencia sospechosa, pero no tengo malas intenciones,” le aseguró, sonriendo incómodo. “Y pues, seguro que eres mayor que Shinano.”
“Lo es,” Ichigo asintió.
“¿Mayor que Gotou?”
“También lo es.”
“Hm, entonces sí es uno de los mayores…” Tsurumaru se puso a pensar. “Pero siempre pensé que Yagen era el que venía inmediatamente después de ustedes tres… ¿Entonces será menor que Yagen?” el peliblanco consideró curioso que el par de hermanos intercambiara miradas antes de dar una respuesta. “¿Eh? ¿Qué sucede?”
“Puedes decirlo, aunque Yagen y yo preferimos no disputarlo…” Atsushi se encogió de hombros, indistinto.
“¿Qué?” Tsurumaru se confundió. “Hm, pero Yagen tiene diecinueve, y sé por Monoyon que Gotou tiene dieciocho… ¿cómo cabe otro hermano en medio de ellos dos…?”
“¿Por qué lo meditas como si fuera algo extraño?” preguntó Ichigo, entretenido y ahogando una pequeña risita. “Es simple, Tsurumaru-san. Atsushi y Yagen son mellizos. Por ello los dos se consideran iguales, pese a que Yagen nació primero.”
“Es un empate, siempre lo hemos dicho,” observó Atsushi.
“¡¿M-Mellizos?!” dicha revelación hizo que Tsurumaru se parara como resorte del sillón que ocupaba y mirara en shock y con cierto terror a aquel insospechado nuevo Toushirou.
“¿Eh?” este ladeó su cabeza ante esa reacción.
“¡¿Me estás diciendo que en esta familia hay otro hermano con el gen malévolo del diablo de Yagen, Ichigo?!” exclamó el peliblanco. “¡¿Cómo demonios no supe que Yagen tenía un mellizo todos estos años?! ¡No me pueden dar una sorpresa así!”
“Quisiera que dejaras de referirte a mi querido hermano de aquella manera, Tsurumaru-san,” dijo Ichigo, dando un suspiro. Él pasó a sonreír. “Y es injusto para Yagen y Atsushi que te les refieras con el gen malévolo. Si hablamos de genes, si aquel gen existiera, entonces todos los Toushirou seríamos malévolos como mi hermano, ¿no es así?”
“¡AAAHHH! ¡No me digas eso, Ichigo!” Tsurumaru se espantó y se agarró la cabeza con ambas manos. “Tch, ese Yagen no está aquí pero casi le oigo riéndose de mí en mi mente. Ni estando aquí vuelve a fastidiarme la vida…”
“…” luego de observarle tan torturado y en shock, Atsushi terminó por cambiar de parecer. Él cedió su escepticismo y soltó una leve risa. “¡Pff- hahaha! Ya veo, así que conoces el lado menos formal de Yagen,” sonrió amenamente. “Eso quiere decir que no sólo han trabajado juntos. Más bien, los dos deben ser buenos amigos.”
“¿Eh?” Tsurumaru se extrañó ante su cambio. Dicho joven severo había pasado a mostrar una actitud amigable y sosegada de un momento a otro. Sin embargo, no le sorprendía del todo, ya que Yagen también era de cambiar su disposición según le conviniera.
“Para la persona segura y directa que es mi hermano, siempre ha sido muy reservado, hasta con nosotros. En fin,” Atsushi le extendió una mano y le sonrió con certeza. “Mi nombre es Atsushi Toushirou. Un gusto conocerte.”
“Verdad, ¿dónde están mis modales?” le correspondió el apretón de manos. “Tsurumaru Kuninaga. Bienvenido y pues, no que sea amigo con tu hermano. Más bien me escucharás quejarme de él y maldecirle. Los dos existimos para amargarnos la vida mutuamente.”
“Como digas,” sonrió de lado. “Suena a algo que un amigo de Yagen diría, no me puedes engañar.”
“También pienso que los dos se llevan bastante bien, aunque oírlo de Atsushi confirma mis sospechas,” Ichigo asintió contento. “Como mellizos, los dos saben leerse.”
“Tal vez, pero también nos toca ponernos al día. Ya será cuando lo vea en persona,” contestó el pelinegro, con leve indiferencia. “¿Qué será de mis demás hermanos? ¿Por dónde andarán?”
“Deben estar por llegar… oh,” el peliceleste vio el display de su celular prenderse. “Gotou dice que justo acaban de llegar. Menos mal. Seguramente los pequeños están cerca. Mejor pasemos a la sala principal.”
…
En aquel momento, Gotou acababa de salir de un uber junto con Shinano y Fudou, quien parecía no estar nada contento de encontrarse ahí. El taxi procedió a irse mientras el hermano mayor miraba a los alrededores.
“Ese creo que es el auto de Tsurumaru, ¿verdad?” preguntó Gotou al aire. “Y pensar que llegó aquí antes que nosotros…”
“¿Qué hace ese chiflado aquí?” preguntó Fudou, de mal humor. “Hic… dijiste que esta reunión era para ver algo de los negocios de la familia. Él no tiene nada que ver.”
“…” Shinano yacía de pie en su sitio y tenía un rostro emocionado aunque se contenía a expresarse.
“Eh pues…” Gotou pareció acordarse de aquel cuento y dio un suspiro. “Ya que estamos aquí, no veo el punto de seguir con esa excusa para que vinieras, Fudou.”
“¿Ah?”
“Shinano, puedes hablar…”
“¡Atsushi-nii ha llegado hoy y nos está esperando!” exclamó Shinano con una inmensa alegría y se abalanzó sobre Fudou para darle un fuerte abrazo. “¡Sabía que se me iba a escapar si decía algo, así que ahora que uber está muy lejos lo puedo confesar!”
“¿Qué dices? ¡O-oye, suéltame!” el pelimorado se puso a empujar a Shinano, pero el abrazo de este era demasiado para él. “¡Maldita lapa que eres tú! Hic… ¡¿por qué me mienten?!”
“Sabíamos que si te lo decíamos, no hubieras querido venir y Atsushi nos pidió que te invitemos a ti y a tu hermana,” observó Gotou. “Tharja vendrá más tarde cuando se desocupe de la universidad, pero tú eres otro cantar.”
“Hic… sólo porque uno de ustedes vanagloriados quiere verme no quiere decir que yo quiera hacer lo mismo,” regañó y finalmente pudo soltarse de Shinano.
“Ihh…” el pelirrojo se sobó la mejilla por donde había sido empujado repetidamente.
“Ya les dije que no le paso ni a él ni a su gemelo malvado, así que me voy.”
“Oye, ya estás aquí, no te cuesta al menos decirle hola,” argumentó Gotou, frustrado.
“¡Ni vine aquí por voluntad propia!” reclamó colérico. “Ya veo que los dos se pusieron de hermanitos sirvientes… hic… pero si se meten en mi camino les daré un escarmiento.”
“Pero Fudou…” comenzó Shinano, preocupado.
“¡Aléjense!”
En ese momento, desde uno de los ventanales de la casa a medio piso de altura, vieron saltar a Namazuo hacia ellos.
“¡Refuerzos!” exclamó este, quien aterrizó al costado de Fudou, lo cargó como costal y saltó de regreso al ventanal para adentrarse a la casa como si nada hubiera ocurrido.
Los otros dos Toushirou se quedaron mirando anonadados esa ventana dejada abierta mientras oían los gritos de Fudou que se alejaban con rapidez.
“Ehh…” Gotou sintió un tic en el párpado. “¿Qué pasó?”
“Pues, le pedí a Namazuo-nii que estuviera en guardia para cuando llegáramos, en caso Fudou se pusiera difícil,” confesó Shinano, sonriendo con torpeza. “Hehe, siempre me da mucha curiosidad el hecho que Namazuo-nii lo trate como una mascota adorable.”
“Eh, claro…” y como si Namazuo fuera Elvira… “No está mal pensado, pero siempre temo que Namazuo vaya a estrangularlo o algo así. ¿Por qué hará esta excepción con Fudou?”
“Creo que hay muchas cosas que no comprendemos sobre Namazuo-nii.”
“Bueno, en eso tienes razón,” resopló y entonces vio la limosina donde venían sus hermanitos llegar al portón de la residencia. “Ah, ya están aquí.”
Ichigo y los demás ya se habían movido a la sala principal de la residencia y Monoyoshi no tardó en aparecer junto con Honebami. Los dos trajeron unas bandejas con varios bocadillos.
“Wow, sí que los han preparado rápido, muchas gracias,” dijo Tsurumaru, quien procedió a comer un pequeño pan.
“En verdad Honebami-san ya lo tenía todo casi listo, sólo le ayudé a traerlo,” observó el pelirrosa, haciendo una reverencia. “Quedan las bebidas y los vasos, ahora vuelvo.”
“Con permiso,” Honebami asintió.
“No, quédense aquí, por favor. Ya nos han ayudado demasiado,” pidió Ichigo, sonriendo incómodo. “Ello puede esperar. Más bien quisiera conversar con ustedes.”
“Sí, y qué sorpresa verte por aquí, Monoyoshi,” dijo Atsushi, amenamente. “¿Cómo has estado?”
“He estado bien, Atsushi-san, seguramente tienes mucho más que decir que yo,” dijo Monoyoshi, sonriendo. “Me sorprende que me recuerdes, a decir verdad.”
“¿Por qué?” el pelinegro le agarró de un hombro y le sacudió. “Por supuesto que te recordaría. Eras el amigo de Gotou cuando todavía estudiábamos en la primaria. También estoy al tanto que le fuiste de apoyo hace años. De por si te agradezco.”
“No, no es nada…” sonrió incómodo.
“Heh, e Ichi-nii tiene razón,” Atsushi soltó a Monoyoshi y se dirigió a Honebami. “Creo que tenemos mucho de qué hablar.”
“…” Honebami le miró atentamente. “¿Por qué?”
“¿Por qué? Porque somos hermanos, por supuesto…” dicho esto, Atsushi le sonrió comprensivamente y de manera casi nostálgica. Dicha expresión fue un tanto confusa para Ichigo y Monoyoshi, aunque Atsushi reservó sus observaciones.
“Oh…” por su parte, Tsurumaru se impresionó al observar a aquel Toushirou adoptar una expresión idéntica a la que Yagen solía tener al lidiar con su hermano peliblanco. Se convenció por completo que eran mellizos, casi podía decir qué era lo que sentía detrás de ese semblante…
“Tsurumaru-san…” Ichigo percibió aquella comprensión en su amigo y le miró intrigado.
“¡Oh, eh, no me presten atención!” ante ello, Tsurumaru sonrió incómodo y agitó sus palmas. “Sólo ando entendiendo que este de aquí sí es el mellizo del diablo de Yagen. Ahh todavía me cuesta asimilarlo,” sonrió con ironía. “¿Y qué van a hacer ahora que han tenido al gemelo malvado incorrecto tantos años encerrado en el ático, ah? Unas bandejas de bocadillos no es suficiente para reponérselo.”
“Senpai, ¿qué cosas dices?” preguntó Monoyoshi, sonriendo.
“¿Y tú sabías que ellos eran mellizos, Monoyon?” le preguntó con las manos en las caderas. “Nos llevamos conociendo un buen tiempo. ¿Cuándo pensabas decírmelo?”
“Me sorprende que no lo hayas sabido, senpai,” observó el pelirrosa. “Y sí lo sabía. Siempre conocí a Yagen-san y Atsushi-san de lejos cuando estaba en la primaria, hace ya más de diez años. No es que sea extraño.”
“Uhh, y ahora me cuesta imaginarle como un escolar cualquiera…” agarró su frente y negó frustrado. “Han sido demasiadas sorpresas por el día de hoy…”
“Si siempre te pones así veo cómo fastidiarías a Yagen,” observó Atsushi, escéptico.
“…” Ichigo miraba atentamente a Tsurumaru y se puso a meditar en silencio.
Entonces, ese ambiente recibió a Namazuo, quien llegó corriendo y depositó no muy suavemente a Fudou en el piso, en medio de todos.
“¡Listo!” reportó Namazuo obedientemente a Ichigo con una certera sonrisa. “Fudou-chan intentó escapar, pero aquí lo traje. Misión cumplida.”
“Uhh…” por su parte, Fudou yacía medio muerto en el suelo luego del golpe por la caída.
“Ah, Fudou-kun,” Monoyoshi se asustó y acudió a levantarle del piso. “¿Estás bien?”
“Vaya, eso debió doler,” Tsurumaru alzó sus cejas, impresionado.
“¿Qué se supone que haces, Namazuo?” y Atsushi se dio un facepalm. “¿Sigues siendo así de impulsivo con él?”
“Aprecio tu ayuda, Namazuo, pero procura ser más cuidadoso con nuestro allegado,” le pidió Ichigo, amablemente aunque visiblemente frustrado. “No es la primera vez que te lo digo.”
“¡Sí, lo tendré en cuenta!” le respondió haciendo un saludo militar.
“…” Honebami se acercó y negó. “Comprendo que las palabras de nuestro hermano no han sido procesadas por ti, nuevamente…”
“Ah… hic… miserable…” dijo Fudou, sentado en el piso, agarrando su cabeza y reclinado con la ayuda de Monoyoshi. Comenzó a orientarse y miró al pelirrosa. “¿Eh? ¿Qué haces aquí?”
“Fui invitado, pero eso no importa ahora,” negó, sonriéndole. “¿Te sientes mejor?”
“Tsk…” pese a la pregunta, desvió su mirada, inconforme aunque ya resignado a su realidad. “Hic… yo que no quería estar aquí…”
“¿Eh? ¿Has tomado antes de venir aquí? Tienes el rostro todo rojo,” observó Atsushi, quien se arrodilló al otro costado de Fudou para estar a su altura.
“Hic… ¿y qué si lo hice…?” dijo cabizbajo y a regañadientes. Fudou frunció el ceño.
“Pues te ves peor de lo que pensé,” confesó el Toushirou, frustrado.
“Tch…” miró en dirección opuesta. “No me importa lo que pienses…”
“¿Qué tienes con esa actitud?” alzó una ceja.
“Te ves sorprendido, gemelo benévolo,” observó Tsurumaru. “Este hermanito de Tharja aquí siempre anda borracho y siempre es antagonista con todos, ¿no? Hasta al bueno de Monoyon no le dedica un trato especial.”
“¿Qué tienes con llamarme así, grulla parlanchina?” le recriminó el pelimorado.
“¿En serio?” preguntó Atsushi a Monoyoshi, incrédulo.
“Supongo que Fudou-kun no es la persona más asequible, pero no es una mala persona,” afirmó Monoyoshi, sonriente. “Pero tú lo sabrías mejor que la mayoría, ¿verdad, Atsushi-san?”
“¿Qué hacen hablando de mí como si no estuviera aquí?” se quejó Fudou, impaciente.
“¿Acaso prefieres que lo digamos a tus espaldas~?” preguntó Tsurumaru al aire.
“Tsk…” chasqueó la lengua y pasó a mirar a Atsushi con desafío y odio en sus ojos. “Bien, ya me viste… hic… ahora no tengo más que hacer aquí, ¿cierto? Dile a tu lunático hermano que me deje en paz para irme.”
“…” ante esas palabras, Atsushi se mostró un tanto sorprendido y en blanco. Dio un pesado suspiro. “Yagen me advirtió que no estarías contento de verme, pero esto es peor de lo que imaginé. Veo que has cambiado un poco, Fudou…”
“Y yo creo que tú sigues igual de tonto, Atsu…” entrecerró los ojos. “Hic… no soy como tus hermanos que se alegran de que estés aquí, ahora deja de mantenerme preso.”
“Pues no me gusta tu actitud, Fudou, seré sincero,” entonces, Atsushi frunció el ceño también y afiló los ojos. “También andas demasiado dependiente de tu adicción al alcohol. Eso no lo toleraré, ¿has oído?”
“¿No lo tolerarás? Hic… ¿con qué autoridad te sientes, miserable?”
“Con toda la autoridad viendo que tú no haces más que comportarte como un niño resentido,” declaró cruzándose de brazos.
“¡¿Qué has dicho?!” Fudou le encaró de cerca.
“Ehh…” Monoyoshi extendió sus brazos en un intento de apaciguar el conflicto, pero Tsurumaru le agarró de los hombros.
“Déjalos, suena a que tienen mucho de qué hablar,” comentó este, con leve entretenimiento.
“P-pero…”
“Me oíste,” continuó Atsushi. “Ya ni puedo imaginar lo frustrante que debe ser para Tharja tener que lidiar con un hermano menor alcohólico como tú.”
“Cuánto derecho tienes tú para hablar… hic…” le apuntó. “¡Tú eres el imbécil que ha estado diez años fuera y no ha hecho nada por sus hermanos!”
“E-esperen, ustedes dos,” dijo Ichigo, alarmado por el conflicto. “No se peleen. Vamos, tenemos que hablar las cosas con calma.”
“No puedo refutar del todo lo que dices, Fudou, pero un argumento ad hominem sólo te sirve para desplazar tu propia irresponsabilidad. No caeré en esa pobre respuesta de tu parte,” entrecerró sus ojos. “No pienses que sólo te ataco. Es en serio, ¿en algún momento te has puesto a pensar en el daño que le estás haciendo a tu hermana? ¿o en el daño que tú mismo te haces?”
“Tsk…” curiosamente, Fudou pareció responder ante esa interrogación. Su agresividad bajó, agachó su cabeza y apretó los dientes. “No me importa, no importa eso… hic… todos saben que sólo soy un insecto…”
“Fudou-kun…” Monoyoshi se afligió. “No, eso no es verdad…”
“Monoyoshi tiene razón, no lo eres…” Atsushi dio un pesado suspiro y se mostró apenado. “Creo que no has cambiado tanto, sigues siendo autocrítico. Pero no tienes por qué estresarte tanto. Estoy aquí y pretendo ayudarte, ¿de acuerdo? Siento si fui demasiado duro de la nada,” él pretendió agarrarle de un hombro, pero Fudou azotó su mano para rechazarle.
“No creas que me has convencido de nada… hic… aprende tu lugar, Toushirou,” dijo a secas.
“O-oye…” Tsurumaru se sorprendió por su reacción.
“Ya me has humillado demasiado, así que déjame irme, ¿quieres?”
“…ya veo…” Atsushi se frustró y se giró a un costado. “Namazuo.”
“Sí, dime,” este asintió.
“No dejes que Fudou se vaya hasta que yo te diga, ¿de acuerdo?”
“¡Entendido!” exclamó dando otro saludo militar.
“¿Q-qué?” Fudou palideció y notó que Atsushi se levantó. “¡¿Qué has dicho?!”
“Espero que no tengas mala memoria…” Atsushi le miró desde arriba con unos ojos intimidantes. “Siempre supe poner a los demás en su lugar, tú fuiste testigo de eso muchas veces, así que sabes a lo que te expones antagonizándome.”
Luego de dar su advertencia, el nuevo Toushirou procedió a la mesa donde estaban los bocadillos. Ichigo le siguió para tratar de razonar con él, acompañado de los otros dos hermanos.
“Demonios…” Fudou estaba cabizbajo como si le hubieran quitado sus energías vitales. “Hic… ¿qué carajos quieren conmigo…?”
“No, creo que estaba mal,” dijo Tsurumaru, asintiendo. “Siempre fueron dos gemelos malvados.”
“Tsk…” el pelimorado apretó sus puños. “Cállate de una vez…”
“Me sorprende que Atsushi-san haya actuado así. Siempre fue más asequible,” observó Monoyoshi, apenado. “Pero no te sientas mal, Fudou-kun. Te acompañaré todo el tiempo que te toque estar aquí.”
“Sin duda Monoyon es uno de los mejores ayudantes que podrías pedir, estás en buenas manos,” Tsurumaru levantó sus pulgares.
En ese momento, ingresaron los demás Toushirou a la sala. Gotou abrió la puerta y los menores se apresuraron para darle el alcance a Atsushi y saludarle.
“¡Atsushi-niisan!” exclamó Maeda, quien saltó a sus brazos.
“¡Oh! ¿Maeda?” este le recibió y le dio un rápido abrazo para mirarlo detenidamente, en shock. “¡Mírate! ¡Cuánto has crecido!”
“Atsushi-niisan, qué alegría volver a verte,” dijo Hirano, al costado de su mellizo, con una sonrisa y lágrimas en los ojos. ¿Es verdad que has regresado definitivamente?”
“¡Tú también estás enorme! ¡Y por supuesto!” Atsushi asintió y sonrió decidido. “Estudiaré en la ciudad así que estaré disponible todo el tiempo. ¡Me ofrezco a ayudarles en lo que necesiten!”
“¡Finalmente! ¡Esas son excelentes noticias!” exclamó Hakata.
“Sí, en verdad que sí, soy muy feliz,” Gokotai asintió, conmovido y sonriendo, aunque su sonrisa estaba contagiada de una tristeza que había persistido ese último par de días.
“¡Atsushi-niisan!” Houchou finalmente se abrió paso para también darle un abrazo. “¡Qué bueno! ¡Qué bueno que estás aquí!”
“Oh, Houchou,” el hermano mayor retrocedió un paso por la fuerza que el pequeño usó para abrazarle. Este persistió en el abrazo. “Ya, ya, ¿qué te pasa? No te pongas así…”
“Hehe, nuestros hermanitos han ansiado verte por mucho tiempo, es normal,” explicó Shinano, sonriendo comprensivamente. Entonces, el pelirrojo pasó a tocar las puntas de sus dedos. “Y bueno, este momento es de los pequeños, pero luego yo también quiero abrazarte mucho y aclamar tu atención, ¿de acuerdo?”
“¿Acaso no estás muy grande para eso, Shinano?” le miró juiciosamente.
“Uhh, pues eres mi hermano mayor, ¡está en mi derecho!” reclamó haciendo un puchero.
“Vaya, nunca vas a cambiar…” negó y sonrió un poco. “Es un poco nostálgico…”
“¿Eh? ¿Qué haces aquí, Monoyoshi?” preguntó Gotou, confundido.
“Ichigo-san me extendió la invitación. Vine acompañando a senpai,” se explicó sonriente. “Pero deberías ir a encontrarte con Atsushi-san. Hace mucho que no se ven, ¿verdad?”
“Sí, en un momento, los demás ya lo tienen ocupado,” miró hacia sus hermanos reunidos y sonrió animado aunque también frustrado. “Me pesa decirlo. Este no es el mejor momento para su retorno aunque… tampoco nos ha venido mal. Al menos sirve para que los pequeños tengan algo de qué alegrarse…”
“Pues, es verdad…” Tsurumaru les observó. Era un reencuentro agridulce. La alegría inicial, la cual había sido mantenida por los mayores hasta aquel momento, comenzaba a desbaratarse.
“Ihhh… nii-san…” Houchou se puso a llorar. Él agarró a Atsushi de sus brazos y se apartó de él lo suficiente para mirarle al rostro.
“Houchou…” le miró sorprendido.
“Ihhh… Akita… Akita también querría estar aquí…” dijo, apenas conteniendo su llanto lo suficiente para decirlo. “Akita nunca debió haber salido… ¡Ihhh, ¿dónde está Akita?!”
Él lloró con fuerza y desolación desde ese momento. Atsushi volvió a darle un abrazo y acarició sus cabellos mientras dejaba que su hermanito se desahogue con él. A su vez, los otros pequeños también bajaron sus miradas con gran pena y frustración, y algunos, como Gokotai y Maeda, empezaron a llorar en silencio, sin poder contenerse más.
De inmediato, Ichigo, Namazuo y Shinano acudieron para atenderles y consolarles. Honebami los miró a todos desde su punto, sin tomar acción, hasta que Gotou le empujó para unírseles.
“…” Fudou se había quedado mirándoles meditativo.
“Quizás deberíamos dejarles solos,” observó Monoyoshi con tristeza, para entonces sonreír un poco. “Eh, podemos traerles algo de tomar. Ayúdenme, por favor.”
“Sí, no es una mala idea,” Tsurumaru se encogió de hombros.
…
Los Toushirou tomaron asiento en los sofás de aquella gran sala. Ahí se pusieron a narrar los hechos del domingo hasta donde tenían información. Para variar, había sido un día bastante vacío en la residencia familiar. Aparte de los Toushirou que asistieron al festival de distintas maneras, Ichigo y Gotou estuvieron ocupados con asuntos de negocios, Shinano había salido de paseo con Syo y Natsuki, y Gokotai había ido a la casa de su compañera Saki para trabajar en el presente proyecto escolar. Los únicos en casa aquel día fueron Hakata, Akita y Houchou, con el primero de ellos encerrado en su habitación atareado con sus tareas de la escuela y la universidad.
“Yo fui… el único que estuvo con Akita… todo ese día tuve un mal presentimiento…” dijo Houchou, todavía triste. Él estaba sentado al costado de Ichigo, quien mantenía una mano encima de su hombro. “Akita quería buscarlos a ustedes. Han estado muy ocupados con la universidad, así que pensó que los encontraría ahí… pero… pero no sabía lo del festival… a mí se me había olvidado por completo…” comprimió sus puños y sus ojos se llenaron de lágrimas. “Es mi culpa, ¿verdad? Yo debí habérselo dicho cuando me enteré… debí de detenerle de ir solo… al menos debí haber ido con él. ¿Por qué no lo hice?”
“Houchou, no puedes darte la culpa de todo esto,” le pidió Maeda, preocupado. Miró al piso. “Creo que todos nos sentimos así. Todos hubiéramos querido hacer algo distinto.”
“Tú estabas en ese festival, Maeda. Más bien, tú lo tuviste difícil…” cerró sus ojos con fuerza. “Yo fui quien descuidé a Akita.”
“Pero su salida fue una salida normal, una que cualquiera de nosotros pudo haberse dado. Nunca hubo nada de extraño con ello,” argumentó Hirano, alarmado. “No tienes nada que ver en lo que ha ocurrido, Houchou.”
“¿Entonces qué? ¿Por qué ocurrió esto?” preguntó impaciente. “¿Por qué Akita nunca regresó a casa? Parece que ni llegó a Rizembool.”
“No lo sabemos, hermano, pero apuntarnos a nosotros mismos como los culpables no es la forma en la cual lo entenderemos,” le aseguró Ichigo, tranquilamente. “Hay momentos en la vida que ocurren sin importar lo que intentemos hacer. En nuestra búsqueda por razón o respuestas podemos verternos toda la culpa encima, porque eso es todo lo que llegamos a comprender, pero no está bien. Me duele oírte así. Tú quieres a Akita al igual que todos nosotros y estás muy preocupado por él. Es un sentimiento que nos une…” él llevó su mano libre al pecho y cerró sus ojos con solemnidad. “Todos quisiéramos cargar este enorme peso encima de nuestros hombros. Yo también quisiera llevarme toda la responsabilidad, para evitar que tú o que nuestros hermanos se vean forzados a soportarlo.”
“Ichi-nii…” Houchou le miró anonadado.
“Pero no lo haré, esto no es la culpa de ninguno de nosotros. No podemos lastimarnos en nombre de Akita. Es ahora que debemos de ser fuertes por él y unirnos entre todos para afrontar esta situación,” afirmó. Abrió sus ojos y suavizó su expresión para sonreír al pequeño con dulzura. “No temas, Houchou. Seguiremos investigando lo sucedido y no nos detendremos hasta dar con él y traerlo de regreso a casa. Te lo prometo.”
“Sí, entiendo,” asintió y adoptó determinación en su rostro. De inmediato se secó las lágrimas. “Tienes razón, Ichi-nii. Seré fuerte.”
“Aun así, sabes que puedes apoyarte en nosotros. Estamos aquí por ello mismo,” Ichigo le abrazó de costado.
“Tú no fuiste el único en casa con Akita,” le recordó Hakata, frustrado. “Sé que andaba ocupado, pero eso no me hace menos presente que tú. Aunque Ichi-nii tiene razón. Esto no se trata de aceptar la culpa. Es el momento de tranquilidad y de soluciones. Si nos dejamos llevar nunca vamos a llegar a nada.”
“Sí, es difícil, a veces inevitable, no pensar en cosas aterradoras… también he andado así durante estos días…” confesó Gokotai, abrazando a uno de sus tigres. “Creo que no he sido una gran ayuda aquí, ¿no es así? Pero más bien hay que esperar a que Akita regrese a nosotros. Sé que lo hará, lo seguiré pensando.”
“Por supuesto,” Namazuo asintió, decidido. Él sonrió para amenizar. “No se olviden que somos Toushirou, nuestra lealtad familiar nos traerá a todos juntos sin importar qué suceda, y yo daré todo de mí para garantizarlo, no lo olviden.”
“Así es, Namazuo. Sé que todos aquí nos sentimos igual,” Ichigo asintió.
Después del momento que se habían dado para narrar los sucesos de hace dos días, Atsushi se había apartado un poco para que Gotou y Shinano se dedicaran a ponerle al tanto de la situación, desde un punto de vista más factual.
“De momento no hay ninguna evidencia concluyente…” Atsushi meditaba con una mano en su mentón. “Ya veo…”
“Al parecer las cámaras de seguridad disponibles en la ruta que se cree que Akita tomó para ir a Rizembool son escasas y hay un largo tramo que carece de ellas,” observó Gotou, frustrado. “Lamentablemente, ese tramo llega hasta la universidad.”
“¿Acaso Rizembool no tiene su propio sistema de vigilancia?”
“Pues sí, Ichi-nii dijo algo con respecto a los policías haciendo el papeleo necesario para tener acceso a las grabaciones, y aun así no podían compartir las mismas con nosotros tan abiertamente,” observó Shinano, un poco nervioso. “Con respecto a ello, Yagen ya hizo una revisión personal, y nos dijo que no hay ninguna grabación con Akita aquel día…” desvió su mirada. “Aunque, por cómo me lo dijo, él tampoco está del todo convencido. Dijo que vería si puede hacer más que eso.”
“Los detectives de la policía intentarán otros métodos. Al menos es una investigación abierta y todos ellos desean mantenerla así,” le aseguró Gotou. “Obviamente, de ningún modo dejaríamos que se cierre.”
“Aun así, ya han sido dos días…” meditó el pelinegro, ensimismado.
“…” Shinano le miró preocupado y bajó su mirada. “Sí, ya son dos días…”
“Tsk… lo sé bien… demasiado puede ocurrir en dos días…” Gotou apretó sus puños. “Es demasiado tiempo para una persona desaparecida, en especial si esperamos recuperarle ileso. Frustra que nadie haya reportado nada, y eso que esparcimos volantes y avisos por internet.”
“…”
“Honebami-nii…” Shinano miró a Honebami, quien estaba ocupando un sillón adjunto y miraba a los pequeños siendo animados por Ichigo y Namazuo. “¿Es verdad que no puedes rastrear a Akita? ¿No tienes alguna información?”
“…” este negó pausadamente y le miró con inmutabilidad. “Lo lamento. Esta vez no puedo serles de utilidad…”
“No te preocupes, es frustrante, pero nos ayudaste mucho poniendo a Hirano y Maeda a salvo en el festival,” observó Gotou. “Nosotros también tenemos que poner de nuestra parte… si tan sólo supiera qué podríamos hacer…”
“…lo entiendo, Gotou…” Atsushi se cruzó de brazos. Cerró sus ojos con gran seriedad. “Entiendo este sentimiento de impotencia… también comprendo bien la culpa que Houchou nos acaba de manifestar…”
“Atsushi…” Shinano se sorprendió. No tardó en recordar aquel inapropiado viaje que habían realizado a ese bosque… el lugar de la desaparición de ese hermano del pasado. Ello le llevó a afligirse. “Perdón… este no ha sido un retorno fácil para ti, hermano. Tú y Yagen han tenido que lidiar con esto ya una vez…”
“Eh, Shinano…” Gotou se quedó frío por su honestidad.
“Es verdad, pero no habría hecho más que perder el tiempo fuera de casa si no estuviera listo para afrontarlo,” declaró Atsushi, todavía meditabundo con los ojos cerrados. “Desde ese viaje que ustedes tuvieron, reflexioné con respecto al silencio que Yagen y yo hemos guardado, a manera de no hacerles recordar la desaparición de Midare, por tratarse de un suceso que nosotros dos asumimos como personal, y quisimos responsabilizarnos del mismo.”
“…” Shinano y Gotou intercambiaron miradas.
“Y a cambio dejamos que nuestros hermanos menores crecieran con la mera vaga realización de que tuvieron a un hermano llamado Midare, el cual ni sabían cómo lucía. Les robamos de un conocimiento que ellos consideraron grato durante este más reciente viaje, y a su vez, del aprendizaje de lidiar con la ausencia de un ser querido y fortalecerse luego de ello…” dio un suspiro. “Nuestros hermanos tienen mucho por entender y aprender. Pienso que les hemos resguardado demasiado. Este no será el mejor momento para decirlo, pero en el peor de los casos, ellos tendrán que enfrentar la más dura realidad si no podemos dar con Akita.”
“¡A-Atsushi!” Gotou se escandalizó y miró de reojo para asegurarse, con gran alivio, que los demás no le habían oído.
“Nii-san, no puedes decir eso, por favor,” le suplicó Shinano.
“Es la verdad. No es algo que ninguno de nosotros desea, pero ni Yagen ni yo quisimos aceptar que perdimos a Midare hasta que llegó el momento de regresar a casa sin él…”
“Tsk… es cierto que no sé qué punto de vista tienen ustedes sobre esto…” admitió Gotou, inconforme e incómodo. “Pero no puedes dar este asunto por sentado.”
“¿En verdad crees que lo estoy haciendo? Escúchame, Gotou…” Atsushi finalmente abrió sus ojos, unos gélidos, afilados, capaces de penetrar el alma de cualquiera. “No creas que dejaré un rincón de esta enorme ciudad sin revisar antes de darme por vencido en encontrar a Akita. No he regresado para nuevamente ser un niño impotente. Si la policía nos es inútil, yo me las arreglaré, sin importar qué tenga que hacer, lo juro…”
Ante esas declaraciones, sus dos hermanos le miraron sorprendidos y un tanto aterrados por su inesperada intensidad. Fue ahí que recordaron la resiliencia y fortaleza de aquel hermano mayor que finalmente había regresado a casa…
“Atsu-nii, ¿se te antoja algo de comer?” preguntó Hakata, quien se acercó a ese pequeño grupo.
“¿Eh? Hm, a decir verdad, sí tengo un poco de hambre…” este completamente deshizo su aura de peligro para mostrarse confundido, y terminó por sonreír. “Ah, pero tenemos todavía la bandeja de bocadillos, creo que estoy bien con eso.”
“Pues sí, Ichi-nii siempre nos dice que no debemos desperdiciar la comida. ¡Bueno vamos a comer! De ahí vemos si algo más en la cocina nos llama la atención.”
“Claro, buena idea,” dicho esto, Atsushi acompañó a Hakata a reunirse con los demás.
“¿Q-q-qué fue eso…?” preguntó Shinano con un hilo de voz, mirando pasmado al pelinegro.
“Tch, es igual de bifacético que Yagen,” Gotou le miró fastidiado. “Demonios, han estado la mitad de sus vidas separados y siguen siendo dos gotas de agua. Cómo me molestan.”
“¡Pero Yagen-nii no me da miedo!” exclamó Shinano, quien abrazó al otro de un brazo. “¿Qué tal si los militares nos han devuelto a un hermano asesino con PTSD? ¡Ahh, no quiero!”
“¿Qué cosas dices, Shinano?” alzó una ceja con incredulidad. Entonces comprendió que seguramente Yagen nunca había mostrado su otra faceta a Shinano (o a nadie más en su familia, si se ponía a pensar). Dio un suspiro. “Uhh, en fin, ya te acostumbrarás, y Atsushi siempre ha sido menos paciente contigo que Yagen o yo, así que no lo fastidies, ¿de acuerdo?”
De aquel modo, los Toushirou terminaron congregándose alrededor de las bandejas para degustar la oferta de comida mientras continuaban animándose mutuamente.
En la cocina, Monoyoshi andaba llenando los vasos en las bandejas con unas gaseosas ya previamente separadas. Las preparaciones se estaban terminando y pronto les tocaría regresar al punto de reunión.
“Espero que los hermanos hayan podido tener una buena conversación entre todos,” comentó el pelirrosa en plena faena. “Es difícil comentar al respecto. Realmente se encuentran en una situación muy intensa e incierta, pero se tienen los unos a los otros. Sólo espero que puedan enfocarse en lo más valioso para ellos y no dejarse llevar por las circunstancias.”
“Siempre dices esas palabras de todo corazón con tanta espontaneidad, Monoyon, por algo te me haces tan adorable~” canturreó Tsurumaru. Este le revolvió los cabellos al otro.
“Hehe, senpai, me vas a hacer derramar la bebida…” rió con torpeza.
“Pero no tienes que preocuparte. El buen Ichigo se asegurará de mantener a todos sus hermanitos positivos y con esperanzas,” sonrió con ironía. “Comprendo que a veces le hará falta una voz fuerte o mayor presencia, pero posee el temple y la caridad para cuidar de todos sus pequeños.”
“Pienso que Ichigo-san sí posee lo que dices, es sólo que nunca tiene que recurrir a ello, senpai.”
“Tal vez tengas razón, pequeñín, tú sueles andar más al pendiente de otros que yo.”
Tsurumaru miró de reojo a un costado de la cocina, donde Fudou había tomado asiento en un taburete y estaba mirando inconforme y pensativo a la ventana más cercana. Encontró gracioso pensar que aquel momento era quizás el más conveniente para que este pretendiera escapar y pasar desapercibido, pero era evidente que su mente andaba saturada con otro tema.
“¡Listo!” reportó Monoyoshi con alegría. “Senpai, Fudou-kun, vamos a llevar las bebidas.”
“Enseguida~” canturreó Tsurumaru. “Oye, hermanito de Tharja, ayúdanos con esto.”
“¿Qué tienes con llamarme así…?” preguntó impaciente y enseñando los dientes, aunque sin despegar su mirada de afuera.
“Fudou-kun…” Monoyoshi le miró con curiosidad. “¿Te sientes bien? Has estado muy callado.”
“…” dio un suspiro y se levantó. “Hic… sí, estoy bien, no es nada…”
“También debes estar preocupado por Akita, ¿no es así?” el pelirrosa bajó su mirada. “Tiene sentido. Los Toushirou son como hermanos para ti.”
“Tsk, no son mis hermanos,” desvió su mirada. Hubo un corto silencio. “…y pensar que ese paseo al bosque no fue hace mucho… ese niño estaba tan animado viendo los escorpiones que sus hermanos encontraron…”
“Fudou-kun…”
“Sí, recuerdo eso, no es fácil olvidarse de la imagen mental de los demás polluelos asustados con esos arácnidos,” Tsurumaru sonrió y se encogió de hombros. “Ese Toushirou pelirrosa gustará de recolectar insectos, me imagino…”
“…” Fudou miró al peliblanco con cierta animosidad.
“¿Eh? ¿Qué dije ahora?” preguntó este, confundido.
“Nada… hic… sólo no evito recordar al altanero de Yagen cuando te miro. Él que ni se ha molestado en venir desde que su hermano menor desapareció…”
“Hmm…” Tsurumaru le miró con cierta intriga.
“Por favor, no discutan,” suplicó Monoyoshi. “Es difícil saber cómo otros se sienten o comprenderles del todo, pero estoy seguro que Yagen-san anda preocupado por Akita, al igual que todos los demás. No debemos juzgarlo, Fudou-kun.”
“Tú siempre defenderás a los más miserables, Mono-chan… hic… me enferma un poco que seas tan optimista,” admitió. “Uhh… pero como sea, sólo soy un bicho, ni debería estar aquí…”
“No digas eso, Fudou-kun. En verdad tú tienes más razón de estar aquí que senpai o yo,” le aseguró Monoyoshi, atentamente. Le sonrió un poco. “Has admitido que también estás muy preocupado por Akita. Le recordaste haciendo uno de sus pasatiempos. Lo siento mucho, siento que esto haya tenido que suceder. Yo en verdad quisiera poder hacer algo por todos ustedes, pero por ahora quiero al menos extenderles mi simpatía y serles de un poco de alivio.”
“…” Fudou desvió su mirada.
“Heh…” Tsurumaru terminó por no ahorrarse las ganas de contestarle. El normalmente sereno y bromista peliblanco le observó desde arriba con desdén y una sonrisa sardónica. “Interesante. Así que eras de ese tipo…”
“Eh, ¿senpai?” Monoyoshi se sorprendió.
“¿Qué quieres decir?” le preguntó Fudou con desconfianza.
“Haha, pensarás que estoy loco. Yo que tengo mis propios problemas con ese diablo del cual te andas quejando y totalmente entiendo que te fastidie y que te quejes de él, pero esta vez Yagen ni está aquí y no pierdes la oportunidad para saltar a insultarle, aun si nadie le había mencionado,” observó con intriga. “Ya casi parece un vicio tuyo o una mala manía. Pues, para tu información, él ha movido todo lo posible dentro de Rizembool en búsqueda de respuestas y hasta he tenido que ayudarle en algunas cosas, en vano. Sé que anda extenuado entre este problema en su familia y sus propias obligaciones, y para variar simpatizo con él,” su expresión se aligeró a una sonrisa frustrada. “El diablo anda haciendo su trabajo. Por otro lado, tenemos a un insolente que no ha movido ni un dedo y le juzga antes de informarse sólo porque él no está aquí.”
“Tch, ¿y por qué lo andas defendiendo?” espetó Fudou, enseñando los dientes. “Fuera de las formalidades, lo que él verdaderamente podría hacer es estar aquí con la gente que supuestamente le importa… hic… y él nunca está aquí por nadie.”
“Sí pues, eso me dice mucho de ti, Fudou,” le miró fijamente, con ojos gélidos.
“Tch…” dicha mirada le paralizó. Siempre había sentido rechazo de aquel chiflado amigo de los Toushirou y en ese momento era casi como si pudiera ver parte de lo que ocultaba debajo de su ameno semblante.
“Es gracioso pensar que, pese a tus declaraciones de que no te importa, tú tienes muchas expectativas de Yagen,” observó con curiosidad, llevando una mano a su mentón. “De nuevo, entiendo que todos le juzguen y le critiquen, pero más allá de eso, te estás tomando todo este asunto personal. Lo mismo va para este mellizo que acaba de llegar, ¿verdad?”
“¿Eh? ¿Qué demonios dices?” le preguntó indignado.
“Estás predispuesto a rechazarles y molestarte con ellos porque lo sientes en tu derecho, y así nunca les darás una oportunidad. Qué lástima…” dejó su frialdad de lado para sonreír indiferente y encogerse de hombros. “Ellos siempre estarán mal en tu cabeza porque no son el ideal que esperas que sean. Por cierto, ellos nunca lo serán. ¿Por qué entonces te haces tan mala sangre?”
“Cállate, imbécil…” apretó los dientes. “Tú no sabes nada…”
“…” le miró desde arriba, con cierto entretenimiento. “No, puedo imaginarlo. Presumo saber de dónde viene tu desdén al menos en lo más básico. Ambos son los Toushirou que en su niñez abandonaron a los demás, ¿no es así? No sé qué tendrá que ver eso contigo, pero por si no te has dado cuenta, ya han pasado alrededor de diez años. ¿Qué haces aferrándote al pasado?”
“…” le miró colérico, sin saber qué decirle.
“En especial porque el día de hoy están homenajeando a uno de ellos que sí pretende estar con su familia de ahora en adelante, así que tu desprecio ya no debería venir al caso. Y no te culpo por desconfiar, pero de nuevo…” afiló sus ojos. “¿Qué derecho te da de despreciar a otros…?”
“Senpai, por favor,” suplicó Monoyoshi.
“…” Tsurumaru le miró de reojo. Fue como si se hubiera olvidado de la presencia de su kouhai, quien le miraba con ojos tristes y suplicantes. Se dio un par de segundos para recordar su punto en el espacio, y terminó por sonreír apenado y revolver los cabellos a su menor. “Ah, lo siento, Monoyon. No quiero causar problemas en la casa de Ichigo. Tampoco quiero verte tan preocupado. Ya pasó, ya pasó~” él regresó a su disposición amigable y tomó una de las bandejas. “Mejor voy yendo en marcha. No se tarden en venir.”
“Eh, sí, muchas gracias,” Monoyoshi asintió y así Tsurumaru partió con rapidez. Ni bien él se fue, el pelirrosa se dirigió a Fudou, quien fruncía el ceño y se veía inconforme y ofuscado. “Eh, lo siento mucho, Fudou-kun.”
“¿Ah?” Fudou le miró extrañado y le dio un leve zape en la cabeza. “¿Qué haces disculpándote por ese? Hic… tú no has hecho nada.”
“Eh, pues yo…” este se agarró su cabeza y sonrió incomodo. “Supongo no será tanto por pedir disculpas, más bien, espero que no te hayas sentido mal,” asintió. “Se me hace un poco extraño a mí también. No recuerdo haber presenciado a senpai defender a Yagen-san previamente, pero eso era lo que intentaba hacer, estoy convencido.”
“…” le miró confundido.
“Y pues, pensando en tu situación…” sonrió apenado. “Senpai se ha precipitado en hablar, podríamos decirlo. Yo confío plenamente en todos los Toushirou, aunque nunca hablaría en tu lugar. Puede que tengas varios motivos válidos para dudar de ellos dos y no pienso cuestionarlo, pero al menos sí quisiera que no te aferres tanto al pasado…” ensanchó su sonrisa. Juntó ambas manos a modo de rezar y cerró sus ojos. “Este recuerdo de Akita durante las vacaciones de verano, siento que es algo que podrías compartir con los demás aquí. Desearía que tú pudieras sentirte más cómodo con ellos y dejar tus problemas de lado, al menos si sólo es durante momentos importantes como este. Puedo percibir tus anhelos y el cariño que en el fondo sientes por los pequeños. Tú también quieres que todos estén bien y que este problema se solucione de la mejor manera.”
“Ehh…tsk…” desvió su mirada, incómodo.
“Y por sobre todo, es casi una reunión familiar para ti, Fudou-kun, pero si puedo serte de compañía para aliviar un poco tu inquietud y estrés, para eso mismo estoy aquí,” le aseguró. “Ahora llevemos las bandejas. No debemos tardarnos mucho.”
“Uhh…” Fudou negó frustrado y caminó hacia las mismas, pero se detuvo un momento. Este agarró a Monoyoshi de un hombro.
“¿Eh?” el pelirrosa ladeó su cabeza. “¿Fudou-kun?”
“Hic…” de repente, Fudou le miró de reojo con un aura asesina. “Qué te conste que odio al imbécil al cual llamas senpai…”
“Ehh…” sonrió nervioso.
“Pero…” dio un suspiro y para variar, le sonrió un poco. “Gracias, Mono-chan, por esas palabras. No debería haber nadie que se preocupe tanto por un inadaptado como yo, pero tú lo haces. Lamento las molestias.”
“No tienes por qué agradecer, Fudou-kun. Somos amigos,” afirmó contento.
…