90.3.
Pasaron unas horas y luego de la cena llegó la hora de ir a descansar al tratarse de un día de semana. Si bien Fudou no asistía a clases, por el cansancio no le venía mal tratar de dormir temprano. Aun si no fuera a poder, tampoco tenía el interés de salir fuera del perímetro de la habitación de huéspedes que había sido dada. No se sentía con el derecho de hacerlo.
Por la quietud de esa mansión, sus oídos se saturaron de vacío. Recordó dolorosamente que llevaba demasiado tiempo sobrio. No podía vivir así consigo mismo. La consciencia le carcomía, le llegaba el temor de que el tiempo se acababa, se sentía invadido de incertidumbre… iba a ser difícil para él conciliar el sueño esa noche.
Entonces, oyó que tocaron la puerta. Por el gesto y el simple hecho de verse atendido a esas horas podía imaginar que se trataba del pelirrosa. Fudou frunció el ceño y abrió la puerta.
“¿Qué quieres?” le cuestionó extrañado e impaciente. Era precisamente Monoyoshi, quien llegaba con una manta adicional en sus brazos. “Estamos en tu casa, no tienes que tocar.”
“Pienso que tocar una habitación va más allá de cortesía, Fudou-kun,” argumentó el otro con una simpática sonrisa. “Puede que sea un mal momento para atenderme si entro sin avisar, ¿verdad? Podrías estar cambiándote.”
“Tch, como sea,” rodó los ojos. “¿Qué haces aquí?”
“Me preguntaba si quizás el aire acondicionado te era un poco frío, así que traje una manta adicional por si la necesitabas,” dijo extendiéndole dicho cobertor. “Este te gustará. Si quieres, hasta puedes llevártelo.”
“Eh, no, gracias…” dio un pesado suspiro. “Desde ya tuve que aguantar a Taikogane seleccionar una pijama para mí y pienso que ese es suficiente regalo. ¿Qué hacen con pijamas libres para regalar en primer lugar y de mi talla?”
“Hehe, parece que tú y Taikogane-san comparten la talla, y él suele tener un armario muy amplio y con muchas cosas nuevas. Taikogane-san estuvo muy contento de darte el obsequio, así que no lo pienses demasiado,” se asomó a manera de ver el interior de la habitación. “De por sí, ¿te dieron el set de baño? Espero que hayas tenido lo necesario para el aseo personal.”
“Eso también. ¿Qué hacen siendo tan serviciales?” negó repetidamente. “Y estoy bien. El aire será un poco frío pero no me da de frente y de por sí hay otra manta en esta habitación. No tienes por qué incomodarte. Más bien, son más de las once. Ve a dormir. Mañana tienes clases.”
“Descansaré bien, no te preocupes por mí,” dicho esto, el rostro ameno y amable del pelirrosa se contagió de ligera tristeza. “¿Podría entrar un momento? Quisiera hablar contigo.”
El pelimorado se extrañó, pero se rindió y le dejó pasar. Vio al pelirrosa apoyar la manta en el borde de su cama y luego se quedó de pie mientras miraba a la habitación. Casi daba la impresión de que buscara algo en el vacío.
“¿De qué quieres hablar?” le cuestionó Fudou, alzando una ceja, al ver que el otro no había iniciado una conversación.
“Sólo… me quedé un poco preocupado por ti,” confesó regresándole la mirada y sonriendo con torpeza. “Venía para ver cómo estabas y oírte en caso quieras decir algo.”
“¿Eh?” se confundió. “Estoy bien, Mono-chan. O sea, no olvidaría fácilmente lo que me ocurrió en la tarde… uhh, espero no tener que ver a ese Toushirou loco en los próximos días.”
“Entiendo…”
“Fuera de eso, tú, tu hermanito y el amigo de ustedes han sido muy amables conmigo, no es que tenga que decirlo,” frunció el ceño. “Así que, por favor, ya no te preocupes por mí. Me sabe mal que lo hagas, en especial en estas circunstancias.”
“Hm,” llevó una mano a su mentón. “Ya veo.”
“…creo que no lo ves,” entrecerró sus ojos. “No vas a dejar de hacerlo, ¿verdad? Vienes hasta aquí por tu obstinación y sigues tratándome como si fuera una celebridad, cuando ni debería estar como huésped tan repentinamente.”
“Pero eres un huésped porque tú me pediste que te escondiera, y es sólo normal ayudar a un amigo cuando te necesita,” dijo el pelirrosa, amenamente. “Taikogane-san también ha estado muy feliz de verte. Nuestros padres no nos permiten muchas visitas, en especial a él, así que nos ha venido muy bien verte.”
“¿Eh? ¿No les permiten visitas?” Fudou se extrañó. “No sabía eso.”
“Hace unos años, Taikogane-san invitó a toda la gente de su promoción e hicieron un desastre,” Monoyoshi sonrió nervioso. “Nuestros padres se molestaron un montón así que ahora nos prohíben fiestas y evalúan cada caso de quienes nos visitan. Pero está bien. Tú y Gotou-san han sido aprobados por ellos. Mitsutada-san es un amigo de siempre, así que es parte de la familia.”
“Ahh, ese niño…” se dio un facepalm. Sabía que ni podía imaginarse las locuras que habría hecho ese día. “¿Y en qué momento se supone que me evaluaron a mí?”
“Hehe, no es importante.”
“Creo que sí lo es…” le miró con desconfianza. “En fin, ya debes ver que estoy bien, ¿y quién sabe? Quizás los Toushirou le pusieron una correa a su hermano o lo que sea. No tenías que verme y menos preocuparte. Ustedes no han sido más que ayuda…”
“No, sí tenía que venir, me lo acabas de decir,” asintió convencido.
“¿Qué?” se impresionó.
“…” ensanchó su sonrisa. “Lo sabía. No te sientes bien ahora, Fudou-kun. Da mucho miedo, ¿no es así?” regresó su atención al vacío. “El final del día… la noche…”
“Eh…”
“Te sientes nervioso, impotente… te sientes culpable con nosotros y desmerecedor…” bajó su mirada. “Eres nuestro amigo, Fudou-kun. No quisiera nunca que te sintieras así.”
“…” desvió su mirada. Con frecuencia le era desconcertante lo bien que su amigo le leía. “¿Y qué…? Tampoco tienes que preocuparte por eso. Iré a dormir y me olvidaré de todo.”
“No sólo es eso, Fudou-kun…” Monoyoshi negó y regresó a mirarle. “Me dijiste que Atsushi-san te había dicho para que estudies para tomar un examen de admisión. Es una imposición muy repentina y fuerte. Seguramente quisieras hablar al respecto, así que estoy aquí. No quiero convencerte de nada, sólo quiero escuchar lo que piensas y cómo te sientes. Puede que necesites de alguien que absorba lo que ahora da vueltas dentro de tu cabeza.”
“Uhh…” dio un suspiro extenuado. “Es precisamente lo que ahora intento evitar, pero… está ahí, pegado en la parte de atrás de mi cabeza…”
“Lo imagino…” Monoyoshi se sentó al filo de la cama. “Soy todo oídos.”
“Eh, no… de todos modos no es que quiera hablar al respecto…” se incomodó y retrajo. Negó y su mirada se sacudió a manera de ubicar un escape psicológico. “No es algo que se pueda analizar o discutir…” agachó su cabeza. “Tsk, igual va a tener que ocurrir, si no es ahora, será después. Ha sido una sorpresa, pero a su vez era algo que no podía evitar. Se supone que ni debería tratar de evitarlo…”
“No es que quiera cuestionarlo, pero por tratarse de ti, todos deberíamos darte la atención que te mereces. Como mínimo, debes sentirte libre de comunicar cómo te sientes al respecto.”
“No…” comenzó a caminar en círculos frente al otro, ensimismado en el piso. “Ustedes no tienen por qué oírme. Soy un ser caprichoso, incorrecto… soy sólo un insecto… no soy más que un estorbo a mi hermana y una carga a los Toushirou… y pese a saberlo nunca dejo de ser un inservible y me molesto cuando ellos intentan ayudarme. No tengo derecho de demandarles más atención, y menos a ti que te estoy incomodando…”
“Sabes bien que no lo haces, Fudou-kun.”
“Tch…” frunció el ceño y finalmente caminó hacia la pared al costado de la cabecera de su cama, donde tomó asiento en el piso. Continuó con la mirada gacha. “Pero debería molestarte, Mono-chan, deja de ser un tonto… ni debería estar aquí… yo que tendría que ponerme a estudiar bajo pedido de todos los que están por encima de mí… en vez de eso me estoy aprovechando de la amabilidad de un amigo para huir de mis responsabilidades…” recogió sus piernas. “Lo sé bien, estoy consciente de mi descaro en cada pequeño momento, pero no dejo de hacerlo…” hundió su rostro en sus rodillas. “Ni que fuera un ignorante… no merezco esto…”
“Ahora mismo eres un invitado, Fudou-kun, un amigo que nos ha animado la tarde y la noche, y nos alegramos mucho de que estés aquí,” dijo Monoyoshi, tranquilamente. “Ya no te digas esas palabras frías a ti mismo. No tiene sentido alguno que lo hagas. Fuiste a buscarme porque necesitabas de alguien, lo cual está bien. No te sientas mal por necesitar ayuda.”
“Pero… yo…” se quedó en blanco, aunque su angustia interna había encontrado un pequeño desahogo. Fudou vio que el otro se levantó, caminó hacia él y se sentó en el piso a su costado. Le miró de reojo, impaciente. “¿Qué haces?”
“Te acompaño,” le dijo, sonriente.
“¿Por qué tienes que sentarte en el piso? No seas ridículo.”
“Pero tú estás sentado igual.”
“Eso lo importa,” volvió a apagarse. “Yo soy una escoria. Tú no deberías actuar así. Tú no eres alguien como yo…”
“¿Qué es lo que se requiere para ser alguien como tú?” preguntó mientras abrazaba sus piernas.
“Tsk…” desvió su mirada.
“Estás triste, Fudou-kun. Lo sucedido hoy ha sacado muchas cosas a flote para ti, lo puedo ver en tu rostro…” asintió para sí, con leve tristeza. “Son en momentos como este, justo antes de dormir y de aceptar que otro día ha terminado, que te atormentan más. Lo sé, yo me siento como tú muchas veces. Es uno de nuestros momentos más débiles.”
“…”
“Sin embargo, no tiene por qué serlo. La noche es también un momento de reconciliación, de reconocer que hicimos lo que pudimos, de evaluar nuestro camino, de celebrar nuestros logros y comprender nuestras fallas. De aceptarnos a nosotros mismos y entender que somos imperfectos, y que eso está bien,” Monoyoshi asintió, esperanzado. “Está bien porque no siempre tenemos que dar nuestro mayor esfuerzo ni alcanzar nuestras metas. Al final, mientras podamos vivir con nosotros mismos y seamos capaces de perdonarnos, estaremos haciendo algo bien.”
“Mono-chan…”
“No puedo desaparecer cómo te sientes. El que más tiene control sobre ti siempre serás tú mismo. Quiero que entiendas que no tienes que ser nada que tú no eres, y si te sientes mal por no ser la persona que tú crees que otros esperan de ti, creo que eso no tiene mucho sentido,” negó rotundamente. “Sería injusto que otros te impongan ser algo que no eres en el presente. Estoy convencido que los demás, por más deseos que tengan de ti, nunca desearían exigirte nada irracional. Ellos desean tu bienestar, al igual que yo.”
“Mono-chan, no es tan simple…” dijo derrotado, sin levantar su mirada. “Nos conocemos ya muchos años. Tú sabes sobre mi pasado, sobre mis responsabilidades, cómo se supone que yo debería ser quien va a resurgir el nombre de mi familia… pero resulté no ser más que una broma, un insecto. Nunca he hecho nada bien.”
“Eso no es verdad.”
“Tsk, sí lo es…” comprimió sus puños. “Hace nueve años, cuando Gotou se vio impuesto el rol de encargarse de los negocios de la familia, él dejó el colegio y comenzó a desempeñar esa obligación con la ayuda de consejeros de tu familia. Yo también me retiré con el plan de educarme y comenzar con la preparación para ser un heredero… pero no pude, fue demasiado estrés. Mis estudios fueron aligerándose, postergándose, ni quería volver a pisar la escuela y terminé la secundaria estudiando desde casa… no quería ni enseñar mi rostro a la sociedad…”
“…” le observó preocupado.
“Si es que en algún momento pude, ahora ya no es posible. Soy un maldito alcohólico que ni puede mantenerse sobrio por mucho y que rechaza a todos los demás. Me da pánico salir, detesto encararme por quien soy y por lo que he hecho,” abrazó sus piernas con fuerza. “Cuando los miro a ellos, a esa familia perfecta que tanto se preocupa por mí, a todos ellos que también tuvieron sus problemas pero que tienen el futuro asegurado…” hundió sus ojos en sombra. “A Gotou, al niño al que vimos romperse hace años por la presión que tuvo que aguantar, sin nada que yo pude hacer para evitarlo…”
“Fudou-kun…”
“Y que ahora es reconocido como un joven empresario que pudo sacar a su familia adelante. Él lo tuvo mucho más difícil que yo… tch…” apretó sus dientes. “Incluso se encargó de los asuntos de mi familia por los cuales yo debía de preocuparme. Le fui una carga adicional a todas las demás… y aun así, él se levantó e hizo lo esperado de él…” su voz se quebró y sus ojos se alteraron por un horror dirigido a su interior. “…y entonces me miro en un espejo, y me pregunto… ¿qué hay de malo conmigo? ¿Acaso yo nací fallado? ¿Acaso estaba destinado a fracasar?” se agarró su cabeza con ambos brazos. “¿Acaso yo no valgo la pena…?”
“Detente, por favor,” le suplicó y negó rotundamente. “Nada de eso es cierto. Fudou-kun, todos creemos en ti. Sabemos que eres una gran persona y que posees mucho potencial. Es por eso que te presentaron esa oportunidad de tomar el examen. Estoy convencido.”
“No importa, no importa lo que otros crean de mí…” negó repetidamente. “Ya no quiero saber más, ya he reconocido que es imposible, que he perdido el tiempo, que soy un irresponsable y quebrado bueno para nada. Tome el maldito examen o no, lo fallaré como siempre he fallado todo lo que intento. Ya me rendí, ¿por qué otros pretenden confiar en alguien como yo? ¿Es que no pueden ver quién soy en realidad?”
“Tú no te has rendido, Fudou-kun. Si fuera así, todo esto no te estaría torturando a este nivel,” le aseguró su amigo, con tristeza. “Lo que sucede es que tienes mucho miedo. Es normal tenerlo, está bien, no tienes por qué recriminarte. Tampoco puedes compararte con los demás,” bajó su mirada. “Gotou-san lo tuvo muy difícil, pero él no estuvo solo. Los dos le apoyamos, su hermano mayor le apoyó, él tiene una familia muy unida que le hizo sentirse acompañado y también es muy bueno en las matemáticas y la economía. No puedes compararte porque tu caso es muy distinto al de él.”
“Incluso si eso fuera verdad, soy un desadaptado incorregible que se volvió adicto. Ni me he comportado como una persona decente estos años… ni siquiera quise regresar a la escuela y ser responsable como para seguir mis estudios… ni puedo decir que he hecho lo más mínimo porque eso no es verdad. Es por eso que no merezco las consideraciones de otros.”
“Te equivocas,” Monoyoshi le agarró de un brazo y le hizo soltarse la cabeza. “No puedes pensar que nosotros nos merecemos las cosas por alguna hazaña o cumplimiento. Todos los seres de la faz de la tierra merecemos apreciación y respeto por el simple hecho de existir, y tú eres alguien muy apreciado,” le sonrió. “No sientas que es tu responsabilidad o culpa. Es un sentimiento que inspiras en muchos de nosotros por ser quien eres, porque te conocemos y eres mucho más de lo que tú reconoces. Te lo aseguro.”
“…” le miró en blanco y se extrañó al ver que el pelirrosa le abrazó de dicho brazo y se apoyó en él. “Eh, ¿qué haces, Mono-chan?”
“Si tan sólo hubiera una forma de hacerte ver cómo otros de ven…” dijo sonriendo y cerrando sus ojos. “Eres alguien con mucho potencial, Fudou-kun, nunca dejaré de decírtelo. Desde que éramos pequeños, tú fuiste mi hermano mayor. Siempre me sentí seguro contigo. Tú me comprendiste y cuidaste de mí. Es por eso que eres alguien muy importante para mí.”
“…” le observó con incomprensión y volvió a bajar su mirada. “¿Qué dices? ¿Acaso tú no tienes un hermano mayor?”
“Tendré un hermano mayor biológico que es alguien bondadoso si llegas a tratar con él, pero esa persona es un desconocido para mí en su mayoría,” dijo tranquilamente, sin borrar su sonrisa. “Tú eres el hermano mayor que escogí y a quien conozco bien. Dudo conocer a otra persona que pueda entenderme del modo en que tú lo haces. Hehe, aunque senpai también parece hacerlo.”
“Tsk, esa grulla,” rodó los ojos.
“Ahora no quiero que sigas lamentando todo lo que ha ocurrido. Toda tu vida, todos tus momentos, quiero que los atesores, que los pongas en una vitrina mental, los mires sin presión ni remordimientos, y que sigas adelante para ver qué es lo que te espera,” acomodó su cabeza en su hombro. “Todo el pasado es parte de ti y hay muchas cosas maravillosas en medio de lo más triste. Fudou-kun, ahora con tu presente situación, con el examen de admisión y las expectativas de tu familia extendida, lo único que quisiera pedirte es que hagas lo mejor para tu persona.”
“¿Y qué vendría a ser eso?”
“Que veles por tu felicidad, sea cual sea tu decisión,” le soltó y le miró con una radiante sonrisa. Monoyoshi le agarró de ambas manos. “Yo te apoyaré dependiendo de lo que decidas hacer, pero necesitaré de tu ayuda. Prométeme que te cuidarás y que te pondrás primero por encima de tus responsabilidades. Mientras tú te sientas bien, lo demás podrá solucionarse. No tienes por qué comenzar tus estudios este semestre si te sientes indispuesto. Estoy seguro que todos entenderían, y si te inquieta, podría estar ahí contigo para hablarles.”
“No es que tengas que estar ahí, Mono-chan…” se incómodo. Agachó su mirada y regresó su semblante triste. “Gracias… y perdón…”
“¿Perdón?”
“…” miró a sus manos, las cuales eran sostenidas por su amigo. “Cuando no pude con la presión hace años… cuando fallé en tratar de ser un heredero… debí haber regresado al colegio… Perdón, Mono-chan… te abandoné. Te dejé solo en ese lugar tan horrible para ti sin una verdadera razón.”
“Me di cuenta que mencionaste lo de la escuela más de una vez, ¿es porque te sientes en falta conmigo?” negó y apretó el agarre de sus manos mientras le sonreía. “Tú siempre cuidaste de mí, Fudou-kun y también tuviste tus problemas ahí. No me quedé en esa escuela por mucho tiempo más y sé que regresar para ti tampoco hubiera sido positivo,” bajó su mirada con tristeza en sus ojos. “Parte de mí sí hubiera querido que estudiáramos juntos en Hanasaki, pero por más que no ocurrió, nunca te dejé de ver. Siempre me exigiste a practicar con las espadas y has venido varias veces para ser mi mentor. Realmente eres muy bueno en eso. A su vez eres amigo de Taikogane-san y te llevas muy bien con él. Es algo por lo cual me siento agradecido,” sonrió con torpeza. “Puedes ver todo el tiempo que no nos entendemos bien y Taikogane-san parece desaprobar muchas cosas sobre mí, así que aprecio que los dos sean amigos.”
“Uhh…” Fudou dio un pesado suspiro y se soltó. Frunció el ceño. “Será difícil de creer a veces, pero ese niño no tiene malas intenciones, en serio. Sólo es brusco e inconsciente, pero si no se llevara bien contigo ya lo sabrías.”
“Hm, ya veo…” Monoyoshi ladeó su cabeza y le miró con curiosidad.
“Tch, no, no te puedo decir eso a ti,” el otro rechinó los dientes y le agarró de los brazos para marcar sus palabras. “Tu hermanito sí te estima, ¿de acuerdo? No te dejes llevar por sus comentarios rudos. Seguramente Taikogane te resiente un poco porque siempre lo tratas con formalidad y no eres abierto con él, pero los dos se llevarían mucho mejor si te expresaras más. Tal vez te esté pidiendo mucho, pero dale un esfuerzo.”
“Eh, sí, entiendo…” respondió un poco perplejo.
“Espero que realmente lo hagas, sé que es difícil sacarte el chip de la cabeza.”
“Gracias por cuidar de mí, Fudou-kun, no que sea el momento…” sonrió con torpeza y se soltó. “Hehe, te ves de mejores ánimos, espero haberte aliviado al menos un poco.”
“Eh, sí, supongo…” desvió su mirada. Casi se olvidaba de sus líos por un momento.
“¿Estás listo para ponerte de pie?”
“No tenías por qué imitarme, Mono-chan, es sólo algo tonto que tiendo a hacer,” entrecerró sus ojos. “Hay algo indescriptiblemente cómodo al sentarse en el piso…”
“A decir verdad, a mí también me gusta. Me siento así con frecuencia dentro de mi propia habitación,” admitió contento. “El suelo es firme, te da un sentimiento de estabilidad.”
“Puede ser…”
“Es reconfortante en los momentos en que uno se siente más débil. Te brinda una pequeña pausa. Sólo no te olvides de levantarte cuando el momento termina,” dicho esto, se puso de pie y ayudó al pelimorado a hacer lo mismo. “Creo que tuvimos una buena charla, pero no llegué a escuchar tu promesa.”
“¿Promesa?” alzó una ceja.
“Que te pongas a ti primero, antes de todo lo que te toca por hacer, ya que nada valdría la pena si tú no estás bien. ¿Me lo prometes?”
“Sí, sí, lo prometo…” contestó frustrado y pasó a mirarle con reproche. “Ahora ve a dormir, Mono-chan. Ya te has quedado demasiado tiempo despierto y mañana tienes clases. Ni tú puedes funcionar bien si no descansas como deberías.”
“Sí, enseguida,” asintió como un niño cumplido. “Hehe, gracias por tu atención. En verdad eres como mi hermano mayor.”
“Ya párala con eso que nadie te cree,” le recriminó. “Es obvio que tú eres más responsable y no nos parecemos en personalidad ni en apariencia. Hasta eres más alto que yo.”
“Hmm, ese es un comentario extraño, Fudou-kun,” llevó una mano a su mentón y se puso a pensar. “Pensé que Gotou-san era el único que tenía un problema con su estatura…”
“¿Qué?” le miró atónito. “No, sólo lo digo para hacer mi punto, ¿de dónde salió eso?” dicho esto, rió con ironía. “¡Pfft, hahaha, me recuerdas lo insufrible que ese Gotou era con crecer más! Heh, ni el modesto de Mono-chan puede ignorar ese detalle.”
“Eh, ¿dije algo mal?” Monoyoshi se preocupó. “No quisiera burlarme de Gotou-san, no lo dije con ninguna mala intención, sólo…”
“Lo sé, no te incomodes,” después de reírse un poco, Fudou sonrió con una sonrisa sosegada. “El hecho que lo menciones sin pensarlo significa que confías en mí. Heh, y por más que Gotou se fastidiaría si te oyera decir eso, pensaría igual que yo. Los amigos estamos para fastidiarnos, te caería bien darle un intento de vez en cuando.”
“Sí, si tú lo dices…”
“Ahora a dormir. Yo también tengo que hacerlo, ando con sueño,” negó y sonrió frustrado. “Y gracias, Mono-chan. Tú también estás pendiente de mí a tu manera y sí necesitaba hablar con alguien ahora. Te lo agradezco…”
“No es nada, me alegra saber que te serví de apoyo,” se alegró e hizo una reverencia. “Buenas noches, que descanses.”
“Hai, hai, no seas tan formal…”
Así, el par se despidió y Fudou no tardó en recostarse. Era extraño. Por más que esa conversación no había resultado en una decisión de su parte o en algún cambio en su presente estado, se sentía despejado y capaz de perdonarse al menos esa noche. Se quedó profundamente dormido antes de darse cuenta.
…
Tuvo un sueño corrido hasta algún punto temprano en la mañana. Fudou abrió los ojos al sentir que alguien había entrado a su habitación, pero supuso que estaba alucinando y se cubrió más con el edredón para volver a dormir. Entonces…
“¡Fudou, buenos días!” gritó Taikogane quien saltó encima de él. “¡Levántate!”
“¡Ihhh!” este fue aplastado.
“¡No seas perezoso, el desayuno está listo!”
“Tch, ¡quítate de encima!” se amargó y de una patada lanzó al peliazul a un costado, para entonces abalanzarse hacia él. “¡¿Cuál es tu maldito problema?!”
“¡F-Fudou, tranquilo!” Taikogane se asustó y retrocedió estando sentado en el piso.
“¡Fudou-kun, espera!” en ese momento, Monoyoshi llegó corriendo y levantó sus palmas para apaciguarle. “Perdón por ese despertar. Sé paciente con Taikogane-san, por favor.”
“No te disculpes por el niño,” renegó, entrecerrando los ojos.
“Ah, no quería fastidiarte, Fudou, es que es importante,” Taikogane dio un suspiro y se levantó para sonreír con muchas energías. “¡Es que Micchan nos sorprendió y vino para prepararnos un delicioso desayuno para honorar tu visita! Monoyoshi dijo que mejor te dejáramos descansar, ¡pero nada te caería mejor que uno de los deliciosos desayunos de Micchan! ¡No puedo dejar que te lo vayas a perder!”
“Ihh, qué ruidoso eres,” Fudou hizo una mueca de dolor.
“Eh, no tienes que acompañarnos si no quieres, Fudou-kun,” dijo Monoyoshi, sonriendo incómodo. “Le puedo pedir a las empleadas que te preparen un desayuno más tarde.”
“No, está bien…” dio un suspiro y se levantó con gran pereza. Pasó a mirar a Taikogane con molestia. “Es difícil no despertarse luego de una sacudida así. Tch, si hubiera traído mi tantou ya te habría atacado…”
“Ehh, sí… lo recordaré para la próxima…” el peliazul sonrió con nervios y llevó una mano a su nuca. “Perdón, no quiero que me mates como reflejo…”
“Pero los acompaño antes que se vayan a la escuela, y aprovecharé el desayuno de Mitsutada,” dijo resignado. “Si él se molestó en venir tan temprano, no puedo dejarle plantado, qué más da. Puedo dormir después del desayuno…”
“Claro, no hay problema,” Monoyoshi asintió.
“Good thinking!” Taikogane le levantó ambos pulgares. “Además dormir con el estómago satisfecho es mil veces mejor. Ahh, quién como tú que te quedas a dormir. Quisiera acompañarte todo el día, ¡pero regresaré lo más pronto que pueda! ¡Ahora a comer!”
Así comenzó un nuevo y brillante día que contagiaba de positivismo a los tres.
Al mismo tiempo, en la casa de Tharja, la chica se encontraba tomando su café matutino en lo que desperezaba y caminaba por los pasillos. Era temprano y por la ausencia de ruido asumía que el par de hermanos continuaban dormidos, aunque llegó a las puertas corredizas que daban al pequeño jardín de atrás y notó que Atsushi se encontraba ahí haciendo shadowboxing.
Se acercó a la puerta para espiarle. No era algo que le sorprendía de ese Toushirou disciplinado, ese niño que en algún momento fue cuidado por ella y que pese a siempre haber estado orientado al entrenamiento físico nunca le había dado una apariencia seria. Lo que tenía frente a ella era distinto, ya que el joven poseía un semblante firme, seco y enfocado en su actividad. Realizaba movimientos rápidos, limpios y fuertes a la vez que comunicaban un gran dominio corporal. Tampoco continuaba siendo un chico delgado, pálido y casi escuálido como su mellizo al contar con una mayor masa muscular y apariencia saludable. Sintió una mezcla de sentimientos, principalmente nostalgia y tristeza. Se dio cuenta que mucho tiempo había pasado…
Entonces, el Toushirou se detuvo al sentirse observado, se dirigió a la mayor y le sonrió con calidez y alegría al mismo tiempo que disipaba su aura de soldado.
“¡Nee-san, buenos días!” exclamó agitando una palma.
“…” se confundió ante dicho cambio, pero su saludo le dio cierto alivio ya que no muchas cosas habían cambiado en realidad. Caminó hacia él. “Entrenando, ya veo…”
“Sí, no sabía si podía trotar por tu vecindario, así que sólo hago calentamiento en el jardín, si no hay problema,” dicho esto, Atsushi miró su taza y frunció el ceño. “Espera, ¿estás tomando café? ¿Has comido algo más con esa bebida? Nee-san, el café puede ser muy irritante para tu sistema digestivo y no es la mejor forma de comenzar con el día.”
“He aprendido a depender de él. Fudou tiene el alcohol y yo el café, obviamente soy el menor de tus problemas,” se encogió de hombros. “No me fastidies, ya sé lo quisquilloso que eres.”
“Sinceramente me sabe mal corregirte a ti, nee-san, pero al menos trata de tomar el café con algo adicional y no exageres la cantidad,” dio un suspiro. “Bueno, ya que estás despierta puedo ir a preparar un desayuno. A ver qué tienes de ingredientes.”
“¿No deberíamos esperar a que tu hermanito se despierte?” cuestionó alzando una ceja.
“No sé cuánto tiempo más Shinano dormirá, siempre ha sido engreído,” se encogió de hombros. “Lo vi hecho un ovillo en su cama. Asumo que no querrá levantarse aún.”
“De por sí no debiste haberle dejado apropiarse de esa cama,” observó impaciente. “Es una cama muy amplia. Los dos hubieran podido dormir ahí sin problemas.”
“Heh, descuida, nee-san, el sofá cama fue suficiente para mí,” le aseguró con una sonrisa y entonces desvió su mirada con incomodidad. “Y Shinano es muy invasivo. Recuerdo las mil veces que se acurrucaba a Gotou cuando dormía y si alguien se me trepa así intempestivamente tal vez le daría un puñete por inercia.”
“Fufufu…” la mayor dibujó una sonrisa traviesa en su rostro. “No me molestaría verte golpear a alguien, Atsu. Debes ser muy fuerte a estas alturas…”
“Eh, no, no lo digo como si quisiera hacerlo…” le miró con leve juicio. Sonaba a un comentario de Yagen, sin dudas.
“Pero quizás sí debamos comer,” Tharja recapacitó y revisó su celular. “Si luego de esto vamos al supermercado, quisiera un poco de tiempo antes de asistir a mis clases en Rizembool…”
“Bien punto,” asintió. “Entonces déjanos a Shinano y a mí encargarnos de Fudou… siempre y cuando él esté dispuesto a vernos. ¿Cómo estará hoy?”
“Asumo que mi hermano tendrá la decencia de no querer importunar más a su amigo,” comentó la chica, alzando su mirada hacia el cielo como quien hacía memoria. “A Fudou sí parece importarle mucho ese amigo, y este a su vez le es de gran apoyo.”
“Ya veo…” se puso a pensar. “Monoyoshi no sólo es amigo de Gotou. También ha estado apoyando a Fudou durante mi ausencia, si lo entiendo bien…”
“Así parece. Es un chico ocupado y un tanto reservado, pero sí se lleva bien con mi hermano, por más que este sea un lío…” comentó con leve desaire. “El borracho tiene suerte de tener a alguien así al pendiente de él. También sabes que los Sadamune son unas de las familias más ricas a nivel internacional. Al parecer tienen una mansión enorme a las afueras de la ciudad que es como una hacienda, donde hasta tienen establos y caballos.”
“¿Eh? ¿En serio?” se sorprendió.
“Supongo. Fudou me lo dijo y no veo por qué tendría que mentirme,” dijo con indiferencia y cruzándose de brazos. “Así que será verdad, ¿yo qué sé…?”
“No que dude lo que dices, sólo es sorprendente…” Atsushi sonrió incómodo. “Suena a que Monoyoshi ha estado al pendiente por esos dos, justo a quienes debí haber ayudado personalmente hace varios años. En verdad le debo demasiado…”
“Fuera de la ayuda que ese chico les ha dado, lo más importante es que estuvo ahí y es el amigo de ambos,” dijo Tharja, miró hacia otro lado con leve fastidio. “Se notará a leguas mi poca importancia material, pero lo que más necesitaron fue de alguien, independientemente de la ayuda que les dio.”
“Sí, tiene perfecto sentido…” Atsushi bajó su mirada.
“…” luego de su comentario, la chica cayó en cuenta que acababa de lanzarle tácitamente una llamada de atención por su ausencia sin haber tenido esas intenciones. Se frustró. Ya estaba dicho y había sido mucho silencio como para contradecirse.
“Nee-san…” el pelinegro dio un suspiro y se le dirigió con un semblante serio e incómodo. “Hay algo que quiero saber. Se lo pregunté a Ichi-nii, pero él no supo darme una respuesta, así que tal vez tú tengas una mejor idea…”
“¿Qué cosa?”
“Pues…” se retrajo. “Es un poco sensible, pero, ¿sabes en qué momento Fudou comenzó a tomar? Quisiera entender por qué cayó en ese vicio, si es que ocurrió algo en particular que le hizo recurrir a eso, o si fue un motivo más trivial…”
“…” se lo merecía. Ese chico inconscientemente le había hecho una pregunta tan hiriente como el comentario que ella le había dado. Tharja se abrazó a sí misma y sus ojos se cubrieron en sombras.
“Ehh, nee-san,” se alarmó. “No tienes que responderlo. P-perdón, no quiero hacerte sentir mal.”
“No, es justo. Puedo ver que lo preguntas porque te preocupas por Fudou y quieres entenderle,” dijo con una tangible desdicha. “Pero me queda admitir ante ti que yo tampoco tengo idea alguna sobre cómo así él comenzó a tomar.”
“Eh…” se extrañó y ladeó su cabeza.
“Imagino que fue progresivo, pero hubo un tiempo durante el cual ni yo estuve al pendiente de él por andar tan ocupada con mis estudios. Cuando regresé a casa, era demasiado tarde,” Tharja tensó el agarre de sus manos en sus brazos. “Estudié en Hanasaki hasta hace cinco años. Como mujer, no pude estudiar con los demás en Rizembool en un inicio. Ese último año en Hanasaki mis obligaciones me forzaron a vivir ahí, lejos de todos. Le descuidé y él tenía varias inseguridades en aquel momento. Después de mi estadía en Hanasaki, cuando cambié a Rizembool y retorné a la casa, él ya tenía ese problema y se había vuelto en la persona huraña y conflictiva que ahora conocemos.”
“…” se inquietó.
“Pero era peor. Al menos el tiempo le ha bajado las revoluciones y le ha vuelto menos agresivo. Igual, Fudou nunca ha querido hablarme sobre sus problemas,” Tharja negó y miró más allá del perímetro del patio. “Cuando le pregunto cómo así comenzó con su vicio, él le resta importancia. Dice que en algún momento probó alcohol y su problema se desencadenó. Menciona que él es un insecto y que fue inevitable.”
“…” sintió escalofríos y le observó desconcertado. “El hecho que Fudou ni quiera hablar al respecto me preocupa, es como si no confiara en ninguno de nosotros…”
“No precisamente.”
“¿Eh?”
“Cuando regresé a casa y me topé con su estado, Monoyoshi se aparecía con frecuencia para visitarle, prepararle algo de comer y estar al pendiente de él. Más de una vez lo vi traerlo de regreso a casa y velar por su salud,” se soltó y pasó a sobar uno de sus brazos con su mano opuesta, un gesto que comunicaba gran torpeza e incomodidad. “Al parecer alguien no se olvidó de él y pese a su vicio, no le abandonó…” hundió sus ojos en sombras. “Me desagrada pensar en eso… me hace sentirme como una hipócrita por algún momento haberte juzgado a ti y a tu hermano por dejarnos detrás, cuando yo hice lo mismo con mi hermano menor…”
“Ehh, no, no digas eso, nee-san, tú nunca tendrías esas intenciones,” dijo incómodo y alzando sus palmas. “No quiero hacerte sentir mal. Sé que Fudou no te recriminaría por eso…”
“Tienes razón, por más desagradable que se ha vuelto, nunca lo ha hecho…” ello no le hacía sentirse mejor, ya que al conocerlo asumía que el odio de su hermano estaba dirigido hacia dentro. “El punto es que, si alguien tiene una remota idea de qué le ha ocurrido, tal vez sea ese chico. Fudou le tiene un trato especial y le he visto sonreírle honestamente. Él sí parece confiar en su amigo.”
“Eh, si es así podríamos preguntarle.”
“¿Crees que no lo he intentado? Monoyoshi me dio una respuesta similar y más ambigua. Me hace pensar que tampoco lo sabe, pero no estoy muy segura de eso…” ella terminó rodando sus ojos, rendida. “Olvídalo, sólo es una corazonada. Aun de ser el caso, puedo ver que es un buen chico y le debo que cuide tanto de mi hermano, me guste o no su silencio…”
“Hmm…” empezaba a comprender que ayudar a Fudou sería más complicado de lo que había previsto. Atsushi realmente quería pedirle ayuda a Yagen, quien sabía mucho mejor cómo lidiar con otros, pero por la evidente riña de su mellizo con el pelimorado no podía considerarlo. “Si es verdad que Monoyoshi sabe algo, trataré de ver si puedo hacerle hablar, aunque tampoco soy cercano a él, tomaría un tiempo…” pese a la incertidumbre, asintió determinado. “Pero aun así, todo esto se resolverá, y sé que contamos con él. Sólo tengo que hacerle recordar a Fudou que él también cuenta con nosotros.”
“Puede que no sea tan difícil ahora que estás aquí, Atsu.”
“¿Eh?” se confundió. “Por lo que dijiste antes, sonaba más complejo.”
“Cuando te apareciste con el plan del examen de admisión, no te tomó mucho hacer que mi hermano acepte. Pese a esfumarse, te oyó, y da la impresión que no es del todo huraño contigo,” asintió más tranquila. “Tal vez se esté acordando del pasado en el cual fueron amigos y confíe un poco en ti.”
“Espero que así sea, nee-san,” sonrió agradecido por sus palabras. Él también pudo resolver un poco sus preocupaciones. “¡Así será! Me aseguraré que Fudou deje su problema de lado y finalmente comience a poner su vida en orden. ¡Te lo prometo!”
“…” asintió.
“Bien, ahora a preparar el desayuno,” Atsushi caminó hacia la puerta.
“Antes de eso…” Tharja desvió su mirada, indecisa. “No sé si deba decírtelo…”
“Eh, ¿qué cosa? Sabes que puedes confiar en mí.”
“…” se ensimismó. Era un secreto que nunca se atrevería a admitir a los Toushirou, por más que el más siniestro de ellos ya lo sabía. Pese a ello, sentía que podía confiar en su mellizo también. “Yo… hace cinco años… durante mi estadía en Hanasaki…”
…
“¡Buenos días!” exclamó Shinano, sorprendiendo al par. El pelirrojo saltó fuera de la casa y les miró con ojos brillantes y sus puños apoyados en sus cachetes. “¡Ha sido un buen despertar aquí con mi hermano y mi nee-san! ¿Preparamos el desayuno?”
“Shinano, ¿te despertaste temprano?” le cuestionó el pelinegro, confundido.
“¿Por qué me preguntas eso?” Shinano le miró con incomprensión. “No seré tan funcional como tú, pero también tengo que atender clases. Por supuesto que no puedo quedarme durmiendo todos los días hasta tarde.”
“…” al oírle, Atsushi entrecerró sus ojos cansadamente. “Si tanto mencionas tus clases, ¿por qué estás aquí?”
“Está bien, Syo está tomando notas por mí,” asintió contento y sin preocupaciones. “Ni bien recuperemos a Fudou, te prometo que regresaré a clases. Sólo quiero asegurarme que todo se va a arreglar.”
“Pese a que tú fuiste el responsable de todo,” observó Tharja con cierto juicio. “Como sea, a preparar el desayuno. Oh, y no me llames así o te quedas sin comida.”
“Uhh, no seas mala…” hizo un puchero.
“Ehh, nee-san, espera,” Atsushi le detuvo (completamente ignorando la mirada recelosa de su hermanito engreído).
“No es nada importante. Será en otro momento,” Tharja negó y fue hacia el interior. No lo diría frente al pelirrojo, y pensándolo bien, su llegada fue muy oportuna. Si Atsushi se enteraba, lo más probable era que Fudou también, y sería una distracción y preocupación innecesarias en el momento en que tenían que ayudarle a retomar su educación. Su pasado no era relevante.
Los tres fueron a la cocina para prepararse algo de comer con lo cual comenzarían el día.
…
Pasaron las horas y luego del desayuno, Fudou regresó a su habitación. Ya el sueño se le había pasado en su mayoría, y para variar su reserva de sentirse a gusto en un lugar ajeno le sirvió puesto a que apenas tomó una siesta de dos horas antes de rendirse y levantarse. Sabía que si se esmeraba en dormir muy probablemente se sentiría peor al fin y al cabo.
A pesar de la ausencia de los señoritos, la mansión continuaba movida, con mucamas y trabajadores por doquier acomodando, limpiando o haciendo mantenimiento. Se dio un recorrido por las instalaciones y miró la televisión un corto rato, pero luego salió hacia el vasto jardín de atrás. Pasó por la enorme piscina adjunta al edificio, cruzó unos pequeños aunque llamativos jardines, y finalmente se topó con la amplia planicie de césped que se mecía con el viento y que conducía hacia los establos y los frondosos árboles hacia el fondo que delimitaban la propiedad.
En ese punto, ya había dejado de oír el movimiento y sentir la presencia de otras personas. Sólo percibía la brisa suave y refrescante, y el calor tenue del sol, junto con el soplar del viento en sus orejas. Fue casi un espejismo, una llegada al edén, una liberación de su perpetua cárcel de cuatro paredes que era su habitación, aunque pese a estar fuera de su nido ese lugar ya familiar no le resultaba inquietante. Fudou se detuvo en un solitario árbol a mitad de camino para recostarse en su sombra y ser arrullado por la simple y esencial naturaleza a su alrededor.
Se confundió ya que dicha pausa terminó por convertirse en una siesta de casi una hora. Después de sentir una leve frustración por su pereza, recordó la conversación que había tenido con Monoyoshi el día anterior, sobre el hecho que debía estar dispuesto a perdonarse y aceptarse cada traspiés. Sonrió con frustración. No se arrepentía de ese descanso adicional, y casi se sintió ridículo por haber pensado en recriminarse una simple siesta. Su estado anímico estaba mucho mejor que la noche pasada, y se sintió conforme en resignarse a concederse el presente para sí.
Finalmente llegó a los establos. En aquel lugar vivían algunos animales de granja además de unos caballos. Estos primeros, como era usual, fueron los que le llamaron la atención, y caminó hacia uno de ellos. Lo miró de cerca al tomarle del mentón y observar sus enormes ojos frente a los suyos. De repente, se vio interrumpido ya que justo llegó un trabajador del establo.
“Oh, Fudou-sama, ¿qué le trae por aquí?” le preguntó aquel amable anciano, quien vestía con ropas del oficio y traía un balde con varios artículos de limpieza.
“Eh, buenos días,” de inmediato se alejó del caballo y desvió su mirada. “Nada en particular. Sólo ando esperando a que los señoritos regresen de sus clases y pues…”
“Sí, por supuesto, no quiero cuestionarle. Siempre le veo a gusto por aquí y estoy seguro que a los animales también les gusta encontrarse con usted. Es bienvenido,” el señor dejó su balde sobre el piso para ponerse a abrir la puerta de la jaula del caballo. “Pero de entre todos los animales que tenemos aquí, a usted le gustan mucho los cabalos, ¿no es así?”
“Sí, supongo,” contestó en un inicio perplejo, aunque Fudou rápidamente miró al caballo el cual estaba al pendiente de él y no evitó sonreírle y volver a acariciarle la nariz. “Me gustan mucho sus ojos, son buenos chicos…”
“En verdad lo son…” el anciano se impresionó gratamente. “Me parece que el día de hoy se encuentra de un humor especial. Espero que su estancia aquí le esté siendo de su agrado.”
“Ehm, claro, de todos modos…” se avergonzó un poco y bajó su mirada. “Todos aquí siempre son demasiado amables conmigo, realmente no sé cómo reponérselos…”
“No diga eso, por favor, si los señoritos Sadamune siempre están muy felices de verle a usted, en particular Monoyoshi-sama. Todos somos dichosos de tratar con los amigos cercanos de nuestros prometedores jóvenes,” le aseguró tranquilamente. “Bueno, quisiera hablar, pero me toca cepillar a los caballos y darles de comer.”
“Sobre eso…” le detuvo y a su vez se detuvo a sí mismo. Recordó que nuevamente tenía tiempo que gastar y optó por seguir su instinto sin hacerse más líos mentales. “Le puedo ayudar. Recuerdo una vez en que Mono-c…Monoyoshi me enseñó a cepillarles y quisiera intentarlo de nuevo, si no es una molestia…”
“Por supuesto que no, encantado,” sonrió agradecido. “Me vendría bien la compañía.”
“Heh, creo que a mí también,” su sonrisa se ensanchó.
Así pasó el resto del tiempo de espera. Atendió a esos caballos que a su vez disfrutaron del cepillado, les sirvieron comida, y luego también puso de su parte para atender a otros de los animales. De aquel modo, el encargado del establo se excusó para reparar una parte de una valla en lo que Fudou terminaba con la última labor de darle de comer a los conejos. Estos mismos vivían en un corral al nivel del piso no muy lejos de otra entrada de los establos. Eran varios, y luego de verter toda la comida en sus comederos, se limpió el sudor en la frente y se sentó en un rincón de ese corral.
Ver a los curiosos conejos correr, saltar, y alternar entre comer y beber era relajante. Le hizo pensar en más de una de sus visitas, durante las cuales mientras Taikogane andaba ocupado sacando a un caballo para cabalgarlo o alistando una de las cuatrimotos guardadas, Monoyoshi prefería meterse a la jaula de los conejos para acariciarlos y revisarlos uno por uno a manera de asegurarse que estaban bien de salud. Ese par de hermanos siempre había demostrado ser opuestos. No dejaba de preguntarse cómo hacer para que pudieran entenderse…
…
“¡Fudou!” exclamó Taikogane, repentinamente. El peliazul saltó para pasar la puerta y aterrizó estruendosamente en medio del corral. Los conejos huyeron despavoridos hacia los rincones, algo que el Sadamune más joven no notó. “¡Finalmente regreso! Dime, ¿me extrañaste?”
“¿Quieres darle un paro a estos animales o algo?” le cuestionó alzando una ceja. Momentos como aquel le hacían pensar que tal vez no había forma en que esos hermanos se entendieran.
“¿Qué? No, por supuesto que no, si son tan lindos,” tomó al conejo más cercano y lo abrazó. “Además Monoyoshi los cuida en demasía. Si algo les fuera a pasar quizás se moleste…” ello le hizo alzar su mirada, meditativo y escéptico. “Hmm, pero creo que es imposible molestarle…”
“¿Eh? ¿Nunca lo has visto molesto?” alzó una ceja, incrédulo.
“¿Tú lo has hecho?”
“Olvídalo,” rodó los ojos y sonrió con ironía. “No es fácil molestarle, pero sí ocurre, así que no te aguaré la sorpresa.”
“Suenas casi malévolo…” se extrañó. “Pero tengo curiosidad ahora…”
“Sólo espero que no le lastimes a sus conejos,” se encogió de hombros. “O algún otro ser vivo, ya que hablamos al respecto…”
“Vamos, no es que sea tan problemático, Fudou, no seas injusto,” Taikogane le extendió el conejo y sonrió enseñando los dientes. “¿Verdad que es bonito? Siempre me han gustado mucho, aunque temía que tener un gusto tan de niña me haga uncool, si soy sincero. ¡Pero está bien, porque Micchan que es muy cool dijo que no hay nada de malo!”
“¿Acaso necesitas permiso de ese ‘Micchan’ para todo lo que haces?” preguntó casi espantado por la fijación del otro en seguir los pasos del amigo de la familia.
“¿Pero puedes creer que hay lugares en el mundo donde la gente se los come?”
“¿Ah? ¿Y qué tiene eso que ver con todo lo demás?” le cuestionó perdido. No había duda. La mente de ese peliazul andaba a mil por hora como de costumbre.
“Hehe, en verdad me espantó cuando lo oí el otro día,” contestó igual de sonriente. “Ahora no se lo digas a Monoyoshi porque seguro se mortificará.”
“No, presumo que ya sabría algo así…”
“Uhh, pero suficiente de bromas…” entonces, el rostro de Taikogane se puso azul y miró al piso. “…Micchan me lo confirmó y se puso a hablarme sobre el tipo de carne que es, como se les degüella y la mejor manera de cocción…” se abrazó a sí mismo. “¡Ihh, no necesitaba saberlo!”
“¡Y-yo tampoco, no lo compartas conmigo!” Fudou se inquietó y le miró con desconfianza.
“¡Está bien, porque es Micchan y él nunca mataría a nuestras mascotas!” exclamó alzando sus brazos a los costados, para entonces apuntar al pelimorado. “¡Fudou! ¡Vengo a buscarte porque tengo algo muy importante que mostrarte! ¡Regresemos a la casa!”
“¿Eh? ¿Qué cosa?”
Los dos (más un conejo de cortesía) se apresuraron de regreso hasta la espaciosa sala principal de la mansión. Ahí había un paquete de correo enorme esperándoles.
“¡Ta-da! ¡Esto llegó el día de hoy!” exclamó el peliazul señalando al paquete con ambas manos. “Genial, ¿no? Impresionante, ¿no?”
“¿Qué? ¿Te compraste otra cuatrimoto?”
“¿Sabes? Justo estaba pensando que debería conseguirme un modelo más reciente, ¡me leíste la mente!” le apuntó victoriosamente.
“…” y Fudou le miró con cansancio. “Bromeaba, no que el paquete fuera tan grande. ¿Qué te has comprado ahí?”
“¡Son cosas que escogí ayer en la noche para ti!” exclamó emocionado. “¡Es todo un conjunto playero y accesorios para que así puedas meterte a la piscina!”
“¿Qué?” preguntó atónito y vio al otro abrir la caja rápidamente.
“¡Mira! ¡Aquí están las sandalias!” las lanzó hacia él y siguió lanzándole todo lo que sacaba. “¡Un sombrero! ¡Toalla! ¡Ropa de baño! ¡Snorkel! ¡Patas de rana! ¡Lentes de sol! ¡Camisa veraniega! ¡Maletín! ¡Y mira!” Taikogane agarró una prenda con ambas manos para enseñársela con gran orgullo.
“¡¿Qué?!” por su parte, Fudou se espantó. “¡¿Una capa?! ¡¿Me has comprado otra maldita capa?! ¡Maldición, no derroches tu dinero!”
“¡Haha, no es derroche si te quedan muy bien! ¡Ya veo que a los dos nos va el estilo y también son colores precisos para ti!” dijo animado. “¡Me aseguraré de continuar alimentando tu armario de estos fashion statements de ahora en adelante!”
“Tch, ridículo…” rechinó los dientes. No podía decir que la capa que el niño le había regalado durante el verano le había sido inútil, ya que Fudou la había colgado encima de sus cortinas para que su cuarto fuera más oscuro de noche, pero solamente por ese motivo. “¿Y qué es eso de meterme a la piscina? No, ya mucho estoy haciendo como inquilino. ¿Y acaso necesitaba un tonto snorkel para eso?”
“Pues no, pero no quería comprar el set incompleto…” lo meditó con curiosidad.
“No haces sentido alguno, pero me niego, no me meteré.”
“No, sí te meterás porque te haría bien hacer ejercicio,” insistió el peliazul. “Micchan y yo pensamos que es lo mejor para ti.”
“¿Se creen mis padres o algo? No me convencerás,” se cruzó de brazos.
“Sí lo harás.”
“Que no.”
“¡Que sí!”
“¡Que no porque no se me da la gana y no me puedes obligar!”
“¡Que sí porque tú eres cool y te verás mucho más cool con todas mis compras encima!”
“¡No las aceptaré!”
“Ahh, si quieres ser así…” Taikogane dio un suspiro e, inesperadamente, cubrió al otro con la capa nueva y se abalanzó contra él.
“¡Suéltame! ¡Suéltame, maldito! ¡Me vas a asfixiar!” exclamó el otro en el piso tratando de quitarse al niño de encima. “¡Me las pagarás! ¡Te mataré! ¡Te juro que lo haré!”
…
“¿Por qué…?” preguntó Fudou con su mirada baja llena de horror, al estar usando todas las cosas que Taikogane le había comprado. Luego de verse forzado a aceptar, ellos estaban frente a la piscina, con sus respectivas pertenencias descansando en unas sillas de playa, y el curioso conejo husmeando unas plantas cercanas.
“Te queda mejor de lo que pensé,” Taikogane le estaba tomando fotos con su celular.
“¡¿Ah?! ¡Bórralas o lanzo tu aparato al agua!”
“¡Tranquilo! No las pondré a las redes sociales, ya aprendí mi lección,” dijo sonriendo incómodo. “Ya, pon la capa en tu silla porque es lo único de todo lo que te compré que no debería mojarse.”
“¿Y por qué sigo con esto encima?” se cuestionó pero fue obediente y puso la capa dentro del maletín. Entonces tomó asiento. “Ya, estoy aquí, pero no quiero darme un baño.”
“Oye, está bien que quieras ser modelo Instagram, pero no seas aguafiestas como para no meterte a la piscina,” dijo con leve desaire.
“¡Tú querrás ser modelo con tantos estúpidos selfies que te tomas!” estalló y se cruzó de brazos con obstinación. “No, me quedo aquí. Ya te he entretenido demasiado.”
“Sabía que te pondrías así…” Taikogane volvió a dar un suspiro derrotado y fue a su sitio. Una vez guardó su celular en un contenedor seguro a prueba de agua, levantó un objeto hasta el momento oculto debajo de la silla; una pistola de agua.
“¿Eh?” Fudou se alarmó y terminó empapado de pies a cabeza. “¡Ahhh, Taikogane, idiota!”
“¡Ahora no tienes excusa!” declaró volviendo a dispararle.
“¡Párala! ¡Que la pares!”
“¡Hahaha!” este corrió para ingresar a la piscina sin dejar de disparar al otro.
“¡AAAAHHH! ¡Ya verás!” así, Fudou perdió la paciencia y entró a la piscina para alcanzarle.
El invitado no tardó en alcanzarle y quitarle la pistola para ser él quien disparara al otro como represalia. Taikogane no paró de reírse y continuó lanzándole agua con sus manos a pesar de verse en desventaja. Algunas mucamas se asomaron por las ventanas para observar gustosamente al señorito divertirse tanto.
“E-eh, ya, Fudou, no cargues la pistola, por favor,” pidió Taikogane, alzando ambas palmas y sonriendo nervioso. “En serio, fue divertido pero ya duele un poco.”
“¿Y crees que no me dolió a mí? Todavía ni estamos a mano.”
“Sólo bromeaba, y te metiste. ¿Verdad que viene muy bien…?” dijo intentando razonar con él, aunque al final fue salvado por la campana.
…
“¡Oigan!” llamó Monoyoshi a los dos con ambas palmas para acentuar su voz. “¡Les traje algo de tomar!”
“¿Mono-chan?” Fudou se extrañó e intercambió miradas con Taikogane. “¿Ya estaba aquí?”
“No lo estaba cuando yo llegue,” se encogió de hombros y ambos salieron de la piscina para alcanzarle en una mesa alta cercana. “Ah, gracias, justo una limonada era lo que necesitábamos.”
“¿Por qué alzaste tu voz?” preguntó Fudou. “No sueles dirigirte a otros así.”
“Es un poco vergonzoso, ¿verdad?” el pelirrosa sonrió incómodo. “Sólo intentaba ser un poco más ‘cool’, como dice Taikogane-san,” llevó una mano su mentón. “Hmm, pero debo tener todavía mucho por aprender…”
“Sí te falta mucho, pero admiro tu espíritu,” Taikogane sonrió y levantó un pulgar. “Buen trabajo, ahora sigue así.”
“Sí, muchas gracias,” hizo una reverencia.
“Uhh…” el hermanito negó. “No es para que reacciones así…”
“Oh,” entonces la atención de Monoyoshi se dirigió al conejo y fue a recogerlo. “Oye, ¿qué haces tú aquí?” lo cargó y se puso a revisarle las patitas y las orejas. “¿Estás bien?”
“Taikogane quería traer uno, nada más,” Fudou se encogió de hombros.
“¡Ohh, Monoyoshi! ¡¿Tú crees que este conejo sepa nadar?!” preguntó Taikogane comprimiendo ambos puños con emoción.
“Pues, la natación es un instinto de supervivencia en animales así que los conejos nadan, pero…”
“¡Genial! ¡Ahora me gustan más!” le quitó el conejo y lo alzó por encima de su cabeza. “¡Entonces lo lanzaré a que nade!”
“¡E-espera, Taikogane-san!” Monoyoshi se alarmó y le quitó la mascota para abrazarla. “Digo que saben nadar, pero los conejos son iguales que los gatos y a la mayoría no les gusta el agua y la evaden a todo costo. En particular, un conejo puede entrar en shock si son lanzados al agua tan abruptamente, así que ten cuidado, por favor.”
“Eh, ya veo, casi hago algo horrible, perdón…” Taikogane sonrió inquieto. “No pensé que el agua les hiciera daño.”
“Son un poco delicados, aunque sí hay conejos a los que les gusta nadar, pero no son muy comunes,” dijo el pelirrosa. “Será una diferencia de temperamento, supongo…”
“¡Entonces hay que traer a todos los conejos y esperar a ver cuáles saltan a la piscina!”
“Eh, no, seguro que ninguno ni querría meterse,” dijo Fudou, frustrado. Miró de reojo a Monoyoshi. “Lo hubieras dejado en que no les gusta el agua. Ahora temo por tus conejos.”
“Ehh…” este sonrió incómodo y en eso oyeron una notificación de celular.
“Oh, es el mío,” Taikogane sacó su dispositivo y lo revisó. “¡Ah, Micchan llegó! ¡Voy a darle la bienvenida, ahora vuelvo!”
Con el peliazul fuera del mapa, Fudou prestó atención a su vaso de limonada y tomó un sorbo.
“Veo que te estás divirtiendo, Fudou-kun, me alegro,” dijo Monoyoshi, sonriente.
“Eh, pues, ha sido relajante,” desvió la mirada y entonces notó que el otro miraba la pistola de agua que traía consigo. Chasqueó la lengua y la lanzó a la piscina. “Tsk, sólo me defendía. Taikogane fue quien comenzó con eso.”
“Hehe, está bien, no hay nada de malo si te divierte,” asintió con cierta determinación. “Entonces para la próxima compraré otra pistola para que cada uno tenga una.”
“No, no tienes que hacer eso, Mono-chan…” se frustró. Dio un suspiro y sonrió cabizbajo. “¿Sabes? Es extraño…”
“¿Qué es extraño?”
“Sólo estar aquí… me hace creer que sí puedo salir adelante… me hace pensar que sí existen esperanzas… y pensar que viniendo aquí no ha cambiado mi situación en lo absoluto… es ridículo, ¿verdad?”
“No lo es,” Monoyoshi negó y asintió alegremente. “Lo más importante es tener esa fe. Confío plenamente en que puedes hacerlo y nada me da más dicha que oír que tú lo crees también. Hehe, qué alegría~”
“…” le miró y sonrió agradecido. Le debía al pelirrosa más de lo que podía decir, pero este siempre estaba feliz de verle y de ayudarle. Su usual remordimiento sobre el apoyo incondicional de su amigo, para variar, no se manifestó, y se permitió sentirse afortunado de conocerle. “En verdad… no sé qué sería de mí sin ti, Mono-chan. Muchas gracias por todo.”
“Lo mismo digo, gracias por cuidar siempre de mí.”
“Así que…” llevó una mano a su nuca. “Lo intentaré, trataré de tomar ese examen…” miró hacia la pradera. “Todavía me da nervios, no sé si puedo hacerlo, pero…”
“Está bien, eso no me importa,” Monoyoshi negó y le miró con urgencia. “Te ayudaré con los estudios, estaré de tu lado mientras necesites de alguien. Recuerda que no estás solo y no tienes por qué hacerlo solo. Siempre contarás conmigo.”
“Sí…” ello le regresó una sonrisa resignada. “Igual aquí, si necesitas algo, nunca dudes en llamarme. No te olvides que les daré un escarmiento a esos chicos que te dejaron limpiando el salón el último día de clases.”
“N-no tienes que hacer eso, Fudou-kun,” se inquietó. “No fue un problema, en serio.”
“Hai, hai, es una broma,” le restó importancia. “Pero alguien tiene que cuidarte. Será, te aceptaré de hermanito. Siendo sinceros, sí te veo como el hermanito que nunca tuve, Mono-chan.”
“…” al oír ello, Monoyoshi se sorprendió y sonrió con una indescriptible alegría. “¡Sí, gracias!”
…
“¡Yo también quiero adoptarte de hermanito!” exclamó Shinano, corriendo con los brazos abiertos hacia Monoyoshi.
“Oye, compórtate,” le recriminó Atsushi. “Él es dos años mayor que tú.”
“¿Eh?” Fudou se confundió al ver al par y observó a Taikogane ingresar con Mitsutada. Tal parecía que les habían estado espiando. “¿Q-qué hacen ustedes aquí?”
“Monoyoshi nos avisó que estabas aquí y dijo que hoy seguramente te sentías mejor para hablar con nosotros,” le contestó Atsushi.
“¡De por sí, me fascina las ropas que estás usando!” el pelirrojo se conmovió. “¡Me tienes que pasar la marca!”
“¡Claro, te la recomiendo!” Taikogane sonrió victoriosamente.
“…” Fudou miró a Monoyoshi con fastidio. “Te anticipaste a mi resolución. Esa no es la clase de ‘hermanito’ que quisiera tener.”
“Eh, espero no hacerte sentir mal, perdón,” dijo sonrió con torpeza. “Sólo tuve una corazonada.”
“Fudou, perdón…” Atsushi se le acercó, apenado. “Creo que fui muy duro contigo y no traté de entender lo difícil que iba a ser para ti, pero te prometo que no volveré a cometer el mismo error. Sólo queremos lo mejor para ti y te daremos todo el apoyo que necesites.”
“Sí, no te disculpes…” desvió su mirada. “Supongo también fui muy agresivo e intentaré expresarme mejor. Es cierto que eres un cabeza hueca a veces.”
“Oye…” sintió un tic en la ceja.
“Pero gracias por el esfuerzo que haces, Atsu,” dijo y sonrió un poco. “Puedo decir que te preocupas por mí.”
“…” realmente un día en ese lugar le había hecho mucho bien. Podía ver a un poco de su yo del pasado. Ello le animó. “¡Por supuesto! ¡Somos amigos, ni lo menciones!”
“Y más te vale que Namazuo no vuelva a meterse en esto.”
“Claro, ni necesito decirlo.”
“No, prométemelo,” sus ojos se alteraron. “A ti no te lastima así que no entiendes.”
“Sí, lo juro. Si algo semejante vuelve a ocurrir, Shinano pagará las consecuencias.”
“¿Qué?” preguntó esté, asustado.
“Ya, lo acepto.”
“¡Ahh, no me lastimen, lo siento! ¡Prometo que me portaré bien!” suplicó el pelirrojo, pero su atención se tornó al conejo. “¡Ohh, qué bello! ¡También quiero un conejo de mascota!”
“Son muy lindos,” Monoyoshi se lo extendió. “Tenemos un corral lleno de conejos.”
“¡Tengo que verlo!” Shinano se maravilló y abrazó ese conejo, para mirar a Atsushi con ojos suplicantes. “¿Puedo?”
“¿Por qué me lo preguntas a mí?” le cuestionó impaciente.
“Haha, me alegro mucho por ustedes, las cosas se han solucionado,” concluyó Mitsutada. “Iré a prepararles una merienda en un santiamén, en honor a Fudou.”
“Eh, no tienes que hacerlo…” este se avergonzó un poco.
“¡Sí, y cuando pase su examen le compraremos un armario y escritorio lleno de cosas cool!” declaró Taikogane.
“¡De todos modos!” Shinano se sumó.
“¡Oigan, no se atrevan!”
Los ánimos se mantuvieron en alto y todos procedieron a celebrar la mera decisión mientras se olvidaban de la incertidumbre. El paso más importante acababa de hacerse.