Tirado en el suelo, se retorcía quejumbroso, cruzando una mueca dolorida su cara de rasgos afilados. A juzgar por su rostro, parecía joven, un par de años mayor que Ky en apariencia a lo sumo, humano e inhumano a la vez. Pero no eran sus facciones lo que delataban su naturaleza extraterrenal, sino las amplias alas que nacían de su espalda, replegadas en una posición que parecía dolorosa para la criatura. Ky no podía dejar de mirarlas, a pesar de estar dañadas y sucias no habían perdido su aura celestial. Seguían siendo las alas de un ángel.
Ky boqueaba, inseguro de qué debía decir en aquel momento. Era obvio que aquella criatura estaba malherida, pero no estaba seguro de qué podía hacer por ella. Algo de sangre manchaba sus sencillas ropas, y se arrodilló a su lado para tantear, dubitativo, en busca de las heridas que pudiera tener, y así evaluar si moverlo o no. Cuando empezaba a deslizar sus dedos sobre la tela, oyó un balbuceo bajo él. Aparentemente, el ángel no se había dado cuenta de su presencia por el dolor que sentía.
—¿C—Comandante... Kiske...? —La voz salía de los finos labios en susurros entrecortados, pero Ky pudo entenderlo. Este le hizo un gesto para que no siguiera hablando, no hasta que se encontrara mejor al menos. —Comandante... tengo un... un...
La mano de Ky pasó sobre el costado de éste, apretando algo muy húmedo y caliente bajo la ropa. En aquel momento, la criatura emitió un quejido, y sólo pudo susurrar 'mensaje' antes de perder el conocimiento.
**
Había conseguido llevarlo hasta el granero de la iglesia, el único lugar que todavía era remotamente cómodo, ya que la sacristía no se encontraba en un estado habitable por exceso de humedad y falta de cama, la cual había sido devorada por las ratas. Cargar con el cuerpo del ángel a través del patio no había sido tarea fácil dado el estado de Ky, pero la determinación del joven comandante habían hecho las veces por su fuerza. Afortunadamente, todavía quedaban allí restos de paja y unas telas viejas y sucias. Muy probablemente el lugar había sido utilizado no hacía mucho, quizá sólo meses atrás.
Apoyó al ángel sobre uno de los montones de paja, y tras extender una de las telas sobre el montón de al lado, dejó allí el cuerpo de aquel ser, extendiendo con cuidado sus heridas alas para que no pudiera aplastarlas con su propio peso. Una vez colocado de forma apropiada, Ky determinó que necesitaría un poco de agua para limpiar la herida que debía tener en el costado, y marchó rápidamente hacia el patio. Pidió interiormente que el pozo que había visto todavía tuviera agua limpia, y para en una grata sorpresa, obtuvo un cubo lleno de agua fría y usable.
Cuando Ky volvió al granero, se encontró con que el ángel había despertado. No podía ver si había abierto los ojos con la escasa luz que quedaba ya del atardecer, pero sí cómo movía sus brazos tentativamente en la oscuridad. Avanzó rápidamente hacia él para impedir que llegara a hacerse daño, y como si no lo hubiera tocado nunca, puso sus manos sobre su brazo con una reverencia extrema.
—Por favor, no os mováis. —Susurró. —Podéis haceros daño.
—N—no... estoy... —Al menos se había detenido, y Ky sintió como le escudriñaba con unos ojos claros como el agua, haciéndole sentir pequeño e insignificante. —...bien.
Ky lo examinó de arriba a abajo, con dificultad debido a la pésima iluminación. Con sus manos aún sobre la piel del otro, miró a su alrededor en busca de algo que sirviera para alumbrar la estancia. No quería tener que arriesgarse a quemar algo con una descarga de electricidad, dado el mal estado del lugar, y por suerte vio una linterna de aceite colgando de una de las vigas. La recogió y procedió a emitir una pequeña descarga para encender el líquido, consiguiendo una llama que bailaba entre las paredes de cristal. La estancia quedó iluminada, para satisfacción del joven, que procedió a examinar al ser.
—Comandante Kiske... —Murmuró el ángel. —No es... necesario...
—Dejad que os limpie las heridas, al menos. —Ky se acuclilló a su lado, y llevó sus manos hasta la ropa que cubría el pecho del otro. —¿Puedo...?
El más ligero rubor cubrió las mejillas del otro ser al tiempo que asentía torpemente, pero aquello pasó completamente desapercibido a Ky, que tomó con cuidado la tela bajo sus dedos, apartándola despacio. El pecho y abdomen, hechos de firme músculo blanco como la nieve, sólo estaban manchados por la sangre que emanaba de una amplia herida en el costado. Ky sacudió una de las telas antes de mojarla con el agua del cubo, y procedió a humedecer la carne con cuidado. El ángel estaba cubierto de suciedad y cenizas, y hubo de esforzarse para dejar lo más limpia posible la herida.
No tardó mucho en su tarea, cubriendo la herida con el trapo mojado que había usado. Mientras trabajaba, de vez en cuando dirigía miradas furtivas al rostro del ángel, delineado por las sombras y luces que provocaba la lámpara. Éste parecía mirar hacia otro lado, de vez en cuando apretando la mandíbula en dolor si Ky rozaba demasiado fuerte la herida, pero se mostró agradecido una vez había terminado.
—Gracias, Comandante Kiske. —Casi inaudible, y con una voz aún resquebrajada por el dolor, respondió. —Sois tan bueno de corazón como dicen.
—No es nada.