Uhh, otro fic en el cual hubiera querido postear una escena más, ¿cuántos llevaré? Lo pondré en el siguiente (...)
54
Después de otra ocupada semana en Hanasaki U, llegó un sábado en la mañana. Lo que hace unos pocos años hubiera significado dormir hasta tarde y tener un desayuno goloso para Marisa, en el presente su realidad había dado un vuelco completo. La disponibilidad de ese día libre la iba a tener esclavizada con el mantenimiento del templo hasta caída la noche, y por vivir en ese templo encima del monte y moderadamente lejos de la civilización tampoco iba a darse un periplo hacia la ciudad para pasear luego de todo el trabajo que le esperaba. Ello había sido pesado en un inicio y ya había renegado sobre su realidad con Reimu, pero poco a poco se acostumbraba y debía aceptar a regañadientes que vivir gratis con todo incluido realmente era una bendición para ella.
Mientras Reimu continuaba con la limpieza en el interior del templo, Marisa había optado por barrer el sendero de piedra que provenía desde las escaleras. De ese modo, pudo disfrutar de la refrescante brisa de ese cálido día mientras los frondosos árboles le brindaban sombra y las aves del bosque le cantaban permanentemente. Era un ambiente que le hacía sentirse a gusto y en poco tiempo aquella faena se sintió como un respiro. Su trabajo de limpiar iba a ser muy largo, pero la presencia de la naturaleza a su alrededor ya había logrado cambiarle de humor.
De repente, ella oyó a unos pájaros volar espantados desde un lado del bosque, lo cual le hizo girarse. No vio nada inmediatamente y alzó su mirada hacia esas aves que no tardaron en ubicar alojo en otros árboles cercanos. Por esa pequeña distracción, fue sorprendida por una persona que salió corriendo del follaje y dio un salto para intentar atraparle, aunque la rubia pudo al menos saltar a un costado para no verse vulnerable.
“Heh, por un momento pensé que te atraparía, Marisa…” dijo el chico, con entretenimiento.
“¿Eh?” la chica tardó un poco en procesar la imagen de la persona frente a ella. No recordaba la última vez que lo había visto en vivo y en directo pese a haber mantenido contacto por internet antes de fugarse de casa, razón por la cual reconocía que este había crecido en todo ese tiempo. Sin embargo, su aura, sonrisa y estilo no habían cambiado en lo absoluto. “¿Sh-Shishiou?”
“¿Por qué te quedas congelada?” preguntó el mayor con un dejo de incomprensión. “¿Finalmente nos vemos y te quedas ausente? Vaya…” se encogió de hombros, sonriendo frustrado. “Y yo que me alegraba de ubicarte.”
“Pues cualquiera se confundiría si un posible depredador sale del bosque así,” le reclamó con un tono resentido e infantil mientras comprimía sus puños. “¡Y no me fastidies!”
“¿Cuántos años han sido? Es sólo normal que haga la mención, pero bueno…” asintió y sonrió entretenido. “Ha sido una eternidad, Marisa. ¿Cómo has estado?”
“Eso podría preguntártelo a ti, que te desapareciste por tanto tiempo.”
“¿Qué hay con esa actitud?” alzó una ceja. “¿Acaso me resientes por ello?”
“Pues…” ella se encogió de hombros y sonrió un poco. “Hehe, no que tenga derecho de hacerlo, ahora que yo soy la fugitiva, ¿no?”
“Sí, justo pensaba eso,” él se vio a gusto y también un poco aliviado de recibir esa respuesta. Le dio un guiño y sonrió ampliamente, como un niño travieso. “Eso sólo recalca que las semillas no caen muy cerca del árbol. Incluso las malas semillas como nosotros.”
“Bueno, no que quiera hacerme ver como mala, pero sí,” ante esas palabras, Marisa sonrió más animada y entusiasta. Era definitivamente él y podía verle risueño, realmente contento y libre de conflictos, a diferencia de cuando había aclamado su independencia tan intempestivamente hace varios años. Ella terminó siendo la que se lanzó al chico para darle un fuerte abrazo.
“¡Ohh!” él se sorprendió y le agarró los hombros por inercia. “¿Marisa?”
“Eres un idiota, un tremendo idiota. No has cambiado en nada,” dijo la chica, quien se expresaba con dicha y alegría mientras frotaba su cabeza sobre el pecho del otro. “Te he echado un montón de menos.”
“S-sí,” el chico le dio unas palmaditas en la cabeza y le devolvió el abrazo, para sonreír con torpeza. “Yo también…”
…
Pasaron alrededor de veinte minutos y Reimu salió del templo en busca de Marisa. Si bien sabía que la labor que le había dado a la rubia le tomaría mucho más, realmente necesitaba su ayuda para mover unos muebles antes de continuar con la limpieza. La miko caminó por el sendero esperando ver a su rubia amiga perdiendo el tiempo, distrayéndose con algo o descansando por enésima vez, pero conforme caminaba por el sendero se sorprendió de oír que ella estaba hablando feliz de la vida con una tercera persona.
Reimu se intrigó y se acercó pegada a una hilera de bambús para espiar a la chica. Pudo observar que ella hablaba amenamente y con muchas energías con un chico al menos cinco años mayor que las dos, que tenía una apariencia muy similar a la de la rubia. Contaba con cabellos abundantes y rebeldes del mismo color atados en una pequeña cola y hasta tenía una trenza en un mechón al costado de su rostro, similar a Marisa. La mayor diferencia visual entre los dos aparte del género era que el chico tenía ojos grises claros, pero se notaba igual de energético que la otra. Fue entonces que la miko recordó la carta de Marisa sobre su hermano regresando al Japón…
“Oh, ¿pero me parece o has subido de peso?” preguntó la chica.
“¿Cómo te atreves?” el otro se sorprendió y frunció el ceño, para levantar un índice. “¡Estoy sumando masa muscular que es distinto! Estoy tomando mi entrenamiento más seriamente. Más bien yo diría que tú has engordado.”
“¡Ten más respeto!”
“¡Tú ten más respeto conmigo, entonces!”
“¡Eres un chico! ¡Decirte que estás gordo es menor insulto!”
“¡No apliques dobles estándares aquí!”
“Más bien yo me estoy formando en una preciosa y seductora mujer que no necesita de nadie~” declaró Marisa, con una sonrisa de superioridad. “Es sólo normal que suba por modelar mi figura, ¿no te parece?”
“Hmm, no, sigues igual de petiza ante mis ojos.”
“¡Malo! ¡Más bien tú eres el chato aquí!”
“¡Tsk, eso sí que no te lo perdonaré!” Shishiou le apuntó con gran energía e indignación. “¡No puedes andar diciendo que soy enano que es mentira! ¡Deberías saber lo importante que es la altura para un hombre, enana!”
“¡Ahora tú eres quien aplica dobles estándares!” reclamó acercándose con ferocidad. El par se miró con intensidad por un momento, antes de romper con la tensión y estallar en risas. “¡Hahahahaha!”
“…” Reimu se quedó confundida al reconocer que observaba a un par de locos.
“Ahh, pero en serio, me ando ejercitando así que ahora tengo mucha más fuerza que antes,” declaró el mayor, quien agarró a la otra de la cintura. “¡Te puedo cargar sin problemas!”
“¡No! ¡Yo te cargaré primero!” Marisa se resistió al agarre al sostener a Shishiou también de su cintura e intentar levantarle. Los dos se quedaron en ese plan por un corto rato ya que Reimu se animó a salir de su escondite y acercárseles.
“Ehm, ¿qué hacen?” preguntó ella, confundida.
“Ohh, Reimu, nice timing,” Marisa sonrió y los dos dejaron esa rara rutina.
“Tú debes ser la miko que se encarga de Marisa, ¿no es así?” el mayor dio un paso adelante y se apuntó con un pulgar y una actitud segura reflejada en su sonrisa. “Mi nombre es Shishiou, es un gusto finalmente conocerte. Gracias por el apoyo que le das a mi hermanita.”
“Sí, un gusto,” la miko asintió, todavía perpleja por cómo los dos parecían dos gotas de agua.
“Oye, pero sé mejor anfitriona e invítalo al templo para tomar algo,” recalcó su amiga.
“Sólo lo dices para escaparte de tu faena, ¿no?” le miró con reproche.
“¡Haha! Se nota que ya la conoces bien,” Shishiou se puso a reír e ignoró a su hermana hacer un puchero. “Pero admito que no me vendría mal conocer el templo y quizás hablar un poco contigo. ¡Oh, y ya que estoy aquí puedo ayudarles con la limpieza!”
“¿Hablas en serio?” Reimu se sorprendió.
“No pienses que todos en la familia somos perezosos como Marisa.”
“Uhh, ya has dicho mucho…” Marisa se cruzó de brazos y desvió su mirada.
“Bueno, sin lugar a dudas doy la bienvenida a personas no perezosas como Marisa en el templo,” dijo la miko, sonriendo con perspicacia y entretenida por fastidiar a la otra.
“¡Ya! ¡No se sumen en mi contra!”
“Sí, sí, perdón,” el hermano mayor sonrió torpemente y levantó sus palmas en señal de disculpa. “Bueno, vamos. Muéstrenme el camino.”
De aquel modo, los ahora tres fueron de regreso al templo para un breve tour y compartir un rato antes de continuar con la limpieza junto con aquel visitante que se volvería un rostro conocido en ese templo a partir de aquel momento.
Llegaron las once de la mañana y Yagen cumplió con su deber de ir a monitorear la salud de Gokotai, quien continuaba enfermo de una fuerte gripe. Con los tres hermanos mayores fuera debido a distintos quehaceres, los pequeños se encontraban en su residencia aprovechando las horas de la mañana para estudiar y prepararse para los venideros exámenes.
“Eso sería todo,” dijo el doctor, sonriendo tranquilamente al pequeño quien volvía a cubrirse de sus mantas. “Lo único que debes hacer ahora es reposar y te sentirás mejor en poco tiempo.”
“S-sí…” Gokotai tenía sus ojos llorosos y asintió, todavía afligido. Él no tardó en recibir un abrazo de parte de Shinano, quien estaba sentado al filo de la cama.
“Ya pasó, has sido muy valiente,” le dijo con tranquilidad y dulzura. “Pudiste aguantar la inyección sin resistirte ni entrar en pánico esta vez. Te estás volviendo más fuerte~”
“T-todavía me falta ser como los demás…” dijo, cabizbajo.
“Y a todo esto, ¿por qué era necesaria una inyección?” preguntó el pelirrojo al doctor, quien guardaba sus artículos en un pequeño botiquín.
“Sobre ser necesario, realmente no lo es, pero las ampollas son la medicina ante una aflicción viral como la gripe,” explicó, inmutado. “La mayoría de enfermedades de este tipo se van con el paso de los días gracias al propio sistema inmunológico del cuerpo, pero si una persona no muestra mejorías o puede sufrir una recaída, es lo más saludable recurrir a una inyección. Es un concepto muy simple.”
“Sí, entiendo…” Gokotai asintió y bajó su mirada con incomodidad. “¿Existe algo que yo pueda hacer para no enfermarme tanto?”
“Tienes que alimentarte bien y podría recomendarte algunos suplementos,” el mayor le contestó con amabilidad y paciencia. “No sientas que esto es tu responsabilidad o tu culpa. Cada quien reacciona distinto.”
“S-sí, gracias por la ayuda, Yagen-niisan… siento tener que incomodarte…” el pequeño tembló ligeramente con gran pena, cuando entonces se sorprendió de que el doctor cortara su perpetua distancia para revolverle un poco los cabellos. “Nii-san…”
“Está en mi deber cuidar de ti y asegurarme que te sientas bien. Es mi rol como el doctor de la familia, y como tu hermano, y es uno por el cual me alegro y enorgullezco,” le aseguró con una sonrisa, para soltarle. “Ahora es tu turno de reposar. Ni bien te sientas mejor, te toca estudiar y prepararte para el próximo viaje en familia, ¿has entendido?”
“¡S-sí!” asintió con una pequeña sonrisa. “Hehe, lo haré.”
“…” Shinano se animó al observar a su hermano haber sido un mayor apoyo a Gokotai, y se levantó como resorte cuando notó que el pelinegro se preparaba para irse. “Oye, ¿a dónde vas?”
“Tengo trabajos pendientes en Rizembool. Debería regresar cuanto antes.”
“Ya estás aquí, al menos ve a visitar a tus hermanitos. Ellos están estudiando duro.”
“No querría interrumpirles.”
“Siempre es un buen momento para verles, especialmente ahora que nuestros hermanos mayores no están en casa.”
“Namazuo está por regresar. Él salió a comprar la medicina para Gokotai,” le recordó Yagen.
“Lo sé, pero…” el pelirrojo se detuvo al oír unas voces acercarse y los tres presentes en la habitación vieron la puerta abrirse. Maeda y Akita ingresaron junto con un inesperado visitante.
“Gokotai, tenemos visita,” anunció Akita, sonriente. Detrás de él entró otro pelirrosa más alto y unos años mayor, quien había traído su maletín del colegio.
“Buenos días a todos,” Monoyoshi hizo una reverencia y sonrió tranquilamente. “Espero que te sientas mejor, Gokotai. Te echamos de menos en el salón.”
“S-senpai…” el peliblanco se sorprendió y ladeó su cabeza. “¿Qué haces aquí?”
“Monoyoshi-san dice que quiere ayudarte a revisar los últimos temas que han cubierto en clase, para que te pongas al día,” informó Maeda. “Realmente es una gran fortuna de que cuentes con una persona tan bondadosa como un compañero de clase.”
“Es un placer,” contestó el recién llegado, gustosamente. “Gokotai es un querido amigo y he prometido que me encargaré de ayudarle en lo posible. Espero no haber llegado en un mal momento para una sesión de estudio.”
“Pienso que estará bien, sólo vigila que Gokotai no se esfuerce, por favor,” comentó Yagen.
“Ohh, Yagen-san, es una sorpresa encontrarme con usted. Sí, tendré cuidado,” asintió respetuosamente y su vista se posó en el pelirrojo. “Oh, creo que no nos hemos visto anteriormente. Mi nombre es Monoyoshi Sadamune, mucho gusto.”
“Yo soy Shinano Toushirou, igualmente,” le sonrió animado. “Tengo entendido que estás en el mismo año que Gokotai y Akita. Gracias por cuidar de mis hermanitos~”
“No me agradezcas,” negó con una sonrisa gentil. “Soy yo quien se siente afortunado de ser amigo de ellos.”
“Monoyoshi-san es muy inteligente y parte del consejo estudiantil,” comentó Akita alegremente. “Siempre está ofreciendo una mano a todo el mundo y con frecuencia estudiamos junto a él.”
“Senpai siempre está muy ocupado tanto con la escuela como con sus propios deberes dentro de su familia,” agregó Gokotai, quien bajó su mirada con leve remordimiento. Era evidente que el peliblanco sentía gran admiración por aquel compañero al que llamaba senpai, y al mismo tiempo no se sentía merecedor de sus atenciones. “Muchas gracias por venir hoy… e-espero no estar importunando tu horario…”
“En lo absoluto. Me encontraba libre y esperaba estudiar un poco,” le contestó con amabilidad. “Y siempre es agradable pasar tiempo contigo. ¿Hay algún tema en especial que desees revisar?”
“Ehh… f-física, si no es ningún problema…” se avergonzó.
“Ninguno, me vendría bien revisarlo también,” asintió con una sonrisa radiante.
“¡Ohh, ¿puedo unirme a ustedes?!” preguntó Akita.
“Por supuesto, adelante.”
“¡Muchas gracias! Iré por mis cosas.”
“Bien, creo que nos corresponde dejarles estudiar,” dijo Shinano.
“Sí, es hora de retirarme,” Yagen asintió.
“¿Te encuentras todavía muy ocupado, Yagen-niisan?” preguntó Maeda. Él miró atentamente a su hermano mayor y se preocupó un poco. “Veo que estás cansado y trasnochado. ¿No quisieras que te prepare un poco de té?”
“Gracias por el gesto, pero me encuentro bien,” le sonrió un poco. “No tienes que inquietarte por mí, debo continuar con mi labor.”
“Pero antes de eso, Yagen dijo que esperaba invitarles a ir a comprar unos dulces como premio por sus esfuerzos,” anunció el pelirrojo, con una sonrisa pícara. “¿Se animan a salir?”
“O-oye…” el doctor le miró con reproche, pero no pudo desmentir aquella ocurrencia ya que tanto Maeda como Akita se alegraron.
“¿Es verdad, Yagen-niisan?” preguntó el pequeño pelirrosa, ilusionado.
“Pienso que sería el mejor momento para concedernos un descanso,” dijo el menor de los Toushirou con una sonrisa tranquila. “Y mejor aún si podemos contar con tu presencia.”
“Bueno, sí se lo merecen,” Yagen dio un suspiro y sonrió con torpeza. “Vamos rápido, no quisiera entretenerles por mucho.”
“Enseguida,” Maeda asintió. “Tenemos que avisar a Hirano y Houchou cuanto antes.”
“Definitivamente, Houchou se alegrará mucho,” Akita miró a Gokotai. “No te preocupes, te traeremos algo. Oh, y a Monoyoshi-san también, por supuesto.”
“No se preocupen por mí, ustedes diviértanse,” el visitante negó, sonriendo con torpeza. “Te esperamos, Akita.”
“Sí, enseguida regresamos.”
De aquel modo, él junto con Maeda se fueron corriendo para avisar a sus otros dos hermanos, mientras que los dos mayores se despidieron para ir a encontrarse con sus menores.
“Tenías que venirte con ello…” el doctor negó mientras salía.
“Ya te hice prometer que pasarías más tiempo en casa, ¿cierto?” recalcó Shinano, apuntándole acusatoriamente. “No eres el único con planes para más tarde, pero al menos yo también pienso quedarme un poco aquí.”
“¿Hm? ¿Tienes planes?”
“Claro, voy a visitar a Gotou,” dijo sonriente. “Acaba de regresar de su viaje, así que iré a fastidiarle y pedirle que dé más vueltas por aquí. Realmente que ustedes dos necesitan un fuerte jalón de orejas.”
“Mis días libres están por empezar. Pronto pasaré más tiempo en casa, ya hemos quedado de acuerdo en ello.”
“Aun así, sé que me corresponde hacérselos recordar,” se encogió de hombros con leve cansancio. “Y sin duda debo insistir más con Gotou ya que él es tan denso…”
Ellos continuaron conversando, aunque se alejaron lo suficiente como para no ser oídos por el par dentro de la habitación.
“…” por su parte, Monoyoshi se quedó mirando a la puerta cerrada ni bien oyó al pelirrojo mencionar el nombre de aquel otro hermano mayor, y se vio al pendiente de captar lo que pudiera de esa conversación ajena.
“¿Sucede algo, senpai?” preguntó Gokotai, confundido.
“Oh, no es nada, siento distraerme,” el mayor regresó su atención al peliblanco, sonriendo incómodo. “Sólo estuve pensando que tienes una familia muy amplia y unida, y acabo de conocer a otro de tus hermanos.”
“Sí, Shinano-niisan regresó hace un par de días del extranjero,” Gokotai asintió y sonrió con mucha dicha. “Ahora que él está aquí, sé que traerá a mis otros hermanos de vuelta. Yagen-niisan y Gotou-niisan han estado muy ausentes por más que radiquen en la ciudad, pero Shinano-niisan siempre ha sido capaz de pedirles muchas cosas, y él vela por todos nosotros. Por ello, tengo grandes esperanzas…”
“Ya veo…”
“¡Oh, eh, Gotou-niisan es otro hermano mayor! Él vendría a ser un año menor que Yagen-niisan…” se sorprendió un poco. “¡Ah, eso quiere decir que tendría tu misma edad! Hehe, espero que puedas conocerle pronto.”
“Claro, lo esperaré,” asintió gustosamente. “Empecemos, podemos ir revisando otros temas en lo que Akita regresa de su paseo.”
“Sí, muchas gracias, senpai.”
Los dos iniciaron con un pequeño repaso, y se quedaron estudiando calmadamente y disfrutando de la compañía mutua.
Después del encuentro a las afueras del templo, Reimu le dio la bienvenida al hermano de su presente inquilina, y preparó un poco de té y una pequeña bandeja de galletas para así poder conversar un poco con él. El chico se puso a hablar sobre sí con completa libertad y animado.
“Bueno, aparte de mi nombre, no tengo mucho de importancia que decir,” dijo con una traviesa y humilde sonrisa. “Hehe, en el presente me estoy desarrollando como un diseñador de atuendos y accesorios relacionados, y estoy comenzando a ganar cierto reconocimiento. Estudiaré en Rizembool para sacar un buen título, a ver qué más aprenderé por ahí.”
“¡Ohh, qué genial!” Marisa se maravilló. “Entonces sí vamos a estar cerca, y ahora en verdad tengo nuevas razones para volver a visitar Rizembool con mucha frecuencia.”
“Claro, y yo te visitaré a Hanasaki,” le dio un guiño. “Tienes que mostrarme todos los lugares divertidos y los restaurantes de calidad en tu institución, ¿de acuerdo?”
“¡Hehe, por supuesto!”
“¿Hm? Marisa, ¿no sabías lo que estudiaba tu hermano?” preguntó la miko, confundida.
“No, esto es bastante reciente,” la rubia se encogió de hombros con una sonrisa rendida. “Shishiou siempre ha sido un chico rebelde e inquieto y tuvo una adolescencia problemática, así que me sorprende que finalmente se haya decidido por algo.”
“No que quiera que mis años de rebeldía sean lo primero sobre la mesa frente a tu amiga miko, pero no es que pueda esconderlo…” dio un suspiro y de inmediato retomó los buenos ánimos. “Aunque sí, ahora ando tomando estos estudios con seriedad y como mi hermanita se está hospedando en este templo, espero que no haya problemas si vengo a visitar frecuentemente.”
“Pues no, y sin duda no me opondría si tienes la voluntad de ayudarme con la limpieza,” dijo Reimu, sonriendo satisfecha.
“Claro, es lo menos que puedo hacer por tu gran ayuda.”
“Uhh, pero esta miko es una explotadora,” lloriqueó la hermanita. “Es sábado en la mañana y ya iba a limpiar todo el día.”
“Será un poco duro, pero si te estás quedando aquí, no te queda de otra,” Shishiou se encogió de hombros. “Más bien deberías alegrarte mucho de que tienes la posibilidad de vivir en un templo sagrado y hasta colaborar con su bienestar.”
“Oh, definitivamente~” canturreó la miko, sonriendo con superioridad. “Más personas deberían reconocer la gran fortuna que tienes de que una miko como yo te haya recogido, Marisa.”
“Uhh, ya, no te aproveches,” Marisa le miró con recelo.
“¿Y cuál era el plan de hoy?” preguntó el mayor.
“Tengo que limpiar unas habitaciones, y justo necesitaba ayuda moviendo unos muebles, así que has venido en un buen momento,” contestó Reimu. “De ahí puedes ayudar a Marisa con la limpieza del sendero que es de nunca acabar.”
“Entendido,” él dio un saludo militar y se levantó. “¿Dónde están las habitaciones?”
“¡Oye, Shishiou!” Marisa de inmediato le jaló levemente de sus pantalones como una pequeña que demandaba atención. “¡Reimu acaba de servir el té y las galletas! ¡Al menos come!”
“Heh, es verdad, no lo podemos echar a perder,” él volvió a sentarse.
“Sí que no mentías cuando dijiste que no eras perezoso,” la miko se mostró impresionada. “¿Por qué eres tan distinto de Marisa?”
“¿Qué clase de pregunta es esa, Reimu?” preguntó la rubia, malhumorada.
“No sé, sólo somos personas distintas. Siempre hemos sido así,” se encogió de hombros. “No le daría mucha importancia,” sonrió un poco. “Pero tampoco taches a mi hermanita. Ella se comete bastante a una meta cuando se siente inspirada, y ahí es imparable.”
“Ya me estás inspirando más confianza que Marisa, así que te creeré.”
“Uhhh…” Marisa le miró con reproche.
“Haha, veo que las dos se mantienen buena compañía, me alegra notarlo,” él rió un poco. “Y en serio te agradezco por ayudar a mi hermanita. Marisa anda en su fase rebelde y no hubiera podido encontrar otro lugar donde vivir en esta ciudad sin recurrir a nuestros padres.”
“Bueno, como todavía queda un montón de trabajos por hacer, siempre puedo usar un par de manos por aquí~”
“A estas alturas me voy a acostumbrar a ser explotada…” se lamentó la rubia.
“Y también espero que nos puedas ayudar con este lugar y pues…” Reimu se mostró un tanto avergonzada y sonrió como quien trataba de engatusar a su oyente. “Como un templo, necesito a gente que dé apoyos monetarios de tanto en tanto~…”
“Uhh, olvídalo, Shishiou siempre anda misio,” Marisa se encogió de hombros. “Aparte no tienes derecho de pedir dinero así si hace poco te volviste una HiME a cambio del apoyo de Hanasa-AHHH” ella recibió un muy certero golpe debajo de la mesa. “¡Oye!”
“¿En serio?” Shishiou se sorprendió por ese detalle.
“Ehh, s-sí, ahora que Marisa lo mencionó no lo puedo ocultar…” confesó la miko con cierta incomodidad, aunque manteniendo su simpática sonrisa. “Pero no fue sólo por el dinero que acepté. Realmente pienso que Hanasaki hace bien haciéndole frente a Rizembool y hace poco hubo un pequeño altercado en la universidad, así que quiero hacer una diferencia.”
“Me apena un poco que una miko tenga que prestarse para eso, pero entiendo lo que dices,” él negó frustrado. “Espero que te vaya bien. Ya tuve que vivir con la preocupación de que Marisa era una HiME, así que tengo una vaga idea que la experiencia es una gran odisea.”
“Gracias, haré lo que pueda.”
“Y pues, sobre donaciones, no sé si puedes esperar mucho de mí, aunque al menos quiero apoyarlas a las dos ya que deben andar un poco bajas de recursos,” Shishiou sacó su billetera y tomó un billete sin realmente molestarse en mirarlo, para extenderlo a la miko. “Antes de usarlo en el templo, espero que consideres la alimentación y comodidades de las dos, ¿entendido?”
“Ehh, g-gracias…” Reimu asintió y tomó el billete con un gran shock, ya que era uno de diez mil yenes. Incluso la rubia se quedó en shock por esa generosidad.
“¡¿Diez mil?! ¡¿Estás demente?!” requintó Marisa a su hermano. “¡¿Qué haces botando esa cantidad de dinero?!”
“No es botando. En serio, vives en un templo, acostúmbrate…”
“¡Deja de usar el templo como excusa, maldición! ¡¿Qué haces con tanto dinero?!”
“Por mis trabajos más recientes he recibido buenas remuneraciones, aparte que cuento con el apoyo de nuestros padres. El dinero ya no me es escaso, eso es todo,” se encogió de hombros al realmente no considerar ese dato importante.
“¡Ahhh! ¡Tienes que darme un billete así a mí, por favor!”
“¡Marisa, no inquietes a nuestro visitante!” le ordenó Reimu.
“¡Y tú no lo trates tan formalmente sólo porque te dio dinero! ¡AAHHH! ¡El mundo ya no tiene sentido!” reclamó a los cielos.
“Cálmate, por favor,” Shishiou dio un suspiro.
“¡P-pero el dinero…!”
“Es el único de diez mil que tenía. La próxima que nos veamos veré si te doy algo, aparte que Reimu lo usará para ti también.”
“Por supuesto~” canturreó la miko mientras se abanicaba con el billete.
“¡AHHH! ¡No sé por qué no te creo!”
“Bueno, a disfrutar de la merienda,” Shishiou comió una galleta. “¡Ohh, está deliciosa! ¡Ustedes sí que tienen un buen gusto!”
“Hehe, me alegra,” Reimu sonrió gustosamente y al ver al chico enfocado en las galletas y su té, muy disimuladamente guardó el billete dentro de su sostén para mantenerlo fuera de alcance.
“Uhh…” Marisa ya sabía que ni podría pedir compartirlo porque nunca había visto a Reimu en el acto de sacar objetos luego de que los escondiera en ese sitio en particular.
Ellos continuaron con esa pequeña reunión antes de iniciar con las tareas del día.
Siguieron pasando las horas y llegó la hora del almuerzo en el mall de la ciudad con impresionante vista al mar. Después de haber gozado un pequeño refrigerio junto a Cho, Osaka y la señora Harukawa, los cuatro hermanos se pusieron a pasear por las tiendas de ese lugar para continuar con las compras del pequeño Sora, quien conseguía sus últimas necesidades personales antes de despedirse de su mamá. Una vez terminaron con esa lista, los cuatro bajaron las escaleras del mall para llegar a la orilla del mar.
“¡Ohh, playa, playa!” exclamó Urashima, quien corrió a la orilla con gran emoción, acompañado de su hermanito.
“Hmm~ el mar tiene un color muy característico~” comentó Sora, quien se puso a olfatear el ambiente con gran gusto. “¡Sora reconocería este color en cualquier parte!”
“¡Yo también!” el joven Kotetsu agarró a su tortuga y la levantó. “¿No es precioso, Kamekichi? ¿No te dan ganas de nadar? ¡Yo pienso que tendríamos que meternos cuanto antes!”
“Oye, detente por un momento,” le pidió Nagasone. “No hemos venido para el mar ni trajimos una muda de ropa. Iremos otro día a la playa, te lo prometo.”
“Uhh, lo sé, lo sé…” bajó su mirada, un poco apenado.
“Hoho~ pero hay poca gente aquí. Sora hubiera esperado ver un montón por ser un mall,” comentó el pequeño, ladeando la cabeza.
“Hay playas mejor equipadas no muy lejos y esta playa es conocida por tener bastante resaca al estar frente al mar abierto,” explicó Roxas. “Por ello sería un poco peligroso si fuéramos a meternos aquí…”
“¡No hay problema!” Urashima levantó una mano y la comprimió, con grandes energías. “¡Yo tengo bastante experiencia nadando en lagos y ríos! ¡Una corriente no me detendría!”
“¡Eso es genial! ¡Sora es muy atlético y ha nadado en varias playas del pacífico así que también estaría muy bien!” exclamó, imitando el mismo gesto de su mayor. “Pero Sora entiende que tiene que seguir sus indicaciones, y que tiene mucho que aprender de ustedes.”
“Eres un buen chico,” Nagasone le revolvió los cabellos con una sonrisa amable. “Tienes la chispa de Urashima y me alegra notar que también tienes un poco de prudencia. Descuida, que mientras mantengas ese cuidado todo va a estar bien.”
“Hehe~ gracias,” sonrió con gusto.
“Pero hay que ir planeando la salida al mar. ¡Kamekichi y yo morimos por ir!”
“Tendrá que ser después de los exámenes, si no vería a Cho estresada con ello…” Roxas miró al mar y se percató de ese largo rato que había pasado con sus recientes hermanos y lejos de su hermana, quien debía estar caminando junto con Osaka y su madre. Ya comenzaba a adaptarse a ese nuevo entorno familiar y realmente se llevaba bien con su familia aunque seguía sintiéndose un poco fuera de sitio.
“Los exámenes no son algo por lo cual estresarse, pero concuerdo con nuestra hermana,” dijo Nagasone, encogiéndose de hombros, quien sonrió. “Asegúrense de rendir en las evaluaciones y así podemos planear alguna salida, ¿han comprendido?”
“¡Sora comprende!” exclamó. “Sora todavía no tiene evaluaciones, pero se esforzará para ponerse al día en sus clases.”
“T-también me esforzaré, lo prometo…” Urashima sonrió incómodo. “Tendré que volver a pedirle ayuda a Horikawa para los estudios… ¡pero haré lo mejor que pueda!”
“L-lo más probable es que tenga que pedir ayuda para estudiar también…” Roxas desvió su mirada, incómodo.
“Bien, espero buenos resultados de parte de todos,” el mayor asintió, satisfecho.
“Nagasone-niichan, ¿puedo al menos mojarme los pies?” preguntó Urashima, suplicante.
“Ya, está bien, sólo ten cuidado.”
“¡Por supuesto!”
“¡Oh, Sora va contigo!”
De aquel modo, los dos menores inmediatamente se sacaron los zapatos y corrieron hacia la orilla. El frío del mar les chocó brevemente, pero los dos con rapidez se acostumbraron y conversaron felices de la vida, mientras miraban la playa y alzaban sus rostros para observar el cielo y un grupo de gaviotas volando cerca.
“Nos han tocado dos hermanos muy energéticos,” observó Nagasone, quien supervisaba al par con una tranquila sonrisa. Él miró a Roxas. “Espero que pueda ayudarme a cuidar de ellos, tú que vas a estar más cerca de los dos en general.”
“Sí, lo haré…” Roxas asintió. “Es lo menos que puedo hacer por ustedes por habernos apoyado tanto, a Cho, a Osaka y a mí.”
“Somos familia, es sólo lo natural que te apoyemos. Vete acostumbrando.”
“S-sí…” se apenó un poco por aquel frecuente recordatorio que recibía del mayor, aunque Nagasone se veía tranquilo y de buen humor como de costumbre.
“Tanto Sora como tú son nuevos en nuestra dinámica familiar, y Urashima está muy contento de finalmente poder pasar tiempo con ustedes. Sólo concéntrate en disfrutar de lo que tenemos al frente. Lo demás no es tan importante.”
“Tiene sentido,” él sintió al otro darle una palmada en la espalda.
“Así que no te andes sintiendo extraño o pensando de más. Todo es más simple de lo que crees.”
Roxas asintió y sonrió un poco, y ambos esperaron a que sus menores se dieran el gusto de disfrutar de la playa antes de pensar en regresar a encontrarse con el resto del grupo.
Mientras tanto, luego de comprar unos helados, Cho y Osaka llevaron a la señora Harukawa al mirador del mall para observar el mar. Ahí cayeron en cuenta que los hermanos se encontraban pisos abajo en la playa y pudieron ver a los menores disfrutar de las aguas, mientras los otros dos les mantenían un ojo encima.
“Hehe, se ve divertido,” observó la exHiME, sonriendo amenamente.
“Sí…” la madre observó a los cuatro con un visible amor fraternal y sonrió nostálgica. Su expresión tan llena de dicha y tristeza cautivó a las dos chicas, quienes intercambiaron miradas y le observaron detenidamente. “Y pensar que hasta hace poco nunca hubiera imaginado que esta escena sería posible…”
“…” Cho sintió un impulso a querer decirle algo para animarle, pero no tenía palabras.
“Disculpen si me encuentro un poco conmovida,” la señora sonrió con torpeza.
“Oh, no, no, se entiende,” Osaka negó con rapidez. “Es normal que estés tan feliz, y sé que es una situación compleja… ehh… q-quizás no debería decir eso, pero no te preocupes ehh…”
“Hehe, te entiendo, descuida,” la señora se animó y asintió. “También me siento en paz sabiendo que mis hijos tienen a personas como ustedes tan cerca de ellos. El hogar donde viven se siente muy armonioso y acogedor.”
“Lo es, en verdad que su familia es muy amable, y me encuentro infinitamente agradecida con ustedes, y sé que Osaka y Kashuu piensan igual que yo,” Cho sonrió al pensar en su arma, quien ya se sentía muy real y cercano a ella pese al poco tiempo que tenía en sus alrededores.
“Sí, definitivamente, y Horikawa es un gran aditivo también,” Osaka asintió, convencida.
“Sin lugar a dudas, ese joven Horikawa ha sido un invaluable amigo para Urashima. Le debo más de lo que podría imaginar,” dijo la señora con alegría aunque una pizca de tristeza en su voz. “Ah, pero no debería ponerme a pensar en esas cosas ahora, ustedes que han sido tan amables de guiarme por el mall…”
“Está bien…” Cho negó. “Quiero que se sienta cómoda con nosotras, por favor.”
“Muchas gracias,” la madre se dirigió a la peliceleste y no se ahorró las ganas de darle un abrazo.
“Ehh…” la HiME casi tuvo el impulso de decir ‘pero no tan cómoda’ o algo así por ese tan sorpresivo abrazo.
“Del mismo modo, no tengo palabras para expresar el agradecimiento que siento hacia ti por haber cuidado de Roxas todos estos años. De lo que he podido oír, tú siempre has sido su hermana mayor y has velado por su bienestar,” le soltó y le dedicó una sonrisa maternal. “Por ello, me daría gran dicha de pensar en ti como una hija más.”
“Ehh, n-no me agradezca, Roxas es mi hermano, es natural que haya cuidado de él…” Cho estaba un poco avergonzada y desvió su mirada. Recibir ese agradecimiento tan sincero y enternecedor de su parte también le invocó sentimientos encontrados. “Y realmente no he podido cuidar de él como debería. Fui una HiME durante la secundaria, y mi ausencia por ello y otras complicaciones le hicieron daño… realmente no fui el apoyo que él necesitó en ese entonces…”
“Cho…” Osaka se preocupó al oír eso. “N-no digas eso, por favor…”
“Osaka tiene razón, no puedes culparte por ello,” la señora Harukawa negó con paciencia y sin borrar su sonrisa. “Estoy convencida que tus motivos de haber sido HiME fueron sinceros, y realmente es toda una odisea. No olvides que estás hablando con una exHiME. Lo sé.”
“¡Ohh, es cierto!” exclamó Osaka, en shock. “¡Me había olvidado ese detalle!”
“Y-yo también…” la peliceleste asintió, perpleja.
“Heh, creo ya no dar la imagen que solía dar en mi juventud, es entendible,” la señora asintió. “A diferencia de ti, mis motivos no fueron tan justificables. Yo fui una HiME porque quería el desafío de enfrentarme contra un gran contendor, ya que en aquel entonces sin lugar a dudas no era la mujer femenina que soy, y por mis habilidades con las artes marciales. Si bien tuve la suerte que Tarou buscó lo mismo que yo en la pelea, conocí a muchas compañeras HiMEs que tuvieron grandes dificultades, o que de plano no salieron con vida de la experiencia,” ella sonrió decidida. “Por ello mismo pienso que ustedes dos están entre los afortunados. Los dos continuaron con sus vidas, los dos se enfrentaron ante un gran peligro y ante dilemas personales, y ahora que los dos han podido arreglar sus conflictos pienso que tienen una nueva y muy positiva oportunidad.”
“S-supongo que sí…” Cho se sorprendió al oírle decir esas palabras. Tenía mucho sentido y nunca lo habría pensado con anterioridad. Siempre lamentó y maldijo cómo estuvo inmersa en una incómoda guerra fría con su hermano por más de tres años, pero en el fondo sí había sido afortunada y en verdad se encontraba viviendo bajo una más saludable realidad.
“También he podido presenciar con mis propios ojos lo mucho que tú significas para Roxas. Él me expresó su preocupación hacia ti. Dice que teme que te recrimines o te deprimas. La manera en que lo dijo me deja entender que tú estás constantemente en sus pensamientos, y que quiere velar por tu bienestar.”
“N-no me sorprende que diga algo así de mí…” se avergonzó. “En verdad soy un desastre.”
“Hehe, no es para tomárselo así, Cho,” Osaka sonrió incómoda.
“Y también pudo ver lo mucho que Roxas significa para ti. Sé que no debo preocuparme por ustedes, mientras los dos se mantengan en contacto y cercanos, sin lugar a dudas.”
“Sí, así será…”
“Y también aprovechen el hogar con mis hijos, por favor,” dijo mientras veía a los dos salir de la orilla muy contentos y reencontrándose con los mayores. “Esta será una bendición que yo no podré disfrutar con mucha frecuencia.”
“Eh, espero que pueda venir mucho. Se nota que todos están contentos de verte aquí,” insistió Osaka, con un tono de voz suplicante.
“Vendré con más frecuencia de la anterior, espero que así sea,” sonrió rendida. “No sé qué tan frecuente sea ello, entre mis obligaciones y el conflicto con los Kotetsu…”
“…” Cho se preocupó por aquella mención.
“Ehh, n-no le conozco bien aún, pero pienso que el señor Kotetsu también le daría la bienvenida. S-simplemente parece ese tipo de persona…” Osaka bajó su mirada con leve tristeza, al no estar completamente segura y también preguntarse cuál era el punto de vista del líder del hogar con respecto a ese problemático pasado.
“…” pero la señora le sonrió dulcemente, con ánimos. “Puede que tengas razón, Osaka. Yo tampoco puedo decirte cómo se lo ha tomado, ya que no he hablado cercanamente con él desde hace mucho tiempo, pero él siempre fue una persona muy receptiva y empática a pesar de su serio semblante. Extraño los días en los que no me trataba con lejanía, pero al menos estoy feliz de saber que puedo dejar a Sora bajo el cuidado de alguien como él,” ella se vio un poco inconforme. “Aun así… le celo un poco por poder estar tan cerca de todos ustedes.”
“…” la HiME asintió y desvió su mirada. Notaba que aquella señora todavía sentía afecto por el señor Kotetsu y anhelaba el pasado, algo que era un poco incómodo de ver.
“Bueno, parece que ellos están saliendo de la playa. En cualquier momento nos vamos a encontrar,” la señora sacó su celular. “Deberíamos avisar a nuestros cocineros que pronto estaremos regresando.”
“Hehe, sí, así se ponen a hacer los últimos preparativos,” Osaka asintió gustosamente y miró a su prima. “¿No estás interesada en ver con qué nos van a sorprender?”
“En verdad que sí,” Cho sonrió torpemente y recordó con alegría cómo Kashuu declaró que se esmeraría en aprender otra receta y preparar una comida digna de su aruji. La peliceleste comenzaba a sentirse un poco mal por la dedicación y cuidados que recibía de su arma. “Realmente tengo que ponerme las pilas como él y cocinar mejor.”
“Con Horikawa en la casa, estoy segura que eso será muy posible,” la señora asintió.
“¡Sí, yo también me esforzaré!” exclamó Osaka.
De ese modo, las tres salieron de aquel mirador y en poco tiempo recibieron un mensaje de parte de Nagasone para encontrarse en el estacionamiento. Les esperaba la segunda parte del almuerzo en casa y una tarde de tranquilidad antes de que la señora Harukawa tuviera que tomar el vuelo de regreso en la noche. Su corta, aunque provechosa y alegre visita estaba por terminar.
Pasaron varias horas y llegó el atardecer de aquel día. El sol pintó la atmósfera de colores cálidos y veraniegos y una refrescante brisa traía alivió después de una jornada con un calor semejante al verano. De ese modo, las estrellas comenzaban a salir discretamente conforme la oscuridad se hacía presente en el inicio de la noche.
Ese día estuvo lleno de trabajos de limpieza dentro del templo, con Reimu recibiendo ayuda de los hermanos para limpiar las habitaciones dentro del complejo antes del modesto almuerzo que compartieron, después del cual llevó a Marisa y Shishiou continuar barriendo el camino de piedras del templo en lo que la miko continuaba con la limpieza en los interiores.
Una vez Shishiou terminó de recolectar otra bolsa de hojas, ató ese contenedor gustosamente y lo dejó a un costado del camino.
“Listo, otro más,” declaró con ánimos y una sonrisa satisfecha por su largo trabajo, para entonces voltearse donde su hermana, quien había optado por sentarse cómodamente bajó un árbol frondoso en lo que tomaba un respiro. “¿Eh? ¿De nuevo? ¿Tan cansada estás?”
“No me juzgues, tú eres el visitante estrella que recién viene por primera vez y ha donado diez mil yenes,” dijo la chica, cruzada de brazos y con un tono indiferente. “No entenderías mi constante cansancio.”
“No, sí entiendo, siempre has sido así,” el chico se encogió de hombros, pero en vez de renegar dejó su escoba apoyada a otro árbol y terminó tomando asiento al costado de su hermana. “Pero no cae mal de vez en cuando. Heh, no pensé que me tocaría limpiar durante toda mi visita, y ese cielo estrellado merece ser visto al detalle.”
“Oh, excelente observación,” Marisa le levantó el pulgar y sonrió gustosamente, para así alzar su mirada también. Había pasado un buen rato a solas con su hermano y, en medio de diversas bromas y una corta pelea de escobas como si fueran espadas, los dos terminaron contando sus respectivas aventuras y poniéndose al día. Aquello había tranquilizado un poco a la chica, quien pudo detectar que su hermano sí la estaba pasando bien. “Esa familia del chico al que andas ayudando suena muy linda. Qué gracioso que les recibieran en el aeropuerto con una pancarta.”
“Espero que puedas ir a conocerles pronto. Tengo el presentimiento que te llevarías muy bien con ellos. En serio que te hacen sentir en casa,” confesó, sonriendo, y se tomó la libertad de tocar la punta de la nariz de su hermanita con su índice, de manera juguetona. “Los menores son polluelos lindos y animados, y tú eres tan adorable como ellos.”
“¡Yo no soy adorable!” le reclamó agitando sus manos y haciendo un puchero. Eso hizo al mayor reír con ganas. “¡Y no te rías!”
“Dirás que tus aventuras de HiME te han hecho crecer y madurar, pero por más que sí te pueda dar un poco de crédito, sigues siendo una petiza ante mis ojos, y siempre lo serás,” se encogió de hombros. “Aunque sí me has demostrado que puedes cuidarte por tu cuenta.”
“Hmm, bueno, al menos reconoces algo,” ella se cruzó de brazos y le miró con reproche. “Pero tú sí eres quien no ha cambiado.”
“Hubiera esperado que me dieras un cumplido también, yo que me molesté dándote uno…”
“Así no funcionan los cumplidos,” sonrió pícaramente. “Pero en fin ya que andas estudiando una carrera fija y por la cual tienes vocación me hace saber qué sí has crecido un poco,” ensanchó su sonrisa. “Por dentro, al menos…”
“¡Ya te dije que no bromaras con eso!” exclamó colérico y vio a su hermanita reírse con gusto. “¡Hablo en serio!”
“Hehe, no pude evitarlo,” Marisa miró hacia el cielo mientras estiraba sus manos para desperezarse. “Heh… en verdad que había extrañado mucho hablar contigo. Es como si nunca hubiéramos tomado caminos distintos…”
“Sí, ¿verdad? No hemos perdido esta familiaridad,” asintió, sonriendo con nostalgia. “Me alivia, por decir poco.”
“Haha, vamos, no suenes tan dramático,” la menor rió por aquella ocurrencia y dio un fuerte palmazo a su hermano en la espalda, lo cual le sacudió con fuerza.
“Tch, oye, ten cuidado,” él se sobó con una expresión de dolor e incomodidad.
“Ya dijiste que piensas venir más seguido, así que nos veremos un montón, y también hemos intercambiado contactos y todo. Espero presentarte Hanasaki uno de estos días, ¿de acuerdo?”
“Por supuesto, y te guiaré por Rizembool ni bien me familiarice con mi universidad,” al decir esto, Shishiou sacó su celular de su bolsillo y prendió el display para ver la hora. “Oh, mejor me regreso, se hace tarde y me esperan en casa. Además, no quiero bajar las escaleras en oscuridad.”
“Sí, no te lo recomiendo,” Marisa se detuvo a ver el protector de pantalla. “Ohh, ¿qué es eso? ¿El Space Needle de Seattle?”
“Oh sí, fui ahí con Shinano. Tiene una vista impresionante,” comentó Shishiou.
“Seguro que sí. Aww, por estas cosas quisiera no haberme fugado de casa sin haber tomado la posibilidad de viajar…”
“Ya suena a que te aprovechas de nuestros padres…”
Entonces, los dos vieron un mensaje aparecer en esa pantalla, uno que dejó a Shishiou helado y a Marisa en shock, por tratarse de una persona en particular de quien el hermano mayor hizo un gran esfuerzo de no mencionar. Ese fue un mensaje muy simple, pero contundente, y que dejó a Marisa saber que cierto capítulo del pasado en la vida de su hermano todavía no se cerraba…
Seija: leoncito, qué haces?“Tsk, demonios…” este guardó su celular y se levantó. “Yo que le dije que no me molestara…”
“¿Seija? ¿La bruja?” Marisa se levantó y siguió a su hermano. “¿Qué haces hablando con ella?”
“Ehh, pues…” este había vuelto a tomar su escoba como quien hubiera esperado retornar el instrumento antes de despedirse, pero se detuvo y dio un pesado suspiro. “Tú eres mucho más lista que yo, Marisa. No te puedo engañar…”
“¿A qué te refieres?” le preguntó con tono demandante y sus manos en sus caderas.
“…” negó antes de decir la verdad. “En la mitad de nuestro viaje por Estados Unidos, Shinano y yo nos encontramos con Seija quien estaba radicando ahí, y terminó uniéndose a nosotros.”
“¿Eh?” Marisa se quedó perpleja. “¿Dices que ella de nuevo ha regresado?” pasó a molestarse. “¿Y hasta está en tu círculo y la ves con frecuencia?”
“Sí, es la verdad,” se encogió de hombros. “No quería decírtelo porque sé que las dos no están en buenos términos…”
“Tsk… ¡no lo llames términos! ¡La histriónica es una maldita bruja y te conviene no tener nada que ver con ella!”
“Te aseguro que lo único que nos une ahora es nuestro apoyo a Shinano. Yo sé que son malas noticias, nada más…”
“…” Marisa le miró impaciente y aguantándose las ganas de continuar llamándole la atención ya que sabía que nada lograría si se amargaba con Shishiou por la leve mención de aquella bruja. Más bien, seguramente eso era lo que Seija quería más en el mundo; volver a separarlos.
“Sabía que no te tomarías estas noticias nada bien…”
“¿Y por qué tenías que esconderme esto?”
“Te estoy viendo después de varios años, Marisa. Lo último que quería era que te molestaras por ella que siempre molesta a todos,” confesó, ofuscado y frustrado. “Tampoco pensaba escondértelo para siempre. Sólo por hoy, especialmente porque no quisiera mencionar este problema frente a tu amiga miko.”
“Uhh…” Marisa comprimió sus puños, y terminó desistiendo y descargando su ira en un suspiro. Eran puntos válidos y al menos su hermano también se veía inconforme con aquella problemática chica. Sin embargo… la presencia de esa persona como una persistente y poderosa sombra detrás de su hermano le inspiró una gran impotencia.
“Ahora no te deprimas, lo puedo ver en tu rostro,” observó el mayor.
“Hm…” se cruzó de brazos y desvió su mirada, haciendo un puchero. “No estoy deprimida.”
“Sí lo estás…” Shishiou sonrió con torpeza por notar los intentos de su hermanita de ocultar cómo se sentía. “Perdón…”
“¿De qué te disculpas?” preguntó Marisa, todavía desviando su mirada. “¿Acaso tú mantuviste contacto con ella y le invitaste para que se uniera a ustedes dos?”
“No, obviamente no fue mi interés contactarle y la tenía borrada de todos lados. Apenas recordaba que estaba en los Estados Unidos.”
“Entonces no es tu culpa…” ello disipó la molestia de Marisa, quien deshizo su cruce de brazos y miró hacia el piso. “La tipa esa tiene una obsesión rara contigo, estoy convencida. No tiene nada que ver con querer ayudar a ese chico al que ayudan. No me sorprendería que les hubiera buscado ni bien tuvo la oportunidad.”
“Ya la haces sonar peligrosa…” Shishiou se sorprendió, reacción que impacientó a su hermanita.
“Te he parado diciendo por tantos años que lo es,” recalcó, levantando su índice. “Y como la maldita histriónica ha regreso entonces tengo que mantenerte vigilado. No me fío para nada de ella, es un maldito mal elemento.”
“En verdad me incomoda que se lleven tan mal. Y pensar que ustedes fueron las mejores amigas de pequeñas…”
“¡Ese es un pasado vergonzoso que intento olvidar! ¡Cállate!” exclamó. “Ella que ni sigue vinculada a su familia, me pregunto qué horrible vida le esperará. Y, por ello mismo, espero que tú no vuelvas a ser contaminada por ella.”
“No la culpes por mis decisiones, Marisa.”
“Pues al menos tuvo cierta influencia, de eso estoy segura. Pero, como sea, no hablemos sobre ello,” Marisa decidió dejar el asunto de lado antes de que el mal humor se le incrementara. “Ya que andamos en un tema de nuestras raíces, ¿cómo están nuestros padres?”
“Están bien, más que nada preocupados por ti,” contestó el mayor, quien observó a la rubia retraída por andar preguntando de sus progenitores pese a ser fugitiva. Le sonrió. “Y no que estén molestos contigo o nada, sólo quieren que estés bien y ya les prometí que te echaría un ojo encima con frecuencia.”
“Ellos saben que estoy en este templo, ¿no?”
“Obviamente, si ellos me dieron la dirección,” se encogió de hombros. “Nuestra familia tiene un gran poder y alcance. Estoy seguro que también supieron dónde estaba en cada momento. Ah, y le hicieron una investigación exhaustiva a tu amiga miko y a toda su familia para asegurarse que es una buena persona. Y lo es, descuida.”
“C-claro,” alzó una ceja, pero pasó a reírse. “Haha, casi me dan ganas de decírselo.”
“Seguro se quedaría asustada.”
“Uhh, demandaría más donaciones, antes que nada,” dio un suspiro. “Oh, eh, y antes que se me olvide, por favor no le digas a nadie nada sobre nuestra familia. A Reimu le dije que te estás quedando con unos tíos, eso es todo.”
“Está bien, entiendo que nuestra familia es muy problemática e intimidante, confía en mí,” le guiñó un ojo. “Vamos de regreso que se está oscureciendo más.”
“Cierto, ya tienes que irte,” Marisa sonrió un poco. “Te espero pronto, ¿de acuerdo?”
“Por supuesto,” asintió.
De ese modo, los hermanos caminaron hacia el templo con sus escobas en lo que continuaron hablando y recobrando los buenos ánimos. Ellos continuarían viéndose con gran frecuencia.
Aquel reencuentro marcó el inicio de otra aventura, una que les tocaría compartir.
…
La luz del sol se había despedido hace varias horas y llegó el momento de que la señora Harukawa tomara el vuelo de regreso a su hogar. Ella estuvo lista desde temprano y pasó un momento en la sala de la casa de sus hijos en grata compañía. Sin embargo, poco antes de ser llevada por su hijo mayor, se apareció el auto lujoso del señor Kotetsu, quien declaró que sería él quien le llevaría, y que les tocaba conversar en privado.
Ello marcó una despedida un poco abrupta de la madre, quien hubiera querido terminar aquel viaje con un tono más positivo, pero también comprendía que no podía ignorar al dueño de casa ni los asuntos que quedaban pendientes con él.
El chofer les llevó por las calles de la ciudad con rapidez y hubo un persistente silencio en la mayoría del trayecto, uno que puso a la señora con los nervios de punta.
Entonces, el señor comenzó a hablar con temas cordiales para romper el silencio.
“He presenciado que todos estuvieron contentos con tu estadía,” comentó, mirándole de reojo. “Espero que ello signifique que tu estancia también haya sido agradable.”
“Lo fue,” asintió, y le miró atentamente, con una sonrisa quebradiza que no tuvo impacto en su acompañante, como lo esperó. “No necesitabas preguntármelo, Tarou. Son pocas las instancias en que puedo ver a mis hijos, y todas son preciosas.”
“Supuse que sería el caso, pero no costó preguntar.”
“Tarou, ¿de qué quieres hablar?” finalmente le preguntó, al notar que no estaban muy lejos del aeropuerto. “No nos queda mucho tiempo antes de llegar a nuestro destino.”
“…” él asintió. “Estoy aquí para recalcar mi compromiso con tu hijo menor. Te prometo que estará bien, y que le cuidaré. Más bien, serán sus hermanos quienes estarán más al pendiente de él por mis constantes obligaciones, pero le acomodaré en lo que sea posible para mí. Estimo que oírlo de mí y en estas circunstancias debería darte certeza de que digo la verdad…”
“Sí es reconfortante…” ella bajó su mirada, sonriendo con tristeza. Realmente no hubo motivo para esperar a que él fuera honesto con lo que sentía sobre el pasado. No debió haberse ilusionado de oírle siendo sincero. “Por favor, cuida de él, de todos…”
“…”
“Realmente quisiera quedarme y ser la madre de debo ser… sólo el hecho de haber venido y pasado días con ellos te debe estar causando problemas con tu familia. Ellos odian el más ligero pensamiento de mi existencia.”
“No tienes que preocuparte por ello. No es algo que te concierne,” negó, con paciencia y su característica inmutabilidad.
“…” ello le hizo fruncir el ceño. Sí debería concernirle, pero ese pasado en el cual fueron una unidad familiar había dejado de existir hace varios años, por su traición, por su debilidad… “Por favor, no dejes que le hagan nada a Sora. Temo que dejarlo aquí, a la merced de esas personas, sea dañino para él. Por favor…” sus labios temblaron. “Él significa el mundo entero para mí.”
Hubo un corto silencio en el cual la señora sintió una gran soledad por ya no contar con ese pequeño rayito de sol al que había protegido toda su vida, ese que le hizo sentirse en casa y todavía como parte de algo luego de haberse escapado de los Kotetsu y haber regresado nuevamente a los Estados Unidos a manera de refugiarse del pasado. La tristeza empezó a ahogarle e inspirarle gran agonía que trató de contener para no ponerse a llorar en ese preciso instante… pero contenerse no iba a ser posible.
“Hay algo que en verdad quiero decirte…” Taroutachi entrecerró sus ojos y miró severamente a su exesposa, quien pudo sentir el peso y frialdad que su tranquila voz acababa de adoptar. “Ese pequeño no es tu único hijo. Es sólo el menor, y espero nunca más oírte decir que es él quien significa el mundo para ti.”
“…” ello le dejó helada y tembló ligeramente, aterrada y un poco sorprendida por aquella declaración tan cortante. “¡Por supuesto que no quise decir eso! ¡Sora es mi preciado hijo, pero lo mismo va para nuestros hijos! Taroutachi… por favor…” ello le hizo quebrarse en llanto. “¿E-en verdad crees que nunca he pensado en todo lo que tuve que dejar atrás? ¿C-crees que no me arrepiento de lo que hice? ¿Piensas que yo vivo feliz todos los días y sin pensar en cómo fui la culpable de destruir a nuestra familia?”
“…” le miró inmutado.
“¿C-crees que no se me parte el alma cada vez que veo lo mucho que Urashima me echa de menos y se alegra de verme… como si yo no fuera la culpable de todo…?”
“…”
“Por favor…” ella lloró desconsolada, intentando contenerse al saber que sólo debía estar incomodando a esas alturas. “Tarou… luego de lo que hice… ¿qué debería hacer? ¿Qué… esperas de mí? ¿Hay… una forma de reponer todo esto…?”
“…”
“No la hay… ¿verdad?” continuó llorando en silencio y empezó a calmarse lentamente, cuando finalmente pudo oír un poco de lo que el señor tenía en mente.
“Tú entiendes lo mucho que nuestros hijos te estiman y cuánto significas para ellos.”
“S-sí, por supuesto.”
“Asegúrate de no dejarles atrás, y de venir a verles,” recalcó pausadamente. “Eso es todo lo que yo quiero de ti. Ellos se preocupan por ti y añoran verte en cada oportunidad. Ahora que estamos instalados en esta ciudad, será más posible. Nada más.”
“…”
“Yo no espero nada más que eso. Es justo. Es lo que deberías hacer como la madre,” declaró y le miró con intensidad. “Cumple con ese tan importante rol que te queda. Yo haré lo mismo a mi manera. Es así de simple.”
“Tarou…” ella se estremeció y asintió con torpeza y gran tristeza.
Lo que le pedía era lo que había esperado hacer en la disponibilidad de su horario. Saber que contaba con el pedido y la bendición de Taroutachi le iba a facilitar sus visitas. Sin embargo, al mismo tiempo, la señora Harukawa comprendió que su previo esposo no quería nada más. Él declaró el rol de madre como el único que le quedaba… y no había más que podía decirse.
Entonces, el auto llegó al aeropuerto, y avanzó con lentitud mientras se acercaba a la zona de embarque de la aerolínea respectiva. Fue ahí que la señora oyó unas palabras más.
“No quiero que te retires con la incorrecta idea de que es solamente tu culpa.”
“¿Tarou?” ella se confundió.
“Los dos les fallamos, como sus padres. No estuvimos ahí cuando debimos y no actuamos correctamente ni a tiempo. No es sólo tu culpa,” recalcó, inmutado. “Sin embargo, a estas alturas, ya no se trata de quién tiene la culpa. Ambos poseemos la responsabilidad y es nuestro deber cumplir con lo que debemos hacer. No lo olvides.”
“Sí…” y el auto se detuvo. La señora vio al chofer bajar para sacar su equipaje, lo que significó que debía marcharse. “Gracias por traerme, Tarou.”
“…” asintió. “Nos vemos pronto.”
…
De aquel modo, la madre se marchó mientras deseaba de todo corazón que sus hijos pudieran vivir en armonía. El paso del tiempo iría uniendo a los hermanos y a la familia en sí, antes de la llegada de otros asuntos y complicaciones.