Revivo de entre los muertooooos
Hablemos de Fenris y su triste vida hoy
Capítulo 45: [Fnr] Invitation under the starsCuando Fenris despertó de nuevo, seguía teniendo el cielo estrellado bajo la cabeza. Lo cual no tenía sentido, fue lo primero en lo que pensó. Siguiendo el funcionamiento del juego, debería haber respawneado en alguna ciudad ¿Sin City? ¿Palanthas? ¿Rabanastre? No podía recordar cuál era la última que había configurado.
Frunció el ceño, parpadeando mientras trataba de acostumbrarse a esa nueva vida y comprender dónde se encontraba. Quizá había habido varios bugs en el juego y por eso había aparecido también un monstruo gigante en la ciudad.
Un rápido vistazo a su alrededor le reveló que todavía estaba en el desierto, no muy lejos del acantilado en el que había muerto… o sido asesinado, más bien. Y al parecer, el culpable aún no andaba muy lejos.
El Knight sintió como ardía de furia al reconocer la figura pequeña y reluciente aún en la noche, del Paladín. Había un par de personas más delante de él y parecía estar hablando con alguien de quien Fenris no podía distinguir más que su alta figura.
Demasiado furioso para pensar con claridad, se levantó de un salto y se acercó a ellos, con las manos un poco demasiado cerca de la empuñadura de su mandoble. Sin embargo, fue perdiendo poco a poco la rabia hasta contenerla con cierta cautela al darse cuenta de la conversación caldeada que estaba teniendo lugar.
–¡No tienes derecho a insultarme de esta forma!
Fenris reconoció la voz indignada de Godhand. A la que estuvo más cerca, pudo ver la genuína expresión de furia que tenía en el rostro, tan poco favorecedor en sus facciones agraciadas. La persona que tenía delante se trataba de una mujer el doble de alta que él, una Berserker por sus ropajes, de espalda ancha y cuerpo musculoso marcado por cicatrices. La diferencia era tal que era como ver a un pomeranian encararse con un mastín.
–¿Quién no tiene derecho a qué, aquí? –dijo la mujer, con la voz calmada, aunque la dureza en su voz le daba un tono peligroso. –Se supone que teníamos que ayudar a la gente, no darles muerte como si fuéramos las bestias aquí.
–¡No hablarías así si le hubieses encontrado tú, Crimson! –protestó el otro, e incluso en la oscuridad Fenris pudo ver como tenía las mejillas rojas de rabia–. ¡El tipo era de lo más testarudo, insportable, y se hubiese matado igualmente de no haber si-...!
Godhand calló abruptamente al darse cuenta de la presencia del Knight cerca justo cuando lo señalaba y frunció el ceño de forma aún más profunda. La Berserker siguió el curso de su mirada, echando un vistazo por encima del hombro. Su mirada cayó encima de Fenris, pesada como una lápida.
–Hablas demasiado, Michael. –Dijo, volviendo a centrar su atención en el otro, revosando paciencia y autoridad como una madre a la que no convenía contrariar –. Acepta que la has cagado y vuelve a Rabanastre, o no te gustará lo que le tenga que contar al jefe cuando vuelva.
Pareció que el rostro del Paladín (Michael, por lo que parecía) se contraía en varios tics al mismo tiempo y por un momento, Fenris casi temió que fuera a estallar de rabia. Terminó por soltar un gruñido exhasperado y dar media vuelta, pisoteando la arena mientras su capa blanca revoloteaba tras de sí. Alguno de los otros le siguieron, los demás se quedaron, con la vista fija en la Berserker de forma expectante.
La mujer suspiró de forma audible, con las manos en la cintura, y luego se giró, acercándose al Knight. Era aún más intimidante de cerca, y Fenris tenía que alzar la barbilla para mirarla a los ojos, de un violeta intenso y penetrante. Su largo cabello oscuro le enmarcaba la cara y le caía a lo largo de la espalda.
–Mis disculpas, por el comportamiento de mi compañero –empezó, con cierto retintín de desprecio en la palabra “compañero”–. Como has podido comprobar, no se le da muy bien hacer amigos.
Fenris no dijo nada, con una expresión desconfiada en el rostro. Estaba claro que Godhand no era trigo limpio ni siquiera entre los suyos, pero nada le garantizaba que “los suyos” no fueran una panda de villeros. Sin embargo, la Berserker siguió hablando, como si el recelo del Knight no le importara en absoluto.
–Soy CrimsonWings, como supongo que habrás comprobado. –Señaló sobre su cabeza, donde flotaba visible su nombre de usuario –. Puedes llamarme Violate si lo prefieres. Soy parte de la guild de los Señores del Desierto, en Rabanastre.
–Me suena –dijo Fenris, aunque la forma en la que lo pronunció daba a entender que eso no significaba que confiara en ella.
–Quiero que sepas que nuestra guild no aprueba el comportamiento de mi compañero. –La Berserker estaba haciendo su mejor intento de relaciones públicas, aunque había algo en ella que revelaba que no le hacía especial ilusión el papel –. Lamento mucho que por su comportamiento hayas tenido que perder una vida, especialmente teniendo en cuenta la situación en la que nos encontramos. Pero para que veas que no tenemos mala fe, me gustaría llevarte de nuevo a Rabanaste e invitarte a nuestra guild, si es lo que quieres.
–¿Es una broma? –Las palabras abandonaron la lengua del Knight antes de que su cerebro tuviera tiempo de procesarlas. Se cruzó de brazos, fingiendo una seguridad que no sentía –. ¿Crees que todo se puede resolver con un par de palabras bonitas y una invitación a una guild? En un dia normal, recibo como diez de ésas. –Hizo un gesto contrariado en el aire –. No necesito vuestra maldita compasión.
Crimson Wings arqueó una ceja muy lentamente, y con cada milímetro, más sentía Fenris que había sido un error abrir la boca en primer lugar. La Berserker parecía capaz (y de suficiente nivel) como para arrancarle la cabeza de un guantazo si la contrariaba.
–Escucha… Fenris –dijo, apartando la vista un segundo para leer su nick –. No te estoy mintiendo, si eso es lo que crees, pero creo que deberías evaluar tus opciones. Puedes unirte a nuestra guild o seguir con tu camino, eso es cosa tuya. Pero o vienes conmigo, o te quedas aquí en medio de la nada, esperando a que te coma algún monstruo hasta perder tus vidas restantes. Tú decides.
La honestidad (acompañada de una no muy sutil amenaza) de la Berserker, terminaron por quebrar su testarudez, y el Knight dudó.
Cuando el sol ya salía, se encontraba en un barco de arena, rumbo a la ciudad en ruinas de Rabanastre.