jajarl! se pensaban que llegaba tarde, pero no!
Capítulo 48: [Shr & Ulq] Deals 'round the fireplaceCuando Shruikan despertó, se encontraba de nuevo fuera de la cueva. No sabía a quién debía dar las gracias por ello, pero vaya si se alegraba de que la hubiesen arrastrado lejos de ese dichoso lugar. Quizá debería haber escuchado a Ulquiorra cuando le dijo que entrar ahí no era una buena idea. La próxima vez se lo pensaría dos veces antes de hacer el papel de buen samaritano…
—Ya te has despertado.
Hablando del diablo. La Samurai parpadeó un par de veces, tumbada en el suelo, hasta que consiguió enfocar el rostro de su compañero. El Biochemist estaba sentado de rodillas junto a ella, como un buen cuidador, aunque por su expresión no parecía muy preocupado (aunque a decir verdad, nunca lo hacía).
—Ugh. Me siento como si me hubiera pasado una apisonadora por encima —dijo ella, incorporándose. La cabeza le hacía punzadas, y se frotó la sien con mala cara.
—En realidad lo que te pasó por encima fue un boss.
—Gracias por la aclaración, Ulquiorra.
Aún así, terminar con una simple jaqueca parecía poco comparado con el daño que el Gigginox era capaz de hacer. La Samurai no tenía ninguna herida visible, al contrario que su compañero. Un corte a medio sanar adornaba la frente de Ulquiorra, y la piel roja e inflamada contrastaba con la palidez de su rostro. ¿Se había preocupado de curarla a ella en vez de a sí mismo?
—Bueno, ya era hora. Hay que ver como duerme la tipa.
La voz, poco familiar aunque irritante de forma visceral, hizo que Shruikan frunciera el ceño. Seguían en el desierto, cuya noche todavía no parecía terminar, iluminado tenuemente por un mar infinito de estrellas. Alguien había encendido una hoguera, y Dragonlord estaba sentado junto a ella, con el tridente a mano. A sus espaldas se encontraba Isaak, con la misma mirada y porte que un perro guardián a la espera.
A pesar de haber derrotado juntos al boss, tanto el Dragoon como la Samurai intercambiaron miradas de animosidad.
—Buenos días, bella durmiente —dijo él, recargando la barbilla en la palma de la mano —. O buenas noches, tanto da. Te hubiese despertado antes si tu amigo no me hubiera amenazado cada vez que intentaba acercarme. Hay que ver, y eso que he hecho yo todo el trabajo.
Shruikan arqueó una ceja en dirección a Ulquiorra, que miraba al otro con cara de pocos amigos.
—No me gusta —fue todo lo que dijo como explicación. Luego fue ella quien puso mala cara al darse cuenta de algo.
—Espera, ¿que has hecho tú todo el trabajo? Perdona, pero si no fuera por mí, seguirías atrapado en esa cueva intentando matar a ese bichejo asqueroso. —Shruikan se irguió, refunfuñando y levantó la barbilla de forma desafiante.
—¡Bah! Podría haberlo matado yo solo en unos minutos más. —Hizo un gesto dismisivo con la mano, señalando luego a Isaak de forma acusadora —. ¡Si tan sólo éste no se metiera donde no le llaman!
Isaak miró a su alrededor (lo que en su caso requería de más movimiento debido al ojo que le faltaba) y luego se señaló a sí mismo con aire desconcertado.
—¡Sí, sí, tú! ¡No te hagas el despistado ahora!
—Dijiste que ibas a tardar dos horas para hacerte la dungeon solo. Ibas una hora tarde. No es culpa mía que no cumplas tus propias expectativas.
El otro hizo una mueca y de forma poco elegante le levantó el dedo del medio.
—Si llego a saber que era tan borde, ni me molesto —dijo Shruikan, buscando la complicidad en Ulquiorra, que simplemente parpadeó.
—Ni que tu fueras una joya. —Suspiró, y se frotó la frente. De pronto, mientras sacaba el aire, parecía que todas las ganas de discutir le abandonaban y Shruikan se vio frente a frente con un hombre muy cansado. —Sabes, dejémoslo estar.
Shruikan se cruzó de brazos, sintiendo el sabor de una victoria abstracta en la punta de la lengua.
—Necesitases mi ayuda o no, la cuestión es que has vencido al monstruo gracias a mí. Un gracias no hubiese estado de más.
—No le falta razón —añadió Isaak, pero Dragonlord le hizo callar con un gesto de la mano.
—Es que… —el Dragoon se frotó la nariz, pensativo. Daba la impresión de que estuviera buscando las palabras adecuadas —, ¡no puedo creerme lo inconsciente que llegas a ser!
Abrió ambos lados al frente, hacia Shruikan. Como si la presentase frente a una audiencia invisible mientras ella parpadeaba sin entender nada.
—¿Perdona?
—Mira —, levantó dos dedos en el aire —. Una cosa es que yo, un servidor de nivel alto, con buen equipo, me vaya a hacerme solo una mazmorra. Otra que alguien como tú, una Samurai a medio cocer con equipo de nivel bajo, con delirios de que va a hacer algo útil y sobrevivir.
Shruikan se llevó la mano al pecho, medio ofendida. La victoria que antes parecía tan certera se le escurría ahora de entre los dedos como sopa a medio hervir.
—Pero te he ayudado, ¿no?
—¡Sí, pero ha sido de pura chiripa! ¡De haberte encontrado frente a frente contra el Gigginox os habría matado a ti y a tu amigo! ¡Estúpida!
Ella no se sentía tan mortalmente lívida de rabia desde… desde unas horas atrás, a decir verdad.
—Yo ya dije que era una temeridad. —Fue el turno de Ulquiorra de añadir más leña al fuego, y Shruikan le propinó un codazo en las costillas.
—¡Eso, tú ponte de su lado!
—No estamos hablando de lados, aquí. —Kanon se cruzó de brazos con un gesto grave —. Supongo que eres consciente de la situación en la que estamos. No puedes ir tirando vidas por ahí como si nada. Esto, irónicamente, ya no es un juego.
La estaban regañando. Quizá sí que debería haberle hecho caso a Ulquiorra y dar media vuelta cuando aquel chico de pelo verde y simpático poncho se les había acercado. Esto estaba resultando más humillante de lo que había planeado en un principio. Aunque a decir verdad no había planeado mucho.
—Si no actúas con un plan, no vas a durar mucho más aquí dentro. Casi todos los inconscientes ya la han palmado, y me da a mí que no quieres ser la siguiente.
—Los planes nunca han sido lo mío —confesó Shruikan, tensa, mostrando los dientes como un perro enfadado.
—Se nota. —Dragonlord le dirigió una mirada condescendiente —. Pero si no tienes uno ni tampoco eres fuerte, lo vas a pasar mal. Lo primero que tienes que hacer es cambiarte esa cosa que llevas puesta y que llamas equipo.
La señaló como quien señala un trapo sucio en el suelo. Shruikan se miró de arriba a abajo sin entender dónde estaba el problema. A ella le parecía que su equipo era bastante molón.
—Luego subir de nivel. Muchos niveles. ¡Hay que hacer dungeons sin parar y conseguir experiencia hasta que te conviertas en una máquina de matar!
El tipo se estaba emocionando. La Samurai entrecerró los ojos.
—¿Te estás ofreciendo de taxi para carrearme por las dungeons?
El Dragoon se quedó mudo a medio hablar, y luego cerró la boca de golpe. En su rostro se formó una expresión suspicaz.
—Yo no trabajo gratis. Mi buena voluntad tiene un límite.
—Obvio no podías ser tan honrado…
Shruikan calló cuando notó un toque en el hombro. Ulquiorra le miraba desde arriba con ojos penetrantes.
—Creo que es buena idea aceptar su oferta.
La Samurai le miró como si de pronto le hubiese salido un hongo de la cabeza.
—¿Pero a ti no te caía mal? —El Biochemist se encogió de hombros. Ella suspiró y luego le susurró, aunque lo suficientemente alto para que lo oyesen todos. —No se yo, no me fío. ¿Qué se puede esperar de alguien que usa a gente de menor nivel como cebo contra un boss?
—Podría haber sido peor —comentó el aludido, con una sonrisa taimada y triunfante —. Podría haberte dejado morir en esa cueva. Pero no lo hice.
—Me sorprendes, Kanon —dijo Isaak, quien no se había movido en absoluto de su puesto —. No te tenía por alguien tan generoso.
—Tú a callar. ¿Y bien? ¿Qué te parece?
Si tenía que ser sincera, a Shruikan le parecía mal. A ese tipo le había salido la jugada redonda sin tener siquiera que esforzarse, y lo que era peor: tenía razón. En todo lo que había dicho. La Samurai maldijo para sus adentros.
—No hagas que me arrepienta —terminó accediendo, con un leve tinte de amenaza en su tono.
—Podría decir lo mismo.