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SeeDs in the Garden / Re: SeeDs in the Garden – revival
« Last post by Kora on December 05, 2025, 06:18:20 AM »Lievran siguió el paso de Lord Solane sin queja alguna, permitiéndole marcar la dirección mientras él escuchaba en busca de cualquier peligro alrededor—ya fuera que el entorno se volviera traicionero o la presencia de otro ser vivo. Podía oír el aullido tenue de bestias en la distancia, pero sonaba demasiado lejos, y dudaba que algo se atreviera a cazar en medio de una tormenta de nieve.
Aunque, claro, también había considerado el lago un lugar seguro, así que se mantuvo alerta.
Era difícil escuchar a Lord Solane por encima del viento aullante y el crujido de sus pasos sobre la capa cada vez más gruesa de nieve que se formaba bajo ellos, y la pregunta hizo que Lievran frunciera el ceño. Lord Livius lo ataba con correa corta, incluso cuando lo enviaba en encargos o lo hacía acompañar a sus hijos.
Su amo siempre había disfrutado llevarlo consigo cuando viajaba para cerrar tratos, especialmente cuando Lievran era más joven, usándolo para granjearse el favor de sus socios. Un sirviente viera joven era una auténtica rareza para muchas personas dentro del imperio.
—Nunca demasiado lejos de Galbadia, mi lord. Lo más lejos que he llegado es la frontera sur —respondió, alzando la voz para hacerse oír—. Siempre a unos días a lo sumo; lo más lejos fue cerca del límite sur.
Lord Livius confiaba en su lealtad, o al menos en su sentido común: intentar escapar tendría consecuencias terribles, pero de cualquier modo, jamás le permitió la oportunidad de poner a prueba esa lealtad.
—Debes conocer bien los caminos y las tierras salvajes del Norte —comentó Lord Solane.
—Me esfuerzo, mi lord —respondió, aunque no estaba seguro de conocer realmente tanto sobre los caminos del Norte. Al menos, nunca se había perdido al acompañar a Livius o a sus hijos.
Intentó desviar la conversación lejos de sí y evitar aburrir a Lord Solane. La vida de un sirviente o un simple retén difícilmente sería de interés para un noble y oficial como él.
—¿Puedo preguntarle lo mismo, mi lord?
—He hecho un periodo de servicio en Smarthia. También tuve ocasión de visitar otros países. Balamb y Aetheria, y el Bajo Condado en distintas misiones.
—Mi lord es muy afortunado de haber visto tantos lugares —confesó antes de darse cuenta de que las palabras se le habían escapado. Esperó que el viento implacable hubiera ahogado su voz, pero por si acaso añadió—: Pero ninguno puede compararse a Galbadia.
—No puedes saber si pueden compararse —señaló Lord Solane, la corrección tan suave como directa—. Pero tienes razón en que ha sido un privilegio salir del crisol de poder. Tuve la oportunidad de conocer, conversar y aprender de una gran variedad de personas.
Aunque luchaba contra el viento para ser escuchado y le tomaba tiempo expresar sus ideas, hablaba con la dicción de un profesor apasionado. Lievran podía oír en su voz que de verdad había disfrutado esos viajes.
No le había sorprendido la corrección de Lord Solane; sus palabras eran fórmulas practicadas, aprendidas desde hacía años. Lo que sí lo sorprendió fue que Lord Solane no estuviera de acuerdo con él de inmediato, o que pareciera hablar con algo cercano a la admiración sobre otros países y sus habitantes. Lievran escuchó con atención, permitiéndose imaginar lo que Lord Solane habría visto en sus despliegues.
—¿Alguna vez has deseado viajar más lejos? —preguntó entonces Lord Solane.
La pregunta lo tomó por sorpresa. Nunca se había detenido a considerar si quería abandonar Galbadia, porque no era tan insensato como para alimentarse de esperanzas fútiles que jamás se harían realidad. La realidad solo dolería más. Siempre pertenecería a Lord Livius, y cuando él muriera, serviría a sus hijos, y luego a los hijos de sus hijos—era lo esperado, dado que los viera vivían más tiempo.
—Nunca lo he pensado, mi lord —admitió—. Mi lugar está en Galbadia, con Lord Livius.
—El lugar de una persona es aquel donde puede alcanzar su máximo potencial. Si eso es a lado de Lord Livius, que así sea, aunque me pregunto si tus talentos no están algo malgastados allí.
La admiración que había sentido por el discurso anterior de Lord Solane se transformó en ligera incomodidad ante aquella sutil crítica hacia Lord Livius. Apretó los labios, buscando una forma adecuada de negar la insinuación de que debería estar en otro lugar que no fuera junto a su amo, pero optó por guardar silencio. Lord Solane estaba siendo lo suficientemente franco como para que él no sintiera necesario contradecirlo abiertamente.
Limitarse a no decir nada que pudiera considerarse un insulto a Lord Livius sería lo más seguro.
—Si esta misión sale bien, Lord Livius y sus hijos podrían estar más dispuestos a viajar más allá —continuó Lord Solane. Lievran no sabía por qué pensaría eso, pero escuchó atentamente—. Y cuando lo hagan, quizá te encarguen a ti de su protección.
El lord construía la posibilidad con cuidado. No era una promesa. No podía garantizarlo. Solo una posibilidad. Un motivo para pensarlo. Lord Solane no sabía que Livius jamás se separaría demasiado tiempo de su “mascota”.
—Deberías considerar cómo sacar provecho de esa experiencia, si llegara el momento —aconsejó Lord Solane.
—Quizás… —respondió Lievran, guardándose las dudas que albergaba sobre la misión. Era un recordatorio de que no debía permitir que fantasías inútiles lo distrajeran en un entorno tan hostil. Sus orejas se movieron ligeramente mientras revisaba los sonidos del entorno.
Era una tontería imaginar qué haría si alguna vez viajara a cualquier otra tierra fuera de Galbadia. Lord Livius nunca permitiría que pisara tierras extranjeras, al menos no sin él presente, y en tal caso la experiencia sería muy limitada.
—Me aseguraré de aprovecharlo, mientras mi deber lo permita —dijo con palabras medidas, su tono más bajo—tal vez incluso inaudible con la tormenta.
Lord Solane agachó la cabeza para indicar que había dicho suficiente y luego subió la capucha. La nieve caía espesa y veloz, acumulándose sobre sus hombros, pegándose a su abrigo oscuro. Se acumulaba en la piel y en la parte superior de su mochila, y no se molestó en sacudirla ni cuando el peso del montículo empezaba a hacerse sentir.
El viento los atravesaba con un frío cortante. Cualquier piel expuesta ardía de dolor hasta entumecerse, y ni las capas ni las prendas podían mantener el frío fuera de sus huesos.
Caminaron hasta que la luz empezó a desvanecerse. El día terminó de golpe, como suele ocurrir en las lunas invernales, sumiéndolos en una oscuridad brillante y helada. Hacía ya mucho que no podían ver nada más que al otro y algún árbol ocasional que Lord Solane tenía que esquivar. A lo lejos, los lobos aullaban entre sí, pero no sonaban como si estuvieran cazando. Incluso los depredadores habían perdido el sentido en un clima así; solo un golpe de suerte improbable les permitiría encontrarlos.
La siguiente vez que Lord Solane se volvió para hablar con él, incluso él parecía un poco cansado, aunque la agudeza en sus ojos no había menguado.
—Debemos estar cerca. La cueva que buscamos se encuentra en la cara vertical de un acantilado que cruza nuestro camino. Piedras sueltas, de distinto color y composición geológica que las del suelo, deberían indicarnos que estamos cerca —explicó, inclinándose para ser escuchado—. Pero tendremos que excavar para encontrarlas. ¿Me ayudarás? Cualquier flora que encuentres que prefiera suelos pedregosos podría indicar lo mismo.
Ni la oscuridad ni el frío asustaban a Lievran, aunque sus orejas llevaban rato entumecidas. Funcionaban, aun así; el viento ahogaba casi todo, pero cualquier sonido a unos metros podía oírse. Los aullidos en la distancia no lo preocupaban demasiado.
Sintió una punzada de inquietud cuando notó los primeros signos de fatiga en el rostro de Lord Solane, sin embargo. El suyo debía reflejar algo similar, aunque él seguía decidido. Asintió ante la instrucción, con un gesto breve y educado, y enseguida se arrodilló sobre la nieve espesa para empezar a apartarla con las manos.
Pero su búsqueda no arrojó resultados. Su ceño se frunció, y sus ojos se entrecerraron mientras examinaba cada piedra que sacaba de la nieve. Eran todas iguales en color y forma a las anteriores. Tampoco había rastro de musgo o líquen.
Apretó los labios, preocupado, temeroso de decir algo. Era posible que Lord Solane se hubiera desviado del camino previsto, o que simplemente hubieran empezado a buscar en un punto sin indicios. Lord Solane se veía tan cansado como harto del tedio del viaje. No era un trayecto fácil, y aún les quedaba camino. Por lo que Lievran podía ver, ambos ansiaban un respiro.
Mientras él removía nieve, Lord Solane se desplazó a un área cercana, siempre dentro de su vista. Tardó más de lo previsto, teniendo que raspar nieve dura, pero al final encontró piedras distintas hacia el oeste. Cuando encontró un helecho resistente, lo arrancó por las frondas y se lo llevó a Lievran para pedir su opinión.
—Estos suelen crecer al pie de acantilados, ¿no es así? Si vamos por aquí, deberíamos dar con la pared rocosa.
Lievran sintió alivio al ver la planta. Acercó las manos enguantadas, pasó los dedos por las hojas pequeñas.
—Sí, mi lord. Debe de serlo —asintió, firme—. Suelen crecer cerca de las entradas de cuevas, donde la tierra es húmeda y ácida.
—Bien. No estamos lejos entonces.
Esa chispa de esperanza no se apagó ni cuando encontraron la entrada de la cueva cubierta por nieve. Era de esperarse con una tormenta así, y serviría de aislamiento una vez dentro. Lord Solane estuvo de acuerdo y comenzó a revisar su lado del muro improvisado. Poco después llegaron a la pared de roca tal como él había dicho, cubierta de escarcha.
—Con cuidado, mi lord. Si presiona la nieve demasiado rápido podría derrumbarse sobre usted —le advirtió Lievran. Se mantuvieron siempre a la vista del otro; lo último que necesitaban era separarse en medio de la tormenta.
Lievran examinó la nieve con atención, palmándola para encontrar zonas menos compactas. Tuvo suerte: pronto encontró un punto donde la acumulación era extraña, y al pasar las manos notó la forma dentada de un estalagmita sobresaliendo del suelo.
Con delicadeza, despejó la nieve alrededor, dejando caer montones que golpearon el suelo. Sabía que habría más “dientes” en la entrada, y que necesitarían herramientas para quitarlos. Pero si eran cuidadosos, podrían deslizarse entre ellos.
—¡Mi lord, aquí! —llamó, cruzando una mirada esperanzada con él.
Lord Solane se apresuró a su lado, y sus ojos brillaron con alivio. Se quitó la mochila, rebuscó dentro y sacó lo que parecía ser una pieza desmontada de un sable-pistola, con un borde plano y afilado, usándola para cavar con precisión entre los dientes de piedra. Lo justo para abrir una oscuridad hueca que, con trabajo, podría crecer lo suficiente para los dos.
Respiraba con esfuerzo mientras cavaba, deteniéndose cada tres golpes para mirar por encima del hombro. Lievran lo vio claramente: se sentía vulnerable arrodillado allí, dándole la espalda al exterior.
Lievran continuó apartando nieve, aunque vigilaba sin pausa. La inquietud de estar expuestos era lógica. Aunque dudaba que hubiera algo cerca, la vulnerabilidad era real. Le incomodaba un poco dejar que Lord Solane hiciera el trabajo pesado de rodillas mientras él hacía de centinela, pero la herramienta del Galbadiense era más adecuada, y su propia herramienta podría provocar un derrumbe si lo usaba mal.
Dejó que Lord Solane entrara primero, asegurándose de que nada acechara cerca, y solo lo siguió cuando él lo llamó. Encendió una pequeña linterna alimentada por ceruleum y la sujetó entre los dientes antes de agacharse para pasar por la estrecha entrada improvisada, avanzando entre los estalagmitas hasta encontrar un lugar seguro para ponerse de pie.
Finalmente, el sonido salvaje de la tormenta se apagó un poco, amortiguado por la pared de nieve. El hueco que habían excavado se llenaría pronto, lo suficiente para sellarlos de la intemperie.
Lievran recorrió el interior con la luz. La cueva era más profunda de lo que esperaba, sin señales de animales recientes. Fría, sí, pero más tolerable que afuera. Aspiró el aire para detectar agua estancada o gases malos, pero solo olía a tierra, humedad y minerales. Una delgada corriente de agua se filtraba desde el fondo, congelándose al tocar la pared nevada—una buena señal.
—Estamos a salvo, mi lord —afirmó.
Aunque, claro, también había considerado el lago un lugar seguro, así que se mantuvo alerta.
Era difícil escuchar a Lord Solane por encima del viento aullante y el crujido de sus pasos sobre la capa cada vez más gruesa de nieve que se formaba bajo ellos, y la pregunta hizo que Lievran frunciera el ceño. Lord Livius lo ataba con correa corta, incluso cuando lo enviaba en encargos o lo hacía acompañar a sus hijos.
Su amo siempre había disfrutado llevarlo consigo cuando viajaba para cerrar tratos, especialmente cuando Lievran era más joven, usándolo para granjearse el favor de sus socios. Un sirviente viera joven era una auténtica rareza para muchas personas dentro del imperio.
—Nunca demasiado lejos de Galbadia, mi lord. Lo más lejos que he llegado es la frontera sur —respondió, alzando la voz para hacerse oír—. Siempre a unos días a lo sumo; lo más lejos fue cerca del límite sur.
Lord Livius confiaba en su lealtad, o al menos en su sentido común: intentar escapar tendría consecuencias terribles, pero de cualquier modo, jamás le permitió la oportunidad de poner a prueba esa lealtad.
—Debes conocer bien los caminos y las tierras salvajes del Norte —comentó Lord Solane.
—Me esfuerzo, mi lord —respondió, aunque no estaba seguro de conocer realmente tanto sobre los caminos del Norte. Al menos, nunca se había perdido al acompañar a Livius o a sus hijos.
Intentó desviar la conversación lejos de sí y evitar aburrir a Lord Solane. La vida de un sirviente o un simple retén difícilmente sería de interés para un noble y oficial como él.
—¿Puedo preguntarle lo mismo, mi lord?
—He hecho un periodo de servicio en Smarthia. También tuve ocasión de visitar otros países. Balamb y Aetheria, y el Bajo Condado en distintas misiones.
—Mi lord es muy afortunado de haber visto tantos lugares —confesó antes de darse cuenta de que las palabras se le habían escapado. Esperó que el viento implacable hubiera ahogado su voz, pero por si acaso añadió—: Pero ninguno puede compararse a Galbadia.
—No puedes saber si pueden compararse —señaló Lord Solane, la corrección tan suave como directa—. Pero tienes razón en que ha sido un privilegio salir del crisol de poder. Tuve la oportunidad de conocer, conversar y aprender de una gran variedad de personas.
Aunque luchaba contra el viento para ser escuchado y le tomaba tiempo expresar sus ideas, hablaba con la dicción de un profesor apasionado. Lievran podía oír en su voz que de verdad había disfrutado esos viajes.
No le había sorprendido la corrección de Lord Solane; sus palabras eran fórmulas practicadas, aprendidas desde hacía años. Lo que sí lo sorprendió fue que Lord Solane no estuviera de acuerdo con él de inmediato, o que pareciera hablar con algo cercano a la admiración sobre otros países y sus habitantes. Lievran escuchó con atención, permitiéndose imaginar lo que Lord Solane habría visto en sus despliegues.
—¿Alguna vez has deseado viajar más lejos? —preguntó entonces Lord Solane.
La pregunta lo tomó por sorpresa. Nunca se había detenido a considerar si quería abandonar Galbadia, porque no era tan insensato como para alimentarse de esperanzas fútiles que jamás se harían realidad. La realidad solo dolería más. Siempre pertenecería a Lord Livius, y cuando él muriera, serviría a sus hijos, y luego a los hijos de sus hijos—era lo esperado, dado que los viera vivían más tiempo.
—Nunca lo he pensado, mi lord —admitió—. Mi lugar está en Galbadia, con Lord Livius.
—El lugar de una persona es aquel donde puede alcanzar su máximo potencial. Si eso es a lado de Lord Livius, que así sea, aunque me pregunto si tus talentos no están algo malgastados allí.
La admiración que había sentido por el discurso anterior de Lord Solane se transformó en ligera incomodidad ante aquella sutil crítica hacia Lord Livius. Apretó los labios, buscando una forma adecuada de negar la insinuación de que debería estar en otro lugar que no fuera junto a su amo, pero optó por guardar silencio. Lord Solane estaba siendo lo suficientemente franco como para que él no sintiera necesario contradecirlo abiertamente.
Limitarse a no decir nada que pudiera considerarse un insulto a Lord Livius sería lo más seguro.
—Si esta misión sale bien, Lord Livius y sus hijos podrían estar más dispuestos a viajar más allá —continuó Lord Solane. Lievran no sabía por qué pensaría eso, pero escuchó atentamente—. Y cuando lo hagan, quizá te encarguen a ti de su protección.
El lord construía la posibilidad con cuidado. No era una promesa. No podía garantizarlo. Solo una posibilidad. Un motivo para pensarlo. Lord Solane no sabía que Livius jamás se separaría demasiado tiempo de su “mascota”.
—Deberías considerar cómo sacar provecho de esa experiencia, si llegara el momento —aconsejó Lord Solane.
—Quizás… —respondió Lievran, guardándose las dudas que albergaba sobre la misión. Era un recordatorio de que no debía permitir que fantasías inútiles lo distrajeran en un entorno tan hostil. Sus orejas se movieron ligeramente mientras revisaba los sonidos del entorno.
Era una tontería imaginar qué haría si alguna vez viajara a cualquier otra tierra fuera de Galbadia. Lord Livius nunca permitiría que pisara tierras extranjeras, al menos no sin él presente, y en tal caso la experiencia sería muy limitada.
—Me aseguraré de aprovecharlo, mientras mi deber lo permita —dijo con palabras medidas, su tono más bajo—tal vez incluso inaudible con la tormenta.
Lord Solane agachó la cabeza para indicar que había dicho suficiente y luego subió la capucha. La nieve caía espesa y veloz, acumulándose sobre sus hombros, pegándose a su abrigo oscuro. Se acumulaba en la piel y en la parte superior de su mochila, y no se molestó en sacudirla ni cuando el peso del montículo empezaba a hacerse sentir.
El viento los atravesaba con un frío cortante. Cualquier piel expuesta ardía de dolor hasta entumecerse, y ni las capas ni las prendas podían mantener el frío fuera de sus huesos.
Caminaron hasta que la luz empezó a desvanecerse. El día terminó de golpe, como suele ocurrir en las lunas invernales, sumiéndolos en una oscuridad brillante y helada. Hacía ya mucho que no podían ver nada más que al otro y algún árbol ocasional que Lord Solane tenía que esquivar. A lo lejos, los lobos aullaban entre sí, pero no sonaban como si estuvieran cazando. Incluso los depredadores habían perdido el sentido en un clima así; solo un golpe de suerte improbable les permitiría encontrarlos.
La siguiente vez que Lord Solane se volvió para hablar con él, incluso él parecía un poco cansado, aunque la agudeza en sus ojos no había menguado.
—Debemos estar cerca. La cueva que buscamos se encuentra en la cara vertical de un acantilado que cruza nuestro camino. Piedras sueltas, de distinto color y composición geológica que las del suelo, deberían indicarnos que estamos cerca —explicó, inclinándose para ser escuchado—. Pero tendremos que excavar para encontrarlas. ¿Me ayudarás? Cualquier flora que encuentres que prefiera suelos pedregosos podría indicar lo mismo.
Ni la oscuridad ni el frío asustaban a Lievran, aunque sus orejas llevaban rato entumecidas. Funcionaban, aun así; el viento ahogaba casi todo, pero cualquier sonido a unos metros podía oírse. Los aullidos en la distancia no lo preocupaban demasiado.
Sintió una punzada de inquietud cuando notó los primeros signos de fatiga en el rostro de Lord Solane, sin embargo. El suyo debía reflejar algo similar, aunque él seguía decidido. Asintió ante la instrucción, con un gesto breve y educado, y enseguida se arrodilló sobre la nieve espesa para empezar a apartarla con las manos.
Pero su búsqueda no arrojó resultados. Su ceño se frunció, y sus ojos se entrecerraron mientras examinaba cada piedra que sacaba de la nieve. Eran todas iguales en color y forma a las anteriores. Tampoco había rastro de musgo o líquen.
Apretó los labios, preocupado, temeroso de decir algo. Era posible que Lord Solane se hubiera desviado del camino previsto, o que simplemente hubieran empezado a buscar en un punto sin indicios. Lord Solane se veía tan cansado como harto del tedio del viaje. No era un trayecto fácil, y aún les quedaba camino. Por lo que Lievran podía ver, ambos ansiaban un respiro.
Mientras él removía nieve, Lord Solane se desplazó a un área cercana, siempre dentro de su vista. Tardó más de lo previsto, teniendo que raspar nieve dura, pero al final encontró piedras distintas hacia el oeste. Cuando encontró un helecho resistente, lo arrancó por las frondas y se lo llevó a Lievran para pedir su opinión.
—Estos suelen crecer al pie de acantilados, ¿no es así? Si vamos por aquí, deberíamos dar con la pared rocosa.
Lievran sintió alivio al ver la planta. Acercó las manos enguantadas, pasó los dedos por las hojas pequeñas.
—Sí, mi lord. Debe de serlo —asintió, firme—. Suelen crecer cerca de las entradas de cuevas, donde la tierra es húmeda y ácida.
—Bien. No estamos lejos entonces.
Esa chispa de esperanza no se apagó ni cuando encontraron la entrada de la cueva cubierta por nieve. Era de esperarse con una tormenta así, y serviría de aislamiento una vez dentro. Lord Solane estuvo de acuerdo y comenzó a revisar su lado del muro improvisado. Poco después llegaron a la pared de roca tal como él había dicho, cubierta de escarcha.
—Con cuidado, mi lord. Si presiona la nieve demasiado rápido podría derrumbarse sobre usted —le advirtió Lievran. Se mantuvieron siempre a la vista del otro; lo último que necesitaban era separarse en medio de la tormenta.
Lievran examinó la nieve con atención, palmándola para encontrar zonas menos compactas. Tuvo suerte: pronto encontró un punto donde la acumulación era extraña, y al pasar las manos notó la forma dentada de un estalagmita sobresaliendo del suelo.
Con delicadeza, despejó la nieve alrededor, dejando caer montones que golpearon el suelo. Sabía que habría más “dientes” en la entrada, y que necesitarían herramientas para quitarlos. Pero si eran cuidadosos, podrían deslizarse entre ellos.
—¡Mi lord, aquí! —llamó, cruzando una mirada esperanzada con él.
Lord Solane se apresuró a su lado, y sus ojos brillaron con alivio. Se quitó la mochila, rebuscó dentro y sacó lo que parecía ser una pieza desmontada de un sable-pistola, con un borde plano y afilado, usándola para cavar con precisión entre los dientes de piedra. Lo justo para abrir una oscuridad hueca que, con trabajo, podría crecer lo suficiente para los dos.
Respiraba con esfuerzo mientras cavaba, deteniéndose cada tres golpes para mirar por encima del hombro. Lievran lo vio claramente: se sentía vulnerable arrodillado allí, dándole la espalda al exterior.
Lievran continuó apartando nieve, aunque vigilaba sin pausa. La inquietud de estar expuestos era lógica. Aunque dudaba que hubiera algo cerca, la vulnerabilidad era real. Le incomodaba un poco dejar que Lord Solane hiciera el trabajo pesado de rodillas mientras él hacía de centinela, pero la herramienta del Galbadiense era más adecuada, y su propia herramienta podría provocar un derrumbe si lo usaba mal.
Dejó que Lord Solane entrara primero, asegurándose de que nada acechara cerca, y solo lo siguió cuando él lo llamó. Encendió una pequeña linterna alimentada por ceruleum y la sujetó entre los dientes antes de agacharse para pasar por la estrecha entrada improvisada, avanzando entre los estalagmitas hasta encontrar un lugar seguro para ponerse de pie.
Finalmente, el sonido salvaje de la tormenta se apagó un poco, amortiguado por la pared de nieve. El hueco que habían excavado se llenaría pronto, lo suficiente para sellarlos de la intemperie.
Lievran recorrió el interior con la luz. La cueva era más profunda de lo que esperaba, sin señales de animales recientes. Fría, sí, pero más tolerable que afuera. Aspiró el aire para detectar agua estancada o gases malos, pero solo olía a tierra, humedad y minerales. Una delgada corriente de agua se filtraba desde el fondo, congelándose al tocar la pared nevada—una buena señal.
—Estamos a salvo, mi lord —afirmó.
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Listas y Probaciones / Re: New Probation Time!
« Last post by Cho on November 30, 2025, 11:00:00 PM »
Probaciones pronto.
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HiMEverse / Re: HiMEverse Episode V: The Rebels Strike Back
« Last post by Mimi Tachikawa on November 30, 2025, 10:59:12 PM »Hoi hoi vengo con un fic rapido:
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Era una nueva semana en Hanasaki y un nuevo alumno caminaba con ánimos hacia la escuela, aquel joven se llamaba Deuce Spade y era un alumno de intercambio proveniente de Inglaterra, estaba emocionado porque por fin podría ir a un instituto reconocido a nivel mundial, lo cual su mamá estaría orgullosa de él, en medio del camino observó a un joven pelirosa, de traje blanco que miraba a todos lados como si estuviera perdido.
Donde estarán Itsuki-nii y Kei-chan…-
¿Disculpa, puedo ayudarte en algo? ...-
El chico parpadeó un par de veces, como si midiera si debía confiar en aquel extraño. Finalmente, respiró profundamente.
Creo que sí…-respondió con una voz suave, algo avergonzada-. Estoy buscando a mis compañeros… Itsuki-nii y Kei-chan. Quedamos en vernos por este lugar pero… -sus ojos se desviaron hacia la calle, inquietos- creo que me he perdido porque no sé dónde están- dijo aun nervioso-
Deuce observó a su alrededor, aunque no tenía la menor idea de dónde podrían estar sus amigos. Era su primer día en Hanasaki y prácticamente en Japón; apenas se estaba guiando con Google maps.
-Puedo ayudarte a buscarlos -dijo con un tono seguro, incluso si él mismo no sabía por dónde empezar-. Soy nuevo aquí, pero… dos pares de ojos buscan mejor que uno, ¿no?
El chico pelirosa lo miró por unos segundos que se hicieron largos, estudiándolo, como si tratara de descifrar si era confiable. Luego, esbozó una amplia sonrisa.
Entonces aceptaré tu ayuda… mi nombre es Rokuta – dijo con una amplia sonrisa mientras extendia sus manos- y tu eres??-
Mi nombre Deuce Spade…-dijo saludándolo cortésmente-
Ambos comenzaron a caminar por la vereda, siguiendo la corriente de estudiantes que avanzaban hacia el campus.
Bueno, si quedaron en el parque, lo mejor es buscar por aquí primero -propuso mientras sacaba su teléfono- Pero… soy extranjero, así que no conozco nada todavía. Usaremos Google Maps ¿sí?
Rokuta lo miró confundido… pero también aliviado.
No soy mucho de usar el celular por lo cual seria de gran ayuda…muchas gracias Deuce-chan…-
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Ambos caminaron por un parque que tenía varios senderos: uno bordeaba el lago artificial, otro cruzaba por el centro hacia una glorieta, y otro se adentraba más hacia una pequeña zona boscosa donde la mayoría de las personas se reunían a descansar.
Deuce abrió Google Maps, observando el mapa con concentración.
Bueno bueno aquí estamos -dijo señalando el punto azul-
¿Suelen reunirse por aquí cerca al parque o en algún lugar específico?
Rokuta apretó sus manos.
-Normalmente… cerca del lago. A Kei-chan le gusta ver los peces mientras se inspira para poder escribir nuestras canciones, mientras Itsuki-nii siempre llega temprano para vigilarme… -se sonrojó un poco- Porque dice que me distraigo fácil.
Deuce casi iba a empezar a reírse a carcajadas, pero al ver la inocencia de Rokuta, prefirió no hacerlo ya que el joven le estaba cayendo muy bien.
-Entonces revisemos el camino del lago primero – le dijo mientras tenia su mirada fijada en su celular con el app de Google- Google Maps dice que es por aquí.
Rokuta asintió enseguida, y caminaron hacia el sendero que bordeaba el agua.
El lago brillaba con reflejos dorados bajo la mañana. Algunos niños jugaban con barquitos, y una pareja alimentaba a los patos. Pero Rokuta se preocupó al no ver a Itsuki o Kei cerca.
Rokuta observaba con ojos inquietos a todos los que pasaban.
-No están -murmuró- Kei-chan siempre es muy puntual… si dijo que vendría, lo haría…-
Deuce revisó otra vez el mapa.
-Bien, probemos la glorieta. Está al centro del parque. Según esto… solo hay que seguir este sendero-
Caminaron por un buen rato, y Deuce se dio cuenta de que Rokuta apretaba los labios cada vez que pasaban junto a alguien que se parecía vagamente a sus amigos. Su tensión era evidente, así que decidió romper el silencio.
-¿Desde hace cuánto tiempo son amigos? -preguntó.
Rokuta bajó un poco la mirada.
A Itsuki-nii lo conozco desde niño, ya que pasaron algunas cosas que nos reunieron… podría decirse que es casi como un hermano mayor -sonrió suavemente- Kei-chan y yo nos conocimos desde hace 3 años – suspiró- desde entonces… siempre estamos juntos.
Deuce sintió un calor extraño en el pecho. Rokuta hablaba con un cariño genuino.
La glorieta finalmente apareció ante ellos. Varias personas descansaban allí, pero ninguno era sus amigos.
Rokuta soltó aire, frustrado.
Nada… tampoco aquí-
Deuce volvió a mirar su mapa, acercando el zoom.
Aún queda una zona más -dijo con una mirada llena de esperanza- Este camino de árboles. ¿Van ahí seguido?
Rokuta dudó, pero asintió.
Kei-chan va ahí cuando está molesto o quiere pensar. Itsuki-nii suele ir si necesita tranquilidad.
Eso llamó la atención de Deuce.
-¿Crees que hoy podrían haber ido allí por algo?-
Rokuta bajó la mirada.
No lo sé. Kei-chan estaba extraño anoche… e Itsuki-nii dijo que hablaríamos de “algo importante” al llegar… -apretó los puños- y ahora no están.
Deuce quiso tranquilizarlo, pero no sabía cómo. Lo único que podía hacer era caminar a su lado.
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El sendero de árboles era más silencioso. El viento crujía entre las hojas. Había menos gente, solo algún corredor matutino y un anciano paseando a su perro.
Según Google Maps -dijo Deuce- este sendero conecta con la parte trasera del parque. Quizá estaban aquí… y simplemente no nos cruzamos con ellos.
Rokuta negó suavemente.
Si estuvieran por aquí… los habría visto. Este lugar es pequeño…-
Pero caminó igual, con pasos más rápidos.
Deuce también aceleró, intentando no perderse. Era la primera vez que recorría ese parque y sin el mapa se habría desorientado al instante.
Cuando llegaron a un claro pequeño con bancos de madera, Rokuta se detuvo en seco.
Aquí es donde Kei-chan se sienta cuando se siente perdido….-susurró tocando un banco con la punta de los dedos-Pero… no está. Y tampoco veo el cuaderno de Itsuki-nii.
Deuce guardó su teléfono y se acercó.
Aún no significa nada malo -dijo con suavidad- Quizá cambiaron de plan. Quizá te están buscando en otro lado.
Rokuta bajó la cabeza.
¿Y por qué no me escribieron?… -preguntó en voz baja
Deuce dudó… pero terminó apoyando una mano en su hombro, sin saber si era demasiado atrevido.
Rokuta no se apartó. Su respiración temblaba.
-Vamos a encontrarlos -dijo Deuce con seriedad- Pero no nos vamos a rendir. Podemos revisar los alrededores, y luego… -sacó el teléfono de nuevo- buscar rutas posibles con Google Maps. Si salieron del parque, hay tres direcciones por las que pudieron ir.
Rokuta lo miró con los ojos brillantes.
Deuce-chan… gracias. Si estuviera solo… creo que ya estaría llorando.
Puedes llorar si lo necesitas -respondió él sin pensar demasiado- yo estoy contigo.
Rokuta parpadeó, sorprendido por la sinceridad repentina. Una leve sonrisa, frágil pero real, apareció en su rostro.
Vamos… quiero encontrarlos -dijo recuperando un poco de fuerza.
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Era una nueva semana en Hanasaki y un nuevo alumno caminaba con ánimos hacia la escuela, aquel joven se llamaba Deuce Spade y era un alumno de intercambio proveniente de Inglaterra, estaba emocionado porque por fin podría ir a un instituto reconocido a nivel mundial, lo cual su mamá estaría orgullosa de él, en medio del camino observó a un joven pelirosa, de traje blanco que miraba a todos lados como si estuviera perdido.
Donde estarán Itsuki-nii y Kei-chan…-
¿Disculpa, puedo ayudarte en algo? ...-
El chico parpadeó un par de veces, como si midiera si debía confiar en aquel extraño. Finalmente, respiró profundamente.
Creo que sí…-respondió con una voz suave, algo avergonzada-. Estoy buscando a mis compañeros… Itsuki-nii y Kei-chan. Quedamos en vernos por este lugar pero… -sus ojos se desviaron hacia la calle, inquietos- creo que me he perdido porque no sé dónde están- dijo aun nervioso-
Deuce observó a su alrededor, aunque no tenía la menor idea de dónde podrían estar sus amigos. Era su primer día en Hanasaki y prácticamente en Japón; apenas se estaba guiando con Google maps.
-Puedo ayudarte a buscarlos -dijo con un tono seguro, incluso si él mismo no sabía por dónde empezar-. Soy nuevo aquí, pero… dos pares de ojos buscan mejor que uno, ¿no?
El chico pelirosa lo miró por unos segundos que se hicieron largos, estudiándolo, como si tratara de descifrar si era confiable. Luego, esbozó una amplia sonrisa.
Entonces aceptaré tu ayuda… mi nombre es Rokuta – dijo con una amplia sonrisa mientras extendia sus manos- y tu eres??-
Mi nombre Deuce Spade…-dijo saludándolo cortésmente-
Ambos comenzaron a caminar por la vereda, siguiendo la corriente de estudiantes que avanzaban hacia el campus.
Bueno, si quedaron en el parque, lo mejor es buscar por aquí primero -propuso mientras sacaba su teléfono- Pero… soy extranjero, así que no conozco nada todavía. Usaremos Google Maps ¿sí?
Rokuta lo miró confundido… pero también aliviado.
No soy mucho de usar el celular por lo cual seria de gran ayuda…muchas gracias Deuce-chan…-
-------------------------------
Ambos caminaron por un parque que tenía varios senderos: uno bordeaba el lago artificial, otro cruzaba por el centro hacia una glorieta, y otro se adentraba más hacia una pequeña zona boscosa donde la mayoría de las personas se reunían a descansar.
Deuce abrió Google Maps, observando el mapa con concentración.
Bueno bueno aquí estamos -dijo señalando el punto azul-
¿Suelen reunirse por aquí cerca al parque o en algún lugar específico?
Rokuta apretó sus manos.
-Normalmente… cerca del lago. A Kei-chan le gusta ver los peces mientras se inspira para poder escribir nuestras canciones, mientras Itsuki-nii siempre llega temprano para vigilarme… -se sonrojó un poco- Porque dice que me distraigo fácil.
Deuce casi iba a empezar a reírse a carcajadas, pero al ver la inocencia de Rokuta, prefirió no hacerlo ya que el joven le estaba cayendo muy bien.
-Entonces revisemos el camino del lago primero – le dijo mientras tenia su mirada fijada en su celular con el app de Google- Google Maps dice que es por aquí.
Rokuta asintió enseguida, y caminaron hacia el sendero que bordeaba el agua.
El lago brillaba con reflejos dorados bajo la mañana. Algunos niños jugaban con barquitos, y una pareja alimentaba a los patos. Pero Rokuta se preocupó al no ver a Itsuki o Kei cerca.
Rokuta observaba con ojos inquietos a todos los que pasaban.
-No están -murmuró- Kei-chan siempre es muy puntual… si dijo que vendría, lo haría…-
Deuce revisó otra vez el mapa.
-Bien, probemos la glorieta. Está al centro del parque. Según esto… solo hay que seguir este sendero-
Caminaron por un buen rato, y Deuce se dio cuenta de que Rokuta apretaba los labios cada vez que pasaban junto a alguien que se parecía vagamente a sus amigos. Su tensión era evidente, así que decidió romper el silencio.
-¿Desde hace cuánto tiempo son amigos? -preguntó.
Rokuta bajó un poco la mirada.
A Itsuki-nii lo conozco desde niño, ya que pasaron algunas cosas que nos reunieron… podría decirse que es casi como un hermano mayor -sonrió suavemente- Kei-chan y yo nos conocimos desde hace 3 años – suspiró- desde entonces… siempre estamos juntos.
Deuce sintió un calor extraño en el pecho. Rokuta hablaba con un cariño genuino.
La glorieta finalmente apareció ante ellos. Varias personas descansaban allí, pero ninguno era sus amigos.
Rokuta soltó aire, frustrado.
Nada… tampoco aquí-
Deuce volvió a mirar su mapa, acercando el zoom.
Aún queda una zona más -dijo con una mirada llena de esperanza- Este camino de árboles. ¿Van ahí seguido?
Rokuta dudó, pero asintió.
Kei-chan va ahí cuando está molesto o quiere pensar. Itsuki-nii suele ir si necesita tranquilidad.
Eso llamó la atención de Deuce.
-¿Crees que hoy podrían haber ido allí por algo?-
Rokuta bajó la mirada.
No lo sé. Kei-chan estaba extraño anoche… e Itsuki-nii dijo que hablaríamos de “algo importante” al llegar… -apretó los puños- y ahora no están.
Deuce quiso tranquilizarlo, pero no sabía cómo. Lo único que podía hacer era caminar a su lado.
------------------------------------
El sendero de árboles era más silencioso. El viento crujía entre las hojas. Había menos gente, solo algún corredor matutino y un anciano paseando a su perro.
Según Google Maps -dijo Deuce- este sendero conecta con la parte trasera del parque. Quizá estaban aquí… y simplemente no nos cruzamos con ellos.
Rokuta negó suavemente.
Si estuvieran por aquí… los habría visto. Este lugar es pequeño…-
Pero caminó igual, con pasos más rápidos.
Deuce también aceleró, intentando no perderse. Era la primera vez que recorría ese parque y sin el mapa se habría desorientado al instante.
Cuando llegaron a un claro pequeño con bancos de madera, Rokuta se detuvo en seco.
Aquí es donde Kei-chan se sienta cuando se siente perdido….-susurró tocando un banco con la punta de los dedos-Pero… no está. Y tampoco veo el cuaderno de Itsuki-nii.
Deuce guardó su teléfono y se acercó.
Aún no significa nada malo -dijo con suavidad- Quizá cambiaron de plan. Quizá te están buscando en otro lado.
Rokuta bajó la cabeza.
¿Y por qué no me escribieron?… -preguntó en voz baja
Deuce dudó… pero terminó apoyando una mano en su hombro, sin saber si era demasiado atrevido.
Rokuta no se apartó. Su respiración temblaba.
-Vamos a encontrarlos -dijo Deuce con seriedad- Pero no nos vamos a rendir. Podemos revisar los alrededores, y luego… -sacó el teléfono de nuevo- buscar rutas posibles con Google Maps. Si salieron del parque, hay tres direcciones por las que pudieron ir.
Rokuta lo miró con los ojos brillantes.
Deuce-chan… gracias. Si estuviera solo… creo que ya estaría llorando.
Puedes llorar si lo necesitas -respondió él sin pensar demasiado- yo estoy contigo.
Rokuta parpadeó, sorprendido por la sinceridad repentina. Una leve sonrisa, frágil pero real, apareció en su rostro.
Vamos… quiero encontrarlos -dijo recuperando un poco de fuerza.
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HiMEverse / Re: HiMEverse Episode V: The Rebels Strike Back
« Last post by Sayi on November 30, 2025, 08:33:20 PM »Vengo con fic <3
La corriente de viajeros cruzando la puerta de llegadas empezaba a incrementar, anunciando a su manera el terminar de los trámites de aduanas. En la pantalla colgando sobre la entrada, el vuelo de Kaien, proveniente de Sidney, Australia, llevaba casi cuarenta minutos marcado como ‘Aterrizo’…y, sacando la cuenta, ya debería haber recogido sus maletas y estar a punto de cruzar el umbral.
A su lado, Hige rebotaba de la emoción, y no podía aguantar los pequeños saltos acompañando su exuberante ilusión. Cada vez que un pelinegro aparecía en la sala de recepción, el castaño se ilusionaba solo para desanimarse un instante después al notar que no se trataba de Kaien. Sayi sonrió para si misma. A su manera, compartía la emoción de su Child… al igual que Ichigo, Tsukino, Kano, Taikoubou, Holden, Hagu, su tía y Hiro. Era una excepcional bienvenida la que le esperaba a su hermanastro.
Su mirada se giró hacia Ichigo y Bou, quienes conversaban mientras miraban algo en el celular del rubio. A Sayi le daba gusto ver como los mejores amigos parecían retomar su cercanía desde que Bou había regresado de China. La distancia solía hacer de las suyas, lamentablemente, y a Sayi le reconfortaba el “lado positivo” de que Bou hubiese regresado para ayudarla con el conflicto HiME Rebel.
El “lado positivo”…
Bou rió ante una ocurrencia de Ichigo, y Sayi sintió que la culpa le apretaba su pecho. Si bien le alegraba ver a los amigos más unidos que antes, no podía ignorar el de hecho que Taikoubou había dejado su vida en Beijing para ayudarla en una guerra a la que él nunca se había apuntado.
Pensó también en Haru, quien se había instalado en Tokyo, una ciudad donde no tenía familia, solo por seguir a Taikoubou. Y ahora, la última casualidad de su decisión… Kaien. El, que llevaba tres años viviendo en Australia, de pronto había solicitado su traslado a Hanasaky y regresado al nido son mucha explicación.
Y si bien Kaien no le había dicho que había tomado la decisión for ella o Hige, a Sayi le mortificaba la idea de que así fuera.
“¡¡KAIEN!!”
La voz de Hige resonó en el aeropuerto entero, alertando a todo ser vivo de la llegada de Kaien Kurosaki junto a sus tres maletas y tabla de surf. En cuanto lo ubicaron, el grupo entero corrió a darle la bienvenida, con Ichigo siendo el primero en envolver a su gemelo en un abrazo.
Si bien habían visto a Kaien hace unos pocos meses, esta bienvenida se sentía distinta. Saber que ahora regresaba a vivir a Japón hacía que todo pareciera más real. La idea de que podía reintegrarse a la rutina, a saber que estaría fisicamente ahí, daba al evento un peso especial.
Luego de abrazar a su papa y a Izumi, Kaien envolvió a Sayi en un fuerte abrazo. Y, por primera vez en mucho tiempo, la pelirrosa sintió que tenía a todo su soporte allí mismo. En Tokyo.
La corriente de viajeros cruzando la puerta de llegadas empezaba a incrementar, anunciando a su manera el terminar de los trámites de aduanas. En la pantalla colgando sobre la entrada, el vuelo de Kaien, proveniente de Sidney, Australia, llevaba casi cuarenta minutos marcado como ‘Aterrizo’…y, sacando la cuenta, ya debería haber recogido sus maletas y estar a punto de cruzar el umbral.
A su lado, Hige rebotaba de la emoción, y no podía aguantar los pequeños saltos acompañando su exuberante ilusión. Cada vez que un pelinegro aparecía en la sala de recepción, el castaño se ilusionaba solo para desanimarse un instante después al notar que no se trataba de Kaien. Sayi sonrió para si misma. A su manera, compartía la emoción de su Child… al igual que Ichigo, Tsukino, Kano, Taikoubou, Holden, Hagu, su tía y Hiro. Era una excepcional bienvenida la que le esperaba a su hermanastro.
Su mirada se giró hacia Ichigo y Bou, quienes conversaban mientras miraban algo en el celular del rubio. A Sayi le daba gusto ver como los mejores amigos parecían retomar su cercanía desde que Bou había regresado de China. La distancia solía hacer de las suyas, lamentablemente, y a Sayi le reconfortaba el “lado positivo” de que Bou hubiese regresado para ayudarla con el conflicto HiME Rebel.
El “lado positivo”…
Bou rió ante una ocurrencia de Ichigo, y Sayi sintió que la culpa le apretaba su pecho. Si bien le alegraba ver a los amigos más unidos que antes, no podía ignorar el de hecho que Taikoubou había dejado su vida en Beijing para ayudarla en una guerra a la que él nunca se había apuntado.
Pensó también en Haru, quien se había instalado en Tokyo, una ciudad donde no tenía familia, solo por seguir a Taikoubou. Y ahora, la última casualidad de su decisión… Kaien. El, que llevaba tres años viviendo en Australia, de pronto había solicitado su traslado a Hanasaky y regresado al nido son mucha explicación.
Y si bien Kaien no le había dicho que había tomado la decisión for ella o Hige, a Sayi le mortificaba la idea de que así fuera.
“¡¡KAIEN!!”
La voz de Hige resonó en el aeropuerto entero, alertando a todo ser vivo de la llegada de Kaien Kurosaki junto a sus tres maletas y tabla de surf. En cuanto lo ubicaron, el grupo entero corrió a darle la bienvenida, con Ichigo siendo el primero en envolver a su gemelo en un abrazo.
Si bien habían visto a Kaien hace unos pocos meses, esta bienvenida se sentía distinta. Saber que ahora regresaba a vivir a Japón hacía que todo pareciera más real. La idea de que podía reintegrarse a la rutina, a saber que estaría fisicamente ahí, daba al evento un peso especial.
Luego de abrazar a su papa y a Izumi, Kaien envolvió a Sayi en un fuerte abrazo. Y, por primera vez en mucho tiempo, la pelirrosa sintió que tenía a todo su soporte allí mismo. En Tokyo.
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HiMEverse / Re: HiMEverse Episode V: The Rebels Strike Back
« Last post by Eureka on November 30, 2025, 06:38:40 PM »1300 palabras en 40 minutos un dia hare 2000 en media hora se los juro
Íconos… pronto
“¿Ustedes creen… que Eureka estará bien?” Preguntó Ryoji, mientras una parte de los residentes de la mansión Vi Britannia compartía un momento de calidad en uno de los salones de estar. Habían coincidido por un milagro (tal vez navideño, aunque faltaban meses para la época más feliz del año) esa tarde después del desastre peluquero de su amiga y se habían puesto a preparar algo caliente de tomar y algunos bocadillos sin pensarlo dos veces.
“No creo que sea tan difícil de arreglar. Me dijo en la mañana que iría a la peluquería sí o sí para retocarse un poco el peinado y pedir una rutina capilar para mantener los pocos pelos que le quedaban en la cabeza.”
“Ay, no seas exagerado.” Kanone tomó un sorbo de su taza de chocolate caliente. “Hablas como si se le hubiera caído mucho pelo.”
“Bueno, sí perdió un poco de volumen. Aunque tal vez es solo frizz…”
“Sí, tienes razón. En fin, hicimos lo que pudimos. Ninguno de nosotros es experto en peluquería y tampoco teníamos las herramientas indicadas para ayudarla.”
“Ajá.” Hizumi asintió. “Entonces, ¿por qué estás tan preocupado? Es como si te sintieras responsable por lo que ocurrió anoche.”
“Bueno…” Ryoji suspiró. “Se nota que la está pasando mal. Y, aun así, seguimos aquí… comiendo bocadillos, tomando chocolate caliente y pasando un buen rato en la casa de su ex.”
“No sé tú, pero creo que planear una mudanza y encontrar un buen departamento son tareas que requieren de más tiempo, ¿verdad? No podemos hacer eso en… un día,” se quejó Hizumi. “Además, Kanone y yo ya hemos estado buscando posibles opciones. Y el mercado de alquiler está terrible.”
“Es cierto.” Kanone le dio la razón. “Los precios están por las nubes y los lugares son enanos. Además, hay ciertas áreas más accesibles que otras, pero están cerca de lugares peligrosos, barrios lejanos o zonas rojas. El panorama es muy deprimente, Ryoji.”
“Me imagino…” Ryoji suspiró.
“No quiero que pienses que nosotros también estamos conforme con la situación. Es solo que… es más difícil que hacerle una promesa a Eu. Quiero cumplirla tanto como tú… y estoy seguro de que al menos para fin de año conseguiremos algo, pero sé que va a tomar tiempo.”
“Tienes razón.”
“Y… tenemos que comentárselo a Yoite y al resto. Bueno, en especial a Soul, porque de seguro él querrá irse con nosotros. No es que se lleve mal con Lelouch, pero…”
“Pero tampoco sabe cómo mirarlo a la cara ahora sin llenarse de rabia,” comentó Kanone.
“¿Ves? Por comentarios como ese, a veces pienso que aún te gusta Eu,” le dijo Hizumi entre risas.
“Pero Hizumi, tú también te sientes igual.” Kanone le sonrió.
“¿Qué? A mí no me gusta—”
“Claro que no.” Kanone rio. “Pero le guardas cierto resentimiento a Lelouch por haberle hecho daño. Creo que todos los residentes de la mansión estamos en la misma situación… incluso los hermanos de él.”
“Ah, Miharu no lo quiere ver ni en pintura, haha.” Hizumi asintió. “Bueno, sí… es cierto. Tal vez solo quería joderte un poco.”
“Entendible.”
“Hola…”
Los tres saltaron un poco en sus sitios por el trauma reflejo de pensar que se trataba de Lelouch, a quien andaban criticando, pero solo era Soul, quien parecía que acababa de llegar de clases.
“¿De qué están hablando?”
“De miles de cosas. Sírvete chocolate y ven a acompañarnos.”
“No soy muy fan, pero gracias.” Soul sonrió y les hizo caso.
Dejó su morral en uno de los sofás de la estancia y se dirigió hacia la mesa del comedor para servirse un poco de chocolate y unos cuantos bocadillos en un pequeño platito. Cuando terminó, regresó a la sala de estar para sentarse con sus amigos.
“Qué extraño coincidir con todos ustedes.”
“Debe ser gracias a las clases que han cancelado para los preparativos de las olimpiadas,” sugirió Ryoji. “Me hace muy feliz, la verdad.”
“¿Ustedes van a participar?”
“Sí… creo.” Hizumi suspiró. “Los chicos del club de vóley se animaron en también formar parte del equipo oficial de las olimpiadas, así que nos arrastraron a todos con ellos.”
“¿No tienen un campeonato pronto o algo así?”
“¡EXACTO! Pero ninguno tiene prioridades claras. ¡Es terrible!”
“Oye, Soul. Queríamos hablarte de un tema en especial.” Empezó Kanone.
“¿Sobre qué? Ay, no.” Soul suspiró. “¿Qué hizo Eureka ahora?”
“¿Aparte de decolorarse el pelo y cortárselo? No mucho.” Hizumi sonrió.
“…” Soul los observó, confundido. “¿Qué?”
“No es eso.” Ryoji negó con la cabeza. “Bueno, sí, también… pero hay algo más importante que eso. Es que… queremos mudarnos.”
“Ah, sí. Hizumi me había dicho algo al respecto.”
“¿En serio?” Hizumi ladeó la cabeza.
“Sí, tonto.” Soul sonrió de lado. “Creo que hablamos de eso hace un mes, o mes y medio.”
“Guau… me olvidé por completo.” Hizumi sonrió. “Creo que el trabajo me está matando neuronas.”
“A mí también.” Se quejó Kanone.
“Y… ¿por qué quieren mudarse? Osea, entiendo por qué… pero, ¿por qué ahora?”
“Extrañamos a Eu,” confesó Hizumi. “Y no me siento bien tratando con ella sabiendo que somos los traidores que siguen viviendo en la mansión de su ex.”
“Y en el caso de Hizumi, ni siquiera aporta algo para las cuentas. Además, se come la comida de los Vi Britannia.”
“Y pensé: ¿por qué me debería comer la comida de los Vi Britannia cuando podría ser su comida?”
“Gracias, Hizumi.” Soul rio. “Bueno, yo estoy de acuerdo. Te lo dije esa vez que conversamos.”
“Ahora… el tema es encontrar un departamento con tantos cuartos disponibles.”
“¿Supongo que quieren que Eu también viva con nosotros?”
“Sí…” Ryoji asintió. “Siento que la casa HiME la ha aislado un poco del resto de sus amigos y me preocupa que siga ahí como un hongo.”
“Tiene amigas HiME, pero Eureka sabe cómo fingir cuando quiere… y no culparía a esas chicas si no se dan cuenta de que está reprimiéndose mil cosas solo para quedar bien con ellas,” dijo Hizumi.
“Preocupante.”
“…”
Los cuatro sintieron una presencia ajena antes de siquiera tener que voltearse para confirmarlo. Pero la curiosidad mató al gato y los cuatro se giraron a ver de quién se trataba.
Era Lelouch.
Su expresión era indescriptible. No parecía molesto por el acto de confraternidad de sus inquilinos de compartir comida y bebida en una de las salas de su casa… pero sí se veía levemente irritado ante la mención de su ex.
Ninguno de ellos sabía cuánto de la conversación había escuchado. Aun así, no costaba mucho discernir que al menos había escuchado el comentario de Hizumi sobre Eureka y sus amigas HiME.
De ser así, el inglés podría haber atado los cabos sueltos como para entender el tema del cual hablaban en ese momento.
Doblemente preocupante.
“Desde hace un tiempo siento que todos ustedes se quedan fríos cuando ingreso a una estancia en la que se encuentran. Antes me habría enojado… pero no puedo culparlos. Entiendo por qué reaccionan así.”
Hizumi se mordió la lengua. Quería levantarse, agarrarlo del cuello de la camisa y zamaquearlo mientras le preguntaba por qué le había hecho eso a su amiga.
Al cruzar miradas con el resto, sabía que los demás compartían sus intenciones. Pero también estaban al tanto de lo que ocurriría si lo hiciera: era probable que Eureka los achicharre con su electricidad por ser tan impertinentes.
Kanone dejó a un lado su taza para levantarse y hacerle una reverencia a Lelouch.
“Buenas tardes. ¿Qué tal si te sientas con nosotros?”
Las caras de todos se transformaron en poemas. Cada uno estaba más sorprendido que el anterior.
Pero la expresión de Hizumi se transformó en indignación.
¡¿Por qué estaba invitando al enemigo a tomar chocolate con ellos?! ¡La conversación estaba a punto de convertirse en un raje sobre el gemelo mayor de los Vi Britannia!
Hizumi intentó cruzar miradas con su amigo, pero fue en vano. Cuando lo logró, no pudo entender cuál era el objetivo de Kanone con aquella idea alocada.
No le quedó más opción que imitarlo, junto al resto, y todos le hicieron una reverencia (falsa) al dueño de la casa.
Íconos… pronto
“¿Ustedes creen… que Eureka estará bien?” Preguntó Ryoji, mientras una parte de los residentes de la mansión Vi Britannia compartía un momento de calidad en uno de los salones de estar. Habían coincidido por un milagro (tal vez navideño, aunque faltaban meses para la época más feliz del año) esa tarde después del desastre peluquero de su amiga y se habían puesto a preparar algo caliente de tomar y algunos bocadillos sin pensarlo dos veces.
“No creo que sea tan difícil de arreglar. Me dijo en la mañana que iría a la peluquería sí o sí para retocarse un poco el peinado y pedir una rutina capilar para mantener los pocos pelos que le quedaban en la cabeza.”
“Ay, no seas exagerado.” Kanone tomó un sorbo de su taza de chocolate caliente. “Hablas como si se le hubiera caído mucho pelo.”
“Bueno, sí perdió un poco de volumen. Aunque tal vez es solo frizz…”
“Sí, tienes razón. En fin, hicimos lo que pudimos. Ninguno de nosotros es experto en peluquería y tampoco teníamos las herramientas indicadas para ayudarla.”
“Ajá.” Hizumi asintió. “Entonces, ¿por qué estás tan preocupado? Es como si te sintieras responsable por lo que ocurrió anoche.”
“Bueno…” Ryoji suspiró. “Se nota que la está pasando mal. Y, aun así, seguimos aquí… comiendo bocadillos, tomando chocolate caliente y pasando un buen rato en la casa de su ex.”
“No sé tú, pero creo que planear una mudanza y encontrar un buen departamento son tareas que requieren de más tiempo, ¿verdad? No podemos hacer eso en… un día,” se quejó Hizumi. “Además, Kanone y yo ya hemos estado buscando posibles opciones. Y el mercado de alquiler está terrible.”
“Es cierto.” Kanone le dio la razón. “Los precios están por las nubes y los lugares son enanos. Además, hay ciertas áreas más accesibles que otras, pero están cerca de lugares peligrosos, barrios lejanos o zonas rojas. El panorama es muy deprimente, Ryoji.”
“Me imagino…” Ryoji suspiró.
“No quiero que pienses que nosotros también estamos conforme con la situación. Es solo que… es más difícil que hacerle una promesa a Eu. Quiero cumplirla tanto como tú… y estoy seguro de que al menos para fin de año conseguiremos algo, pero sé que va a tomar tiempo.”
“Tienes razón.”
“Y… tenemos que comentárselo a Yoite y al resto. Bueno, en especial a Soul, porque de seguro él querrá irse con nosotros. No es que se lleve mal con Lelouch, pero…”
“Pero tampoco sabe cómo mirarlo a la cara ahora sin llenarse de rabia,” comentó Kanone.
“¿Ves? Por comentarios como ese, a veces pienso que aún te gusta Eu,” le dijo Hizumi entre risas.
“Pero Hizumi, tú también te sientes igual.” Kanone le sonrió.
“¿Qué? A mí no me gusta—”
“Claro que no.” Kanone rio. “Pero le guardas cierto resentimiento a Lelouch por haberle hecho daño. Creo que todos los residentes de la mansión estamos en la misma situación… incluso los hermanos de él.”
“Ah, Miharu no lo quiere ver ni en pintura, haha.” Hizumi asintió. “Bueno, sí… es cierto. Tal vez solo quería joderte un poco.”
“Entendible.”
“Hola…”
Los tres saltaron un poco en sus sitios por el trauma reflejo de pensar que se trataba de Lelouch, a quien andaban criticando, pero solo era Soul, quien parecía que acababa de llegar de clases.
“¿De qué están hablando?”
“De miles de cosas. Sírvete chocolate y ven a acompañarnos.”
“No soy muy fan, pero gracias.” Soul sonrió y les hizo caso.
Dejó su morral en uno de los sofás de la estancia y se dirigió hacia la mesa del comedor para servirse un poco de chocolate y unos cuantos bocadillos en un pequeño platito. Cuando terminó, regresó a la sala de estar para sentarse con sus amigos.
“Qué extraño coincidir con todos ustedes.”
“Debe ser gracias a las clases que han cancelado para los preparativos de las olimpiadas,” sugirió Ryoji. “Me hace muy feliz, la verdad.”
“¿Ustedes van a participar?”
“Sí… creo.” Hizumi suspiró. “Los chicos del club de vóley se animaron en también formar parte del equipo oficial de las olimpiadas, así que nos arrastraron a todos con ellos.”
“¿No tienen un campeonato pronto o algo así?”
“¡EXACTO! Pero ninguno tiene prioridades claras. ¡Es terrible!”
“Oye, Soul. Queríamos hablarte de un tema en especial.” Empezó Kanone.
“¿Sobre qué? Ay, no.” Soul suspiró. “¿Qué hizo Eureka ahora?”
“¿Aparte de decolorarse el pelo y cortárselo? No mucho.” Hizumi sonrió.
“…” Soul los observó, confundido. “¿Qué?”
“No es eso.” Ryoji negó con la cabeza. “Bueno, sí, también… pero hay algo más importante que eso. Es que… queremos mudarnos.”
“Ah, sí. Hizumi me había dicho algo al respecto.”
“¿En serio?” Hizumi ladeó la cabeza.
“Sí, tonto.” Soul sonrió de lado. “Creo que hablamos de eso hace un mes, o mes y medio.”
“Guau… me olvidé por completo.” Hizumi sonrió. “Creo que el trabajo me está matando neuronas.”
“A mí también.” Se quejó Kanone.
“Y… ¿por qué quieren mudarse? Osea, entiendo por qué… pero, ¿por qué ahora?”
“Extrañamos a Eu,” confesó Hizumi. “Y no me siento bien tratando con ella sabiendo que somos los traidores que siguen viviendo en la mansión de su ex.”
“Y en el caso de Hizumi, ni siquiera aporta algo para las cuentas. Además, se come la comida de los Vi Britannia.”
“Y pensé: ¿por qué me debería comer la comida de los Vi Britannia cuando podría ser su comida?”
“Gracias, Hizumi.” Soul rio. “Bueno, yo estoy de acuerdo. Te lo dije esa vez que conversamos.”
“Ahora… el tema es encontrar un departamento con tantos cuartos disponibles.”
“¿Supongo que quieren que Eu también viva con nosotros?”
“Sí…” Ryoji asintió. “Siento que la casa HiME la ha aislado un poco del resto de sus amigos y me preocupa que siga ahí como un hongo.”
“Tiene amigas HiME, pero Eureka sabe cómo fingir cuando quiere… y no culparía a esas chicas si no se dan cuenta de que está reprimiéndose mil cosas solo para quedar bien con ellas,” dijo Hizumi.
“Preocupante.”
“…”
Los cuatro sintieron una presencia ajena antes de siquiera tener que voltearse para confirmarlo. Pero la curiosidad mató al gato y los cuatro se giraron a ver de quién se trataba.
Era Lelouch.
Su expresión era indescriptible. No parecía molesto por el acto de confraternidad de sus inquilinos de compartir comida y bebida en una de las salas de su casa… pero sí se veía levemente irritado ante la mención de su ex.
Ninguno de ellos sabía cuánto de la conversación había escuchado. Aun así, no costaba mucho discernir que al menos había escuchado el comentario de Hizumi sobre Eureka y sus amigas HiME.
De ser así, el inglés podría haber atado los cabos sueltos como para entender el tema del cual hablaban en ese momento.
Doblemente preocupante.
“Desde hace un tiempo siento que todos ustedes se quedan fríos cuando ingreso a una estancia en la que se encuentran. Antes me habría enojado… pero no puedo culparlos. Entiendo por qué reaccionan así.”
Hizumi se mordió la lengua. Quería levantarse, agarrarlo del cuello de la camisa y zamaquearlo mientras le preguntaba por qué le había hecho eso a su amiga.
Al cruzar miradas con el resto, sabía que los demás compartían sus intenciones. Pero también estaban al tanto de lo que ocurriría si lo hiciera: era probable que Eureka los achicharre con su electricidad por ser tan impertinentes.
Kanone dejó a un lado su taza para levantarse y hacerle una reverencia a Lelouch.
“Buenas tardes. ¿Qué tal si te sientas con nosotros?”
Las caras de todos se transformaron en poemas. Cada uno estaba más sorprendido que el anterior.
Pero la expresión de Hizumi se transformó en indignación.
¡¿Por qué estaba invitando al enemigo a tomar chocolate con ellos?! ¡La conversación estaba a punto de convertirse en un raje sobre el gemelo mayor de los Vi Britannia!
Hizumi intentó cruzar miradas con su amigo, pero fue en vano. Cuando lo logró, no pudo entender cuál era el objetivo de Kanone con aquella idea alocada.
No le quedó más opción que imitarlo, junto al resto, y todos le hicieron una reverencia (falsa) al dueño de la casa.
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SeeDs in the Garden / Re: SeeDs in the Garden – revival
« Last post by Airin on November 30, 2025, 03:54:53 PM » ¿Cuántas neuronas hemos perdido? SI, A TODO.

Hoy toca hablar del pajarito
—Entonces, ¿Qué pensamos? —Reno se dejó caer en uno de los sofás rindiéndose a que el impacto y la fuerza de gravedad sacudiesen su cuerpo como quisieran.
Y de paso chocó con Rude, que lo miró de reojo con exasperación por encima de las gafas de sol.
—Qué pensamos, dice. ¿De qué de todo? Elabora. —dijo Aranea haciendo un gesto hacia el pelirrojo.
—Oooh, ¡yo tengo opiniones! —exclamó Kurz levantando la mano. Luego se palmeó la multitud de bolsillos que llevaba repartidos por la camisa y el pantalón e hizo un gesto contrariado.— Tengo muchas opiniones, lo que no tengo es mechero. ¿Fuego amigo?
Tres pistolas y un cuchillo le rodearon en cuestión de décimas de segundo. El rubio los miró de uno en uno con cara de palo y apartó las armas con una ronda de manotazos.
—Y luego querréis apoyo cabrones.
Reno se rió entre dientes y sacó su propio mechero, pero en vez de prestárselo se lo acercó con la llama encendida.
—El fuego está encendido, la leña ardeee~ —canturreó levantando las cejas varias veces.
Kurz sacudió la cabeza echándose la melena rubia hacia atrás como la diva que podía ser con los alicientes adecuados y dejó que el humo cargado de nicotina llenase sus pulmones antes de expulsarlo por la nariz con languidez.
—Me gusta el pollo. —sentenció.
—A mí el conejo, y qué. —murmuró Aranea tamborileando con las uñas contra un cojín.
Rude estuvo a punto de atragantarse con su propia saliva y Reno le palmeó un par de veces entre los hombros.
—Pero en qué estarás pensando hombre… ¿Te has quedado con hambre?
—¿Me fríes un huevo? —Rude lo apartó de un codazo que lo echó para atrás contra el sofá y el pelirrojo batió sus pestañas como si fuera una caricatura llena de adoración.
—Te frío los dos huevos si me lo pides tú, guapo.
El cojín de Aranea voló hasta estamparse sobre su cara y cortar su tontería.
—¡Que elabores leñe!
Reno levantó las manos al aire gesticulando como si fuera obvio de qué estaba hablando en un principio.
—Si es por el chaval, cincuenta cincuenta.
—¿Cómo que cincuenta?
—¿Ya sabe el crío que lo traicionas así?
Aranea ladeó la cabeza como queriendo decir ‘eh, quién sabe, a lo mejor’ y buscó cómo explicar lo que quería decir.
—Cincuenta porque claro que es de fiar, lo he traído yo, ya habéis visto qué puede hacer y no voy a saber si es de confianza cuando lo he criado yo. El otro cincuenta… —la mujer arrugó la nariz.— Precisamente porque lo he traído yo me da cargo de conciencia lo que le pueda pasar, que es un pipiolo.
Rude asintió en silencio, entendía los motivos.
—¿De qué porcentaje de sus crímenes te haces responsable? —preguntó Kurz chasqueando el pulgar contra el filtro del cigarro para soltar la ceniza acumulada.
—Ah no, nada de eso, el niño se busca los líos solito sin la ayuda de nadie, yo no he tenido que inducirlo, soy inocente de lo que se me acusa.
—¿Entonces por qué te da palo?
Aranea titubeó.
—Porque bastante putas las ha pasado ya, ¡y no quiero sentirme responsable de haberlo fastidiado más aún!
—Sin presión, primero tiene que decidir si acepta, qué acepta y qué quiere negociar, y luego ya veremos. —Reno se enredó los dedos en la coleta, enroscando y desenroscando un mechón con aire de suspense.— Además, creo que no le estás dando el reconocimiento que merece, que será un pipiolo pero ha dejado tieso a un fulano que le ha sacado la navaja ahí fuera.
—¡No jodas! ¿Lo ha dejado seco? —Kurz se levantó como un resorte mecánico con la boca muy abierta.
—Eh, —el pelirrojo encogió un hombro.— Seco seco, no sé, pero tieso tieso ya te digo yo que si, que lo he tenido que subir a rastras a un carro de carga y el tipo aún daba la corriente.
Aranea parpadeó un par de veces, hasta que hubo terminado de procesar la incredulidad.
—¿Lo has dejado en un carro ahí fuera?
—No, si te parece lo invito a cenar aquí dentro. —enderezándose en el sofá, Reno se sentó como una persona normal y acomodó el cojín tras su espalda.— Lo he empujado por la cuesta abajo y allá hasta donde haya llegado, ahí está bien. Problema de otros.
—Lo que está bien hecho está bien hecho, —dijo Rude con sabiduría.
—Pues eso. Que no diría que es precisamente un crío indefenso al que haya que llevar de la mano, aunque lo parezca, no estamos corrompiendo a una criaturita inocente.
—Eso ya lo sé, —resopló Aranea.— Pero si decide que acepta más estupidez de la que ya tiene por sí mismo, me lo cuidáis como si fuera vuestro propio hijo, ¿me habéis oído?
—¡Mi hijo pollo! Eh, ¿entonces tengo que pagar por el onlyfans del periquito? Tenemos que hablar del pajarito, porque a ver qué va a pasar con esa custodia compartida.
—Si este es el plan, ojalá ser padre soltero… —murmuró Rude con desgana rodando los ojos por encima de las gafas en dirección a Kurz.
.

Hoy toca hablar del pajarito
—Entonces, ¿Qué pensamos? —Reno se dejó caer en uno de los sofás rindiéndose a que el impacto y la fuerza de gravedad sacudiesen su cuerpo como quisieran.
Y de paso chocó con Rude, que lo miró de reojo con exasperación por encima de las gafas de sol.
—Qué pensamos, dice. ¿De qué de todo? Elabora. —dijo Aranea haciendo un gesto hacia el pelirrojo.
—Oooh, ¡yo tengo opiniones! —exclamó Kurz levantando la mano. Luego se palmeó la multitud de bolsillos que llevaba repartidos por la camisa y el pantalón e hizo un gesto contrariado.— Tengo muchas opiniones, lo que no tengo es mechero. ¿Fuego amigo?
Tres pistolas y un cuchillo le rodearon en cuestión de décimas de segundo. El rubio los miró de uno en uno con cara de palo y apartó las armas con una ronda de manotazos.
—Y luego querréis apoyo cabrones.
Reno se rió entre dientes y sacó su propio mechero, pero en vez de prestárselo se lo acercó con la llama encendida.
—El fuego está encendido, la leña ardeee~ —canturreó levantando las cejas varias veces.
Kurz sacudió la cabeza echándose la melena rubia hacia atrás como la diva que podía ser con los alicientes adecuados y dejó que el humo cargado de nicotina llenase sus pulmones antes de expulsarlo por la nariz con languidez.
—Me gusta el pollo. —sentenció.
—A mí el conejo, y qué. —murmuró Aranea tamborileando con las uñas contra un cojín.
Rude estuvo a punto de atragantarse con su propia saliva y Reno le palmeó un par de veces entre los hombros.
—Pero en qué estarás pensando hombre… ¿Te has quedado con hambre?
—¿Me fríes un huevo? —Rude lo apartó de un codazo que lo echó para atrás contra el sofá y el pelirrojo batió sus pestañas como si fuera una caricatura llena de adoración.
—Te frío los dos huevos si me lo pides tú, guapo.
El cojín de Aranea voló hasta estamparse sobre su cara y cortar su tontería.
—¡Que elabores leñe!
Reno levantó las manos al aire gesticulando como si fuera obvio de qué estaba hablando en un principio.
—Si es por el chaval, cincuenta cincuenta.
—¿Cómo que cincuenta?
—¿Ya sabe el crío que lo traicionas así?
Aranea ladeó la cabeza como queriendo decir ‘eh, quién sabe, a lo mejor’ y buscó cómo explicar lo que quería decir.
—Cincuenta porque claro que es de fiar, lo he traído yo, ya habéis visto qué puede hacer y no voy a saber si es de confianza cuando lo he criado yo. El otro cincuenta… —la mujer arrugó la nariz.— Precisamente porque lo he traído yo me da cargo de conciencia lo que le pueda pasar, que es un pipiolo.
Rude asintió en silencio, entendía los motivos.
—¿De qué porcentaje de sus crímenes te haces responsable? —preguntó Kurz chasqueando el pulgar contra el filtro del cigarro para soltar la ceniza acumulada.
—Ah no, nada de eso, el niño se busca los líos solito sin la ayuda de nadie, yo no he tenido que inducirlo, soy inocente de lo que se me acusa.
—¿Entonces por qué te da palo?
Aranea titubeó.
—Porque bastante putas las ha pasado ya, ¡y no quiero sentirme responsable de haberlo fastidiado más aún!
—Sin presión, primero tiene que decidir si acepta, qué acepta y qué quiere negociar, y luego ya veremos. —Reno se enredó los dedos en la coleta, enroscando y desenroscando un mechón con aire de suspense.— Además, creo que no le estás dando el reconocimiento que merece, que será un pipiolo pero ha dejado tieso a un fulano que le ha sacado la navaja ahí fuera.
—¡No jodas! ¿Lo ha dejado seco? —Kurz se levantó como un resorte mecánico con la boca muy abierta.
—Eh, —el pelirrojo encogió un hombro.— Seco seco, no sé, pero tieso tieso ya te digo yo que si, que lo he tenido que subir a rastras a un carro de carga y el tipo aún daba la corriente.
Aranea parpadeó un par de veces, hasta que hubo terminado de procesar la incredulidad.
—¿Lo has dejado en un carro ahí fuera?
—No, si te parece lo invito a cenar aquí dentro. —enderezándose en el sofá, Reno se sentó como una persona normal y acomodó el cojín tras su espalda.— Lo he empujado por la cuesta abajo y allá hasta donde haya llegado, ahí está bien. Problema de otros.
—Lo que está bien hecho está bien hecho, —dijo Rude con sabiduría.
—Pues eso. Que no diría que es precisamente un crío indefenso al que haya que llevar de la mano, aunque lo parezca, no estamos corrompiendo a una criaturita inocente.
—Eso ya lo sé, —resopló Aranea.— Pero si decide que acepta más estupidez de la que ya tiene por sí mismo, me lo cuidáis como si fuera vuestro propio hijo, ¿me habéis oído?
—¡Mi hijo pollo! Eh, ¿entonces tengo que pagar por el onlyfans del periquito? Tenemos que hablar del pajarito, porque a ver qué va a pasar con esa custodia compartida.
—Si este es el plan, ojalá ser padre soltero… —murmuró Rude con desgana rodando los ojos por encima de las gafas en dirección a Kurz.
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Listas y Probaciones / Re: Listas de Extras — Última Actualización: Agosto 17
« Last post by Cho on November 30, 2025, 01:08:31 PM »Un par de cambios en lo que limpio un poco. Tengo que actualizar pronto.
1. Yuuko Aioi (Nichijou)
2. Saki Hanajima (Fruits Basket)
3. Marisa Kirisame (Touhou Project)
4. Yuyuko Saigyouji (Touhou Project)
5. Seija Kijin (Touhou Project)
6. Hata no Kokoro (Touhou Project)
7. Tenshi Hinanawi (Touhou Project)
8. Aunn Komano (Touhou Project)
9. Rinnosuke Morichika (Touhou Project)
10. Hajime Hinata (Super Danganronpa 2)
11. Sonia Nevermind (Super Danganronpa 2)
12. Kirumi Tojo (Danganronpa V3)
13. Kytes (FFXII: Revenant Wings)
14. Tomaj (FFXII: Revenant Wings)
15. IA (Vocaloid)
16. Mayu (Vocaloid)
17. KAITO (Vocaloid)
18. Riku (Kingdom Hearts)
19. Shiro Doji (Onmyoji)
20. Kuro Doji (Onmyoji)
21. Yamata no Orochi (Onmyoji)
22. Hannya (Onmyoji)
23. Ootakemaru (Onmyoji)
24. Kidoumaru (Onmyoji)
25. Minamoto no Yorimitsu (Onmyoji)
26. Onikiri (Onmyoji)
27. Menreiki (Onmyoji)
28. Yato no Kami (Onmyoji)
29. Susanoo (Onmyoji)
30. Izanami (Onmyoji)
31. Hikaru (Onmyoji)
32. Ungaikyo (Yin) (Onmyoji)
33. Ungaikyo (Yang) (Onmyoji)
34. Nagisa Shingetsu (Danganronpa: Another Episode)
35. Monaca (Danganronpa: Another Episode)
36. Kashagiri (Touken Ranbu)
37. Sayo Samonji (Touken Ranbu)
38. Souza Samonji (Touken Ranbu)
39. Higekiri (Touken Ranbu)
40. Hizamaru (Touken Ranbu)
41. Shokudaikiri Mitsutada (Touken Ranbu)
42. Taikogane Sadamune (Touken Ranbu)
43. Kikkou Sadamune (Touken Ranbu)
44. Iwatooshi (Touken Ranbu)
45. Taroutachi (Touken Ranbu)
46. Nagasone Kotetsu (Touken Ranbu)
47. Hachisuka Kotetsu (Touken Ranbu)
48. Urashima Kotetsu (Touken Ranbu)
49. Maeda Toushirou (Touken Ranbu)
50. Hirano Toushirou (Touken Ranbu)
51. Hakata Toushirou (Touken Ranbu)
52. Mouri Toushirou (Touken Ranbu)
53. Gokotai (Touken Ranbu)
54. Shinano Toushirou (Touken Ranbu)
55. Hakusan Yoshimitsu (Touken Ranbu)
56. Atsushi Toushirou (Touken Ranbu)
57. Mikazuki Munechika (Touken Ranbu)
58. Oodenta Mitsuyo (Touken Ranbu)
59. Soyahanotsurugi (Touken Ranbu)
60. Fudou Yukimitsu (Touken Ranbu)
61. Aizen Kunitoshi (Touken Ranbu)
62. Akashi Kuniyuki (Touken Ranbu)
63. Hyuuga Masamune (Touken Ranbu)
64. Onimaru Kunitsuna (Touken Ranbu)
65. Kokindenju no Tachi (Touken Ranbu)
66. Jizou Yukihira (Touken Ranbu)
67. Kotegiri Gou (Touken Ranbu)
68. Kuwana Gou (Touken Ranbu)
69. Matsui Gou (Touken Ranbu)
70. Samidare Gou (Touken Ranbu)
71. Murakumo Gou (Touken Ranbu)
72. Yamatonokami Yasusada (Touken Ranbu)
73. Suishinshi Masahide (Touken Ranbu)
74. Minamoto Kiyomaro (Touken Ranbu)
75. Taikei Naotane (Touken Ranbu)
76. Nukemaru (Touken Ranbu)
77. Nankaitarou Chouson (Touken Ranbu)
78. Hizen Tadahiro (Touken Ranbu)
79. Saburou Kunimune (Touken Ranbu)
80. Izumi Sena (Ensemble Stars!)
81. Eichi Tenshouin (Ensemble Stars!)
82. Wataru Hibiki (Ensemble Stars!)
83. Sora Harukawa (Ensemble Stars!)
84. Tsumugi Aoba (Ensemble Stars!)
85. Hiiro Amagi (Ensemble Stars!)
86. Reiji Kotobuki (Uta no☆Prince-sama♪)
87. Ranmaru Kurosaki (Uta no☆Prince-sama♪)
88. Camus (Uta no☆Prince-sama♪)
89. Syo Kurusu (Uta no☆Prince-sama♪)
90. Natsuki Shinomiya (Uta no☆Prince-sama♪)
91. Tsubasa Hanekawa (Bakemonogatari)
92. Camilla (Fire Emblem: Fates)
93. Leo (Fire Emblem: Fates)
94. Elise (Fire Emblem: Fates)
95. Ortho Shroud (Twisted Wonderland)
96. Azul Ashengrotto (Twisted Wonderland)
97. Jade Leech (Twisted Wonderland)
98. Floyd Leech (Twisted Wonderland)
99. Chenya (Twisted Wonderland)
100. Tomura Shigaraki (Boku no Hero Academia)
101. Dash (Counter:side)
102. Rita Arsenico (Counter:side)
103. Horizon (Counter:side)
104. Edel Meitner (Counter:side)
105. Maestra Nequitia (Counter:side)
106. Nanahara Chifuyu (Counter:side)
107. Nanahara Chinatsu (Counter:side)
108. Regina MacCready (Counter:side)
109. Adelle (FFTA2)
110. Mizuki Akiyama (Project Sekai)
1. Yuuko Aioi (Nichijou)
2. Saki Hanajima (Fruits Basket)
3. Marisa Kirisame (Touhou Project)
4. Yuyuko Saigyouji (Touhou Project)
5. Seija Kijin (Touhou Project)
6. Hata no Kokoro (Touhou Project)
7. Tenshi Hinanawi (Touhou Project)
8. Aunn Komano (Touhou Project)
9. Rinnosuke Morichika (Touhou Project)
10. Hajime Hinata (Super Danganronpa 2)
11. Sonia Nevermind (Super Danganronpa 2)
12. Kirumi Tojo (Danganronpa V3)
13. Kytes (FFXII: Revenant Wings)
14. Tomaj (FFXII: Revenant Wings)
15. IA (Vocaloid)
16. Mayu (Vocaloid)
17. KAITO (Vocaloid)
18. Riku (Kingdom Hearts)
19. Shiro Doji (Onmyoji)
20. Kuro Doji (Onmyoji)
21. Yamata no Orochi (Onmyoji)
22. Hannya (Onmyoji)
23. Ootakemaru (Onmyoji)
24. Kidoumaru (Onmyoji)
25. Minamoto no Yorimitsu (Onmyoji)
26. Onikiri (Onmyoji)
27. Menreiki (Onmyoji)
28. Yato no Kami (Onmyoji)
29. Susanoo (Onmyoji)
30. Izanami (Onmyoji)
31. Hikaru (Onmyoji)
32. Ungaikyo (Yin) (Onmyoji)
33. Ungaikyo (Yang) (Onmyoji)
34. Nagisa Shingetsu (Danganronpa: Another Episode)
35. Monaca (Danganronpa: Another Episode)
36. Kashagiri (Touken Ranbu)
37. Sayo Samonji (Touken Ranbu)
38. Souza Samonji (Touken Ranbu)
39. Higekiri (Touken Ranbu)
40. Hizamaru (Touken Ranbu)
41. Shokudaikiri Mitsutada (Touken Ranbu)
42. Taikogane Sadamune (Touken Ranbu)
43. Kikkou Sadamune (Touken Ranbu)
44. Iwatooshi (Touken Ranbu)
45. Taroutachi (Touken Ranbu)
46. Nagasone Kotetsu (Touken Ranbu)
47. Hachisuka Kotetsu (Touken Ranbu)
48. Urashima Kotetsu (Touken Ranbu)
49. Maeda Toushirou (Touken Ranbu)
50. Hirano Toushirou (Touken Ranbu)
51. Hakata Toushirou (Touken Ranbu)
52. Mouri Toushirou (Touken Ranbu)
53. Gokotai (Touken Ranbu)
54. Shinano Toushirou (Touken Ranbu)
55. Hakusan Yoshimitsu (Touken Ranbu)
56. Atsushi Toushirou (Touken Ranbu)
57. Mikazuki Munechika (Touken Ranbu)
58. Oodenta Mitsuyo (Touken Ranbu)
59. Soyahanotsurugi (Touken Ranbu)
60. Fudou Yukimitsu (Touken Ranbu)
61. Aizen Kunitoshi (Touken Ranbu)
62. Akashi Kuniyuki (Touken Ranbu)
63. Hyuuga Masamune (Touken Ranbu)
64. Onimaru Kunitsuna (Touken Ranbu)
65. Kokindenju no Tachi (Touken Ranbu)
66. Jizou Yukihira (Touken Ranbu)
67. Kotegiri Gou (Touken Ranbu)
68. Kuwana Gou (Touken Ranbu)
69. Matsui Gou (Touken Ranbu)
70. Samidare Gou (Touken Ranbu)
71. Murakumo Gou (Touken Ranbu)
72. Yamatonokami Yasusada (Touken Ranbu)
73. Suishinshi Masahide (Touken Ranbu)
74. Minamoto Kiyomaro (Touken Ranbu)
75. Taikei Naotane (Touken Ranbu)
76. Nukemaru (Touken Ranbu)
77. Nankaitarou Chouson (Touken Ranbu)
78. Hizen Tadahiro (Touken Ranbu)
79. Saburou Kunimune (Touken Ranbu)
80. Izumi Sena (Ensemble Stars!)
81. Eichi Tenshouin (Ensemble Stars!)
82. Wataru Hibiki (Ensemble Stars!)
83. Sora Harukawa (Ensemble Stars!)
84. Tsumugi Aoba (Ensemble Stars!)
85. Hiiro Amagi (Ensemble Stars!)
86. Reiji Kotobuki (Uta no☆Prince-sama♪)
87. Ranmaru Kurosaki (Uta no☆Prince-sama♪)
88. Camus (Uta no☆Prince-sama♪)
89. Syo Kurusu (Uta no☆Prince-sama♪)
90. Natsuki Shinomiya (Uta no☆Prince-sama♪)
91. Tsubasa Hanekawa (Bakemonogatari)
92. Camilla (Fire Emblem: Fates)
93. Leo (Fire Emblem: Fates)
94. Elise (Fire Emblem: Fates)
95. Ortho Shroud (Twisted Wonderland)
96. Azul Ashengrotto (Twisted Wonderland)
97. Jade Leech (Twisted Wonderland)
98. Floyd Leech (Twisted Wonderland)
99. Chenya (Twisted Wonderland)
100. Tomura Shigaraki (Boku no Hero Academia)
101. Dash (Counter:side)
102. Rita Arsenico (Counter:side)
103. Horizon (Counter:side)
104. Edel Meitner (Counter:side)
105. Maestra Nequitia (Counter:side)
106. Nanahara Chifuyu (Counter:side)
107. Nanahara Chinatsu (Counter:side)
108. Regina MacCready (Counter:side)
109. Adelle (FFTA2)
110. Mizuki Akiyama (Project Sekai)
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SeeDs in the Garden / Re: SeeDs in the Garden – revival
« Last post by Kora on November 30, 2025, 09:00:34 AM »El tono dubitativo de Lievran a la hora de preguntar le llegó a Cassian, quien alzó la mirada de inmediato, sus mirada saltando hacia él mientras el resto de su cuerpo quedaba tenso, rígido. Ya se había imaginado, de algún modo, que estaba a punto de ser acorralado. Su mirada era severa, y tras oír lo que Lievran dijo, Cassian deseó que hubiera mantenido sus agudas observaciones para sí mismo.
El pecho se le tensó, y tuvo que esforzarse para mantener el rostro imperturbable. Estaba acostumbrado a la presión; incluso había sido entrenado para resistir interrogatorios y torturas. ¿En qué era distinto? ¿Por qué casi sentía una punzada de náusea en el estómago?
Porque Lord Domine sabe que sus hijos se matarían, y de paso me arrastrarían con ellos en su ineptitud, reflexionó con desdén, sintiendo cómo una mueca amarga amenazaba con torcerle el labio. Al principio había sentido cierto resquemor por el hecho de que la Casa Solane arriesgara a su único hijo cuando Domine ni siquiera enviaría a su vástago menos preciado. Pero, al pensarlo de nuevo, agradecía estar acompañado por alguien competente.
No podía decirle eso a Lievran, claro. Cassian sabía conservar la suficiente decencia para callarse ciertas cosas.
Por primera vez, Cassian se encontró falto de palabras. Se humedeció los labios con aprensión, desviando la mirada del viera. Por muy férreamente controladas que tuviera sus emociones, no pudo ocultar la culpa que cruzó por sus ojos esquivos. Lievran lo había entendido. Era tal como había dicho: si Livius no hubiera previsto peligro real, habría enviado a uno de sus hijos.
Si mentía o evitaba la verdad, Lievran otro le creería. Era evidente por la seguridad con la que había expresado sus sospechas. Podía mantener la mentira, pero en aquel momento, no podía encontrar un motivo para hacerlo.
—Hay más que una posibilidad de conflicto —confesó, tragando el nudo de su garganta. Sus ojos volvieron a buscar a los del retén—. Fuiste elegido porque tus habilidades de supervivencia te darán ventaja en terreno salvaje cuando llegue el momento.
Habilidades que los hijos de Livius no poseían, aunque evitó decirlo explícitamente. Cassian observó cuidadosamente la reacción del viera. Había omitido información, y aún había más sin revelar. Decidió avanzar paso a paso.
Lievran mantuvo la expresión neutra salvo por un leve estrechamiento de ojos que Cassian captó al instante. Después asintió.
—Confiaré en el juicio de mi lord pase lo que pase —dijo—. Y me aseguraré de estar a la altura de sus expectativas.
Los ojos de Cassian buscaron los del viera. Había sentimientos no dichos en aquella mirada, pensamientos agitados detrás de su máscara controlada.
—Gracias —respondió. El peso de su confianza cayó sobre él como una losa. Mientras había sido tácito, había sido más liviano; ahora se parecía a un juramento. Sabía que Lievran tenía preguntas en la punta de la lengua, pero el deber lo contenía. El deber... y la confianza que le había concedido.
Cassian no solía dudar de sí mismo. Hacerlo podría ser fatal para él y para cualquiera bajo su mando. Pero, ¿eran tan sólidas sus razones para ocultar la verdad? Lievran había decidido darle tiempo para sopesarlo. Así que por el moment, guardó silencio.
Cassian se encontró siguiendo cada uno de los movimientos de Lievran: cómo terminó su ración, cómo bebió el agua tibia que quedaba en la taza, cómo recogió con método y precisión cada objeto para guardarlo en la mochila. Todo en él era disciplina instintiva.
El silencio que siguió pesó más que antes, casi opresivo. Cassian se sirvió un poco de agua, tomó unos cuantos bocados de su propia ración y guardó el resto, tragándolo con lo que quedaba del agua derretida. Seguía sin percatarse del corte en su ceja: el frío había adormecido su piel y congelado la sangre donde había caído.
Agachó la cabeza, tomó un paño y su bota, y empezó a frotar el interior, arrancando la humedad con fricción donde el calor de la fogata no alcanzaba. Una vez satisfecho, y seguro de que su pie estaba seco, se puso un calcetín limpio. Llevar un par extra sabiendo que caminaría por cientos de metros de nieve había sido una decisión obvia.
Desde entonces, permaneció callado durante las siguientes horas, sumido en sus pensamientos, hablando solo si Lievran requería algo de él. El viento seguía azotando pese al escaso abrigo del saliente rocoso; aullaba contra la oquedad. La fogata se consumió poco a poco hasta quedar más humo que llama. Fue entonces cuando Cassian volvió a calzarse la bota y empezó a ajustarla.
—¿Estás listo para partir? —le preguntó al viera. La visibilidad era peor aún bajo los copos pesados que caían sin tregua.
Lievran respondió con un asentimiento de cabeza, en silencio, y Cassian observó cómo se movía con aquella eficiencia que lo caracterizaba: ajustando tiras, comprobando el peso de su arma, probando la empuñadura del arma. Su figura se alzó firme contra el vendaval blanco.
—Estoy listo, mi lord —replicó el viera.
Cassian inclinó la cabeza y tomó la delantera. Se aferró a la brújula, ya que no podía confiar en la vista. Sabía aproximadamente dónde estaban en el mapa; avanzar hacia el sur y un par de grados al oeste los encaminaría correctamente hacia su destino.
Tras el descanso, sintió la protesta de los músculos entrando en actividad otra vez, acelerada por el frío mortal. Aun así, impuso un paso rápido para recuperar el calor corporal.
Atravesaron el bosque claro, sin nada que ver salvo nieve. Bajo sus botas, la capa era densa y suave, recién caída; hacía el avance más lento que por la mañana, pero aún no imposible. Su mundo se había reducido al ruido apagado de sus pasos y del viento. Ni rastro de las criaturas lejanas que antes se escuchaban. Al menos, Cassian no podía oírlas, aunque ocasionalmente las orejas del viera se sacudían.
—¿Has viajado mucho, Lievran? —preguntó Cassian, de repente, más de una campanada después de haber retomado la marcha—. ¿Hasta qué punto te ha llevado Lord Domine lejos de la capital?
Aunque sería difícil oír la respuesta a través del viento, Cassian no dudaba de que él lo escucharía.
El pecho se le tensó, y tuvo que esforzarse para mantener el rostro imperturbable. Estaba acostumbrado a la presión; incluso había sido entrenado para resistir interrogatorios y torturas. ¿En qué era distinto? ¿Por qué casi sentía una punzada de náusea en el estómago?
Porque Lord Domine sabe que sus hijos se matarían, y de paso me arrastrarían con ellos en su ineptitud, reflexionó con desdén, sintiendo cómo una mueca amarga amenazaba con torcerle el labio. Al principio había sentido cierto resquemor por el hecho de que la Casa Solane arriesgara a su único hijo cuando Domine ni siquiera enviaría a su vástago menos preciado. Pero, al pensarlo de nuevo, agradecía estar acompañado por alguien competente.
No podía decirle eso a Lievran, claro. Cassian sabía conservar la suficiente decencia para callarse ciertas cosas.
Por primera vez, Cassian se encontró falto de palabras. Se humedeció los labios con aprensión, desviando la mirada del viera. Por muy férreamente controladas que tuviera sus emociones, no pudo ocultar la culpa que cruzó por sus ojos esquivos. Lievran lo había entendido. Era tal como había dicho: si Livius no hubiera previsto peligro real, habría enviado a uno de sus hijos.
Si mentía o evitaba la verdad, Lievran otro le creería. Era evidente por la seguridad con la que había expresado sus sospechas. Podía mantener la mentira, pero en aquel momento, no podía encontrar un motivo para hacerlo.
—Hay más que una posibilidad de conflicto —confesó, tragando el nudo de su garganta. Sus ojos volvieron a buscar a los del retén—. Fuiste elegido porque tus habilidades de supervivencia te darán ventaja en terreno salvaje cuando llegue el momento.
Habilidades que los hijos de Livius no poseían, aunque evitó decirlo explícitamente. Cassian observó cuidadosamente la reacción del viera. Había omitido información, y aún había más sin revelar. Decidió avanzar paso a paso.
Lievran mantuvo la expresión neutra salvo por un leve estrechamiento de ojos que Cassian captó al instante. Después asintió.
—Confiaré en el juicio de mi lord pase lo que pase —dijo—. Y me aseguraré de estar a la altura de sus expectativas.
Los ojos de Cassian buscaron los del viera. Había sentimientos no dichos en aquella mirada, pensamientos agitados detrás de su máscara controlada.
—Gracias —respondió. El peso de su confianza cayó sobre él como una losa. Mientras había sido tácito, había sido más liviano; ahora se parecía a un juramento. Sabía que Lievran tenía preguntas en la punta de la lengua, pero el deber lo contenía. El deber... y la confianza que le había concedido.
Cassian no solía dudar de sí mismo. Hacerlo podría ser fatal para él y para cualquiera bajo su mando. Pero, ¿eran tan sólidas sus razones para ocultar la verdad? Lievran había decidido darle tiempo para sopesarlo. Así que por el moment, guardó silencio.
Cassian se encontró siguiendo cada uno de los movimientos de Lievran: cómo terminó su ración, cómo bebió el agua tibia que quedaba en la taza, cómo recogió con método y precisión cada objeto para guardarlo en la mochila. Todo en él era disciplina instintiva.
El silencio que siguió pesó más que antes, casi opresivo. Cassian se sirvió un poco de agua, tomó unos cuantos bocados de su propia ración y guardó el resto, tragándolo con lo que quedaba del agua derretida. Seguía sin percatarse del corte en su ceja: el frío había adormecido su piel y congelado la sangre donde había caído.
Agachó la cabeza, tomó un paño y su bota, y empezó a frotar el interior, arrancando la humedad con fricción donde el calor de la fogata no alcanzaba. Una vez satisfecho, y seguro de que su pie estaba seco, se puso un calcetín limpio. Llevar un par extra sabiendo que caminaría por cientos de metros de nieve había sido una decisión obvia.
Desde entonces, permaneció callado durante las siguientes horas, sumido en sus pensamientos, hablando solo si Lievran requería algo de él. El viento seguía azotando pese al escaso abrigo del saliente rocoso; aullaba contra la oquedad. La fogata se consumió poco a poco hasta quedar más humo que llama. Fue entonces cuando Cassian volvió a calzarse la bota y empezó a ajustarla.
—¿Estás listo para partir? —le preguntó al viera. La visibilidad era peor aún bajo los copos pesados que caían sin tregua.
Lievran respondió con un asentimiento de cabeza, en silencio, y Cassian observó cómo se movía con aquella eficiencia que lo caracterizaba: ajustando tiras, comprobando el peso de su arma, probando la empuñadura del arma. Su figura se alzó firme contra el vendaval blanco.
—Estoy listo, mi lord —replicó el viera.
Cassian inclinó la cabeza y tomó la delantera. Se aferró a la brújula, ya que no podía confiar en la vista. Sabía aproximadamente dónde estaban en el mapa; avanzar hacia el sur y un par de grados al oeste los encaminaría correctamente hacia su destino.
Tras el descanso, sintió la protesta de los músculos entrando en actividad otra vez, acelerada por el frío mortal. Aun así, impuso un paso rápido para recuperar el calor corporal.
Atravesaron el bosque claro, sin nada que ver salvo nieve. Bajo sus botas, la capa era densa y suave, recién caída; hacía el avance más lento que por la mañana, pero aún no imposible. Su mundo se había reducido al ruido apagado de sus pasos y del viento. Ni rastro de las criaturas lejanas que antes se escuchaban. Al menos, Cassian no podía oírlas, aunque ocasionalmente las orejas del viera se sacudían.
—¿Has viajado mucho, Lievran? —preguntó Cassian, de repente, más de una campanada después de haber retomado la marcha—. ¿Hasta qué punto te ha llevado Lord Domine lejos de la capital?
Aunque sería difícil oír la respuesta a través del viento, Cassian no dudaba de que él lo escucharía.
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Downtown District / Re: Act 1: Overture
« Last post by Miyu on November 30, 2025, 06:59:36 AM »Lonely road under my feet.
Las cuerdas se tensan bajo sus dedos, emitiendo sonidos apagados que se esfuman en el abismo de la memoria. Una vez más, la salvación no acude en la noche oscura que lo envuelve. “I can't see no hope when I need a savior”, resonó su voz ronca en la estancia silenciosa. “Sink me in the darkness, that's where I belong”. Ante él, solo se alzaban las interrogantes que atormentaban su alma sin concederle tregua.
¿Qué lo impulsó a llegar a Eastwood? "I can't stand no more, if I act like a player". ¿Acaso la fama? ¿O el dinero? No, ambiciones tan mundanas resultan insuficientes para alguien que conoce la crudeza de vivir con nada, donde el único objetivo es sobrevivir un día más. "Can I be heartless? I don't need no help". Tal vez solo busca demostrarse que puede superarse. Es difícil de precisar; incluso para él es un enigma descifrar esos sentimientos que oprimen su pecho con tanta intensidad.
“Can I be heartless? I don't need no help” Más que arrogancia, es la coraza forjada por una existencia donde confiar en los demás es un lujo inalcanzable. Esta actitud nace de la necesidad: por Ume, por él, porque si él no la cuida, nadie más lo hará. En medio de una realidad tan hostil, encontró su escape en la música; fue el bajo, con sus sonidos graves y marcados, el que le dio impulso a sus emociones, y la composición, la que le otorgó una voz propia para expresar todo lo que acalla.
****
El escenario brilla bajo la luz del neón, y en medio de su resplandor, las tres figuras adoptan sus poses. Qiao Ling avanza con decisión hacia la parte trasera, donde toma las baquetas y se sienta frente a la batería. Tap, tap, tap… Los golpes marcan la cuenta regresiva. Alegre, llena de una energía contagiosa y con una sonrisa tan explosiva como luminosa, captura las primeras miradas del público justo cuando el telón se abre para revelarlas.
Tianxi se dirige con timidez hacia el costado izquierdo, intentando fundirse con las sombras mientras sostiene su bajo. Una cuerda resuena, luego otra… siguiendo el compás de la batería; sus ojos color coral se clavan en el suelo, como si deseara desaparecer de todas las miradas, anhelando que las luces la oculten en un estallido. Bajo sus dedos, el ritmo se quiebra, se vuelve caótico, sin un orden aparente, luchando por emerger en un instante fugaz antes de perderse en el tiempo. Es una colisión de emociones que no logra comprender, pero su corazón, contradictoriamente, anhela el espectáculo.
La última en sumarse es Mitsuki. Avanza con parsimonia hacia el centro del escenario, con la guitarra colgando de su hombro y la púa en la mano izquierda. Mientras sus dedos acarician las cuerdas, una voz interna le susurra que este podría ser su último concierto en mucho tiempo. El live house club "Sixth Heaven" de Nobunaga siempre ha sido exigente con los grupos que actúan, y ellas apenas lograron superar la audición.
Y cuando su voz, áspera y dulce a la vez, se eleva sobre el riff de la guitarra, una pregunta surge con fuerza: en esa melodía, ¿de quién es el latido que se mezcla? ¿Será el suyo propio, o acaba de conectar con el corazón de alguien entre la oscuridad?
Por un instante, por ese escaso minuto, el mundo se transforma en el escenario supremo para las tres. Un grupo sin nombre, formado a toda prisa para reemplazar a una amiga esa misma noche; por eso, cada célula en sus cuerpos grita con una inquietud insoportable. Interpretan mil facetas con un brillo cegador, y surge la duda: incluso ellas, ¿podrían inclinarse hacia el triunfo?
La canción continúa, igual de caótica, desordenada y feroz. Se incrementa sobre el reducido público, primero sorprendido por el cambio repentino en la programación, y luego extasiado por el frenesí de la melodía. Poco a poco, se tiñen con los colores del grupo, y surgen pequeños aplausos mientras las emociones convergen en los latidos de todos.
Una emoción irresistible, irreemplazablemente adictiva.
Parecen haber nacido para deslumbrar bajo el neón, existencias resplandecientes que, en el momento de cerrar el telón, se mantienen victoriosas. Una fusión extraña de J-Rock con dos chinas.
Al abandonar el escenario, Qiao Ling abraza con fuerza a una sonrojada Tianxi. Koga Mitsuki mira por encima de su hombro el espacio que acaban de dejar, y una sonrisa espontánea nace en sus labios, porque sabe que esto no es un adiós, sino un comienzo.
Son como fuegos artificiales sin nombre, floreciendo en un instante y expandiéndose en la mirada del público del live house. Mitsuki ha disipado la niebla de incertidumbre que nublaba su mente; en esta noche, ella gobernó.
El contraste entre el estruendo ensordecedor del escenario y el backstage era abismal. Las tres chicas se quedaron un momento inmóviles, como si sus oídos aún estuvieran sintonizados con el eco atronador de su propia música. Fue Qiao Ling quien rompió el silencio, soltando las baquetas sobre la mesita antes de lanzarse sobre sus compañeras.
—¡Fue genial! ¡FUE INCREIBLEMENTE GENIAL! —exclamó. Dio varios saltitos efusivos y llenos de energía, envolvió a ambas en un abrazo colectivo y un tanto brusco.
Koga Mitsuki, que aún sentía el zumbido de las cuerdas de su guitarra en las yemas de los dedos, recibió el impacto con una leve sacudida, pero su sonrisa serena no se desvaneció. Con cuidado, se liberó del apretón solo lo necesario para poder mirarlas a los ojos.
—Lo hicimos excepcionalmente bien, considerando el tiempo ridículamente corto que tuvimos para ensayar —afirmó, cerrando por un instante sus pestañas. Un suspiro de alivio y satisfacción escapó de sus labios—. Todo salió... con una fluidez que no esperaba.
Li Tianxi, a quien todos llaman Xixi, asintió con vehemencia, pero su mirada, como un pájaro asustadizo, descendió rápidamente a la seguridad de sus zapatos de cuero reluciente. Apretaba el mástil de su bajo contra su cuerpo delgado y pequeño.
Mitsuki notó su tensión. Con un gesto tranquilo le dio unas palmaditas suaves en la cabeza, desordenándole un mechón del cabello rosado.
—Buen trabajo de verdad, Xixi —su voz era un susurro cálido —. No hay necesidad de estar tan nerviosa ahora. Ya lo hicimos. Sobrevivimos.
Xixi sintió una oleada de calor subirle por el cuello. Era extraño, esta familiaridad, este cariño instantáneo y no solicitado que le brindaban estas dos chicas que apenas conocía. Lo único que había entre ellas eran un par de ensayos incoherentes y una amiga en común que no pudo actuar. Apretó con fuerza el bajo contra su pecho, incómoda de una emoción nueva y cálida que trataba de abrirse paso entre sus miedos.
—¡Oye, yo también estuve a punto de vomitar los nervios! —confesó, exagerando un poco para provocar una mueca—. Y eso que ya he tocado un montón de veces con Xiaoshi y Wang Wang. Pero esto... esto era diferente. Esto tenía... —buscó la palabra correcta, haciendo un gesto amplio con las manos— ¡alma!
Fue Koga quien continuó, su voz tomando el ritmo de una líder natural.
—La próxima vez, sin duda, lo haremos mejor —dijo, y en su mente repasó los pequeños deslices, los microsegundos de descoordinación que, para su oído entrenado, habían sonado estruendosamente. Porque en el calor de la fragua, los errores más pequeños se sienten con la intensidad de una llamarada. Pero se aprende. Solo se aprende así.
Miró a ambas con seriedad.
—Si ustedes quieren, claro está. Sería un verdadero placer para mí poder seguir tocando con ustedes dos.
Qiao Ling y Li Tianxi intercambiaron una mirada rápida. En los ojos animados de Ling había una respuesta clara, y en el tímido destello de los de Xixi, una aceptación temerosa.
—¡Claro que sí! —estalló Qiao Ling, su grito casi haciendo saltar a Xixi—. ¡Me apunto, me apunto, me apuntoooo! ¡Fue la cosa más divertida que he hecho en meses!
Xixi, todavía sin confiar en su voz, asintió con fuerza, una sonrisa pequeña y frágil asomándose finalmente a sus labios.
Las cuerdas se tensan bajo sus dedos, emitiendo sonidos apagados que se esfuman en el abismo de la memoria. Una vez más, la salvación no acude en la noche oscura que lo envuelve. “I can't see no hope when I need a savior”, resonó su voz ronca en la estancia silenciosa. “Sink me in the darkness, that's where I belong”. Ante él, solo se alzaban las interrogantes que atormentaban su alma sin concederle tregua.
¿Qué lo impulsó a llegar a Eastwood? "I can't stand no more, if I act like a player". ¿Acaso la fama? ¿O el dinero? No, ambiciones tan mundanas resultan insuficientes para alguien que conoce la crudeza de vivir con nada, donde el único objetivo es sobrevivir un día más. "Can I be heartless? I don't need no help". Tal vez solo busca demostrarse que puede superarse. Es difícil de precisar; incluso para él es un enigma descifrar esos sentimientos que oprimen su pecho con tanta intensidad.
“Can I be heartless? I don't need no help” Más que arrogancia, es la coraza forjada por una existencia donde confiar en los demás es un lujo inalcanzable. Esta actitud nace de la necesidad: por Ume, por él, porque si él no la cuida, nadie más lo hará. En medio de una realidad tan hostil, encontró su escape en la música; fue el bajo, con sus sonidos graves y marcados, el que le dio impulso a sus emociones, y la composición, la que le otorgó una voz propia para expresar todo lo que acalla.
****
El escenario brilla bajo la luz del neón, y en medio de su resplandor, las tres figuras adoptan sus poses. Qiao Ling avanza con decisión hacia la parte trasera, donde toma las baquetas y se sienta frente a la batería. Tap, tap, tap… Los golpes marcan la cuenta regresiva. Alegre, llena de una energía contagiosa y con una sonrisa tan explosiva como luminosa, captura las primeras miradas del público justo cuando el telón se abre para revelarlas.
Tianxi se dirige con timidez hacia el costado izquierdo, intentando fundirse con las sombras mientras sostiene su bajo. Una cuerda resuena, luego otra… siguiendo el compás de la batería; sus ojos color coral se clavan en el suelo, como si deseara desaparecer de todas las miradas, anhelando que las luces la oculten en un estallido. Bajo sus dedos, el ritmo se quiebra, se vuelve caótico, sin un orden aparente, luchando por emerger en un instante fugaz antes de perderse en el tiempo. Es una colisión de emociones que no logra comprender, pero su corazón, contradictoriamente, anhela el espectáculo.
La última en sumarse es Mitsuki. Avanza con parsimonia hacia el centro del escenario, con la guitarra colgando de su hombro y la púa en la mano izquierda. Mientras sus dedos acarician las cuerdas, una voz interna le susurra que este podría ser su último concierto en mucho tiempo. El live house club "Sixth Heaven" de Nobunaga siempre ha sido exigente con los grupos que actúan, y ellas apenas lograron superar la audición.
Y cuando su voz, áspera y dulce a la vez, se eleva sobre el riff de la guitarra, una pregunta surge con fuerza: en esa melodía, ¿de quién es el latido que se mezcla? ¿Será el suyo propio, o acaba de conectar con el corazón de alguien entre la oscuridad?
Por un instante, por ese escaso minuto, el mundo se transforma en el escenario supremo para las tres. Un grupo sin nombre, formado a toda prisa para reemplazar a una amiga esa misma noche; por eso, cada célula en sus cuerpos grita con una inquietud insoportable. Interpretan mil facetas con un brillo cegador, y surge la duda: incluso ellas, ¿podrían inclinarse hacia el triunfo?
La canción continúa, igual de caótica, desordenada y feroz. Se incrementa sobre el reducido público, primero sorprendido por el cambio repentino en la programación, y luego extasiado por el frenesí de la melodía. Poco a poco, se tiñen con los colores del grupo, y surgen pequeños aplausos mientras las emociones convergen en los latidos de todos.
Una emoción irresistible, irreemplazablemente adictiva.
Parecen haber nacido para deslumbrar bajo el neón, existencias resplandecientes que, en el momento de cerrar el telón, se mantienen victoriosas. Una fusión extraña de J-Rock con dos chinas.
Al abandonar el escenario, Qiao Ling abraza con fuerza a una sonrojada Tianxi. Koga Mitsuki mira por encima de su hombro el espacio que acaban de dejar, y una sonrisa espontánea nace en sus labios, porque sabe que esto no es un adiós, sino un comienzo.
Son como fuegos artificiales sin nombre, floreciendo en un instante y expandiéndose en la mirada del público del live house. Mitsuki ha disipado la niebla de incertidumbre que nublaba su mente; en esta noche, ella gobernó.
El contraste entre el estruendo ensordecedor del escenario y el backstage era abismal. Las tres chicas se quedaron un momento inmóviles, como si sus oídos aún estuvieran sintonizados con el eco atronador de su propia música. Fue Qiao Ling quien rompió el silencio, soltando las baquetas sobre la mesita antes de lanzarse sobre sus compañeras.
—¡Fue genial! ¡FUE INCREIBLEMENTE GENIAL! —exclamó. Dio varios saltitos efusivos y llenos de energía, envolvió a ambas en un abrazo colectivo y un tanto brusco.
Koga Mitsuki, que aún sentía el zumbido de las cuerdas de su guitarra en las yemas de los dedos, recibió el impacto con una leve sacudida, pero su sonrisa serena no se desvaneció. Con cuidado, se liberó del apretón solo lo necesario para poder mirarlas a los ojos.
—Lo hicimos excepcionalmente bien, considerando el tiempo ridículamente corto que tuvimos para ensayar —afirmó, cerrando por un instante sus pestañas. Un suspiro de alivio y satisfacción escapó de sus labios—. Todo salió... con una fluidez que no esperaba.
Li Tianxi, a quien todos llaman Xixi, asintió con vehemencia, pero su mirada, como un pájaro asustadizo, descendió rápidamente a la seguridad de sus zapatos de cuero reluciente. Apretaba el mástil de su bajo contra su cuerpo delgado y pequeño.
Mitsuki notó su tensión. Con un gesto tranquilo le dio unas palmaditas suaves en la cabeza, desordenándole un mechón del cabello rosado.
—Buen trabajo de verdad, Xixi —su voz era un susurro cálido —. No hay necesidad de estar tan nerviosa ahora. Ya lo hicimos. Sobrevivimos.
Xixi sintió una oleada de calor subirle por el cuello. Era extraño, esta familiaridad, este cariño instantáneo y no solicitado que le brindaban estas dos chicas que apenas conocía. Lo único que había entre ellas eran un par de ensayos incoherentes y una amiga en común que no pudo actuar. Apretó con fuerza el bajo contra su pecho, incómoda de una emoción nueva y cálida que trataba de abrirse paso entre sus miedos.
—¡Oye, yo también estuve a punto de vomitar los nervios! —confesó, exagerando un poco para provocar una mueca—. Y eso que ya he tocado un montón de veces con Xiaoshi y Wang Wang. Pero esto... esto era diferente. Esto tenía... —buscó la palabra correcta, haciendo un gesto amplio con las manos— ¡alma!
Fue Koga quien continuó, su voz tomando el ritmo de una líder natural.
—La próxima vez, sin duda, lo haremos mejor —dijo, y en su mente repasó los pequeños deslices, los microsegundos de descoordinación que, para su oído entrenado, habían sonado estruendosamente. Porque en el calor de la fragua, los errores más pequeños se sienten con la intensidad de una llamarada. Pero se aprende. Solo se aprende así.
Miró a ambas con seriedad.
—Si ustedes quieren, claro está. Sería un verdadero placer para mí poder seguir tocando con ustedes dos.
Qiao Ling y Li Tianxi intercambiaron una mirada rápida. En los ojos animados de Ling había una respuesta clara, y en el tímido destello de los de Xixi, una aceptación temerosa.
—¡Claro que sí! —estalló Qiao Ling, su grito casi haciendo saltar a Xixi—. ¡Me apunto, me apunto, me apuntoooo! ¡Fue la cosa más divertida que he hecho en meses!
Xixi, todavía sin confiar en su voz, asintió con fuerza, una sonrisa pequeña y frágil asomándose finalmente a sus labios.
10
HiMEverse / Re: HiMEverse Episode V: The Rebels Strike Back
« Last post by Cho on November 29, 2025, 01:38:08 AM »Uhh, sé que tengo dos días más para escribir, pero ando con muchas cosas así que mejor lo dejo y me desquito el mes que viene (como la segunda vez que lo digo, but I mean it this time! (...))
Regreso con icons cuando tenga oportunidad.
116.5.
Siendo un evento constante y con muchos horarios para las distintas competencias, era de esperarse que tanto los participantes como asistentes estaban en plan de llegar y marcharse a todas horas. En medio de un grupo de gente que acababa de adentrarse en Hanasaki U, un par de personas caminaba de manera continua, con un claro sentido de dirección al seguramente tratarse de un lugar que ambas conocían.
“Hay una clara presencia de estudiantes que dirigen a los recién llegados…” observó una chica peliblanca, de cabellos voluminosos, y unos ojos fríos celestes. Ella tenía un semblante serio y poco amigable. Sin embargo, sus palabras denotaban un aire de ambivalencia que servía para frenar un poco su cara de pocos amigos.
“Es un evento que concierne a la gente de afuera además de la propia reputación de Hanasaki,” comentó su acompañante, una peliverde con una indudable apariencia de ser mayor que su acompañante. Su caso no era distinto, esta peliverde también deslumbraba un aire huraño y desconfiado, y en particular, ella no se encontraba nada ambivalente. Más bien parecía estar presente contra su propia voluntad. Rodó los ojos. “Si Hanasaki alguna vez sirvió para algo es para mantener las apariencias.”
“Confío que sabes a dónde vamos si no te detienes a preguntar por direcciones,” concluyó la peliblanca, inmutada.
“Sé bien dónde están las pistas, es muy fácil de recordar,” resopló mientras caminaba. “Ya te había dicho que me encargaría de averiguar a dónde vamos.”
“Sin embargo, tu respuesta rebela que no has realizado ningún acto de averiguar. Más bien te basas en recuerdos y asunciones arraigadas de hace muchos años.”
“¿Acaso importa?” la otra se exasperó. “Sé a dónde hay que ir y me encargo de mi trabajo de dirigirte como lo pediste, Horizon.”
“E igual evades la lógica que esperaría de mi trabajadora estrella,” concluyó la peliblanca, con un mínimo dejo de impaciencia, a su vez de alzarse por encima de la otra.
“Tch, sólo somos Dash y yo, y obviamente soy mucho mejor que la atolondrada,” se quejó la peliverde a regañadientes.
“No obstante, es el trabajo de los mayores servir de ejemplo a sus subordinados,” Horizon dio un mínimo suspiro. “Rita…”
“¿Qué quieres ahora?” le miró de soslayo. Sí, seguramente continuaría fastidiándola sin sentido.
“¿Acaso quisieras que nuestra denominada mascota moral se entristezca si te oye expresarte así sobre ella? Dash salió en la mañana con la intención de subir los ánimos en nuestro entorno al ganar un premio en su competencia.”
“Suena a nada más que un sueño.”
“Es algo que posee utilidad moral, por algo es la mascota de mi empresa.”
“…lo dices como si no supieras la verdad sobre Hanasaki…” Rita entrecerró los ojos, se cruzó de brazos, y continuó caminando con la vista hacia el frente.
“Te refieres a la posibilidad que Dash sea contactada por las encargadas para convertirse en una HiME…”
“No es posibilidad considerando que ella recibió una invitación personal para ser partícipe de este evento, por más que su propio colegio no tiene a otros presentes en las actividades de hoy,” comentó con sequedad. “Es ya dado como un hecho irrefutable que ese ha sido el plan.”
“Es ilógico darlo por ello por más que las probabilidades estén a ese favor.”
“¿Y qué se supone que has hecho tú para prevenir que Dash asista a este evento? Lo has tratado como si fuera una actividad extracurricular sin ninguna urgencia,” espetó impaciente. “Como un ser tan lógico, ¿no deberías estar en contra de esta guerra sin sentido?”
“Rita, yo no soy alguien que celebrará la mediocridad de los humanos. Sin embargo, los partícipes de la guerra tampoco son personas a las cuales me negaría en afiliación,” dijo serenamente, manteniendo su serio semblante. “Hay muchos ‘inocentes’ fuera de la guerra que son personas podridas por dentro.”
“Eso no tiene nada que ver.”
“Y hay al menos una exHiME en la cual vi valor y a quien decidí contratar como mi trabajadora estrella, Rita,” dijo mirándole fijamente.
“Tch…” Rita se vio grandemente disgustada al ser recordada de su previa realidad.
“Si Dash decide unirse a esta guerra, no considero que seas capaz de juzgarla. También es algo que consideraría externo a su afiliación a mí, por lo cual lo dejaré en sus manos. Ella tiene la habilidad de decidir su destino.”
“No, ella es demasiado joven e ilusa para algo así, no sabría a lo que se mete.”
“Las HiMEs normalmente no lo saben.”
“Y eso sólo lo hace peor.”
“¿Entonces por qué no eres abierta con Dash y le dices sobre las HiMEs y el riesgo que es, ya que das este futuro desarrollo por sentado?” preguntó Horizon, con severidad en sus ojos. “Tu propia lógica te ha llevado a resistir ese desarrollo de nuestra mascota y a oponerte a esta posibilidad. No obstante, ¿qué es lo que has hecho hasta el momento?”
“Tsk, yo…”
“Intentaste estropear sus planes de ir a la inauguración el día anterior al lanzarle muchos quehaceres del hogar que ni le correspondían hacer en ese momento. Has recurrido a las más infantiles y obtusas artimañas para meterte en su camino, y luego de que Dash deslumbró su habilidad de limpiar con velocidad, te molestaste con ella y le apagaste sus buenos ánimos,” describió con ligera frustración. “Es contraproducente que hieras a la mascota cuyo rol en mi empresa es brindar de apoyo moral a otros. Podría castigar tu sueldo este mes.”
“No bromees, Horizon.”
“Yo no bromeo, Rita.”
“Cierto…” volvió a rodar sus ojos, algo ya muy habitual cuando hablaba con su jefa. “Para ser inteligencia artificial, tienes una personalidad innecesariamente fastidiosa.”
“Y ahora actúas como si fuera yo la insultante. Oh, mis diodos…” lamentó la peliblanca con un tono incluso más mordaz que antes. “Es mi inteligencia artificial la que me permite ver la estupidez humana tan claramente, Rita.”
“Por favor, no sigas…” le miró de reojo. “No quisiera tener que molestarme con mi propia jefa más de lo que ya estoy.”
Con frecuencia, Rita no podía conectar bien con su jefa, aquella robot que realmente tenía más años que ella misma, a pesar de vivir en un cuerpo que fácil la haría ver de la edad de Dash. Siendo Horizon una máquina diseñada por Rizembool y con experiencia previa en la guerra antes de lograr su independencia civil, Rita estaba acostumbrada a ver lo mucho que su impredecible superior trataba a Hanasaki y Rizembool con tanta normalidad. Definitivamente no iría a ver las presentes complicaciones de su misma manera.
Y, aun así, lo que más le fastidiaba del asunto era que, en el fondo, Rita sabía que Horizon tenía mucha razón.
“¿…cómo se supone que tengo que ser sincera con Dash y decirle todas las complicaciones detrás del nombre de Hanasaki? Ella que está tan ilusionada de participar…” meditó mientras desviaba sus ojos con cierto cargo de consciencia.
“Existe un tabú detrás de hablar abiertamente sobre los secretos de la guerra a gente externa a la misma, entiendo que aquello no ha cambiado en el presente.”
“Pero es inútil pensar en eso considerando la tremenda equis que Hanasaki tiene sobre su rostro. Obviamente ella va a ser informada al respecto, por más que tú des espacio a duda.”
“Yo iba a decir que Dash tiene el derecho de saber al menos parte de la verdad, mas no por la posibilidad de ser HiME.”
“¿Hm?” alzó una ceja.
“Después de todo, Dash fue víctima de un altercado que sin lugar a dudas fue orquestado por un miembro incógnito de Rizembool. Lo sucedido aquel día continúa siendo un misterio para ella.”
“…me sorprende que siquiera lo pienses, viendo que pareces programada a dejar la guerra continuar con su curso,” observó Rita, con cierto escepticismo.
“No soy la única a mi parecer, Rita. Tú pareces más ajena a sincerarte. Deberías trabajar en eso.”
“Déjame en paz,” resopló.
“Considero que tienes el suficiente cuidado de no fastidiar a gente que podría encontrar problemas si te expresas sobre la guerra con una tercera,” concluyó Horizon, inmutada. “Por lo tanto, si tienes algo que decir a Dash, si continúas velando por nuestra mascota quien todavía tiene mucho por aprender, te aconsejo que no demores y te expreses antes de que lo lamentes.”
“Tú podrías hacerlo también, Horizon…” dijo con pesadez.
“He decidido que aquel será tu rol, Rita. Yo he optado por mantener una estancia neutral y meramente observadora.”
“Tch, eres pesada.”
“Pesado es aquel que no para de quejarse sobre cosas con las cuales nunca lidiará.”
“…” se mantuvo en silencio un momento. “Una vez terminemos de ver su competencia, veré si puedo decirle algo. Ella merece saber sobre las artimañas de Hanasaki.”
“Entendido,” Horizon asintió. “Aquel ha sido un paso grande para ti. Te felicitaré por tu decisión, ahora espero consistencia en tus futuras acciones.”
“…no me hagas sentir peor por estar metida en estas circunstancias, por favor,” pidió con un tic en la ceja.
No había duda en su cabeza, y por más que Horizon se adhería a la incertidumbre del caso, Rita sabía que no había espacio para variación. Dash había llamado la atención de Hanasaki por un posible potencial. El hecho que su protegida había recientemente sobrevivido a un misterioso atentado por algún agente de Rizembool sólo corroboraba que Dash era de interés. Aquello no era un misterio para Rita y, conociendo a la menor, era muy probable que fuera a saltar ante la oportunidad de ayudar a otras personas, sin pensarlo en lo absoluto.
…
A su vez, en medio de su imposibilidad de ser sincera con Dash… en medio de tanta incertidumbre ante una certeza… Rita maldecía el mero hecho de que su propia vida volvería a verse atada a ese conflicto que nunca llegaría a un satisfactorio desencadenante a su parecer.
No había escape, aquel mundo oculto continuaría llamándola de vuelta una y otra vez… hasta que, eventualmente, nada fuera a quedar de ella misma.
…
Regreso con icons cuando tenga oportunidad.
116.5.
Siendo un evento constante y con muchos horarios para las distintas competencias, era de esperarse que tanto los participantes como asistentes estaban en plan de llegar y marcharse a todas horas. En medio de un grupo de gente que acababa de adentrarse en Hanasaki U, un par de personas caminaba de manera continua, con un claro sentido de dirección al seguramente tratarse de un lugar que ambas conocían.
“Hay una clara presencia de estudiantes que dirigen a los recién llegados…” observó una chica peliblanca, de cabellos voluminosos, y unos ojos fríos celestes. Ella tenía un semblante serio y poco amigable. Sin embargo, sus palabras denotaban un aire de ambivalencia que servía para frenar un poco su cara de pocos amigos.
“Es un evento que concierne a la gente de afuera además de la propia reputación de Hanasaki,” comentó su acompañante, una peliverde con una indudable apariencia de ser mayor que su acompañante. Su caso no era distinto, esta peliverde también deslumbraba un aire huraño y desconfiado, y en particular, ella no se encontraba nada ambivalente. Más bien parecía estar presente contra su propia voluntad. Rodó los ojos. “Si Hanasaki alguna vez sirvió para algo es para mantener las apariencias.”
“Confío que sabes a dónde vamos si no te detienes a preguntar por direcciones,” concluyó la peliblanca, inmutada.
“Sé bien dónde están las pistas, es muy fácil de recordar,” resopló mientras caminaba. “Ya te había dicho que me encargaría de averiguar a dónde vamos.”
“Sin embargo, tu respuesta rebela que no has realizado ningún acto de averiguar. Más bien te basas en recuerdos y asunciones arraigadas de hace muchos años.”
“¿Acaso importa?” la otra se exasperó. “Sé a dónde hay que ir y me encargo de mi trabajo de dirigirte como lo pediste, Horizon.”
“E igual evades la lógica que esperaría de mi trabajadora estrella,” concluyó la peliblanca, con un mínimo dejo de impaciencia, a su vez de alzarse por encima de la otra.
“Tch, sólo somos Dash y yo, y obviamente soy mucho mejor que la atolondrada,” se quejó la peliverde a regañadientes.
“No obstante, es el trabajo de los mayores servir de ejemplo a sus subordinados,” Horizon dio un mínimo suspiro. “Rita…”
“¿Qué quieres ahora?” le miró de soslayo. Sí, seguramente continuaría fastidiándola sin sentido.
“¿Acaso quisieras que nuestra denominada mascota moral se entristezca si te oye expresarte así sobre ella? Dash salió en la mañana con la intención de subir los ánimos en nuestro entorno al ganar un premio en su competencia.”
“Suena a nada más que un sueño.”
“Es algo que posee utilidad moral, por algo es la mascota de mi empresa.”
“…lo dices como si no supieras la verdad sobre Hanasaki…” Rita entrecerró los ojos, se cruzó de brazos, y continuó caminando con la vista hacia el frente.
“Te refieres a la posibilidad que Dash sea contactada por las encargadas para convertirse en una HiME…”
“No es posibilidad considerando que ella recibió una invitación personal para ser partícipe de este evento, por más que su propio colegio no tiene a otros presentes en las actividades de hoy,” comentó con sequedad. “Es ya dado como un hecho irrefutable que ese ha sido el plan.”
“Es ilógico darlo por ello por más que las probabilidades estén a ese favor.”
“¿Y qué se supone que has hecho tú para prevenir que Dash asista a este evento? Lo has tratado como si fuera una actividad extracurricular sin ninguna urgencia,” espetó impaciente. “Como un ser tan lógico, ¿no deberías estar en contra de esta guerra sin sentido?”
“Rita, yo no soy alguien que celebrará la mediocridad de los humanos. Sin embargo, los partícipes de la guerra tampoco son personas a las cuales me negaría en afiliación,” dijo serenamente, manteniendo su serio semblante. “Hay muchos ‘inocentes’ fuera de la guerra que son personas podridas por dentro.”
“Eso no tiene nada que ver.”
“Y hay al menos una exHiME en la cual vi valor y a quien decidí contratar como mi trabajadora estrella, Rita,” dijo mirándole fijamente.
“Tch…” Rita se vio grandemente disgustada al ser recordada de su previa realidad.
“Si Dash decide unirse a esta guerra, no considero que seas capaz de juzgarla. También es algo que consideraría externo a su afiliación a mí, por lo cual lo dejaré en sus manos. Ella tiene la habilidad de decidir su destino.”
“No, ella es demasiado joven e ilusa para algo así, no sabría a lo que se mete.”
“Las HiMEs normalmente no lo saben.”
“Y eso sólo lo hace peor.”
“¿Entonces por qué no eres abierta con Dash y le dices sobre las HiMEs y el riesgo que es, ya que das este futuro desarrollo por sentado?” preguntó Horizon, con severidad en sus ojos. “Tu propia lógica te ha llevado a resistir ese desarrollo de nuestra mascota y a oponerte a esta posibilidad. No obstante, ¿qué es lo que has hecho hasta el momento?”
“Tsk, yo…”
“Intentaste estropear sus planes de ir a la inauguración el día anterior al lanzarle muchos quehaceres del hogar que ni le correspondían hacer en ese momento. Has recurrido a las más infantiles y obtusas artimañas para meterte en su camino, y luego de que Dash deslumbró su habilidad de limpiar con velocidad, te molestaste con ella y le apagaste sus buenos ánimos,” describió con ligera frustración. “Es contraproducente que hieras a la mascota cuyo rol en mi empresa es brindar de apoyo moral a otros. Podría castigar tu sueldo este mes.”
“No bromees, Horizon.”
“Yo no bromeo, Rita.”
“Cierto…” volvió a rodar sus ojos, algo ya muy habitual cuando hablaba con su jefa. “Para ser inteligencia artificial, tienes una personalidad innecesariamente fastidiosa.”
“Y ahora actúas como si fuera yo la insultante. Oh, mis diodos…” lamentó la peliblanca con un tono incluso más mordaz que antes. “Es mi inteligencia artificial la que me permite ver la estupidez humana tan claramente, Rita.”
“Por favor, no sigas…” le miró de reojo. “No quisiera tener que molestarme con mi propia jefa más de lo que ya estoy.”
Con frecuencia, Rita no podía conectar bien con su jefa, aquella robot que realmente tenía más años que ella misma, a pesar de vivir en un cuerpo que fácil la haría ver de la edad de Dash. Siendo Horizon una máquina diseñada por Rizembool y con experiencia previa en la guerra antes de lograr su independencia civil, Rita estaba acostumbrada a ver lo mucho que su impredecible superior trataba a Hanasaki y Rizembool con tanta normalidad. Definitivamente no iría a ver las presentes complicaciones de su misma manera.
Y, aun así, lo que más le fastidiaba del asunto era que, en el fondo, Rita sabía que Horizon tenía mucha razón.
“¿…cómo se supone que tengo que ser sincera con Dash y decirle todas las complicaciones detrás del nombre de Hanasaki? Ella que está tan ilusionada de participar…” meditó mientras desviaba sus ojos con cierto cargo de consciencia.
“Existe un tabú detrás de hablar abiertamente sobre los secretos de la guerra a gente externa a la misma, entiendo que aquello no ha cambiado en el presente.”
“Pero es inútil pensar en eso considerando la tremenda equis que Hanasaki tiene sobre su rostro. Obviamente ella va a ser informada al respecto, por más que tú des espacio a duda.”
“Yo iba a decir que Dash tiene el derecho de saber al menos parte de la verdad, mas no por la posibilidad de ser HiME.”
“¿Hm?” alzó una ceja.
“Después de todo, Dash fue víctima de un altercado que sin lugar a dudas fue orquestado por un miembro incógnito de Rizembool. Lo sucedido aquel día continúa siendo un misterio para ella.”
“…me sorprende que siquiera lo pienses, viendo que pareces programada a dejar la guerra continuar con su curso,” observó Rita, con cierto escepticismo.
“No soy la única a mi parecer, Rita. Tú pareces más ajena a sincerarte. Deberías trabajar en eso.”
“Déjame en paz,” resopló.
“Considero que tienes el suficiente cuidado de no fastidiar a gente que podría encontrar problemas si te expresas sobre la guerra con una tercera,” concluyó Horizon, inmutada. “Por lo tanto, si tienes algo que decir a Dash, si continúas velando por nuestra mascota quien todavía tiene mucho por aprender, te aconsejo que no demores y te expreses antes de que lo lamentes.”
“Tú podrías hacerlo también, Horizon…” dijo con pesadez.
“He decidido que aquel será tu rol, Rita. Yo he optado por mantener una estancia neutral y meramente observadora.”
“Tch, eres pesada.”
“Pesado es aquel que no para de quejarse sobre cosas con las cuales nunca lidiará.”
“…” se mantuvo en silencio un momento. “Una vez terminemos de ver su competencia, veré si puedo decirle algo. Ella merece saber sobre las artimañas de Hanasaki.”
“Entendido,” Horizon asintió. “Aquel ha sido un paso grande para ti. Te felicitaré por tu decisión, ahora espero consistencia en tus futuras acciones.”
“…no me hagas sentir peor por estar metida en estas circunstancias, por favor,” pidió con un tic en la ceja.
No había duda en su cabeza, y por más que Horizon se adhería a la incertidumbre del caso, Rita sabía que no había espacio para variación. Dash había llamado la atención de Hanasaki por un posible potencial. El hecho que su protegida había recientemente sobrevivido a un misterioso atentado por algún agente de Rizembool sólo corroboraba que Dash era de interés. Aquello no era un misterio para Rita y, conociendo a la menor, era muy probable que fuera a saltar ante la oportunidad de ayudar a otras personas, sin pensarlo en lo absoluto.
…
A su vez, en medio de su imposibilidad de ser sincera con Dash… en medio de tanta incertidumbre ante una certeza… Rita maldecía el mero hecho de que su propia vida volvería a verse atada a ese conflicto que nunca llegaría a un satisfactorio desencadenante a su parecer.
No había escape, aquel mundo oculto continuaría llamándola de vuelta una y otra vez… hasta que, eventualmente, nada fuera a quedar de ella misma.
…
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